viernes, 18 de diciembre de 2015

Dolor o indifierencia

Señor, no estamos ya atentos al mundo en que vivimos, no nos preocupamos,
no protegemos lo que Dios ha creado para todos
y no somos capaces siquiera de cuidarnos los unos a los otros.

Señor, vemos al hermano medio muerto al borde del camino, quizás pensamos “pobrecito”,
y seguimos nuestro camino, no nos compete;
y con eso nos quedamos tranquilos, nos sentimos en paz.
La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos,
nos hace insensibles al grito de los otros.

En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia.
¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro,
no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!

Señor, pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas,
Te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado
y se ha cerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón,
Te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial
han creado situaciones que llevan a estos dramas.
¡Perdón, Señor!

Señor, que escuchemos también tus preguntas:
“Adán, ¿dónde estás?”. “¿Dónde está la sangre de tu hermano?”.

Te pedimos, Señor, la gracia de llorar por nuestra indiferencia,
de llorar por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros,
también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas
que hacen posibles dramas como éste.

Finalmente, te damos gracias, Señor,
por las personas, las asociaciones, los voluntarios y las fuerzas de seguridad,
que han prestado y prestan atención a personas en su viaje hacia un futuro mejor.

(Inspoirada en el discurso del papa Francisco en Lampedusa).