viernes, 25 de septiembre de 2015

Velad

Danos un corazón, unos ojos y unos oídos abiertos, que estén siempre en vela.
Velar no puede confundirse con la actitud de quien espera, despreocupado, la llegada de ese amigo que ha anunciado que viene.
Ayúdanos a mirar una y otra vez por la ventana; a desplegar nuestras antenas a los cuatro puntos cardinales en busca de algún signo que apunte tu llegada.
Ayúdanos a quitar estorbos y embellecer la casa, para que pueda suceder en ella algo feliz.
Ayúdanos a arreglarlo todo para que pueda tener lugar la fiesta, sin pérdida de tiempo, apenas llegues.
Ayúdanos a acelerar, a garantizar esa misma venida. Tú, Señor, no te resistes al deseo de reunirte, cuanto antes, con aquellos que te esperamos con tanta impaciencia.
Ayúdanos a dejar que entre en casa el Evangelio.
Ayúdanos a estar listos, como lo están los médicos de guardia o ese retén de bomberos; como lo está esa joven mamá con todo preparado para la hora del parto.
Ayúdanos a estar listos, a estar prontos a amar; para abrir nuestras puertas, no lo suficiente, sino de par en par;
para transformar las propias palabras y acciones en herramientas de paz y de acogida para todo el que llegue en tu nombre.
Danos un corazón, unos ojos y unos oídos abiertos, que estén siempre en vela.