viernes, 6 de mayo de 2016

Sangre de profeta

Yo era el hombre más calmo del mundo.
Era la personificación de la tranquilidad.
Ciudadano calmo, sin manías, sin extremismos,
tranquilo y pacífico. Ese era yo.
Si había miseria a mi alrededor, yo ayudaba un poquito
y luego me tranquilizaba al saber que pocos hacían lo que yo.
¡Vaya vida! Yo me merecía un premio.
En una época de tanto egoísmo,
yo era de veras un tipo leal y sincero.
Yo era un sujeto calmo que comunicaba la paz, era metódico...
¡Incluso rezaba todos los días, cosa que pocos hacen!

Justo entonces, JESUS pasó por mi vida...
¡Y ya nunca me pude quedar solo en la mía!
Cuando él pasa, o uno entra en la suya
o se queda fuera.
¡Yo creo en Jesucristo!
Creo que el crucificado en Jerusalén
era el esperado por todos los pueblos.
Él me pidió ser profeta, me pidió que gritara su verdad,
que anunciara su Buena Nueva, que fuera testigo ante el mundo.

¡Pero Jesús! ¿Yo?... Tal vez este no sea el mejor trabajo,
no sé si sabré hacerlo, además necesitaré prepararme...
Yo era un manojo de nervios.
Yo no tengo sangre de profeta.

La respuesta de Jesús fue el silencio,
y una mirada que inundaba.
Yo sabía que él me comprendía,
que la tarea no era nada fácil, necesitaba arrojo y valor.
¡Y yo! sólo tenía una cosa: miedo.
No entendía nada de nada,
Jesús me estaba rompiendo los esquemas.

Desde luego ser profeta...
es poner en nuestra boca las palabras de Jesús,
en nuestros hechos las obras de Jesús,
es ser como Jesús fue. ¡Y él acabó en la cruz!

Mira Jesús, estoy dispuesto a darlo todo por ti,
pero es que todo esto es demasiado...
a mi me gustaría, ¡pero es que...!
Yo sigo creyendo en Jesucristo.
No sé responder a todas las preguntas.
No sé plantearme todas las cuestiones
que se supone que un hombre
debiera plantearse respecto a su Dios.
No sé solucionar los dramas
que caen en mis manos.
No quiero usar palabra alguna
contra alguien en especial,
pero tampoco me deja insensible
la desfachatez con que se pisotea
la dignidad humana.

Descubrí que cuando Jesús pide algo,
pide nuestra misma vida.
Él también la dio en la cruz por nosotros.
¿Por qué se necesita ser crucificado para después resucitar?
¡Nunca he tenido respuesta!
Tan solo... una semilla que planté
en el jardín de mi casa,
pocas semanas después germinó...
en mi corazón SANGRE DE PROFETA.