Muchos profetas desearon conocerte del todo,
y Tú me has regalado tu amistad,
me has revelado tus secretos
y me haces sentir tu presencia.
Te doy gracias, Señor, por elegirme,
por invitarme a ser tu discípulo,
por hacerme grande en mi fragilidad
y por tener para mí grandes sueños.
Me regalas capacidad de contemplación,
me ayudas a disfrutar de la belleza,
me tienes siempre abrazado
y tienes puesta sobre mí tu mano.
Contigo florece la justicia
y la paz nos envuelve a todos,
nos haces compartir con el hermano
y no descansar hasta que todos vivan bien.
Tú eres una bendición para el que te conoce
y para los que nos reunimos en tu nombre.
Tú llenas nuestro corazón de entusiasmo
y de deseos de construir tu reino.
Mari Patxi Ayerra y Álvaro Ginel