martes, 8 de diciembre de 2020

Inmaculada, Toda belleza

Señor, Tú eres bondad y belleza en estado puro. Tú creaste un universo precioso, impresionante. Tú creas a cada persona a tu imagen y semejanza. Tú nos llamas, nos das tu Espíritu, nos limpias y nos envías; para que seamos transparencia de tu amor, para que luchemos contra la maldad que embrutece a las personas y contamina tu Creación.

Que sepamos responderte con la confianza y la prontitud de María. Que cada día procuremos purificar nuestro corazón, manchado de rencores, envidias y malos deseos. Que tu amor, la presencia de María Inmaculada y la cercanía de tantas personas buenas no nos dejen caer en la tentación de pensar que no tenemos remedio, que nuestro mundo está condenado a la destrucción; y nos impulsen a limpiar lo que está sucio y a llenar de hermosura el mundo que has puesto en nuestras manos. Amén.

Gratis

Señor Jesús, He recibido tanto, tanto. ¿Cómo podré agradecerte el regalo de la vida, el cuerpo, la inteligencia, la formación, la familia, la amistad, la fe, la alegría de sentirme amado, el gozo de poder amar…?

Tu palabra me da la respuesta: ¡Dad gratis lo que habéis recibido gratis! Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios…

Que en este adviento te sepamos reconocer, acoger y cuidar en quienes no tienen alimento, bebida, medicinas, casa, vestido, salud, compañía, libertad, esperanza... Como Tú y Contigo. Amén.

Sobre roca

Señor, he visto caer a personas muy seguras de sí mismas, que creían que lo sabían todo, que hacían todo bien; que confiaban en su poder y en su dinero; que cuidaban sobre todo su apariencia y su bienestar; que no veían más que sus virtudes y los defectos de los demás, que se atrevían a dar lecciones con discursos llenos de arrogancia. Cuando llegó la tempestad, su vida se destruyó.

En cambio, veo permanecer en pie a personas humildes, bien conscientes de sus aciertos y errores, de sus debilidades y de sus talentos; que saben apoyarse en Ti y en los hermanos, que tratan amorosamente a los demás; que dan lecciones sin pretenderlo, con su testimonio de vida. Cuando les ha llegado la tempestad, han sufrido, se han tambaleado, pero se han mantenido.

Señor, Tú sabes que he caído muchas veces desde la apariencia, el orgullo, el egoísmo… Ayúdame a reconstruir mi vida, reconociendo mi verdad, apoyándome en Ti y abriéndome al bien de mis hermanos. Amén.

Se conmovían tus entrañas

Señor Jesús, 
Tú te acercaste a los más pequeños y necesitados, 
porque se conmovían tus entrañas.
No rechazaste la compañía de tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos...
porque se conmovían tus entrañas.
Fuiste amigo de los marginados: enfermos, pecadores, mujeres…
porque se conmovían tus entrañas.
Compartiste con ellos tu palabra, tu pan, tu fuerza, tu amor…
porque se conmovían tus entrañas.

En este Adviento, me miras con ternura, te acercas a mí
y me ofreces tu palabra, tu pan, tu fuerza, tu amor, tu paz,
porque se conmueven tus entrañas.
Que sepa acercarme a Ti y abrirte las puertas de mi corazón.
Que, a tu lado, sepa conmoverme ante las personas que sufren
y comparta agradecido lo mucho que Tú me has dado.
Siempre como Tú y contigo. Amén.

Revelado a la gente sencilla

 Señor Jesús, disfrutar de tu compañía, de tu amistad y de tu amor no está reservado a unos pocos escogidos: a los sabios y poderosos; a los que han estudiado la Biblia durante años, a los que se recluyen en monasterios, o a los sacerdotes que celebran cada día los sacramentos.

Para acoger tu compañía, tu amistad y tu amor, sólo es necesario reconocer con humildad nuestra pequeñez y abrir el corazón, para amar y dejarnos amar.

¡Qué camino tan sencillo y qué difícil, cuando el orgullo nos atrapa, nos hincha y nos aísla! Ayúdame a reconocer que, con mucha facilidad, me equivoco en mis juicios, en mi forma de actuar y de tratar a los demás; a aceptar que Tu me amas gratuitamente, aunque no lo merezca; a procurar cuidar a los demás como Tú lo haces conmigo.

Gracias, Señor, por poder disfrutar de tu compañía, de tu amistad y de tu amor. Amén.

Ahora

Señor, ayúdame a seguir tus llamadas ahora, 
sin dejarlo para luego, inmediatamente;
aunque me cueste mucho abandonar lo que llevo entre manos:
aunque tenga que renunciar a seguridades y comodidades,
aunque no sepa dónde me conducirás y cómo viviré;
aunque no me prometas un camino de rosas:
pero con la confianza de que Tú nunca me fallarás,
cumplirás tu promesa de estar siempre con nosotros,
compartiendo tu amistad, tu sueño, tu lucha, tu cruz y tu gloria.

Señor, ayúdame a seguir tus llamadas ahora, 
sin dejarlo para luego, inmediatamente;
esas llamadas que puedo escuchar en mi conciencia, en tu Palabra,
 y en el hambre de justicia, amor, esperanza y paz de cada persona. 
Amén.

sábado, 28 de noviembre de 2020

No se os embote la mente

Señor Jesús, hay tantas cosas que tiran de mí con mucha fuerza:
ese trabajo que ocupa hasta el tiempo de descanso y de familia,
esa afición en la que paso horas y horas, sin darme cuenta,
esos pensamientos fijos que no me permiten seguir aprendiendo,
esa obsesión por tener más dinero, más poder, más reconocimiento,
la posibilidad de que la realidad que pueda ver me exija un cambio de vida,
ese temor a que el diálogo con los demás transforme mi forma de pensar,
ese miedo a dejarme amar y a asumir el compromiso que conlleva el amor;
esa dependencia de la que quisiera liberarme desde hace años,
esa pereza en la que “cuanto menos hago, menos quiero hacer”.

Ayúdame a descubrir qué cosas y qué actitudes embotan mi mente.
Y dame tu mano, para  superarlas contigo, poco a poco;
para ensanchar mi capacidad de ver y escuchar; de sentir y de amar,
para que no me conforme con sobrevivir, con ir tirando,
para que pueda acogerte y acoger la Vida que Tú me ofreces. Amén.

Creer en el invierno de la vida

Padre bueno, enséñanos a reconocer los signos de tu Reino, cuando el árbol de la vida está lleno de hojas verdes y frutos maduros: las personas que se juegan la salud y la vida por los demás; las que cuidan a los que llegan en pateras y a quienes no tienen casa; las sanitarias y sacerdotes que cogen la mano a los enfermos, aunque tengan miedo; esas personas que nos impactan por su sencillez, su sinceridad, su entrega, su generosidad; las comunidades verdaderamente fraternas, donde se comparte y todos se ayudan mutuamente; tantos padres y madres que se sacrifican cada día por sus hijos con una sonrisa. ¡Qué fácil es encontrarte en estos frutos maduros y en tantos otros!

Y qué difícil es reconocerte cuando el árbol de la vida está desnudo de hojas y frutos: cuando solo se difunden malas noticias y parece que la malicia se extiende; en los días en los que no te sientes hermano, ni amigo, ni hijo. En esos momentos, también estás, aunque lo nieguen las apariencias y las sensaciones. Tú, Dios bueno, eres como la sabia, que, silenciosamente, sostiene el árbol y, en su momento, ceba y abre las yemas, hace brotar ramas, hojas y flores y, finalmente, alimenta y madura los frutos. Ayúdanos a crecer en esta esperanza. Amén.

Perseverancia

Señor Jesús, te pido que sigas sosteniendo y guiando a las personas que sufren por tu causa, por decir verdades incómodas, por defender a los más indefensos, por dar testimonio coherente de tu amor… Concédeme aprender de ellas y crecer en confianza, para que también yo me deje conducir por Ti.

Ayúdame a asumir que en todos los proyectos importantes de la vida surgen contratiempos y sufrimientos. Dame fuerza para ser perseverante en mis compromisos familiares, sociales, eclesiales, personales… Que no los abandone, hasta que haya hecho todo lo posible para hacerlos realidad. Siempre contigo y como Tú.  Amén.

¡No tengáis pánico!

Señor Jesús, esta pandemia nos asusta. A veces incluso nos produce pánico. Nos preguntamos: ¿cuándo pasará? , ¿me contagiaré?, ¿cuántos seres queridos  se van a quedar en el camino?,  ¿cuánta pobreza y dolor va a generar?

Nos creíamos fuertes, seguros, casi invencibles… Nuestra fe en la ciencia nos hacía permanecer tranquilos. Y ahora nos sentimos vulnerables, impotentes, desarmados... como niños pequeños, alejados de sus padres. 

En estos momentos de inquietud, tu palabra resuena en nuestros corazones: ¡No tengáis pánico! Señor, ayúdanos a aceptar nuestra pequeñez y a confiar en Ti; a recordar que después de cada tormenta llega la calma y tras la muerte, la vida eterna; a transmitir esta confianza y esta esperanza. Amén.

Dichoso el que se apiada y presta

Dichoso quien confía en el Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Reparte dinero a los pobres,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos,
porque jamás vacilará.
El recuerdo del justo será perpetuo.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Pero el justo no temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
y alzará la frente con dignidad.

Salmo 112 (adaptación)

Un corazón como el tuyo

Señor Jesús, dame un corazón como el tuyo,
que sepa compartir y servir,
que goce con los que gozan,  
que sufra con los que sufren,
que se prolongue hacia los últimos, 
que anuncie el Amor del Padre a todos,
que critique las injusticias y mentiras,
que se deje conducir por el Espíritu,
que tenga entrañas de misericordia,
que escuche los problemas de las personas agobiadas
y tenga un trato exquisito con ellas,
que mire el corazón de cada ser humano
y le ayude a curar sus propias heridas, 
que sea libre para liberar a los oprimidos.
que sepa amar hasta en los detalles más pequeños.
Amén.

Utilizar lo más sagrado

Señor Jesús, Tú echaste a los cambistas y mercaderes del templo, porque habían convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones. Hoy, seguimos escandalizándonos cuando algunas personas de Iglesia utilizan la religión para hacer negocio; cuando algunos gobernantes usan el poder para beneficiarse y favorecer a sus amigos; cuando algunas instituciones han traicionado la buena voluntad de sus donantes, para enriquecerse, en vez de ayudar a los más pobres…

Señor Jesús, dame fuerza para denunciar, como Tú, estos comportamientos. Y concédeme también la sabiduría y la voluntad necesarias para purificar mis comportamientos; para no utilizar la religión, ni la amistad, ni la familia, ni el trabajo, ni la confianza de la buena gente, para enriquecerme, para conseguir información confidencial, para obtener privilegios, para ganar votos, para aumentar mi prestigio, para perjudicar a mis enemigos. Líbrame, en fin, de cualquier tipo de corrupción, aunque parezca pequeña. Amén.

Lágrimas y compromiso

Señor Jesús, Tú lloraste sobre Jerusalén, al ver tantas y tantas personas de espaldas al Amor de Dios.

Señor Jesús, Tú lloras sobre mí, cuando tengo el corazón entretenido en tonterías y cerrado para dar y recibir amor.

Señor Jesús, Tú lloras sobre nuestras ciudades y pueblos, cuando no somos capaces de entendernos, de compartir con los desfavorecidos, de custodiar la Creación, de cuidar a los más débiles.

Señor Jesús, que lloraste y no te dejaste llevar por esa corriente de indiferencia, de mentira, de injusticia… Y entregaste lo más valioso, tu propia vida, para abrir el corazón de las personas y de los pueblos al Amor del Padre y a la fraternidad universal.

Concédeme, dolerme y llorar contigo; trabajar y luchar contigo, para hacer realidad, poco a poco, tu Reino: una humanidad de hermanos y hermanas que se aman y se sienten amados por el Padre. Amén.

Paz en la tormenta

Señor Jesús,
un niño, cuando tiene miedo, busca el abrazo de su padre o madre
y, sólo con eso, la sensación de peligro y el miedo desaparecen.
Cogido de la mano o en sus brazos, es capaz de enfrentar la situación.

Pero yo, soy más complicado y orgulloso: me cuesta pedirte ayuda;
pienso que no lo necesito, que no lo merezco, que ya no soy un niño;
quiero valerme por mí mismo, sin deber favores a nadie;
olvido que mi fuerza, mi talento, mi vida… son regalo tuyo.

Señor Jesús,
ayúdame a entender que mi vida crece cuando estoy abierto, para dar y recibir;
dame humildad y confianza, para pedir tu ayuda y recibir tu abrazo;
hazme atento y generoso, para ofrecer mi abrazo a los que sufren.
Como Tú. Siempre como Tú y contigo. Amén.

Acercarse a Dios

Zaqueo quería conocerte, Señor;
quizá por simple curiosidad,
o tal vez por necesidad,
quizá porque tu nombre sonaba ya,
o por un íntimo anhelo que le quemaba,
quizá porque ya tenía sed de justicia.
Y aunque lo intentaba, no lo conseguía.

Pero Tú, Señor, alzas la vista hacia Él,
y tus ojos  se cruzan con los suyos.
Tu voz, que resuena amiga,
saca a Zaqueo de su ceguera:
dudas, temores y culpas.
Hay encuentro, diálogo y mesa,
y en su propia casa, cueva de estafas,
se enamora y te lo dice a su manera.

Así surge una nueva vida
para él y para todos los que te buscan.
Señor, sé que me esperas y me buscas,
en el Sagrario, en los que sufren, en la creación, 
en mis deseos de seguirte y de amar más y mejor;
quiero encontrarte, hablar contigo y abrazarte otra vez;
para abrirme, contigo y como Tú, al bien de mis hermanos.
Amén.

Adaptación de una plegaria de Florentino Ulibarri.

Tengo miedo

Señor Jesús,
tengo miedo a estrellarme de nuevo,
a que mis amigos me conozcan más y dejen de quererme,
a que se rían de mí y me consideren un fracasado,
a ser señalado, criticado y apartado,
a perder lo poco o lo mucho que tengo,
a dejar mi vida comodona y poco satisfactoria;
tengo miedo…

Por eso, a veces, me encierro en casa;
escondo mis capacidades y talentos;
hago lo mínimo necesario para sobrevivir.
Cuando estoy en este círculo vicioso, Señor,
cada día me siento más pobre, más inútil, más infeliz.

Por eso, Señor, te doy gracias por recordarme
que estoy creado a imagen y semejanza tuya,
que me has dado talentos maravillosos,
que todavía puedo crecer, sonreír, amar, transformar…
que soy una persona valorada y querida por Ti.
Gracias.

Silencio, palabra y acción

Señor Jesús,

cuantas veces hablo y actúo sin ton ni son,
sacudido por la prisa, el enfado, la rabia, el miedo…
condicionado por los apegos a unos y las manías hacia otros,
movido por el deseo inconsciente de vencer y ser reconocido,
provocado por la propaganda y la manipulación organizada…
Así, es imposible conocer la verdad y descubrir la dirección a seguir;
resulta complicado abrir caminos al entendimiento y la fraternidad.
es fácil confundir la voluntad del Padre con mi deseo caprichoso.

Señor Jesús,
enséñame a dedicar tiempo al silencio, aunque me dé pereza,
para ser más consciente de mis motivaciones y condicionantes,
para que, frente a Ti, caigan mis engaños e intereses egoístas,
para buscar únicamente tu Reino de verdad, libertad, justicia y paz.
Siempre como Tú y contigo. Amén.

Conducir la vida hacia el desastre

Señor Jesús,

Tú has venido a este mundo para traernos vida,
para compartir tu alegría con nosotros.
No nos amenazas con castigos, pero sí nos adviertes:
podemos utilizar mal la libertad que el Padre nos regaló;
podemos dejarnos engañar por cantos de sirena;
podemos ocuparnos únicamente de nuestros antojos,
olvidando el grito de nuestro cuerpo, de la conciencia, del planeta, de los pobres;
podemos olvidar que las decisiones de hoy construyen nuestra personalidad de mañana;
podemos frivolizar y perder el respeto al pecado,
sin darnos cuenta de que nos va atrapando en sus redes,
y nos va quitando, poco a poco, la libertad y la alegría.

Te pido perdón, por dejarme llevar por la frivolidad y el capricho.
Dame luz, fuerza y personas en las que apoyarme,
para volver a la senda de la responsabilidad y el amor.

El Reino de Dios no viene espectacularmente

Padre bueno, Te he pedido muchas veces que te manifiestes con claridad, que te sienta con fuerza en mi interior, que te reveles de forma extraordinaria, para que nunca más desconfíe de Ti.

Pero Jesús me recuerda que Tú no eres amigo de grandes espectáculos, que te haces presente en la vida de cada día, en el corazón de cada persona buena, en mis mejores deseos y sueños.

Estás presente entre nosotros, en medio de una pandemia muy dolorosa y un cambio social decisivo. Estás presente y mueves los corazones, para que confiemos más en Ti, para que estemos cercanos a los que más sufren, para que encontremos nuevas formas de amar, para que vivamos como hermanos y hermanas. Amén.

Hemos hecho lo que teníamos que hacer

Padre bueno, me has regalado un corazón parecido al tuyo;
me has dado la oportunidad de amar y servir, como Jesús,
como tantas personas buenas, que aman y sirven con alegría,
en su casa, en su pueblo, con sus amigos, entre los que sufren…
personas que no presumen, ni publican sus buenas acciones;
que te dan gracias cada vez que hacen un favor, un servicio...

Gracias por darnos la oportunidad de amar y vivir así,
gracias por la alegría que sentimos cuando hacemos el bien,
gracias porque podemos decirte cada noche, tras el cansancio del día:
“Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Convertir el templo y la vida en un mercado

Señor Jesús,
Te duele que se convierta la casa de Dios en un mercado,
Te duele que se trate mal a los templos vivos (a las personas).
Te duele y reaccionas con contundencia y firmeza, sin medias tintas.
Gracias por todas las personas e instituciones que siguen este camino

No permitas que utilice a Dios y a las personas para conseguir mis objetivos.
No me dejes pasar de largo ante las injusticias que afligen a tanta gente.
Ayúdame a denunciar las injusticias con la palabra
y, sobre todo, con el amor y el servicio a quienes las sufren.

Honestos en lo pequeño

Señor Jesús, ayúdame a ser cuidadoso y coherente en las tareas cotidianas: al saludar a los vecinos y en el trato a los míos, cuando hago la compra, me encuentro con un desconocido o tiro la basura, en mis responsabilidades laborales y compromisos sociales…

Ayúdame a entender que, si no soy honesto, sincero, fiel, libre, generoso y coherente en lo menudo de cada día, tampoco lo seré cuando se me encomiende alguna responsabilidad más grande.

Ayúdame a reconocer mis errores en las cosas más pequeñas y en las más grandes. Concédeme tu perdón y tu fuerza para crecer, pasito a pasito, en responsabilidad, coherencia y amor. Amén.

Amigo de pecadores y prostitutas

Señor Jesús,
Tú que regalabas tu tiempo a todos,
también a los niños, a las mujeres y a quienes no tenían poder,
también a los leprosos, a los pecadores y las prostitutas;
Tú que me regalas tu tiempo y estás pendiente de mí,
enséñame a amar a todos, como Tú y contigo.
No me dejes caer en la tentación… 
de acercarme sólo a las personas ricas, listas, guapas, divertidas…
de estar más pendiente de quienes menos lo necesitan.
Ensancha mi corazón, para que sea abra a todos,
aligera mis piernas, para que me acerquen a los que más sufren,
abre mis manos, para que compartan sin esperar nada a cambio.
Que sepa regalar cariño, tiempo y dinero, aunque parezca una locura,
a los que han sido descartados o declarados sin remedio.
Enséñame a amar a todos, como Tú y contigo.

La cruz de cada día

Señor Jesús,
Tu que cargaste una cruz no merecida ni apetecida,
una cruz que abrazaste libre y decididamente, 
para mostrarme que me amas más que a tu propia vida,
dame fuerza para cargar con las cruces de cada día,
para superar la tentación de huir, cuando un compromiso me duele,
para seguirte y seguir a todas las personas que aman de verdad:
a esas madres que se sacrifican para enderezar la vida de sus hijos,
a esos abuelos que se privan para poder ayudar a hijos y nietos,
a esos políticos que son criticados y amenazados por buscar el bien común,
a esas religiosas que renuncian a una familia por consagrarse a Ti,
a esos cirineos que cargan la cruz de los que caminan a su lado,
a tantas personas que arriesgan su vida por defender a los más pobres,
a quienes, soportando su cruz, arriman el hombro para aliviar cruces ajenas.
Dame fuerza para llevar la cruz, como Tú. Siempre como Tú y contigo.

La alegría de creer

Señor Jesús,
Tú que has comparado tu Reino con un banquete de bodas,
renueva en mí la alegría de saber que me amas más que a tu propia vida;
la alegría de acoger, una y otra vez, el perdón incansable del Padre;
la alegría de sentir la fuerza invencible de tu Santo Espíritu;
la alegría de ser parte de una gran familia, abierta a todos;
la alegría de saber que me conoces, me valoras y cuentas conmigo;
la alegría de poder hacer el bien y alegrar a quienes me rodean;
la alegría de trabajar por extender tu Reino de justicia, fraternidad y paz;
la alegría de escucharte, de hablarte y de anunciarte;
la alegría de experimentar cómo nos salvas de la soledad, el egoísmo y la desesperanza;
la alegría de esperar, tras la oscuridad y la muerte, una luz más clara y una vida más plena.
la alegría, en fin, de vivir amando, como Tú y contigo. Amén.

Dolor y esperanza

Señor Jesús, creo que Tú preparas un  lugar en tu casa a todos tus hijos, creo que el Padre tiene preparado un  gran abrazo para recibirnos, creo que esta vida es demasiado dolorosa  para que se alargue eternamente, creo que mis seres queridos –por fin–  están en las mejores manos.

Lo creo, Señor, pero aun así, a  veces, su ausencia me duele mucho. Sé que Tú entiendes este dolor,  porque es un dolor que nace del amor; y es propio del amor desear la  cercanía y el abrazo de las personas amadas.

Señor, que el dolor, por la ausencia deje espacio a la gratitud, por todo lo que recibimos  de ellos, y a la esperanza de volver encontrarnos en tu casa del cielo,  en la casa de los abrazos eternos. Amén.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Santos de la puerta de al lado

Gracias, Jesús, por mostrarnos, con tu palabra y tu vida, el camino de la bienaventuranza, de la felicidad más grande.

Gracias, Jesús, por todas las personas humildes y limpias de corazón, que se fían del Padre; por las que comparten con misericordia las lágrimas de los tristes y el dolor de los que sufren; por las que tienen hambre de justicia y trabajan por la paz; aunque sean incomprendidas y perseguidas. Gracias por tantos "santos de la puerta de al lado".

Gracias, Jesús, porque crees en mis posibilidades de mejorar y me llamas para que avance por el camino del Evangelio, camino de la santidad. Con la ayuda de la comunidad y la fuerza de tu Espíritu, con el ejemplo de los santos y de tantas personas buenas, crecerá mi amor a Ti y a cuantos me rodean.

Corregir y dejarse corregir

Señor, ya no soy un niño pequeño;
me creo tan adulto, tan racional, tan seguro…
que esquivo las advertencias y correcciones.

Cuando me critican, me siento rechazado,
me pongo a la defensiva y, a veces, incluso grito;
exijo a quienes me critican que no tengan pecado
y les pago con la moneda del desprecio.

Señor, dame un corazón más humilde,
que sepa reconocer que necesito ayuda,
que tengo necesidad de ser advertido y corregido
(hay tantas cosas que no veo, que no quiero ver).

Que sepa acoger la verdad de cada persona,
que tolere la crítica; más aún: que la busque;
que agradezca de corazón la amistad sincera,
de quien no pasa de largo ante mis equivocaciones,
y cree en mis posibilidades de corregirme y mejorar.

Señor, dame mucha humildad, para dejarme reprender,
y mucho amor para corregir, buscando el bien del que yerra.

Abre mis ojos al dolor de los hermanos

 Señor,
ayúdame a hacer las cosas con calma,
y abre mis ojos al dolor de los hermanos.

Hazme comprender que yo también puedo curar:
regalando mi tiempo, ofreciendo cariño,
compartiendo lo que tú me das a manos llenas.

Tan convencidos como equivocados

 Señor,
a veces me dejo llevar por la primera impresión, por las apariencias,
no me doy cuenta de que mi mirada es muy pequeña y la realidad muy grande.

Me cuesta reconocer que a veces mis juicios son equivocados,
y, en vez de estar abierto a la verdad, busco argumentos para no cambiar de opinión.

Dame un corazón más abierto para aceptar la novedad de tu palabra
y para acoger con amor a quienes son juzgados y condenados.

Vida feliz

Señor,
una y otra vez me empeño en recorrer caminos
que me separan de la felicidad que tanto ansío,
que me alejan de Ti.

Ten paciencia conmigo y agárrame fuerte con tu mano,
para avanzar por tus caminos, sin despistarme;
para aprender de nuevo a amar, aunque duela;
para gozar y compartir la felicidad más grande,
la que nace del amor, el servicio y la entrega.

Haced el bien a los que odian

Señor Jesús,
Tú no me pides haga otra cosa
que lo que Tú haces por mí, por todas las personas.

Abre mi entendimiento para comprender
que me envuelves con tu ternura y tu perdón,
con más fuerza cuando menos lo merezco.
Hazme olvidadizo, para no llevar cuenta del mal

Hazme memorioso, para recordar tu amor y tu compasión;
agradecido, por todo el bien que recibo gratis de Ti;
y generoso, para compartirlo con todos.
Sí, Señor. Con todos. Como Tú y contigo.

Ciegos guiando a ciegos

Señor Jesús,
que no olvide nunca que soy discípulo,
llamado a aprender cada día de Ti,
a contemplarte y a seguirte más de cerca,
a reconocer y a corregir mis errores,
a purificar mis malos pensamientos y deseos,
a quitar las vigas que no me dejan ver,
a crecer en alegría, en confianza y amor.

Ayúdame a ser buen discípulo,
para que pueda servir más y mejor,
a los "ciegos" y a quienes necesiten ayuda.

El bien que no hago

Señor Jesús,
hoy te pido perdón por el bien que no hago.
No me doy cuenta de la importancia de...
regalar una sonrisa, hablar con amabilidad,
escuchar sin prisa, compartir los talentos, recibidos
ser voluntario, hacer un donativo,
visitar a un enfermo, defender a a una persona desamparada…

Sin embargo, hasta los pequeños gestos de amor cuentan:
alegran la vida de quien los recibe,
hacen que mi corazón se parezca más al tuyo,
ponen en marcha cadenas de buenas obras.

Señor, no me dejes caer en la pereza o en la desesperanza,
y que sepa aprovechar todas las oportunidades
que la vida me da para hacer el bien.
Amén.

Setenta veces siete

Padre bueno,
Tu hijo Jesús nos enseñó que Tú sólo sabes amar y perdonar.
Perdonas siempre, perdonas todo, aunque sea muy grande la ofensa.
He sentido tantas veces tu mano tendida y tu abrazo abierto...

Sin embargo, a veces no aprendo de Ti,
no soy capaz de perdonar, ni las pequeñas deudas.
Señor, ensancha y abre mi corazón encogido y cerrado,
para que pueda recibir y regalar amor y perdón.

Dame la fuerza para perdonar, cuando no sea capaz,
o dame, al menos el deseo sincero de perdonar.
Como Tú. Siempre como Tú y contigo. Amén.

Mirando al crucificado

 Señor Jesús,
hoy te miramos clavado en la cruz;
enseñándonos que el amor es capaz de dar la vida;
mostrándonos que el pecado destruye y mata;
revelando que cuando amamos de verdad, la vida nueva de Dios corre por nuestras venas;
moviéndonos, para que abracemos a tantos crucificados de nuestro tiempo;
dándonos tu Espíritu, que nos da fuerza para amar,
para compartir tiempo, bienes, conocimientos:
para dar la vida, para darnos del todo, sin regateos;
como Tú, Jesús. Siempre como Tú y contigo.

Al pie de la cruz

 Señor Jesús,
aun estando a punto de morir,
te preocupaste de Juan y le regalaste por madre a María,
pensaste en María y le diste como hijo a Juan.

Desde entonces, María nos cuida a todos como madre
y todos nosotros estamos llamados a sostenernos mutuamente,
porque todos somos vulnerables y todos somos importantes.

Gracias por todas las personas que siguen junto a los que sufren,
hasta el final, aunque duela, amando con fidelidad, como las mujeres.

Ayúdame a encontrarte en todos los crucificados
y en quienes que están, acompañando, al pie de la cruz.
Dame un corazón en el que quepa la humanidad entera,
como el de María. Amén.

Tocamos la flauta y no bailais

Señor Jesús,
te doy gracias por todas las personas que hoy se encontrarán conmigo,
cada una con su forma de pensar, sentir y actuar;
A pesar de sus rarezas y equivocaciones,
todas están creadas a imagen y semejanza tuya,
de todas puedo aprender algo bueno,
todas me pueden enriquecer.
todas son un regalo tuyo.

Sin embargo, a veces estoy cerrado y pongo excusas:
unas me parecen poco modernas, otras demasiado avanzadas...
Señor, ayúdame a descubrir el don de todas las personas,
a seguir el mensaje que tú me ofreces a través de cada una.
Y conviérteme en regalo tuyo para los demás. Amén.

Se le perdonó mucho y amó mucho

 Señor Jesús,
¡Cuánto envidio a esa mujer,
que lavo, besó y perfumó tus pies!

Querría conocerte tan bien como ella,
sentir tu amor y amarte tanto, como ella;
llorar de dolor por lo mal hecho, como ella;
alegrarme por tu mirada y tu perdón, como ella.

Así contaría a todos ese sentimiento maravilloso de paz,
que Tú nos regalas cuando nos miras con ternura
y nos sentimos respetados, comprendidos y valorados.
Así podría contagiar a todos la esperanza
de que a Tu lado, crece la vida, la alegría, el amor.

Gracias por salir a mi encuentro,

Señor Jesús,
Gracias por salir a mi encuentro, una y otra vez.
Gracias por las mujeres que has puesto en mi camino,
que han salido contigo a buscarme, para mostrarme tu reino.
Gracias por curarme de tantas enfermedades:
la indiferencia, la tristeza, la desesperanza, la desconfianza…

Gracias porque me permites compartir tu amistad y tu misión,
con tantos hombres y mujeres que, a pesar de sus fallos,
sueñan y trabajan por un mundo más fraterno,
en el que todos podamos sentir el amor maravilloso del Padre.
Muéveme, Jesús, para que yo también me ponga en camino.
como Tú, Jesús. Siempre como Tú y contigo.

Semillas y sembradores

Señor Jesús,
A pesar de mis tropiezos de siempre,
hoy me siento una persona muy afortunada
porque he recibido la semilla de tu Palabra
y he podido conocer y disfrutar la ternura de Dios;
porque estoy rodeado de personas buenas que me acompañan
en mi familia, en la parroquia, entre mis vecinos…
son terrenos buenos en los que tu amor se palpa.
¡Qué bien me encuentro con ellas!

Te pido que derrames aún más tu gracia, para que los terrenos sean más fértiles;
que cuides, aún más si cabe, a todas esas personas con dificultades, con obstáculos para encontrarte;
que me ayudes a ser buena tierra y buen sembrador,
como Tú. Siempre, como Tú y contigo.

Mateo se levantó y te siguió

 Señor,
Mateo estaba cansado de miradas de juicio y desprecio.
Ya no miraba a nadie a los ojos. ¿Para qué?
Ni siquiera se atrevía a mirarse a sí mismo.
Pero tuvo el valor de levantar los ojos cuando Tú le miraste.
Descubrió en tu mirada la misericordia que precisaba para sentirse amado.
Encontró en tu voz la fuerza necesaria para levantarse de la mesa de los impuestos.
Sígueme, le dijiste.
E inmediatamente se levantó y te siguió.

Señor, sé que ahora mismo Tú me estás mirando.
Qué tenga valor para levantar mis ojos hacia Ti,
para que también yo me sienta amado, perdonado, llamado…
para que también yo sepa mirar a cada persona con misericordia,
para que sepa transmitir tu amor a los que más sufren.
Como Tú, Jesús. Siempre como Tú y contigo.
Amén.

Miembros de una gran familia

Señor Jesús,
Gracias por considerarnos miembros de tu familia.
Gracias porque quieres ser nuestro hermano,
Gracias por darnos como madre a María.
Gracias por ser de la familia de San Francisco,
Santa Teresa, la madre Teresa de Calcuta…
Gracias por mis hermanas y hermanos de comunidad.
¡Cuánto los admiro y los quiero!

Gracias por ser de la familia
de todas las personas que trabajan
por sus hijos, por su barrio, por su comunidad, por los pobres.
Dame unos oídos bien abiertos
para escuchar tu palabra en la Biblia,
en la conciencia, en los necesitados...
y una voluntad decidida para ponerla por obra.

Enviados a anunciar el Reino

Señor, Tú nos envías a proclamar el Reino de Dios,

a anunciar el amor con el que Dios Padre nos abraza,
a mostrar la esperanza a quienes la han perdido,
a levantar la confianza de los que creen que ya no tienen arreglo;
a vencer los demonios, la injusticia, la violencia, la mentira…
a base de amor, oración, servicio, trabajo y entrega.
No quieres que llevemos bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero;
porque lo más importante no es lo que tenemos o lo que hacemos,
sino el amor, la confianza y la esperanza que podamos transmitir.
Como Tú, Jesús; siempre como Tú, contigo y con tu fuerza.

¡Te admiro, me emocionas, me enamoras!

Jesús, ¡te admiro! ¡me emocionas! ¡me enamoras!

Te admiro al verte naciendo de María en un establo, trabajando como artesano durante décadas, esperando el bautismo de Juan en el Jordán «como uno de tantos», sintiendo compasión y alimentando a quienes tienen hambre de pan, justicia y esperanza, de comprensión y dignidad, de perdón y amor.

Me emociona cuando llamas Abbá (papá) a Dios; al verte bendiciendo y partiendo el pan, lavando los pies a tus discípulos como una madre o un esclavo, sudando sangre ante el acecho del mal y, finalmente, muriendo en la cruz para mostrar un amor más fuerte que el egoísmo y la muerte.

Me enamora, Jesús Resucitado, que cuentes conmigo; que me invites a trabajar y a compartir fatigas y alegrías contigo. Me emociona que me llames y motives una y otra vez, con delicadeza, sin forzarme ni amenazarme nunca.

Jesús, ¡te admiro! ¡me emocionas! ¡me enamoras! Y aun así, a veces me alejo, cuando otros caprichos me ganan la partida, cuando percibo más tu exigencia y menos tu caricia, cuando me aíslo de todos, incluso de Ti… Me alejo, porque me da vergüenza sentirme tan amado por ti y tan desagradecido contigo.

Por eso, Señor, te pido: ¡Atráeme hacia Ti! ¡Sedúceme de nuevo! ¡Enamórame!

Ser rechazado y sufrir como Tú

Señor Jesús,
Señor, quisiera amar como tú, rezar como tú, defender a los más pequeños como tú, ser libre como tú, decir la verdad como tú, incluso servir como tú… Pero me da miedo ser rechazado como tú y sufrir como tú.

Muchas veces, cuando preveo dificultades y problemas, dejo de hacer el bien, escondo la verdad, busco un camino más fácil,  olvido la justicia... Dame fuerza, Señor, para asumir el rechazo, las dificultades y la cruz, como tú. Siempre como tú y contigo.

¡Podemos hacer tanto bien!

 Señor Jesús,
Tú conoces mi deseo sincero de seguir tus pasos, de responder a tus llamadas. Pero tantas veces ¡tantas! la pereza es más fuerte que mi voluntad de seguirte.

Gracias, porque me ayudas a entender que tu viña es nuestra viña: el mundo, la casa común que habitamos todos los hijos e hijas de Dios. Gracias, por hacerme comprender que he de trabajar en la viña por gratitud al Padre y por amor a las personas, nunca para evitar un castigo, ni para obtener un premio.

Gracias, porque he podido comprobar que trabajar en tu viña, en nuestra viña es un regalo.
Gracias, porque no te cansas de amarme y perdonarme, no te cansas de llamarme y darme nuevas oportunidades, no te cansas de darme un empujón cada día, para que no desaproveche los talentos recibidos y mi vida sea una bendición para quienes me rodean.

El que no está contra vosotros está a favor vuestro

Señor Jesús,
Tu Espíritu está aquí y allí, trabajando en el corazón de todas las personas de buena voluntad, sean creyentes o ateas, cristianas o de otra religión, de derechas o de izquierdas, de mi pueblo y de la ciudad más lejana.

Gracias por todas las personas que van por la vida haciendo el bien, ayudando al que se encuentran en su camino y denunciando las cosas mal hechas, de forma abierta y comprometida.

Danos unos ojos grandes y un corazón abierto, para descubrir, valorar y agradecer el bien hecho por cada persona. Haznos comprender y vivir que quien no está contra nosotros, está a favor nuestro.

Llenos de capacidades y posibilidades

Nos acercamos a Ti, Jesús, por diversos motivos
y a través de personas que, enamoradas de Ti, nos muestran el camino.

Y, cuando te encontramos, nos damos cuenta de que nos conoces,
nos quieres como somos, mucho más de lo que podríamos soñar,
y nos sorprendes, porque resaltas y potencias lo bueno de cada uno.

Dame unos ojos profundos como los tuyos, para verme y para ver a todos,
para descubrir lo bueno, lo santo, lo verdadero, lo bello de cada corazón,
aunque a veces esté escondido, debajo de la pereza, el orgullo, el egoísmo…

Gracias por tu amor y por todas las personas que, contigo, tiran de mí,
hacia Ti, hacia quienes más sufren. Amén.

Excusas para servir

ExciSeñor Jesús,
En mi vida he respondido a muchas llamadas sin excusas ni demoras. Me han llamado y he salido corriendo, sin pensármelo… cuando me requiere alguien muy querido, cuando se trata de un asunto grave, cuando muchas personas se fijan en mí...

Pero en otras ocasiones, soy un maestro para inventar excusas, para dejarlo todo para luego o para mañana… cuando recibo la llamada a trabajar por el bien común, a luchar por los derechos de los más pequeños, cuando Tú me llamas a estar contigo y a escuchar tu palabra…

¡Cuánto interés me sobra y cuánto amor me falta!  Señor, perdóname y dame fuerza para amar más y mejor, para responder con prontitud, generosidad y alegría a tus llamadas.

De dos en dos

 Señor, escucho tu llamada de nuevo. Una y otra vez me llamas, aunque me haga el sordo en demasiadas ocasiones. Eres tozudo, Señor. Me llamas y me envías.

Nos envías, de dos en dos. No quieres que vaya solo. Mi fe se apoya en Ti y en mi compañero de misión. Mi compañero se apoya en Ti y en mi.

Para transmitir tu amor y anunciar que todos somos hermanos, es preciso que me deje amar por Ti y por los hermanos, con humildad; que sepa amarles y ayudarles, con delicadeza y generosidad. Amén.

Ángeles

Señor, quisiera ser como una niña, que ríe confiada cuando su padre la lanza al aire, segura de que no le va a dejar caer.

Quisiera ser como un niño que, aun viviendo en la miseria, se siente feliz acurrucado entre los brazos de su madre.

Quisiera ser más consciente de tu cercanía, a través de tantos ángeles, de tantas personas que cuidan de mí, con delicadeza y sin apenas dejarse ver.

Quisiera ser un ángel tuyo, enviado por ti a los más cercanos y a quienes más lo necesitan, para llevarles ternura, esperanza y alegría.
Como tú, Jesús. Siempre como tú y contigo.

Ver a Dios

Te doy gracias, Padre, de todo corazón
por los pobres que nada tienen y aún reparten,
por las personas que pasan sed y agua nos dan,
por los débiles que a sus hermanos fortalecen,
por los que sufren y comparten su consuelo,
por los que esperan y contagian su esperanza,
por los que aman, aunque el odio les rodee,
por los que se conmueven ante un amanecer,
ante un recién nacido, ante un gesto de amor.

Te doy gracias, Padre, de todo corazón,
por los humildes que piden y acogen tu perdón,
por los que se estremecen al escuchar tu Palabra,
por los viven con gratitud la posibilidad de dar la vida,
por los que se alimentan en el pan de la Eucaristía,
por los que saben apoyarse en sus hermanos,
por tus hijos que se emocionan al llamarte Padre.

Una viña preciosa

Señor, Tú nos regalas a cada uno de nosotros una viña preciosa: la vida, un cuerpo con el que relacionarnos con los demás, un espíritu que nos permite soñar. Nos ofreces amigos y familia, una inteligencia para conocernos y para conocer el mundo que nos rodea. Nos das fuerza para trabajar, un corazón para amar, un futuro por conquistar… Nos regalas el don de la fe... Una viña preciosa.

Sin embargo, a veces  despreciamos esta viña que Tú nos has dado, la descuidamos, no la disfrutamos, no producimos frutos... Perdónanos y ayúdanos, Señor. a ser más agradecidos, a dar fruto al servicio de la familia, el barrio, la comunidad cristiana, el mundo... Gracias por todas las personas que han tomado este camino de vida, junto a nosotros y en el mundo entero.

Fratelli Tutti

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas. Amén.

Oración final de la  encíclica FRATELLI TUTTI, del Papa Francisco

Martas Marías

Señor Jesús,
Ya sabes que soy muy “Marta”, muy preocupado por el trabajo, por las cosas pendientes… Y descuido la relación con las personas, la amistad contigo. Ayúdame a estar disponible y a escuchar las palabras y los sentimientos de quienes me rodean, a regalar tiempo y atención, como Tú me regalas a mí.

Gracias por estos ratos de estar contigo. Aunque me da pereza rezar, ¡disfruto tanto cuando te abro el corazón! Estás siempre disponible, nunca te canso, siempre me recibes y escuchas con una sonrisa. Gracias.

Gracias por tantas “María-Marta” que escuchan, se interesan, regalan amor…  y además hacen las cosas necesarias.

Rezar con insistencia

 Padre bueno,
me invitas a rezar una y otra vez,
como si necesitaras de mi insistencia
para darme lo que te pido.

Pero Tú no necesitas mi oración.
Eres infinitamente bueno,
sabes mucho mejor que yo lo que me hace falta
y las puertas de tu corazón están siempre abiertas.

Soy yo, Señor, el que necesito rezar, un día y otro,
para abrir mi alma, tantas veces cerrada, a tu bondad,
para descubrir el camino que debo recorrer,
para disfrutar de tu amistad, de tu amor.

Gracias, Señor, por poder rezar,
por darme la oportunidad de estar contigo.

Miente, que algo queda

Señor Jesús,
querían quitarte del medio y no sabían cómo hacerlo.
Llegaron a decir que echabas a los demonios con el poder del príncipe de los demonios.

Hoy seguimos haciendo lo mismo.
¡Cuantas personas y cuantas buenas obras son cuestionadas y difamadas, sin razón.
Y todos salimos perdiendo.
Etiquetamos y juzgamos. Dividimos y enfrentamos.

Perdónanos, Señor, y purifica nuestro corazón manchado.
Ayúdanos a pensar lo que decimos, a hablar con caridad;
a descubrir el mensaje que nos quieres ofrecer
a través de las palabras y las acciones de cada persona. Amén.

Dichoso el vientre que te llevó

Señor Jesús,

fue una mujer, una sin-voz,
la que levantó la voz para piropearte:
"Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron".
 
Gracias por tantas hermanas y hermanos,
las santas y santos de la puerta de la lado,
que gritan tu nombre con su vida,
que nos muestran que Tú eres el Camino. la Verdad y la Vida.
 
Qué yo también sea capaz de levantar la voz,
para reconocer y ensalzar a las personas buenas que me rodean,
para anunciar que Tú eres mi Amor y mi Esperanza. Amén.

Invitados al banquete de Dios

Señor, Tú te acercas cada día y nos llamas,
Nos invitas a disfrutar en el mejor banquete.
Compartes con nosotros el vino de la alegría.
Quieres alimentarnos con el pan de tu amor.

Y nosotros sacamos excusas y no acudimos.
Tenemos muchas cosas importantes que hacer.
Creemos que tu banquete es aburrido.
Despreciamos lo que más necesitamos.

Señor, danos un corazón inteligente y sabio,
que sepa reconocer donde está la verdadera alegría.
Danos un corazón sencillo y acogedor,
que sepa recibir el amor que nos ofreces gratis.

Señor, danos un corazón generoso y universal,
para salir a las calles, plazas, cruces y caminos
e invitar a todos al banquete que has preparado,
al banquete de bodas, que algún día será eterno.

Juzgar por apariencias

Señor Jesús,

También yo juzgo y condeno a las personas por apariencias: no va a misa, convive con su pareja sin estar casado, no habla como debería, no es de mi partido, educa mal a sus hijos, gasta excesivamente, es demasiado tradicional, no va vestido adecuadamente, le gusta presumir, tiene costumbres extrañas…
Juzgo y condeno sin saber la historia de esa persona, sin conocer sus deseos de mejorar, sus fracasos y sus avances; sin darme cuenta de las personas que la están desanimando, malaconsejando o haciendo sufrir.
Señor Jesús, que deje de perder tiempo y de hacer daño, juzgando y condenando; que aprenda a purificar y cuidar mi corazón; a mirar y a tratar a todos con amor. Cómo tú, Jesús. Siempre como tú y contigo.

Esto habría que practicar, sin descuidar aquello

Señor Jesús,
Me esfuerzo por ser educado con las personas,
pero paso de largo de quien me necesita de verdad.
Y tú me dices: Esto habría que practicar, sin descuidar aquello.

Procuro compartir una parte de mi dinero,
pero no pago con justicia ni cumplo mis obligaciones cívicas.
Y tú me dices: Esto habría que practicar, sin descuidar aquello.

Separo la basura cuidadosamente para reciclarla,
pero no cambio mi estilo de vida consumista y caprichoso.
Y tú me dices: Esto habría que practicar, sin descuidar aquello.

Trabajo mucho en favor de mi familia,
pero no doy a los míos la atención y el amor que precisan.
Y tú me dices: Esto habría que practicar, sin descuidar aquello.

Me siento satisfecho cuando cumplo mis buenos propósitos,
pero me importa poco la vida de los que me rodean.
Y tú me dices: Esto habría que practicar, sin descuidar aquello.

Cada día rezo y hago muchas actividades,
pero pongo poco amor en lo que rezo y hago.
Y tú me dices: Esto habría que practicar, sin descuidar aquello.

Gracias por enseñarme el camino y recorrerlo conmigo.

Ver a Dios en lo pequeño

Padre, gracias porque a veces también yo te encuentro

entre los pucheros de casa y en medio de los bártulos del trabajo,
cuando me ocupo de los demás y desaparece mi cansancio,
al experimentar que merece la pena desvivirse por amor.
Sobre todo, te encuentro en las personas sencillas y buenas,
en las que nos transmiten con su vida, como Santa Teresa,
que “Quien a Dios tiene nada le falta… Sólo Dios basta”.
Gracias, Padre, por dejarte encontrar, abrazar y amar.

Hipocresía

¡Qué mala es la hipocresía!

Aireo lo bueno que hago y me callo lo malo,
hablo y actúo por miedo al qué dirán, a que me miren mal,
a que puedan pensar que no soy buena persona;
a veces, incluso me engaño a mí mismo.
Señor, dame el coraje de conocerme mejor.
de aceptar mis valores y darte gracias por ellos,
de ser más consciente de mi debilidad y ponerla en tus manos.
Ayúdame a mostrarme como soy,
especialmente a las personas que me quieren,
con mis fallos, dudas, dificultades, alegrías, esperanzas, ilusiones….
Sé que ellas me van a aceptar y a amar tal como soy
y me van a ayudar a seguir creciendo.
Gracias por tantas personas sinceras, que hacen y dicen la verdad.

Abiertos a la sorpresa

Señor, ¡qué existencia tan pobre y recortada tendría, si la vida no me rompiera los planes previstos, si Tú no me mostraras caminos nuevos, caminos más fascinantes y enriquecedores de los que yo tenía pensado!

Tú me has acompañado y guiado siempre, Jesús. Gracias por las ocasiones en las que he sentido que has sido tú el que has hablado por mi boca. Gracias por mover mi corazón de la pereza y de la comodidad, para que me acerque a quienes necesitan una palabra de esperanza y gestos concretos de amor.

Sin embargo, a pesar de tener la experiencia de que Tú me has acompañado y guiado siempre, sigo teniendo miedo. Me falta confianza. Ayúdame a estar más abierto a tus palabras, a las necesidades de los que sufren, a las oportunidades que cada día me ofrece la vida para conocerme mejor y amar más.

Dios y el César

 Señor Jesús,
la sociedad en la que vivo tiene muchas corruptelas,
la familia en la que nací y crecí no era perfecta,
la comunidad cristiana en la que te conocí tiene muchas contradicciones,
pero he recibido tanto de la sociedad, de mi familia, de mi comunidad.

Ayúdame a ser agradecido con la sociedad, con mi familia, con mi comunidad…
aportando tiempo, dinero, conocimientos, cariño, esperanza…
denunciando injusticias y trabajando por el bien de los que más sufren,
colaborando con tantas personas de buen corazón que buscan el bien común.

Señor Jesús,
Todo lo he recibido del Padre: la vida, la familia, la sociedad, la comunidad…
Que toda mi vida sea un canto de acción de gracias a Dios,
que sepa ofrecerle cada día lo que tengo, lo que sé, lo que soy.
Como Tú, Jesús. Siempre como Tú y contigo.

Vida buena o buena vida

Señor Jesús,
Ayúdanos a elegir la vida auténtica.
Esa que escapa de lujos, excesos y oropeles.
La que no cae en las redes del consumo,
ni reduce el gozo humano a vivir acumulando.
La que no cierra las puertas, la que extiende la mano.
La vida que se conforma con pan de cada día.
La que tiene más confianza en ti que miedo al futuro.
La que se abre a los pobres y distintos.
La que comparte con ellos techo y sueldo.
La vida auténtica que abre, sin descanso, caminos
a la paz, al amor, a la fe y a la alegría.

(Adaptación de un texto de Seve Lázaro, sj)

Estar pendientes para servir

 Señor, ¡cuánto agradezco que estén pendientes de mí,
sobre todo cuando me cerca la enfermedad, la soledad, la confusión…!

En tantas personas buenas, que están atentas y me acompañan,
escucho tu voz, que me alienta, y siento tu fuerza, que me levanta.
Señor, no permitas que me pierda en mis trabajos, aficiones y problemas.

Que también yo permanezca despierto, vigilante y atento
a las personas que tengo cerca, a las que sufren, a los “signos de los tiempos”,
para escuchar y responder pronta y generosamente a tus llamadas,
para estar siempre en actitud de servicio desinteresado.

Cuando mantengo esta actitud de atención y servicio,
descubro que Tú estás pendiente de mí, me sirves con alegría
y compartes conmigo el gozo inigualable de servir por amor.
Gracias, Señor.

Al que mucho se le dio mucho se le exigira

Padre bueno, somos pequeños, frágiles y fallamos muchas veces. Pero también es cierto que nos has dado un cuerpo maravilloso, un corazón que puede amar sin medida, un cerebro que puede aprender a tocar el piano, a construir un puente o a hacer cualquier otra cosa. ¡Somos tan pequeños y tan infinitos!

No obstante, a veces no reconozco ni valoro lo que me has dado, no creo que pueda aportar nada bueno, me siento incapaz de mejorar, atrapado de pies y manos por la pereza, el miedo, la tristeza, el egoísmo…

Padre bueno, ayúdame a verme como tú me ves y contágiame la confianza que tú tienes en mí; para que mi vida vaya dando más frutos, no por el miedo a ser castigado, sino por lo mucho que tú me amas y lo mucho que yo te quiero amar.

Fuego de amor

Señor, Jesús, ayúdame a percibir ese fuego de amor tan tremendo que regalas a todos tus hijos. Hay días que me siento muy cerca de ti, pleno de alegría y energía, capaz de esforzarme, de perdonar, de hacer el bien a quien me ha hecho daño, de comprometerme a fondo por el bien común… Otros días, en cambio, son grises, tibios, tristes… No me gustan nada, sólo quiero que pasen pronto.

Entra, Señor, aunque no te abra la puerta del todo, con ese fuego que lo cambia todo. Quema mi egoísmo y caldea mi corazón apagado; para que también yo, unido a tantos hombres y mujeres de buena voluntad, seamos fuego, en medio del mundo: fuego en el que ardan la injusticia y la mentira, fuego de hogar que reúne en fraternidad a todos los hijos e hijas de Dios.

Sinos de los tiempos

Padre bueno, Tú nos hablas desde la belleza de un amanecer, desde el compromiso de una persona solidaria, desde la amistad y el amor de cuantos nos quieren bien, desde los grupos en los que compartimos la fe, desde los acontecimientos que nos llenan de alegría…

Pero también nos hablas desde las injusticias que hacen sufrir y morir a tus hijos, desde los escándalos que sacuden la vida social y eclesial, desde la crispación política, desde los problemas familiares y laborales, desde la incertidumbre ante el futuro…

Padre bueno, ayúdanos a descubrir qué quieres decirnos y qué podemos hacer, en los momentos más dulces y en los más amargos. Danos serenidad y luz para preguntarnos: ¿qué habría sentido y qué habría hecho Jesús en esta situación?

Dios y las desgracias

Padre bueno, esta epidemia o cualquier otra desgracia no es un castigo tuyo.
Tú eres el Bien, sin mezcla de mal, y la fuente de todo bien.
Tú te dedicas a perdonar, a salvar, a resucitar…
Tú haces salir tu sol sobre malos y buenos
y haces caer tu lluvia sobre justos e injustos.

Señor Jesús, en los momentos de dolor,
nos invitas a contemplar tus llagas gloriosas,
a mirar más allá del sufrimiento y la cruz,
a descubrirte resucitado, vivo y dando vida,
espabilando la llama vacilante de nuestro amor,
guiando nuestra mirada hacia quienes nos necesitan,
mostrándonos nuevas formas de hospitalidad y fraternidad,
suscitando el deseo de cuidarnos mutuamente, sin exclusiones,
liberando del miedo a quienes se juegan la salud y la vida,
descubriéndonos tu presencia en nuestro corazón,
abriéndonos a una esperanza más allá del dolor y la muerte,
despertando el deseo de una vida plena, de una vida eterna.

Nacido por amor para amar

Señor, me siento tan afortunado, tan feliz, creyendo en Ti,
porque Tú eres Amor y amas en todo lo que haces,

eres la Fuente del amor, que mana siempre y para todos;
Sé que, hasta cuando no percibo tu amor, me estás amando;
Me amas incluso cuando me siento indigno, sucio, ingrato…

Señor, me siento tan afortunado, tan feliz, creyendo en Ti,
porque no me has dado más obligación que amar,
amarte con todo el corazón, amar al prójimo con pasión,
amar como tú: amar aunque duela, amar a los que más sufren;
amar contigo, con tu misma fuerza, compartiendo tu mismo amor.

Como el perro del hortelano

 Señor Jesús, a veces soy como los fariseos:
no me acerco, ni amo, ni ayudo a quienes necesitan ayuda.
Para justificarme, culpo de su propio mal al que sufre
y busco mil argumentos para criticar a quien se compromete.

Gracias por tantas personas de buen corazón,
que acuden donde hay dolor, enfermedad, pobreza, tristeza…
que curan la soledad, la rabia, la angustia, la desesperanza…
y levantan a quienes no se creían capaces de ponerse en pie.

Ayúdame a descubrir a los que sufren y a acudir a su encuentro
Soy débil y torpe, pero contigo y con tu fuerza, podré verlos y amarlos.

El poder de los pequeños

 Señor Jesús, Tú percibes el poder de la levadura que fermenta la masa de harina, descubres el gran arbusto que se esconde en cada grano de mostaza, crees en las posibilidades de amar y cambiar el mundo de todas las personas, aunque a veces nos sintamos pequeños, torpes, inconstantes…

A menudo, guardo en un cajón la levadura o las semillas que has puesto en mis manos. Y me justifico, diciendo: “no merece la pena sembrar sonrisas, gestos de amor, caricias, palabras amables, verdades incómodas, compromisos nunca reconocidos…  Todo está muy mal y yo puedo hacer tan poco…”. Perdóname.

Ayúdame a seguir el ejemplo de tantas personas buenas (niños, jóvenes, adultos, ancianos…)  que no esperan a ser grandes para hacer el bien, en el trabajo, en la familia, entre los amigos, en la sociedad. Ayúdame a creer y a experimentar que Tú bendices y multiplicas cada gesto de amor.

Escuchar, discernir

Tú que rezaste al Padre en la noche,
antes de elegir a los apóstoles,
¡guíame en mis decisiones!
enséñame a hacer silencio y a escuchar,
lejos de los ruidos que están fuera y dentro de mí.

Háblame, Señor, con tu infinita dulzura,
incluso si no puedo escuchar tus palabras.
No te rindas y sigue hablándome,
hasta que se abran mis oídos y mi corazón.

Enséñame a escucharte,
en cada estremecimiento del corazón,
en un pensamiento repentino.
en la voz de un amigo, un hermano, un extraño...

Te doy gracias, Jesús,
porque en cada acontecimiento y en cada persona
me indicas la dirección de la felicidad más grande.
el camino en el que podré amar más y mejor. Amén.

Perder el miedo al miedo

Señor Jesús,
Cuando me siento mal o sin fuerzas, cuando están en riesgo las personas que quiero, cuando se me va apoderando el miedo, que no me encierre en mi pobreza, que abra mi corazón a Ti. 

Señor Jesús, cuando me siento atacado, cuando pierdo las fuerzas, que sepa abrir mi corazón a Ti. 

Aunque la situación no mejore, saber que estás a mi lado me consuela, me anima y, en muchas ocasiones, incluso supero el miedo.

Pero a veces me encierro en mi pequeñez, no soy capaz de pedir ayuda y el miedo me paraliza; sólo puedo darle vueltas a mi problema y soy incapaz de ver el sufrimiento de quienes están a mi lado.

Señor, que la confianza en ti me permita perder el miedo al miedo, me ayude a seguir viviendo y a seguir amando, con esperanza y generosidad. Amén.

Persona o ley

Señor Jesús, en la teoría lo tengo claro: “la atención a las personas que sufren está por encima de cualquier norma”. Pero en la realidad pongo excusas, como los fariseos: “eso no se puede hacer en sábado”, “no tiene cita”, “no ha presentado los documentos requeridos”, “ha venido fuera de horario”, “es inoportuno”, “no lo ha solicitado correctamente”… En el fondo, mi comodidad y mis intereses son más fuertes que mi solidaridad.

Perdóname, Señor, porque en tantas ocasiones he dado más importancia a las leyes y a las cosas que a las personas. Concédeme tu luz y tu fuerza para no hacerlo más y dame un tirón de orejas si vuelvo a poner excusas.

Gracias por tantas personas que viven el amor sin ningún obstáculo, como primera y principal misión en su vida.

Humildad

Señor Jesús, ¡Cuánto me gusta sentirme importante, reconocido, respetado y qué difícil me resulta ser humilde, el último! Lo reconozco: en algunas ocasiones, después de hacer algo que creo que está bien, pienso que hablarán bien de mí. ¡Qué rabia, Señor! Me gustan las personas humildes, quiero ser humilde, pero el orgullo es tan fuerte…

Ayúdame a conocerme mejor y a reconocer mis errores sin hacer tragedia, para ser más humilde, para comprender mejor las debilidades de los demás, para no mirar a nadie por encima del hombro, para poder sentir tu amor desbordante y gratuito, para poder amar limpiamente, dando gratis lo que gratis he recibido. Amén.

domingo, 31 de mayo de 2020

Ven Espíritu Santo Creador,

Ven Espíritu Santo Creador,
Ahora, hoy.
Quédate con nosotros, danos tu inteligencia
y llena de bondad nuestros corazones.
Tu nombre es: consuelo, inspiración, vida, gracia.
Tú eres novedad, creación, fuerza.

Ven Espíritu Santo, para que tu Luz
ilumine nuestro discurrir
y fortalezca nuestras decisiones.
Eres el que ha hecho todas las cosas buenas,
–el que preside nuestro discernimiento
y señala el camino de nuestras opciones–
Tu nombre es unidad, esperanza y amor.
Aléjanos del mal, del egoísmo, de la injusticia,
de la intolerancia y de la dispersión.

Danos tu paz, tu bendición, tu consuelo,
tu serenidad y tu sabiduría;
para que transformemos nuestro presente,
en la voluntad del Padre que está en los cielos.

Pedro Casaldáliga

miércoles, 13 de mayo de 2020

En las manos de María de Fátima

Bienaventurada María, Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia maternal
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.

Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse
con misericordia hacia la humanidad,
afligida por el mal y herida por el pecado,
para curarla y salvarla....
Custodia nuestra vida entre tus brazos;
reaviva y alimenta la fe;
sostén e ilumina la esperanza;
suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros por el camino de la santidad.

Enséñanos tu mismo amor de predilección
por los pequeños y los pobres,
por los excluidos y los que sufren,
por los pecadores y los extraviados de corazón:
congrega a todos bajo tu protección
y entrégalos a todos a tu querido Hijo,
el Señor nuestro Jesús, Amén.

Papa Francisco

sábado, 9 de mayo de 2020

Ya brotó el Rosal

La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!
La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.
Tres Reyes llegaron;
cesa de nevar.
¡La luna le ha visto,
cesa de llorar!
Su llanto de nieve
cuajó en el pinar.
Mil ángeles cantan
canción de cristal
que un Clavel nació
de un suave Rosal.

Gloria Fuertes

María embarazada

¡Y qué cortos y qué largos
se hicieron los nueve meses!
Cortos para mi cabeza,
para el corazón, muy breves.

Estaba dentro de mí
y aunque a Él no le sentía,
sentía cómo mi sangre
al rozarle sonreía.

Nadie notó en Nazaret
lo que estaba sucediendo:
que teníamos dos cielos,
uno arriba, otro creciendo.

¿Dios está en el cielo?
¿El cielo está en Dios?
y yo por los montes
llevando a los dos.

Dame tu mano, María,

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
 
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe-
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel!

Virgen experta en penas

En todas las esquinas de la vida,
Tú lo sabes , Señora,
nos espera el dolor,
Los hijos muertos,
la angustia del salario que no llega,
el puñetazo cruel de la injusticia,
la violencia y la guerra,
el horrible vacío de tantas soledades,
los infinitos ríos del llanto de los hombres.

¿Y a quién acudir
sino a tu lado,
Virgen experta en penas,
sabia en dolores,
maestra en el sufrir,
conocedora de todas las espadas?

Por el cansancio del camino a Belén
te pedimos por todos los cansados.

Por el frío de la cueva y la noche de Navidad,
acuérdate de los que tienen hambre.

Por el dolor del Hijo que perdiste en el
templo,
ayuda a tantos padres que pierden a sus hijos
por los más turbios caminos,

Por los años de oscura pobreza en Nazaret,
da un más ancho salario de amor a tantos
hombres
que ven como decrecen sus salarios.

Por el largo silencio de tus años de viuda,
acompaña a tantos y tantos solitarios.

Por la angustia de ver perseguido a Jesús,
no abandones a tantos que la injusticia aplasta.

Por las horas terribles del Calvario y la sangre,
siéntate cada tarde al borde de la cama
de todos los que viven muertos sin salud y sin
fuerzas.

Tú, que sabes de espadas, Virgen Madre
de los dolores,
pon en tu corazón a cuantos tienen el alma
destrozada.

J.L. Martín Descalzo

Día del Trabajo 2020

Señor, haznos solidarios con los trabajadores y ayúdanos a defender justamente los intereses de todos ellos.

Señor, haznos solidarios con los que miran con preocupación o miedo su futuro, por las consecuencias que pueda traer el coronavirus.

Señor, haznos solidarios con cuantos trabajan comprometidamente por construir una sociedad más equilibrada, más acogedora y más fraterna.

Señor, haznos solidarios con los que no tienen trabajo, compartiendo con ellos los frutos del nuestro.

Señor, haznos solidarios con los desempleados, creando, siempre que podamos, puestos de trabajo.

Señor, haznos solidarios con los empresarios que se esfuerzan por mantener y crear puestos de trabajo.

Señor, haznos solidarios con las instituciones públicas y privadas que trabajan para que el trabajo llegue a todos con dignidad.

Señor, haznos solidarios con los que luchan por orientar el trabajo, no hacia los intereses de unos pocos, sino hacia el bien de todos.

Señor, haznos solidarios con los explotados y humillados en el trabajo: niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, emigrantes...

Señor, haznos solidarios con los que empeñan su vida en soñar y ofrecer ámbitos de trabajo más dignos, más respetuosos, más alegres, más eficaces...

Señor, haznos solidarios con tu obra creadora, colaborando contigo en la recreación y en la conservación de la naturaleza.

Dime cómo ser pan

Dime cómo ser pan,
dime cómo ser pan,
cómo ser alimento
que sacia por dentro
que trae la paz

Dime cómo ser pan,
dime cómo ser pan,
dime cómo acercarme
a quien no tiene aliento
a quien cree que es cuento
el reír, el amar

Dime cómo ser pan,
dime cómo dejarme
comer poco a poco
entregándolo todo
y "llenándome" más

Dime cómo ser pan,
dime cómo ser pan
cómo ser para otros
en todo momento,
alimento y maná

Dime cómo ser pan,
dime cómo ser pan
cómo ser para otros
en cada momento,
alimento y maná (bis)

TÚ QUE ERES EL PAN DE LA VIDA
TÚ QUE ERES LA LUZ Y LA PAZ
TÚ QUE EMPAPAS LA TIERRA
CUANDO LLUEVES EL CIELO
DIME CÓMO SER PAN

TÚ QUE HACES DE MÍ TU REFLEJO
TÚ QUE ABRAZAS MI DEBILIDAD
TÚ QUE SACIAS MI HAMBRE
CUANDO VUELVO DE LEJOS
DIME CÓMO SER PAN

TÚ QUE HACES DE MÍ TU REFLEJO
TÚ QUE ABRAZAS MI DEBILIDAD
TÚ QUE SACIAS MI HAMBRE
CUANDO VUELVO DE LEJOS
DIME CÓMO SER PAN

Dime cómo ser pan
que cura la injusticia
dime cómo ser pan
que crea libertad.

https://youtu.be/rQQRt4G9Zb8
SALOMÉ ARRICIBITA.

Vivir y avanzar unidos

Espíritu Santo, todo mi ser está hecho para el encuentro con los hermanos.
Has puesto dentro de mí el llamado a caminar con los demás. Por eso estoy aquí, en tu presencia, para pedirte que alimentes mi sentido comunitario.
Quiero aprender a trabajar con los demás.
Quiero evangelizar en unión con toda la Iglesia que camina.

Enséñame, Espíritu Santo, a buscar caminos de diálogo y de unidad con los demás cristianos que luchan por tu Reino.
Que nuestra santidad sea comprometida y comunitaria, y no busquemos salvarnos solos.
Tampoco permitas que nos encerremos en pequeños grupos que se sienten superiores.

Toca nuestros corazones y nuestra mirada para que aprendamos a abrirnos a todos, para que podamos llegar a todos.
Y danos la sensibilidad del amor para adaptarnos a lo que ellos viven, a sus inquietudes y necesidades.
Así caminaremos con ellos para extender juntos el Reino de Dios.
Ven Espíritu Santo.
Amén.

Entre lágrimas y esperanzas

Señor Jesús, conoces bien nuestro dolor,
la pena que provocan las ausencias y la soledad,
el miedo por contagiar o por ser contagiados,
la impotencia de no saber cómo echar una mano,
la inquietud ante el futuro que nos espera…

Conoces el sufrimiento de todos tus hijos e hijas.
Para muchos, el Viernes Santo no ha terminado.
Tu cruz sigue siendo una realidad actual, muy presente…
en los pueblos castigados por la guerra, el hambre, las injusticias..
en tantas personas, más acostumbradas a sufrir que a gozar.

Señor, Jesús, sabemos que Tú estás siempre a nuestro lado.
Ayúdanos a descubrirte y a recibir tu consuelo y tu paz.
Que no nos encerremos en el dolor o en el bienestar,
que nuestro corazón esté abierto a los menos afortunados
y sepamos compartir las lágrimas de los que lloran.

Sufrimos y lloramos, pero nuestras lágrimas son pasajeras.
Sabemos que Tú has resucitado de entre los muertos
y que la resurrección es una fuerza imparable,
que convierte el mal en bien, la muerte en vida,
y nos va transformando en mujeres y hombres nuevos.

Reconocemos la presencia del Espíritu en muchas personas,
creyentes y no creyentes; niños, jóvenes, adultos y ancianos,
que arriesgan su salud y su vida por el bien de todos,
que inventan nuevas formas de cercanía y amor,
que defienden, con palabras y obras, a los últimos.

También sabemos que esta vida, tan bonita y, a la vez, tan injusta,
desembocará en el mar de la vida auténtica, plenamente feliz;
donde nadie estará triste, ni tendrá que llorar,
gozaremos continuamente de tu amor de padre y de madre,
y disfrutaremos de la alegría de la perfecta fraternidad.

Por compartir nuestras lágrimas, gracias, Jesús.
Por alentar nuestra esperanza, gracias Jesús.

Fuertes y débiles

Señor, enséñanos a ver la realidad,
sin dejarnos engañar por las apariencias;
enséñanos a ser verdaderamente humanos.

Fuerte es el que dice la verdad,
incluso si no le conviene.
Débil es el que no reconoce la verdad
o dice mentiras para lograr sus propios propósitos.

Fuerte es quien es capaz de superar el miedo
y actuar de acuerdo a su conciencia.
Débil es el que se deja arrastrar
por el miedo y el egoísmo.

Fuerte es quien sabe perder en paz,
conservando su dignidad frente al ganador.
Débil es el que gana con trucos,
humillando a los perdedores.

Fuerte es quien es capaz de amar,
Incluso a los que le hacen daño.
Débil es el que ama sólo cuando le apetece
y sólo a quien le gusta.

Tú eres fuerte, Señor, el más fuerte,
porque no dejaste de amar nunca.
Tu amor fue mucho más grande
que el sufrimiento y la muerte.

Tras la última cena

Después de la institución de la Eucaristía y de lavatorio de los pies, me gusta imaginar a los discípulos a Jesús:

Se hizo un largo silencio. Jesús no mira a los suyos y ellos casi no se atreven a mirarle, ni a mirarse los unos a los otros.

Tienen miedo, quizá terror, por lo que se avecina, pero a la vez son felices, porque se sienten muy unidos a Jesús. Saben que le han conocido y que, al conocerle, han conocido a Dios.

Levantan ahora sus ojos y, en la sala mal iluminada por lámparas que ya se extinguen, contemplan los ojos de ese Dios. Y en ellos sólo ven amor.

Contempla también tú, por un momento, los ojos de Jesús....

El misterio de Judas

Jesús, Tú amaste a Juan, con su ternura,
a Pedro, con su terquedad,
a Judas, quien te vendió por unas monedas.

Le lavaste los pies, como al resto, sabiendo de sus intenciones;
Dijiste en voz alta que uno de tus amigos te iba a entregar, para ayudarle a comprender la gravedad de lo que está pensando hacer, y ni aún así reaccionó;
Le diste un pedazo de pan untado, gesto de amistad entrañable en los pueblos semitas;
Finalmente, le dijiste "Lo que vas a hacer, hazlo pronto". No le abroncas. No le echas encima al resto de los discípulos, que no comprenden del significado de tus palabras.
Es más, parece que es una manera de acompañarlo con amor, más allá de su error, de su traición, de su pecado.
Es sobrecogedor, Jesús, lo que hiciste con Judas, en su noche oscura.

Pero lo que me hace temblar es que Tú, Jesús, haces lo mismo conmigo.
Me lavas los pies y el alma, una y otra vez;
me ayudas a caer en la cuenta de mis errores;
tienes mil detalles de delicadeza conmigo;
y, cuando decido apartarme de Ti o seguir otros caminos, lejos de abroncarme, me acompañas en silencio y me ofreces permanentemente tu ayuda.
En la noche oscura del error, Tú me acompañas y me amas, hasta el extremo.

Coronavirus. Resitiré

Cuando pierda todas las partidas,
cuando duerma con la soledad,
cuando se me cierren las salidas
y la noche no me deje en paz,
danos fuerza para seguir amando.

Cuando sienta miedo del silencio,
cuando cueste mantenerme en pie,
cuando se rebelen los recuerdos,
y me pongan contra la pared,
danos fuerza para seguir amando.

Cuando los vientos de la vida soplen fuerte,
cuando los sueños se me rompan en pedazos,
danos fuerza para seguir amando.
Que seamos como el junco, que se dobla,
pero siempre sigue en pie.

Cuando el mundo pierda toda magia,
cuando mi enemigo sea yo,
cuando me apuñale la nostalgia,
y no reconozca ni mi voz,
danos fuerza para seguir amando.

Cuando me amenace la locura,
cuando en mi moneda salga cruz,
cuando el diablo pase la factura
o si alguna vez me faltas tú,
danos fuerza para seguir amando.

Cuando los vientos de la vida soplen fuerte,
cuando los sueños se me rompan en pedazos,
danos fuerza para seguir amando.
Que seamos como el junco, que se dobla,
pero siempre sigue en pie.


Oración inspirada en la letra de la canción “Resisitiré”

Gratitud

Gracias, Señor, por la paz, la alegría
y por la unión que tantos me han brindado.
Por los ojos que con ternura y comprensión me miraron.
Por las manos que me levantan en mis caídas.

Gracias, Señor, por los labios cuyas palabras y sonrisas me alientan.
Por los oídos que me escuchan.

Por el corazón de amistad que me da cariño y amor.

Gracias, Señor, por la fe que me has dado en Ti y en la humanidad;
por la fe que a veces se tambalea pero que Tú nunca dejas de fortalecer.

Gracias, Señor, por el perdón que recibo y regalo, pero que, otras veces he callado.

Gracias, Señor, por perdonar mis descuidos y olvidos, mis caprichos y silencios cuando debería haber hablado.

Gracias, Señor, por disculpar mis labios que no sonrieron, la palabra que callé, la mano que no tendí y el corazón con el que no amé.

Gracias, Señor, por estar en todo momento cuidando de nosotros.

(Reflejos de luz)

Coronavirus. Oración ante el Santísimo

Te adoramos, Señor
Nuestro Salvador, Dios con nosotros, fiel y rico en misericordia.
Rey y Señor de la creación y la historia.
Vencedor del pecado y muerte.
Amigo del hombre, resucitado y vivo a la diestra del Padre.
Te adoramos, Señor

Creemos en ti, Señor
Hijo unigénito del Padre, bajado del cielo para nuestra salvación
Médico celestial, que te inclinas sobre nuestra miseria
Cordero inmolado, que ofreces para redimirnos del mal
Buen Pastor, que das tu vida por el rebaño que amas
Pan vivo y medicina de inmortalidad, que nos das vida eterna
Creemos en ti, Señor

Libéranos, Señor
Del orgullo y la presunción de poder prescindir de ti
De los engaños del miedo y la angustia.
De incredulidad y desesperación
De la dureza del corazón y de la incapacidad para amar
Libéranos, Señor

Sálvanos, Señor
De todos los males que afligen a la humanidad
Del hambre, el hambre y el egoísmo
De las enfermedades, las epidemias y del miedo al hermano
De locura devastadora, de los intereses despiadados y de la violencia
Del engaño, de la mala información y de la manipulación de las conciencias
Sálvanos, Señor

Consuélanos, Señor
Mira tu iglesia, que atraviesa el desierto
Mira a la humanidad, atemorizada por el miedo y la angustia
Mira a los enfermos y moribundos, oprimidos por la soledad
Mira a los médicos y profesionales de la salud, agotados por el esfuerzo
Mire a los políticos y administradores, que llevan el peso de las decisiones
Consuélanos, Señor

Danos tu Espíritu, Señor
En la hora de la prueba y la desorientación
En la tentación y en la fragilidad
En la lucha contra el mal y el pecado
En la búsqueda del verdadero bien y la verdadera alegría
En la decisión de permanecer en ti y en tu amistad
Danos tu Espíritu, Señor

Ábrenos a la esperanza, Señor
Si el pecado nos oprime
Si el odio cierra nuestros corazones
Si el dolor nos visita
Si la indiferencia nos angustia
Si la muerte nos amenaza
Danos tu Espíritu, Señor

Coronavirus. Oración ante la cruz

En medio de la tempestad y el dolor,
- tenemos un ancla:
en tu Cruz hemos sido salvados de la soledad
pues sabemos que Tú estás siempre a nuestro lado;
- tenemos un timón:
en tu Cruz hemos sido rescatados del miedo,
por tu Amor, más fuerte que nuestro peor enemigo;
- tenemos una esperanza:
tu Cruz es fuente de vida,
de vida fraterna y solidaria, de vida plena y eterna.

En medio del aislamiento,
sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros,
experimentando la carencia de tantas cosas,
Tú nos invitas a contemplar tus llagas gloriosas,
a mirar más allá del sufrimiento y el cruz,
a descubrirte resucitado, vivo y dando vida,
espabilando la llama vacilante de nuestro amor,
guiando nuestra mirada hacia quienes nos necesitan,
mostrándonos nuevas formas de hospitalidad y fraternidad,
suscitando el deseo de cuidarnos mutuamente, sin exclusiones,
liberando del miedo a quienes se juegan la salud y la vida,
descubriéndonos tu presencia en nuestro corazón,
abriéndonos a una esperanza más allá del dolor y la muerte,
despertando el deseo de una vida plena, de una vida eterna.

Amén.

Plegaria inspirada en la homilía de Papa Francisco, 27 de marzo.

Coronavirus. Aprederemos algo

Señor, esta epidemia no es un castigo tuyo. Tú eres el Bien, sin mezcla de mal, y la fuente de todo bien. Tú te dedicas a perdonar, a salvar, a resucitar… Tú haces salir tu sol sobre malos y buenos y haces caer tu lluvia sobre justos e injustos. Sabes que no podemos entender cómo permites tanto sufrimiento y te pedimos que nos ayudes a aprender de esta dolorosa situación.

Nos creíamos fuertes, capaces de todo,  y ahora descubrimos que hemos perdido la capacidad de nuestros mayores para hacer frente a las adversidades; ahora sabemos que somos frágiles y, al mismo tiempo, importantes y necesarios. Creíamos que podríamos ser felices sin depender de nadie y ahora nos damos cuenta de que estamos en la misma barca, todos llamados a remar juntos y a confortarnos mutuamente.

Creíamos que el dinero, la prisa, la fama, la apariencia, los discursos, los títulos, los entretenimientos y los caprichos podrían calmar o anestesiar nuestro deseo de felicidad plena…  y ahora nos damos cuenta de que sólo vive de verdad el que ama, el que da espacio al silencio, el que cuida sus sentimientos y deseos, el que sirve y se pone en riesgo por el bien del prójimo.

Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material. No nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta, gravemente enfermo. Hemos continuado la vida, imperturbables, como si todo fuese normal, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. En definitiva, no nos hemos detenido ante tus llamadas.

Con la tempestad hemos comprobado que la oración no es un gran paraguas que nos protege de las desgracias, que nuestras plegarias no son fórmulas mágicas para ahuyentar la peste. En esta situación, aprendemos que la oración nos permite sentir que nos acompañas siempre, que Tú disipas nuestros miedos, que Tú nos sostienes y guías, como las estrellas a los antiguos marineros, y nos ayudas a separar lo que es necesario de lo que no lo es. La oración nos permite experimentar que Tú conviertes en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso la muerte de nuestros seres queridos; que Tú das la serenidad, a los que somos sacudidos por las tormentas, y la vida eterna, a quienes han llegado a la otra orilla.

Entra, Señor, en nuestra pequeña barca, zarandeada. Sólo Tú puedes darnos paz en la tormenta. Amén.

Plegaria inspirada en la homilía de Papa Francisco, 27 de marzo