miércoles, 23 de septiembre de 2015

A ti gritamos

Como viajeros perdidos y sin rumbo
en un desierto ardiente y sin agua,
a ti gritamos, Señor.

Como peregrinos con los pies destrozados
que no encuentran albergue,
a ti gritamos, Señor.

Como náufragos varados
en una costa abandonada,
a ti gritamos, Señor.

Como mendigos hambrientos
que extienden la mano para recibir alimento,
a ti gritamos, Señor.

Como ciegos sin lazarillo
que tropiezan con todo lo que hay en el camino,
a ti gritamos, Señor.

Como enfermos crónicos
que ya no saben qué es la salud,
a ti gritamos, Señor.

Como emigrantes sin papeles
en un país que no conocen,
a ti gritamos, Señor.

Como refugiados en campamentos
que pensaban eran lugar seguro,
a ti gritamos, Señor.

Como prisioneros inocentes
arrojados en cárcel húmeda y maloliente,
a ti gritamos, Señor.

Como pobres sin derechos
a los que nadie hace caso,
a ti gritamos, Señor.

Como personas desahuciadas de sus casas
por la prepotencia de unos y la desidia de otros,
a ti gritamos, Señor.

Como ciudadanos siempre olvidados
que no pueden ejercer sus derechos,
a ti gritamos, Señor.

Como personas torturadas
por haber acogido a otra de etnia distinta,
a ti gritamos, Señor.

Como los padres y madres que no pueden hacer nada
cuando les arrebatan sus hijos,
a ti gritamos, Señor.

Como el niño a quien roban su único trozo de pan
mientras sus padres yacen a su lado,
a ti gritamos, Señor.

Como el joven obligado a matar
para que no le maten,
a ti gritamos, Señor.

Como esa persona inocente
convertida en chivo expiatorio de nuestros desmanes,
a ti gritamos, Señor.

Como tú, Señor, que en lo alto de la cruz osaste gritar
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?",
a ti gritamos, Señor.

Florentino Ulibarri