jueves, 5 de mayo de 2016

Si sabes manejar las estrellas

Tu poder, Señor, se extiende del corazón del hombre a las estrellas del cielo. Eres Dueño del hombre y Dueño de la creación, y aquí proclamo los dos reinos de tu poderío en una sola estrofa, y abrazo con un solo gesto todo el inmenso territorio de tu dominio. El latir del corazón del hombre y las órbitas de los cuerpos celestes, la conducta humana y las trayectorias astrales, la conciencia y el espacio. Todo está en tu mano. Y a mí me alegra pensar en ello. Al cantar tu poder, canto mi alegría.

Si sabes manejar las estrellas, ¿no vas a saber manejar también mi corazón? Encárgate de él, Señor, por favor. Tiene una órbita bastante loca; no es fácil saber hoy lo que hará mañana; puede escaparse en cualquier momento por la tangente, como puede estacionarse y negarse a avanzar con tozuda torpeza. Guíalo suavemente hasta la órbita justa, Señor; vigila su curso y cuida su camino con providencia suave y eficacia firme Que sea estrella para alegrar el cielo nocturno sobre el mundo de los humanos.

Yo descanso, Señor, en tu sabiduría y tu poder. El firmamento es mi hogar, y me paseo alegremente por toda tu creación bajo tu mirada cariñosa. Llámame por mi nombre, Señor, como llamas a las estrellas del cielo y a tus hijos e hijas en la tierra. Llámame por mi nombre como el pastor llama a sus ovejas, como el astrónomo identifica a sus estrellas. Me alegra saber que conoces mi nombre. Úsalo con toda libertad, Señor, para llamarme al orden cuando me aleje, y a la intimidad cuando me acerque con cariño filial. Y úsalo un día, Señor, para llamarme a tu lado para siempre.

Carlos G. Vallés