viernes, 6 de mayo de 2016

Bendición y Ofrenda

Un adentro profundo y secreto llama.
Llama que contiene una llamada:
que la vida se convierta en entrega
y alcance su posibilidad suprema.

Atravesada ya la noche,
me rindo ante la claridad de tu Presencia,
porque sé que Tú das consistencia
a la nada de mi ofrenda.

Vivir es aprender el arte de prender y desprenderse,
de abrirse
y permanecer en lo Abierto.

La última ofrenda será nuestra muerte,
la oblación de todo lo que hemos vivido,
la entrega de la cosecha,
lo que hemos sido
y de todo lo que en nosotros ha crecido.

Porque existe la muerte tiene valor la vida.
Ella es la que otorga calidad a cada instante,
ya que en cualquier momento podemos extinguirnos.

Nada permanece,
nada puede ser retenido.
Todo se está soltando continuamente,
aunque nuestra mente y nuestros deseos desvalidos
pretendan retener lo que han tenido.

Este soltar,
soltándonos,
es la rendición
que nos libera.

Rendición no es claudicación,
sino ofrenda.
No nace de la impotencia.
Broto de la asunción agradecida
de lo que hemos sido viviendo.

La muerte ya no nos arrebata nada
si ya nos hemos desprendido de lo único que nos podría privar:
de nosotros mismos.

Al final de nuestras vidas no retornamos nada
que haya sido nuestro.
Todo lo hemos recibido.
¿De qué cosa puedo decir "mío"?
¿Qué "mío" puedo atribuirme
si todo me está siendo concedido?
El aire que respiro,
la comida que me nutre,
procedente de otros seres
que mueren para darme vida;
el vestido que nos cubre,
tejido con fibras de plantas y animales,
por manos expertas y máquinas anónimas;
la casa que me abriga, edificada con materiales
que proceden de la tierra
y construida por obreros que no he conocido;
el sostén de los que caminan conmigo,
que me estiman sin juzgarme
y que me aceptan mejor que yo a mí mismo.

¿Qué es lo que entrego
si todo lo recibo?

Lo que ofrezco es la posibilidad de apropiarme
de eso mismo que recibo.

Rindo mi pulsión de apropiación
y las estrategias de depredación
que en nuestra sociedad hemos convertido
en derecho indiscutido.

Lo rindo para poder vivir en la conciencia
de que todo es don continuo.

Te lo entrego, ¡oh Señor infinito!,
para poder recibirme de tu seno
del que emerjo sin cesar
y donde deseo volver
a ser sumergido.

Rindo mi pretensión de ser ola sin Mar,
mi capricho de quedar fijado
en una de las posibles formas de tu oleaje.

Rindo mis preferencias de estar en calma o en tempestad,
de ser ola en alta mar o llegando a una cala solitaria,
de ser ola estrellada contra una roca
o besar la arena blanca de una playa,
estar surcado por delfines, tiburones o navíos
en la agitada superficie sacudida por vendavales
o permanecer en calma en n fondo rodeado de corales.

Estas rendiciones, oh mar,
surgen de mí
desde Ti
para poder fluir
Hacia Ti
en Ti.

Sólo esto calma mi Sed de Ti.

LGT