jueves, 5 de mayo de 2016

Corpus Christi

Todo fue así: tu voz, tu dulce aliento
sobre un trozo de pan que bendijiste,
que en humildad partiste y repartiste
haciendo despedida y testamento.



<Así mi cuerpo os doy por alimento...>
¡Qué prodigio de amor! Porque quisiste
diste tu carne al pan y te nos diste
Dios, en el trigo para sacramento.

Y te quedaste aquí, patena viva;
virgen alondra que le nace al alba
de vuelo siempre y sin cesar cautiva.

Hostia de nieve, nube, nardo, fuente;
gota de luna que ilumina y salva.
Y todo ocurrió así sencillamente.



Sencillamente, como el ave cuando
inaugura, de un vuelo, la mañana;
sencillamente como la fontana
canta en la roca, agua de luz manando;

sencillamente, como cuando ando,
como cuando Tú andabas la besana,
cuando calmabas sed samaritana,
cuando te nos morías perdonando.

Sencillamente. Hora de paz. ¡Qué leves
tus manos para el pan, para el amigo!
Cena de doce y Dios. Noche de Jueves.

Y era en Jerusalén la primavera.
Y era blanco milagro ya aquel trigo.
Sencillamente: <Este es mi cuerpo>. Y era.



Que viene por la calle Dios, que viene
como de espuma o pluma o nieve ilesa;
tan azucenamente pisa y pesa
que sólo un soplo de aire le sostiene.

Otro milagro, ¿ves? El, que no tiene
ni tañano ni límites, no cesa
nunca de recrearnos la sorpresa
y ahora en un arco de aire se contiene.

Se le rinde el romero y se arrodilla;
se le dobla la palma onduleante;
las torres en tropel, campaneando.

Dobla también y rinde tu rodilla,
hombre, que viene Cristo caminante
-poco de pan, copo de pan- pasando.


Antonio y Carlos Murciano