martes, 16 de febrero de 2016

Una alegría no pasajera

¿Qué le dirás, Dios mío cuando llegue a tu presencia y se encuentre frente a Ti?
Le dirás: ánimo hijo, te has portado bien.
XXX se quedará mudo,
porque llevaba preparada una explicación.
Tú le tomarás de la mano
y le enseñarás tu casa con todo detalle.
Casi no te atreverás a decir palabra.
Solamente, como de pasada, le dirás:
“ya teníamos ganas de verte aquí, con nosotros”

XXX te mirará al rostro asombrado y verá que te brillan los ojos
y que luchas para que no te caiga ninguna lágrima de ternura.
Y sus explicaciones e historias se le irán todas de la cabeza.
Y sus fallos quedarán sepultados
para siempre en el baúl vacío de los recuerdos muertos.
Y disfrutará de tu amor gratuito, como la lluvia y el sol.
Comprenderá del todo la parábola del hijo pródigo.
Y se le quedará clavada en el corazón
una palabra eterna que la estás diciendo desde ahora: HIJO, XXX!
Y sentirá por primera vez una alegría no pasajera.