sábado, 12 de diciembre de 2015

Esperanza encarnada

Señor, perdona y cura nuestra desesperanza. No permitas que nos dejemos llevar por los profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre acontecimientos nefastos.

No nos dejes caer en la tentación de convertirnos en personas pesimistas, quejosas y desencantadas, con cara de vinagre. El que comienza sin confiar en el triunfo perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Y el que entierra sus talentos y no se entrega pierde, antes o después, la esperanza.

Señor, ayúdanos a despertar y a fortalecer la esperanza, aunque reconozcamos y nos duelan las miserias de nuestra época. Aún con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, queremos seguir adelante, sin declararnos vencidos, recordando lo dijiste a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad».

Enséñanos a reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20), que la bondad providente de Dios Padre es mucho más grande que todas nuestras miserias juntas.

Fortalece nuestra mirada de fe, para vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña; para advertir la sed de paz, de justicia, la sed de Dios de las mujeres y hombres de nuestra época.

No dejes que el realismo y los fracasos debiliten nuestra confianza en el Espíritu y la generosidad de la entrega. El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal.

Y cuando no encontremos en la realidad razones para esperar un futuro mejor, recuérdanos que no hay mal que por bien no venga, que Tú nos has elegido y enviado, para ser personas-cántaros, que den de beber a los demás; para señalar el camino, desde el desierto, hacia la Tierra prometida; para mantener viva la esperanza. Amén.

Inspirada en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (números 84-86), del Papa Francisco