donde festejamos lo que Tú nos das;
no abunda el vino del amor.
Para el compromiso diario
por la paz, el trabajo y la justicia;
nos falta el vino de la generosidad.
En nuestras oraciones y celebraciones
que reviven y actualizan tu presencia;
se acaba el vino de la alegría.
Para el anuncio de tu buena noticia
con nuestras palabras y obras;
escasea el vino de la humildad y la valentía.
Para acoger a los enfermos, a los refugiados,
para hacer hueco a los que más sufren,
necesitamos el vino de la fraternidad.
Para afrontar los malos momentos,
en los que nos sentidos hundidos sin remedio,
se agota el vino de la esperanza.
Y por eso andamos tristes y aguados,
sin gracia y con la ilusión apagada.
Nos falta la alegría compartida,
aunque abunden jarras y tinajas.
¡No tenemos vino, Señor!
Convierte nuestra agua en vino.
Conviértenos en vino para los hermanos.