viernes, 6 de mayo de 2016

Comulgar

Tuve hambre -dice Jesús- y me disteis de comer.
Tuve frío y me vestisteis y me disteis calor.
Estuve enfermo y vinisteis a visitarme.
Estuve en la cárcel y no me despreciasteis...
Y es que siempre que hicisteis algo por vuestros hermanos,
conmigo lo hicisteis... dice Jesús.

Comulgar no consiste tan sólo en recibir la visita de Dios,
sino también en acoger a todo el mundo.
El pan depositado en el hueco de mi mano
es todo el Amor de Dios,
pero es también la vida entera de mis hermanos.

Por eso, comulgar es ponerse manos a la obra.
Comulgar es una tarea que hay que realizar,
es una obra, es pasar a la acción.
Comulgar es decidirse a cambiar las cosas,
es inventar un mundo nuevo,
es crear un mundo que haga realidad los sueños de Dios:
un mundo en el que, al fin, los hombres sean hermanos.

Comulgar es comulgar con el futuro,
es encontrarse ya con el futuro, es realizar ya el mañana.

Comulgar es anunciar que el mañana ya ha llegado,
que los sueños de Dios ya se han realizado,
que todos los hombres ya son mis hermanos.
Comulgar es cantar que lo imposible se ha producido.
Comulgar es anunciar la primavera del mundo,
es anunciar que se ha acabado el miedo,
que el amor ya no pasa frío y que ya no es de noche.
La comunión pone en pie a todo un Pueblo;
la comunión hace Iglesia.

Comulgar no consiste tan sólo en levantarse del banco
para ir en procesión a recibir la comunión.
Esta procesión ha de ser la de un pueblo
que se pone en movimiento y un pueblo que se echa a caminar,
un pueblo que pone manos a la obra,
un pueblo en pie que se pone a amar.
En la comunión, el cuerpo de Jesús es un Pueblo.
Comulgar es convertirse en el Pueblo de los Resucitados.