martes, 15 de diciembre de 2015

Un denario para todos

Señor, en muchas ocasiones nos pareces injusto.
Estamos convencidos de que nos tratas mal.

Pagas lo mismo al que ha trabajado todo el día
que al que se ha esforzado sólo una hora.

Pagas lo mismo al que te ha servido toda su vida
que al que se ha incorporado en el último momento.

Señor, enséñanos a comprender tu lógica, tu justicia, tu corazón.
Tú no mides el trabajo realizado, sino la decisión de ir a hacerlo.

Mides el premio mucho más por el amor que sientes hacia los trabajadores
que por el fruto que hayamos conseguido.

Valoras más la entrega del corazón
que el sudor de las manos.

Ayúdanos a entender que, por mucho que hagamos, Tú no nos debes nada.
Tu amor y tu premio son siempre gratuitos, inmerecidos, desbordantes.

Trabajar en tu viña, en la viña del mundo
es nuestra obligación y nuestra salvación,
es un regalo que da alegría a nuestra vida.

Ser buenos y dedicarnos a los demás
nunca puede ser motivo de orgullo;
es una gracia, una oportunidad que hemos de agradecer.

Que nunca trabajemos en tu viña para ganar tu amor.
Que nos entreguemos a ti para agradecer tu entrega por nosotros.

Gracias por el denario de tu mirada, de tu perdón, de tu amor.
Gracias porque nos miras, nos perdonas y nos amas antes de ponernos a trabajar,
antes de poder merecer una migaja.

Señor, gracias por darnos fuerza para colaborar contigo
en la construcción de un mundo más justo y de una Iglesia más evangélica. Amén.