jueves, 5 de mayo de 2016

Un casa solariega

Tú ofreces tu casa solariega
a todos los que andamos a la intemperie
por los caminos de la vida.
Tú eres amigo de acoger sin preguntar,
ofreciendo, primero, el calor de tu abrazo,
la ternura de tu amistad
y las viandas de tu amor
¡Cuánto tenemos que aprender de Ti!

Tú has reservado un cuarto para cada uno,
respetando nuestro ser y nuestras manías,
apreciando nuestra voz y decisión,
provocando nuestra responsabilidad.
Tú guardas siempre el mejor sitio,
el más tranquilo, el mejor amueblado,
para el más pobre y pequeño,
para el más marcado por la vida.
¡Cuánto tenemos que aprender de Ti!

Tú nos recuerdas cada día
la infinidad de personas que tenemos en el mundo
huérfanas de casa y pan,
huérfanas de presente y porvenir,
siendo tu sueño primero y único un hogar
amplio, cálido y común
donde podamos vivir el gozo de la hermandad.
¡Cuánto tenemos que aprender de Ti!

Tú no te quedas parado.
Reclamas nuestra colaboración
para esa tarea, sublime y elemental,
de dar a cada persona un cuartito
en esa casa grande, tu casa solariega,
que es la humanidad.
¡Cuánto tenemos que aprender de Ti!

Florentino Ulibarri