jueves, 24 de septiembre de 2015

Lázaro, sal de ahí

Cuando me digas “sal de ahí”
quiero dejar la fría losa que me inmoviliza
que me detiene en la oscuridad
y me recuerda que Tú ya no existes
que pregona que, la nada o el absurdo,
serán mis acompañantes para siempre.
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR

Y, al verte conmovido porque ya no estaré muerto sino vivo
darte las gracias porque, ante todo, me darás la vida Señor
Porque tus promesas son más fuertes que la misma muerte
porque tu fama, Señor, desde siempre me ha impresionado.
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR

Abandonando las vendas de la tiniebla y del llanto
para, después de resucitar, cantar eternamente tu gloria
y con el resto de los que creen y esperan como yo
enterrar las dudas y las desesperanzas
sabiendo que Tú, Señor, tienes palabras de vida eterna
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR

Pero, mientras no llegue ese momento,
guárdame en tu corazón, amigo y Señor,
no olvides que, mientras estuve y caminé en la tierra,
pensé en Ti, di gracias por haberte conocido
cerré los ojos al mundo con el sueño de poder escuchar un día:
¡AMIGO, SAL DE AHÍ!

Haz, Señor, que mientras asoma ese instante de partir
cuando algunos lloren y otros recen por mí
te siga amando con todo mi corazón, fuerza y afecto
Amén.