domingo, 27 de octubre de 2019

Padre Nuestro con San Francisco

Padre Nuestro, el más Santo, nuestro Creador y Redentor, Nuestro Salvador y Consolador , Que estás en los cielos con todos los ángeles y los santos dándole a ellos luz y dándote a conocer, ya que tú eres luz y declarándoles que tú los amas. Ya que tú eres amor:  habitando en ellos y dándoles la plenitud de gozo,  Ya que tu eres el Señor, Supremo, eterno y bueno y todo lo bueno viene de ti.

Santificado sea tu nombre para que nosotros podamos crecer y conocerte más y más y así apreciar la extensión de tus favores y la magnitud de tus promesas, la sublimidad de tu majestad, así como la profundidad de tus juicios.  Qué tu Reino  venga para que tú reines en nosotros por tu gracia y nos atraigas a tu Reino,  donde nosotros te veremos claramente, te amemos perfectamente  y estemos felices en tu compañía y nos gocemos en ti por siempre.

Qué tu voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo y así nosotros podamos amarte con todo nuestro corazón.  Siempre teniendo en ti nuestra mente.  Con toda nuestra alma determinando ver tu gloria en todo y con todas nuestras fuerzas, sirviéndote a ti solo.

Que podamos amar a nuestros vecinos como a nosotros mismos y animarles a ellos a amarte a ti.  Que podamos compartir con ellos en los gozos y en las tristezas.  Danos el pan nuestro de cada día, tu amado hijo, nuestro Señor Jesucristo.  Que podamos recordar y apreciar cuanto él nos amó.  Que podamos recordar y apreciar todo lo que el dijo y cuanto él sufrió.  Perdónanos nuestras ofensas en tu inmensurable misericordia, po virtud de la pasión de tu hijo.

Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores ya que si nosotros no perdonamos perfectamente no podremos recibir ese perdón tampoco. Señor, ayúdanos a olvidar perfectamente lo que nos ha herido y a perdonar a nuestros enemigos y orar fervientemente por ellos no retornando mal por mal pero sirviendo a todos. Amén.

Me cuesta rezar

Porque por mucho que practique no logro saber si realmente estoy hablando contigo. Me cuesta concentrarme y se me va el santo al cielo en cada momento. Se me agotan las palabras o me sobras demasiadas. Tanto por defecto como por exceso siempre me paso, Señor.

Tú nos diste como guía el Padre nuestro, y es siempre el modelo y centro de mis oraciones. Pero me siento atraído a decirte muchas más cosas. Sabes que a un hijo le gusta comentarle y, sobre todo, pedirle muchas cosas a su Padre. Sobre todo cuando ha tomado confianza con Él. ¡Y tengo tantas necesidades!

Dame paciencia para escucharte, para saber oír en el silencio de tus respuestas. Dame la sabiduría de saber vivir según tu Palabra y de aplicarla a mi vida. Dame las fuerzas de saber esperar y de aguardar en los últimos lugares, sin prisas ni grandes ambiciones. Y dame la actitud de estar siempre disponible, con todas las cualidades que Tú me has regalado al servicio de los demás.

Tu sueño es mi sueño

Señor, Jesús, amigo mío del alma.
Te pido que me fortalezcas internamente
para que cada día, cada hora,
cada instante de mi vida,
no me mueva otra cosa que seguirte,
otro sueño que trabajar,
con otros, porque venga tu Reino.

Señor Jesús, amigo entrañable,
te pido que nada me satisfaga más
que saberme instrumento dócil, confiado,
vivo y audaz, Haz conmigo lo que quieras,
como quieras…

Jesús, amigo y Señor.
Es tiempo de que irrumpas en mí,
y me cambies, me transformes, me modeles,
conforme a tu sueño…
Tu sueño es mi sueño… ¡Es nuestro sueño!

María Rita Martín

¿Qué vas a hacer tú con tu vida?

Mira, yo, el Hijo del hombre, padecí y fui rechazado, por vivir y mostrar el rostro del Dios vivo, por plantar cara a los maestros de la ley, por tirar los muros del egoísmo. Fui ejecutado, en una cruz, entre acusaciones de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas. Y al tercer día resucité, con el poder de Dios.

¿Qué vas a hacer tú con tu vida? Si quieres seguir mi camino, si quieres ser de mis discípulos, si quieres compartir mi vida plena, mi alegría verdadera, y mi pasión, no te pongas en el centro de todo. Pon en el centro a Dios, y a tu prójimo, y ya verás cómo cambian las cosas. Carga con tu cruz de cada día, que son las consecuencias difíciles de tus decisiones, tus proyectos, tus esfuerzos. Y vente conmigo, que estoy cerca, aunque no siempre te des cuenta.

Si pretendes poseer tu vida, te darás cuenta de que no tienes nada. Pero si aprendes a regalarla por mi causa, verás que es plena. ¿De qué te serviría ganar el mundo entero, si al final eso te vacía y te deja sin nada?

Jesús

Como San José

Señor, ayúdame a crecer en humildad, a saber hacer en cada momento lo que más convenga, sea un papel protagonista o un papel secundario.

Señor, que no busque el protagonismo ni la oscuridad y sólo pretenda cumplir tu voluntad, para acoger y hacer presente a tu Hijo Jesús.

Señor, que sepa hacer frente a las dificultades que surgen cuando se tuerce el camino que me has indicado.

Señor, dame la prudencia y la paciencia de José, para no precipitarme, para no dejarme llevar ni por los bajones ni por los subidones; para esperar y acoger la luz que Tú nos ofreces, siempre en el momento más oportuno.

Señor, dame la confianza de José para seguirte, aunque no entienda tu llamada, aunque no sepa donde me llevas; para caminar sobre el mar de las dudas con la seguridad de la fe. Amén.

Allanar senderos

Gracias, Señor,
porque me invitas a allanar los senderos,
a preparar el camino para que vengas.
Gracias, Señor,
porque quieres contar conmigo.

Gracias, Señor,
porque quieres entrar en mi casa
y hacer de ella una morada nueva.

Gracias, Señor,
porque te acuerdas de nosotros
y de mí,
y te pones en el camino
por el que yo voy caminando,
para que te encuentre
porque Tú me has encontrado.


Gracias, Señor,
porque vienes,
porque estás,
porque estarás.
Gracias, Señor.

Mi alfarero

Un día, salí yo de tus manos y tuve vida
Un día, me aleje de ellas y conocí la muerte
Alfarero, tengo nostalgia de tus manos.
Ven a reparar tu cacharro.

Gira que gira, rueda que rueda.
Siento tus manos sobre mi barro.
Me asombra pensar que que tú lo quieras
Tu cacharro acaba de caerse,
Acaba de quebrarse, acaba de encontrarte.

Tú mi alfarero... tú mi alfarero....
Toma barro y vuelve a empezar de nuevo...
Tú mi alfarero....tú mi alfarero..
Toma mi barro y vuelve a empezar de nuevo.

Gira que gira, rueda que rueda,
siento tus manos sobre mi barro.
Me asombra pensar que tu lo quieras.

Acaso no puedes hacerme de nuevo.
Acaso no puedes formarme...
Tu cacharro acaba de caerse,
Acaba de quebrarse, acaba de encontrarte.

Tú mi alfarero, tú mi alfarero
Toma mi barro y vuelve a empezar de nuevo
Tu mi alfarero, tú mi alfarero
Toma mi barro y vuelve a empezar de nuevo.

De nuevo, de nuevo, tú mi alfarero.
De nuevo de nuevo, tú mi alfarero.

Hermana Glenda
http://www.youtube.com/watch?v=1gikANty1bo

jueves, 24 de octubre de 2019

Por la vida

Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a mirar con amor a los niños a quienes se impide nacer, a los pobres a quienes se hace difícil vivir, a los hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, a los ancianos y enfermos muertos a causa del olvido o de una presunta piedad.

Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a anunciar con valentía y amor el Evangelio de la vida; y a construir, junto con todas las personas de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor. Amén.

Inspirada en un texto de Juan Pablo II

Jesús, el crucificado bienaventurado

Jesucristo fue el pobre.  No tenía donde reclinar la cabeza y su corazón estaba abierto en plenitud a su Padre.

El fue el manso. Era su dulzura lo que cautivaba a sus amigos, lo que atraía a los niños. Sólo el demonio y los hipócritas le temían.

El conoció las lágrimas. Lloró por Jerusalén, por la dureza de quienes no sabían comprender el don de Dios que estaba entre ellos. Lloró después lágrimas de sangre en Getsemaní por los pecados de todos los hombres.

Nadie como él tuvo hambre de la gloria de su Padre. Fue el misericordioso. Todos sus milagros brotan de la misericordia. Su alma, literalmente, se abría ante aquellas multitudes que vivían como ovejas sin pastor.

Su corazón era tan limpio que ni sus propios enemigos encontraban mancha en él.

Era la paz. Vino a traer la paz a los hombres, a reparar la grieta belicosa que había entre la humanidad y Dios.

Y murió en la cruz. Fue perseguido por causa de la justicia. Era demasiado sincero, demasiado honesto para que pudieran soportarle.

José Luis Martín Descalzo

¿Quién estará contra nosotros?

Si Tú, Padre Dios, estás con nosotros, a favor nuestro, ¿quién estará contra nosotros?

Si Tú nos has entregado lo más grande, a tu propio Hijo, para manifestarnos tu amor, ¿cómo no vamos a recibir toda clase de dones de tu mano generosa?

Si tú, Padre, nos perdonas. Si Jesús ha muerto por nosotros y, resucitado, intercede por nosotros, ¿quién nos acusará y condenará?

Si tu amor es más poderoso que nuestros enemigos, más seguro que nuestras preocupaciones, más grande que nuestro pecado, más fuerte que la muerte, ¿qué podemos temer?

Si nada ni nadie pude impedir que Tú nos ames, aunque tenga problemas, mi corazón se llena de paz. Y sólo quiero no alejarme nunca de ti, acercarme cada día más a tu palpitante corazón. Amén.

No sé, no valgo, no puedo

Nunca digas, no sé, no valgo, no puedo,
no tengo fuerzas, no  entiendo,
esas cosas son para  los que saben.
Para hacer Iglesia y  Pueblo
todos valemos, sabemos  y podemos.

Si tienes cinco... pon  cinco;
si tienes dos... pon  dos;
si tienes uno... pon  uno.
Si eres ciego...  sostén al que es cojo;
si eres cojo... guía  al que es ciego;
si eres cojo y  ciego... aún puedes cantar
que no es poco en  tiempos de desencanto.

Sé valiente y humilde
para descubrir y  reconocer tu don;
acéptalo y acéptate a ti mismo con él.
Si Dios te dio corazón,
que tu boca no falte  en la hora de la fraternidad.
Si te dio alegría,
que tu alegría no  falte en la fiesta de los pobres.
Si Dios te hizo  reflexivo, que tu reflexión
no falte a la hora de  medir los pasos
para conseguir un  mañana mejor.
Si Dios te hizo  entendido, aporta
tu entendimiento para  que el pueblo crezca.
Si Dios te hizo capaz  de crear unidad,
pon esa habilidad
al servicio de la  unidad que nos libera.

¡Anímate!
Juntos hacemos Pueblo.
Juntos hacemos  Iglesia.

Vuélveme niño otra vez

Señor, concédeme el don de ser como un niño
para saber mirar a los demás con transparencia.

El paso de los años han cargado mi vida
de suspicacias, temores, problemas,
cobardías, tristezas,
que me pesan como un fardo sobre la espalda.

Concédeme el don de volver al principio,
de saber confiar en los demás
de tener esperanza,
de saber compartir con limpieza
lo que de Ti he recibido.

Vuélveme niño otra vez,
para recibir de ti la promesa de felicidad.

Quítame toda desconfianza,
toda ansiedad, todo egoísmo, todo pecado,
que me impiden llegar hasta ti.

Si yo no te alcanzo, vuélvete, Señor, a mí.
Mira a tu pobre siervo
y ayúdale a ponerse en pie de nuevo,
como un padre ayuda a su hijo.

Concédeme el don, Señor,
de la vida primera de un niño.

Tu palabra

Gracias,  Jesús, por tus palabras.
No se pierden en el aire, no se vacían con el tiempo,
son herencia, testamento vivo,
guardado en el corazón de los creyentes.

Palabra  crucificada, te hiciste silencio y grito,
te hiciste perdón y regalo,
te hiciste misericordia infinita,
te hiciste interrogante angustioso,
te hiciste paz victoriosa y  abandono.

Háblame,  Jesús, Palabra,
límpiame y enciéndeme con tu Palabra,
aliméntame y fecúndame con tu Palabra,
enamórame con tu Palabra,
Hazme eco de tu Palabra.
Amén.

Tú inspiras nuestra oración

Señor, es justo y necesario pedir y darte gracias siempre y en todo lugar, en la alegría y la tristeza, en la calle y en el monte, en casa y
en la iglesia…

Señor, aunque no precisas nuestra oración para bendecirnos, nosotros necesitamos rezar para abrir el corazón y recibir tus dones, para sentir tu cercanía, tu ternura, tu amor, tu fuerza… y Tú, como buen padre, acoges nuestra pobreza y nuestro cariño.

Gracias, Señor, porque  y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación, para poder vivir más felices, como buenos hijos tuyos y hermanos de todas las personas. Amén.

María, mujer solidaria y madre emigrante

Virgen María, mujer solidaria y madre emigrante,

tú conocistela violencia, la persecución, y el miedo;
viviste en el exilio y en Egipto cuidaste de Jesús.
Gracias por descubrirnos hoy estas facetas de tu vida,
desconocidas y poco valoradas por nosotros.

Danos tus ojos abiertos a la vida, a la realidad de mundo
y al dolor de tantos hermanos pobres y excluidos.
Danos un corazón solidario ante tanta injusticia
y sacude de nosotros el egoísmo y la comodidad.

Danos una voluntad decidida y generosa,
Dispuesta a asumir un mayor compromiso por los pobres.
Sé nuestra madre y nuestra maestra paciente
en este aprendizaje que nos cuesta tanto.

Ayúdanos a descubrir en los rostros de tantos hermanos
la dignidad que el Padre les ha regalado
y la mirada de Jesús, identificado con cada uno de ellos.
Mantennos en la fe, en el amor y en esta lucha por el Reino.
Amén.

P. Manuel Madueño, S.M.

Trigo y cizaña

Señor, en nuestro mundo, en tu Iglesia, en todas las personas, en mí, siembras trigo bueno, semillas de amor, de esperanza, de justicia y de paz. Dame una mirada limpia para reconocer todo lo bueno que ha nacido y crecido en el mundo, en la Iglesia, en cada persona y en mí mismo. Dame un corazón que sepa decir: “gracias”.

Pero, en nuestro mundo, en tu Iglesia, en todas las personas, en mí, también ha crecido la cizaña, semillas de egoísmo, de desilusión, de mentira y violencia. Es más, a veces también soy sembrador de cizaña. Te pido perdón. Te pido luz y fuerza para que sepa cuidar la buena semilla, para no dejar crecer la cizaña.

Señor, gracias por tener paciencia conmigo, porque me das tiempo para que pueda transformar mi corazón en tierra buena, en la que sólo crezca tu trigo. Dame comprensión y paciencia, para no condenar a nadie por la cizaña que ha crecido en él, para que sepa animar y ayudar a quienes quieren ser trigo limpio.

Señor, nos has dicho que al final vencerá la buena semilla, vencerá el amor, la esperanza, la justicia y la paz. El egoísmo, la desilusión, la mentira y la violencia arderán como un montón de paja seca. El bien, aunque parezca débil, es mas fuerte que el mal. Ayúdame a mantener y a contagiar esta esperanza. Amén.

Cuando me encierro... PADRE

Señor,
cuando me encierro en mí,
no existe nada:
ni tu cielo y tus montes,
tus vientos y tus mares;
ni tu sol,
ni la lluvia de estrellas.
Ni existen los demás
ni existes Tú,
ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada
y no oigo nada.

Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale,
lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido
el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.

Que yo vuelva a ver
a verte, a verles,
a ver tus cosas
a ver tu vida,
a ver tus hijos...
Y que empiece a hablar,
como los niños,
-balbuceando-,
las dos palabras más redondas
de la vida:

¡PADRE NUESTRO!

Ignacio Iglesias, sj

Por tantas personas sencillas

Gracias, Jesús,
por los niños que nos regalan su sonrisa,
por las personas que se emocionan al escuchar tu Palabra
por los que abren su pobreza a tu grandeza,
por los que acogen tu amor gratuito,
por los que ayudan a los demás sin darse importancia,
por los que dejan que tu crezcas en su corazón,
por los que encuentran su alegría sirviendo y no buscan recompensa,
por los que se dejan ayudar con humildad y gratitud,
por…

por tantas personas sencillas,
que son maestras en humanidad.
Que sepamos aprender de ellas y vivir como ellas.

Te acercas como buen samaritano

En verdad es justo, darte gracias y deber nuestro alabarte,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
en todos los momentos y circunstancias de la vida,
en la salud y en la enfermedad,
en el sufrimiento y en el gozo,
por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.

Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y
curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano, se acerca a toda persona
que sufre en su cuerpo o en su espíritu,
y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.

Por este don de tu gracia,
incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor,
vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.

Por eso, unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos a una voz el himno de tu gloria:

Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo,
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene, en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

Prefacio del tiempo ordinario

Quiero rezar y no puedo

Señor, muchas veces me pregunto: ¿por qué me cuesta tanto encontrarme contigo y rezar? Sé  que la oración es un encuentro gozoso, pero lo cierto es que, en muchas ocasiones algo me paraliza por dentro y, en vez de acercarme a Ti, me alejo.

¿Qué ocurre, Señor? ¿Qué es ese algo que me paraliza y me aleja de Ti? ¿Son mis deseos de grandeza, de poder o de placer, que temen ser descubiertos al acercarme a tu luz? ¿Es mi desconfianza hacia Ti y el deseo de organizarme la vida al margen de tu plan de salvación? ¿Es mi “hombre viejo” que se resiste a transformarse en un “hombre nuevo”?

Señor, ahora me doy cuenta de que la oración es un encuentro gozoso, pero también es una lucha, una lucha entre tu Espíritu y mi pecado, entre tu voluntad amorosa y mi quimera de ser autosuficiente, entre mis mejores deseos y mis aspiraciones más mundanas.

Señor, dame una mirada sabia, que me ayude a situarme en esta lucha. No es una lucha entre Tú y yo. No. Tú luchas conmigo y en mi favor, porque Tú voluntad es que yo sea libre y feliz. En cambio, yo, en muchas ocasiones, lucho para hacer realidad mis deseos de grandeza, de poder o de placer, lucho por organizarme la vida al margen de Ti, lucho para seguir siendo un “hombre viejo”, egoísta y triste. ¡Qué tonto soy, Señor; qué necio! Lucho en contra de mí y de Ti.

Señor, cura mi ceguera y perdóname. Señor, dame tu luz y tu fuerza, para luchar contra el pecado que está dentro y fuera de mi corazón; para luchar contigo, en mi favor, en favor de tus hijos más necesitados; para afrontar esta lucha, con decisión y esperanza, en la oración y en la vida. Amén.

Pobre Dios

Ojalá, Señor, te llegue mi voz.
Aquí estoy.
Sin grandes palabras que decir.
Sin grandes obras que ofrecer.
Sin grandes gestos que hacer.
Solo aquí. Solo. Contigo.

Recibiré aquello que quieras darme:
luz o sombra. Canto o silencio.
Esperanza o frío. Suerte o adversidad.
Alegría o zozobra. Calma o tormenta.
Y lo recibiré sereno,
con un corazón sosegado,
porque sé que tú, mi Dios,
también eres un Dios pobre.
Un Dios a veces solo.
Un Dios que no exige, sino que invita.
Que no fuerza, sino que espera.
Que no obliga, sino que ama.

Y lo mismo haré en mi mundo,
con mis gentes, con mi vida:
aceptar lo que venga como un regalo.
Eliminar de mi diccionario la exigencia.
Subrayar el verbo “dar”.
Preguntar a menudo: “¿Qué necesitas?”
“¿Qué puedo hacer por ti?”,
y decir pocas veces “quiero” o “dame”.
Y así sigo, Dios: Aquí,
sin más, en soledad.
En silencio.
Contigo, mi Dios pobre.

José M. R. Olaizola

Como la cierva anhela los arroyos


Como la cierva anhela los arroyos
así te anhela mi ser, Dios mío
Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo,
¿cuándo podré ver tu rostro?

Cuando mi vida se vuelve gris,
cuando me pregunto: “¿dónde estás?”
cuando me asalta la nostalgia por tiempos mejores,
cuando desfallezco y me siento apagado,
entonces me vuelvo a ti: Dios mío
Te preguntaré: “¿Dónde estás?
Te diré: “no me olvides”,
y tú me responderás.
De día me enviarás tu amor
y de noche cantaré tu canto

(pausa / breve silencio)

Cuando me sienta cansado,
cuando me invada la duda
cuando me duelan las cosas
cuando me falte el amor
entonces me volveré a ti: Dios mío

Enviarás tu luz y tu verdad
ellas me guiarán
me llevarán por el camino de la vida
y me darán la alegría profunda,
la esperanza firme,
la luz única

Inspirado en los salmos 42 y 43

¡Exulta!

¡Exulta!

Si tienes mil razones para vivir,
si has dejado de sentirte solo,
si te despiertas con ganas de cantar,
si todo te habla
-desde las piedras del camino
a as estrellas del cielo,
desde las luciérnagas que se arrastran
a los peces, señores del mar-,
si oyes los vientos
y escuchas el silencio,
¡exulta!

El amor camina contigo,
es tu compañero,
es tu hermano...

Helder Camara

El don del silencio

Señor, dame el don del silencio,
para poder oírte a Ti y escucharme a mí.
para reconocer El don de saber oírte a Ti y de poder auscultarme a mi;
de poder detectar tu Voluntad y de saber hallar mi debilidad peligrosa;
de penetrar perdón, de abrirme a tus misterios y de librarme de este otro misterio de mi pecado.

Hazme hallar, Señor, ese silencio de plenitud, que es la Palabra tuya, la que debe ser oída en eterno silencio. Hazme andar al unísono con Ella. Hazme sentir con su propio latido.
Haz, Señor, que con tu Verdad y tu Amor me compenetre. Dame de tu silencio, Oh Dios; ábreme los oídos interiores para que te metas Tu por toda mi alma, para que en esa invasión sea yo libre, y en tu Luz se me apaguen todas las voces del exterior.

Señor, si me das el silencio me conoceré y te conoceré... y yo quisiera que fuese así, Señor, porque quisiera comenzar a ser, de veras, hijo tuyo... Amén."

Santiago Bengoechea.

La otra mejilla

Perdona y cura la violencia, el egoísmo y el odio de mi corazón.
Gracias por presentarme tu otra mejilla, por sufrir por mí,
por darme no sólo la túnica, sino tu propia vida,
por acompañarme, aún cuando quiero caminar solo,
por darme, por darte, aún antes de pedir o merecer algo,
por no rehuirme y hacerte una y mil veces el encontradizo.
             
Señor, cambia mi forma de pensar, de sentir, de actuar...
para que no trate a los demás como ellos me tratan,
para que sepa tratar al prójimo, COMO TÚ ME TRATAS A MÍ.
Qué sepa poner la otra mejilla, amando ofreciendo amistad y paz a quien me odia
Qué sepa estar cerca de los que necesitan tu compañía,
Que sepa darme en cada detalle, en cada trabajo, en cada SONRISA.
Qué sepa hacerme el encontradizo a los que buscan esperanza y paz.

Sólo quedas Tú

Porque nuestros proyectos se desmoronan y fracasan,
porque el éxito no nos llena como deseamos,
porque el amor más grande deja huecos de soledad,
porque queriendo amar nos herimos,
porque nuestros sueños se evaporan al despertar,
porque nuestra sed de felicidad no encuentra fuente,
porque la muerte es una pregunta que no sabemos responder…

Al fin, en la raíz, en lo hondo, sólo quedas Tú.
Sólo tu Sueño me deja abrir los ojos,
sólo tu Mirada acaricia mi ser,
sólo tu Amor me deja sereno,
sólo en Ti mi debilidad descansa,
sólo ante Ti la muerte se rinde.
Sólo Tú eres mi roca y mi descanso.
Te acojo, alegre y agradecido, en el corazón.

Estando yo sin fuerzas, me salvó

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
"Señor, salva mi vida".

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 114

Que hoy more la paz en ti

Que hoy more la paz en ti.

Que sepas y confíes en que estás exactamente en el lugar en que debes estar.

Que no puedas olvidar las posibilidades infinitas que surgen a través de la fe en ti misma y en otros.

Que puedas utilizar los dones que has recibido, y puedas pasarle a otros el amor que has recibido.

Que puedas estar contenta por la persona que eres, tal como eres, ahora mismo.

Permite que este conocimiento penetre hasta tus huesos, y permítele a tu alma la libertad de cantar, bailar, alabar y amar.

Santa Teresa de Jesús

Gracias, Espíritu Santo

Gracias, Espíritu Santo,
por las maravillas que obraste en tus primeros discípulos
y por las que realizas hoy en nosotros.
Gracias, Espíritu Santo,
porque transformas nuestro corazón cobarde, triste, asustado y encerrado
y nos conviertes en testigos valientes, alegres, decididos, abiertos
de la Buena Noticia, del amor de Dios,
el amor que resucitó a Jesús, a nosotros y a todos sus hijos.

Gracias, Espíritu Santo,
porque mueves a todas las personas que transmiten y contagian su fe,
sin imponerla, con humildad y coherencia.
Gracias por todos los laicos, sacerdotes y religiosos,
por nuestras parroquias y grupos,
que refrescan, animan y alimentan nuestra fe.

Gracias, Espíritu Santo,
porque nos animas a rezar, a llamar Padre a Dios,
a invocar a Jesucristo como Señor de nuestras vidas y de la historia.

Gracias, Espíritu Santo,
porque nos haces capaces de colaborar juntos,
aportando lo mejor de cada uno y sin buscar protagonismos;
rechazando las tentaciones egoístas, la desconfianza y la envidia;
porque nos das la capacidad de ver lo que hay de positivo en el otro,
para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios

Gracias, Espíritu Santo,
porque actúas en el corazón de todas las personas
que viven, aún sin conocerlo, el mensaje de las bienaventuranzas.
Gracias por todos los hombres y mujeres humildes y sencillos,
que acogen con alegría la ayuda de Dios y de los hermanos,
porque se sienten pobres y necesitados.
Gracias por las personas sufridas y mansas de corazón,
que muestran su grandeza creando y no destruyendo,
perdonando y no condenando, devolviendo bien por mal.
Gracias por quienes no se conforman con el mal que hay en sus corazones y en el mundo;
por los niños, jóvenes y adultos que lloran y comparten las lágrimas de los que sufren,
que trabajan por la paz, no por una paz aburrida y cobarde,
por la paz que tiene como objetivo y como medio la justicia y la paz.
Gracias por las personas que asumen incomprensiones, rechazos y persecuciones,
a causa de la justicia y de la verdad.

Gracias, Espíritu Santo.
Que nuestro corazón esté abierto, hoy y siempre, para recibirte.

Espíritu santo, inspírame

Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo,
Inspírame siempre lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia Santificación.

Espíritu Santo,
Dame agudeza
para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.
Dame acierto al empezar
dirección al progresar
y perfección al acabar.
Amén.

Cardenal Verdier

Oración ante el Santísimo. Arrodillados

Nos arrodillamos ante ti, como los magos que acudieron a Belén. Sus ojos descubrieron que ese niño indefenso era Dios y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Nuestra fe también nos asegura que en ese pedacito de pan consagrado, Señor, estás tú, amándonos, y queremos ofrecerte nuestra gratitud, nuestra vida.

Nos arrodillamos ante ti, como el leproso del Evangelio, con humildad y confianza, para decirte: “Señor, si quieres puedes limpiarme”; para escuchar tus palabras: “Quiero, queda limpio”

Nos arrodillamos ante ti, como Simón Pedro, para decirte, arrepentidos: “Aléjate de mí, que soy un pecador”; para sentir tu consuelo: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.

Nos arrodillamos ante ti, como la mujer pecadora. Nos ponemos a tus pies para agradecer tus palabras de perdón: “tus muchos pecados han quedado perdonados, porque has amado mucho… Tu fe te ha salvado, vete en paz”.

Como Jairo cayó a tus pies para pedirte por su hija, nos arrodillamos ante ti, para pedirte por muchos hermanos nuestros que sufren enfermedades del cuerpo y del alma; para acoger tu salvación: “No temas, basta que creas y se salvará”.

Como el leproso curado, que te buscó para agradecer su salud, también nosotros nos postramos ante ti, para decirte: “Gracias por nuestra vida, por cada persona, por cada atardercer... Gracias por perdonarnos y por alimentarnos con tu amor”

Nos arrodillamos ante ti, como María, la hermana de Lázaro, para decirte: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”; para recordar tu promesa: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.»

Nos arrodillamos ante ti, Señor, porque tú, siendo Dios, te arrodillas ante nosotros y nos lavas los pies. Nos arrodillamos para escuchar tu enseñanza: “si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.