viernes, 6 de mayo de 2016

Velar

Velar no puede confundirse con la actitud de quien espera, despreocupado, la llegada de ese amigo que ha anunciado que viene.
Velar consiste en mirar una y otra vez por la ventana. En desplegar nuestras antenas a los cuatro puntos cardinales en busca de algún signo que apunte la llegada.
Velar es quitar estorbos y embellecer la casa, para que pueda suceder en ella algo feliz.
Velar consiste en arreglarlo todo para que pueda tener lugar la fiesta, sin pérdida de tiempo, apenas llegue el amigo a quien se espera.

Velar la llegada del Amigo que esperamos en Adviento es aún algo más:
Es como acelerar, como garantizar esa misma venida. ¿Cómo va el Señor a resistirse al deseo de reunirse, cuanto antes, con aquellos que le esperan con tanta impaciencia?
Velar en Adviento consiste, en fin, en dejar que entre en casa el Evangelio.
Velar es... estar listos... como lo están los médicos de guardia o ese retén de bomberos. Como lo está esa joven mamá con todo preparado para la hora del parto.
En Adviento, estar listos consiste en estar prontos a amar. Para abrir nuestras puertas, no lo suficiente, sino de par en par. Para transformar las propias palabras y acciones en herramientas de paz y de acogida para todo el que llegue en el nombre del Señor.