Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú, que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo.
Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.
Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confió. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.
Yo proclamare siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi alegría.
Salmo 70