domingo, 11 de octubre de 2015

Padre nuestro que estás en la tierra

Padre nuestro que estás en la tierra,
en la fuerte y hermosa tierra;
en la tierra buena:

Santificado sea el nombre tuyo
que nadie sabe;
que en ninguna forma
se atrevió a pronunciar este silencio
pequeño y delicado...
este silencio que en el mundo somos nosotras,
las rosas...



Venga también a nos,
las pequeñitas y dulces flores de la tierra,
el tu Reino prometido...

Hágase en nos tu voluntad,
aunque ella sea que nuestra vida
sólo dure lo que dura una tarde...

El sol nuestro de cada día
dánoslo para el único día nuestro...

Perdona nuestras deudas
-la de la espina,
la del perfume cada vez más débil,
la de la miel que no alcanzó
para la sed de dos abejas...-,
así como nosotras perdonamos
a nuestros deudores, los hombres,
que nos cortan, nos venden y nos llevan
a sus mentiras fúnebres,
a sus torpes o insulsas fiestas...

No nos dejes caer
nunca en la tentación
de desear la palabra vacía
-el cascabel de las palabras!...-,
ni el moverse de pies apresurados,
ni el corazón oscuro
de los animales que se pudre...

Mas líbranos de todo mal.
Amén.