sábado, 12 de diciembre de 2015

Por la fraternidad

Te damos gracias, Jesús, por todas las redes e instrumentos de la comunicación humana, que nos ayudan a sentir el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos...

Guíanos, Señor, para aprovechar adecuadamente estas posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; para salir de nosotros mismos y unirnos a otros; para seguir este camino tan bueno, tan sanador, tan liberador, tan esperanzador!

Gracias, Jesús, porque la fe en ti nos ayuda a mirar en positivo a los demás, a evitar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual.

No nos dejes caer en la tentación de escapar de los hermanos hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, de renunciar al realismo de la dimensión social del Evangelio; de promover relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad.

Tu Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo.

Al hacerte carne nos mostraste que la fe en el verdadero Dios es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. En tu encarnación, Jesús, inauguraste la revolución de la ternura.

Enséñanos a valorar y aceptar a los demás como compañeros de camino, a saber mirar la grandeza sagrada del prójimo y a encontrarte en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos; a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad.