jueves, 17 de diciembre de 2015

Ven conmigo

Señor, Tú no dejas de enviarme mensajes, pero no siempre los quiero recibir. En muchos momentos ahogo tus llamadas con música, con amigos, con ruido, con un sinfín de actividades... Y a veces siento un gran vacío, aunque a los demás les parezca que mi vida está llena.

Tú no te cansas de llamarme: «Ven conmigo, ven». Y entonces me pregunto: ¿por qué, Señor, por qué a mí? ¿Qué tengo yo de especial? Me viene a la mente la escena del llamamiento de los primeros discípulos y me digo: ¿Qué tenían de especial Pedro, Santiago, Juan, Andrés? ¿No eran débiles, cobardes y pecadores, como los demás? Pero Tú los elegiste y esos pobres pescadores no dudaron en dejar en la playa, muertas para siempre, esas redes que representaban toda su vida.

Señor, ¿qué redes tengo que dejar? ¿la comodidad y el egoísmo; la posibilidad de hacer lo que me apetece; las amistades y las aficiones que me absorben; el miedo a no saber responder, a perder mi nivel de vida, al qué dirán...? ¿Qué redes me enredan, qué amarras me atan?

Señor, no dejes de atraerme, aunque a veces no te responda y sufra, al saber que te fallo. Tú eres mucho más importante que cualquier persona, que cualquier proyecto. Sé que a tu lado encontraré la felicidad más grande, que Tú apagarás mi sed de eternidad, que contigo podré ser pescador de hombres y llevaré tu alegría, tu paz, tu ternura a muchas personas.

Sólo te pido tres cosas: dame fe, dame generosidad, dame valor; en una palabra, dame amor; para seguirte adondequiera que vayas y me lleves. Amén.