Señor, Dios nuestro, hoy te queremos dar gracias
porque en Jesús te has revelado
como un Dios enteramente bueno.
En esto no te pareces a nosotros,
en esto te diferencias de todas las imágenes
que, sublimándonos, nos hacemos los hombres de ti.
Tú amas todo lo que has creado,
tú has establecido con nosotros una alianza eterna
y nada podrá quebrantarla.
Por eso no te enfureces con nuestros pecados
ni tomas venganza de los que obran el mal,
no matas a los que matan,
sino que los proteges, como a Caín, de sus vengadores.
Porque eres enteramente bueno
haces salir el sol sobre justos y pecadores.
Es que amas a cada uno
y no quieres la muerte del pecador,
sino que se convierta y viva.
A todos nos perdonas los pecados
y haces sentar a la misma mesa
al que llegó a última hora
y al que trabajó desde el amanecer.
Te damos gracias porque en todo esto
te revelas como enteramente bueno.
Estás tan apartado del mal,
estás tan ajeno a todos los mecanismos del mal,
que ni siquieras castigas a los transgesores
para no añadir violencia a nuestras violencias.
Tu no tienes el poder de matar
porque ése no es un poder divino.
Tu poder es amar sin medida,
crear, sanar, perdonar
y hasta triunfar de la muerte.
Tu justicia no es tasar y medir,
sino hacernos justos
y reconciliarnos, por fin, en esa justicia de vida.