domingo, 11 de octubre de 2015

Háblame de Dios

Orar es estar con Dios; mejor, escuchar a Dios. Así como a una madre todo le habla de su hijo y a un enamorado todo le habla de la persona amada; de la misma forma a un creyente todo le habla de Dios.

Dije al almendro: ¡Háblame de Dios!, y el almendro floreció.

Dije al pobre: ¡Hablame de Dios!, y el pobre me ofrecio su capa.

Dije al niño: ¡Háblame de Dios!, y el niño me lo pidió a mí.

Dije a la naturaleza: ¡Hablame de Dios!, y la naturaleza se cubrió de hermosura.

Dije al amigo: ¡Habláme de Dios!, y el dolor se transformo en agradecimiento.

Dije a mi madre: ¡Háblame de Dios!, y mi madre me dio un beso en la frente.

Dije a la mano: ¡Háblame de Dios!, y la mano se convirtió en servicio.

Dije al enemigo: ¡Háblame de Dios!, y Jesús rezó el Padre Nuestro.

Dije, dije... a todos y a todas las cosas: ¡Habladme de Dios! y todos me dijeron algo.