sábado, 12 de diciembre de 2015

En el caballo de mis seguridades

Señor, a veces me parezco a ese Pablo de Tarso, antes de su conversión. Mis convicciones son tan firmes como equivocadas. Y arremeto con violencia contra los que piensan distinto, con los que abrazan otros credos y defienden otras ideas políticas. Perdóname, Señor, y ayúdame a ser más humilde y más tolerante.

Y de pronto, el caballo de mis falsas seguridades se viene abajo, como un gigante de pies de barro. Me quedo aturdido. Sufro. No veo nada claro, no se qué camino tomar. Gracias, Jesús, por esas experiencias dolorosas, pero necesarias, que me ayudan a descubrir la verdad de mí mismo y del mundo. Y ayúdame a escuchar tu voz en cada caída.

Gracias por esas personas que, como Ananías, me ayudan a convertirme y a saber por donde avanzar, a dejar la espada de la violencia y a tomar la cruz de la entrega, a abrir el corazón para acoger el don de tu Espíritu, para ser testigo humilde y valiente de tu Palabra y de tu amor. Amén.