sábado, 26 de septiembre de 2015

El pecado nos envuelve

Dios de nuestros padres y nuestro:
nos da vergüenza y apuro levantar la vista,
porque el pecado nos envuelve
como aire contaminado,
y nuestras culpas se amontonan
como un inmenso basurero.

Desde que aprendimos a andar
hemos incurrido en muchas culpas.
Nuestros ojos son envidiosos,
nuestras lenguas afiladas como cuchillos,
y nuestras manos, sedientas de dinero,
se pegan a las monedas
como a la miel las patas de las moscas.

Tú nos propones la paz,
y nosotros nos empeñamos en la guerra.
Tú nos invitas a vivir como hermanos,
y nosotros nos tratamos como perros.
Tú nos propones la justicia,
y apenas nos conmueve el desempleo,
la corrupción, la delincuencia, la tortura,
la emigración, la violencia y la pobreza
de las personas y pueblos que nos rodean.

Mas ahora, en este momento,
Dios fiel y misericordioso,
pasas por nuestras vidas repartiendo perdón,
curando heridas, restaurando cuerpos maltrechos,
borrando nuestras infidelidades
y fortaleciendo espíritus desfallecidos.

¿Volveremos a darte la espalda
y a violar tus mandatos?
Señor, Dios nuestro, Tú eres justo
y nosotros un puñado de cobardes.
Aquí estamos, delante de Ti,
con nuestros pecados de siempre.
Perdónanos, Señor,
y guía nuevamente nuestros pasos.