domingo, 31 de mayo de 2020

Ven Espíritu Santo Creador,

Ven Espíritu Santo Creador,
Ahora, hoy.
Quédate con nosotros, danos tu inteligencia
y llena de bondad nuestros corazones.
Tu nombre es: consuelo, inspiración, vida, gracia.
Tú eres novedad, creación, fuerza.

Ven Espíritu Santo, para que tu Luz
ilumine nuestro discurrir
y fortalezca nuestras decisiones.
Eres el que ha hecho todas las cosas buenas,
–el que preside nuestro discernimiento
y señala el camino de nuestras opciones–
Tu nombre es unidad, esperanza y amor.
Aléjanos del mal, del egoísmo, de la injusticia,
de la intolerancia y de la dispersión.

Danos tu paz, tu bendición, tu consuelo,
tu serenidad y tu sabiduría;
para que transformemos nuestro presente,
en la voluntad del Padre que está en los cielos.

Pedro Casaldáliga

miércoles, 13 de mayo de 2020

En las manos de María de Fátima

Bienaventurada María, Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia maternal
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.

Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse
con misericordia hacia la humanidad,
afligida por el mal y herida por el pecado,
para curarla y salvarla....
Custodia nuestra vida entre tus brazos;
reaviva y alimenta la fe;
sostén e ilumina la esperanza;
suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros por el camino de la santidad.

Enséñanos tu mismo amor de predilección
por los pequeños y los pobres,
por los excluidos y los que sufren,
por los pecadores y los extraviados de corazón:
congrega a todos bajo tu protección
y entrégalos a todos a tu querido Hijo,
el Señor nuestro Jesús, Amén.

Papa Francisco

sábado, 9 de mayo de 2020

Ya brotó el Rosal

La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!
La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.
Tres Reyes llegaron;
cesa de nevar.
¡La luna le ha visto,
cesa de llorar!
Su llanto de nieve
cuajó en el pinar.
Mil ángeles cantan
canción de cristal
que un Clavel nació
de un suave Rosal.

Gloria Fuertes

María embarazada

¡Y qué cortos y qué largos
se hicieron los nueve meses!
Cortos para mi cabeza,
para el corazón, muy breves.

Estaba dentro de mí
y aunque a Él no le sentía,
sentía cómo mi sangre
al rozarle sonreía.

Nadie notó en Nazaret
lo que estaba sucediendo:
que teníamos dos cielos,
uno arriba, otro creciendo.

¿Dios está en el cielo?
¿El cielo está en Dios?
y yo por los montes
llevando a los dos.

Dame tu mano, María,

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
 
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe-
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel!

Virgen experta en penas

En todas las esquinas de la vida,
Tú lo sabes , Señora,
nos espera el dolor,
Los hijos muertos,
la angustia del salario que no llega,
el puñetazo cruel de la injusticia,
la violencia y la guerra,
el horrible vacío de tantas soledades,
los infinitos ríos del llanto de los hombres.

¿Y a quién acudir
sino a tu lado,
Virgen experta en penas,
sabia en dolores,
maestra en el sufrir,
conocedora de todas las espadas?

Por el cansancio del camino a Belén
te pedimos por todos los cansados.

Por el frío de la cueva y la noche de Navidad,
acuérdate de los que tienen hambre.

Por el dolor del Hijo que perdiste en el
templo,
ayuda a tantos padres que pierden a sus hijos
por los más turbios caminos,

Por los años de oscura pobreza en Nazaret,
da un más ancho salario de amor a tantos
hombres
que ven como decrecen sus salarios.

Por el largo silencio de tus años de viuda,
acompaña a tantos y tantos solitarios.

Por la angustia de ver perseguido a Jesús,
no abandones a tantos que la injusticia aplasta.

Por las horas terribles del Calvario y la sangre,
siéntate cada tarde al borde de la cama
de todos los que viven muertos sin salud y sin
fuerzas.

Tú, que sabes de espadas, Virgen Madre
de los dolores,
pon en tu corazón a cuantos tienen el alma
destrozada.

J.L. Martín Descalzo

Día del Trabajo 2020

Señor, haznos solidarios con los trabajadores y ayúdanos a defender justamente los intereses de todos ellos.

Señor, haznos solidarios con los que miran con preocupación o miedo su futuro, por las consecuencias que pueda traer el coronavirus.

Señor, haznos solidarios con cuantos trabajan comprometidamente por construir una sociedad más equilibrada, más acogedora y más fraterna.

Señor, haznos solidarios con los que no tienen trabajo, compartiendo con ellos los frutos del nuestro.

Señor, haznos solidarios con los desempleados, creando, siempre que podamos, puestos de trabajo.

Señor, haznos solidarios con los empresarios que se esfuerzan por mantener y crear puestos de trabajo.

Señor, haznos solidarios con las instituciones públicas y privadas que trabajan para que el trabajo llegue a todos con dignidad.

Señor, haznos solidarios con los que luchan por orientar el trabajo, no hacia los intereses de unos pocos, sino hacia el bien de todos.

Señor, haznos solidarios con los explotados y humillados en el trabajo: niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, emigrantes...

Señor, haznos solidarios con los que empeñan su vida en soñar y ofrecer ámbitos de trabajo más dignos, más respetuosos, más alegres, más eficaces...

Señor, haznos solidarios con tu obra creadora, colaborando contigo en la recreación y en la conservación de la naturaleza.

Dime cómo ser pan

Dime cómo ser pan,
dime cómo ser pan,
cómo ser alimento
que sacia por dentro
que trae la paz

Dime cómo ser pan,
dime cómo ser pan,
dime cómo acercarme
a quien no tiene aliento
a quien cree que es cuento
el reír, el amar

Dime cómo ser pan,
dime cómo dejarme
comer poco a poco
entregándolo todo
y "llenándome" más

Dime cómo ser pan,
dime cómo ser pan
cómo ser para otros
en todo momento,
alimento y maná

Dime cómo ser pan,
dime cómo ser pan
cómo ser para otros
en cada momento,
alimento y maná (bis)

TÚ QUE ERES EL PAN DE LA VIDA
TÚ QUE ERES LA LUZ Y LA PAZ
TÚ QUE EMPAPAS LA TIERRA
CUANDO LLUEVES EL CIELO
DIME CÓMO SER PAN

TÚ QUE HACES DE MÍ TU REFLEJO
TÚ QUE ABRAZAS MI DEBILIDAD
TÚ QUE SACIAS MI HAMBRE
CUANDO VUELVO DE LEJOS
DIME CÓMO SER PAN

TÚ QUE HACES DE MÍ TU REFLEJO
TÚ QUE ABRAZAS MI DEBILIDAD
TÚ QUE SACIAS MI HAMBRE
CUANDO VUELVO DE LEJOS
DIME CÓMO SER PAN

Dime cómo ser pan
que cura la injusticia
dime cómo ser pan
que crea libertad.

https://youtu.be/rQQRt4G9Zb8
SALOMÉ ARRICIBITA.

Vivir y avanzar unidos

Espíritu Santo, todo mi ser está hecho para el encuentro con los hermanos.
Has puesto dentro de mí el llamado a caminar con los demás. Por eso estoy aquí, en tu presencia, para pedirte que alimentes mi sentido comunitario.
Quiero aprender a trabajar con los demás.
Quiero evangelizar en unión con toda la Iglesia que camina.

Enséñame, Espíritu Santo, a buscar caminos de diálogo y de unidad con los demás cristianos que luchan por tu Reino.
Que nuestra santidad sea comprometida y comunitaria, y no busquemos salvarnos solos.
Tampoco permitas que nos encerremos en pequeños grupos que se sienten superiores.

Toca nuestros corazones y nuestra mirada para que aprendamos a abrirnos a todos, para que podamos llegar a todos.
Y danos la sensibilidad del amor para adaptarnos a lo que ellos viven, a sus inquietudes y necesidades.
Así caminaremos con ellos para extender juntos el Reino de Dios.
Ven Espíritu Santo.
Amén.

Entre lágrimas y esperanzas

Señor Jesús, conoces bien nuestro dolor,
la pena que provocan las ausencias y la soledad,
el miedo por contagiar o por ser contagiados,
la impotencia de no saber cómo echar una mano,
la inquietud ante el futuro que nos espera…

Conoces el sufrimiento de todos tus hijos e hijas.
Para muchos, el Viernes Santo no ha terminado.
Tu cruz sigue siendo una realidad actual, muy presente…
en los pueblos castigados por la guerra, el hambre, las injusticias..
en tantas personas, más acostumbradas a sufrir que a gozar.

Señor, Jesús, sabemos que Tú estás siempre a nuestro lado.
Ayúdanos a descubrirte y a recibir tu consuelo y tu paz.
Que no nos encerremos en el dolor o en el bienestar,
que nuestro corazón esté abierto a los menos afortunados
y sepamos compartir las lágrimas de los que lloran.

Sufrimos y lloramos, pero nuestras lágrimas son pasajeras.
Sabemos que Tú has resucitado de entre los muertos
y que la resurrección es una fuerza imparable,
que convierte el mal en bien, la muerte en vida,
y nos va transformando en mujeres y hombres nuevos.

Reconocemos la presencia del Espíritu en muchas personas,
creyentes y no creyentes; niños, jóvenes, adultos y ancianos,
que arriesgan su salud y su vida por el bien de todos,
que inventan nuevas formas de cercanía y amor,
que defienden, con palabras y obras, a los últimos.

También sabemos que esta vida, tan bonita y, a la vez, tan injusta,
desembocará en el mar de la vida auténtica, plenamente feliz;
donde nadie estará triste, ni tendrá que llorar,
gozaremos continuamente de tu amor de padre y de madre,
y disfrutaremos de la alegría de la perfecta fraternidad.

Por compartir nuestras lágrimas, gracias, Jesús.
Por alentar nuestra esperanza, gracias Jesús.

Fuertes y débiles

Señor, enséñanos a ver la realidad,
sin dejarnos engañar por las apariencias;
enséñanos a ser verdaderamente humanos.

Fuerte es el que dice la verdad,
incluso si no le conviene.
Débil es el que no reconoce la verdad
o dice mentiras para lograr sus propios propósitos.

Fuerte es quien es capaz de superar el miedo
y actuar de acuerdo a su conciencia.
Débil es el que se deja arrastrar
por el miedo y el egoísmo.

Fuerte es quien sabe perder en paz,
conservando su dignidad frente al ganador.
Débil es el que gana con trucos,
humillando a los perdedores.

Fuerte es quien es capaz de amar,
Incluso a los que le hacen daño.
Débil es el que ama sólo cuando le apetece
y sólo a quien le gusta.

Tú eres fuerte, Señor, el más fuerte,
porque no dejaste de amar nunca.
Tu amor fue mucho más grande
que el sufrimiento y la muerte.

Tras la última cena

Después de la institución de la Eucaristía y de lavatorio de los pies, me gusta imaginar a los discípulos a Jesús:

Se hizo un largo silencio. Jesús no mira a los suyos y ellos casi no se atreven a mirarle, ni a mirarse los unos a los otros.

Tienen miedo, quizá terror, por lo que se avecina, pero a la vez son felices, porque se sienten muy unidos a Jesús. Saben que le han conocido y que, al conocerle, han conocido a Dios.

Levantan ahora sus ojos y, en la sala mal iluminada por lámparas que ya se extinguen, contemplan los ojos de ese Dios. Y en ellos sólo ven amor.

Contempla también tú, por un momento, los ojos de Jesús....

El misterio de Judas

Jesús, Tú amaste a Juan, con su ternura,
a Pedro, con su terquedad,
a Judas, quien te vendió por unas monedas.

Le lavaste los pies, como al resto, sabiendo de sus intenciones;
Dijiste en voz alta que uno de tus amigos te iba a entregar, para ayudarle a comprender la gravedad de lo que está pensando hacer, y ni aún así reaccionó;
Le diste un pedazo de pan untado, gesto de amistad entrañable en los pueblos semitas;
Finalmente, le dijiste "Lo que vas a hacer, hazlo pronto". No le abroncas. No le echas encima al resto de los discípulos, que no comprenden del significado de tus palabras.
Es más, parece que es una manera de acompañarlo con amor, más allá de su error, de su traición, de su pecado.
Es sobrecogedor, Jesús, lo que hiciste con Judas, en su noche oscura.

Pero lo que me hace temblar es que Tú, Jesús, haces lo mismo conmigo.
Me lavas los pies y el alma, una y otra vez;
me ayudas a caer en la cuenta de mis errores;
tienes mil detalles de delicadeza conmigo;
y, cuando decido apartarme de Ti o seguir otros caminos, lejos de abroncarme, me acompañas en silencio y me ofreces permanentemente tu ayuda.
En la noche oscura del error, Tú me acompañas y me amas, hasta el extremo.

Coronavirus. Resitiré

Cuando pierda todas las partidas,
cuando duerma con la soledad,
cuando se me cierren las salidas
y la noche no me deje en paz,
danos fuerza para seguir amando.

Cuando sienta miedo del silencio,
cuando cueste mantenerme en pie,
cuando se rebelen los recuerdos,
y me pongan contra la pared,
danos fuerza para seguir amando.

Cuando los vientos de la vida soplen fuerte,
cuando los sueños se me rompan en pedazos,
danos fuerza para seguir amando.
Que seamos como el junco, que se dobla,
pero siempre sigue en pie.

Cuando el mundo pierda toda magia,
cuando mi enemigo sea yo,
cuando me apuñale la nostalgia,
y no reconozca ni mi voz,
danos fuerza para seguir amando.

Cuando me amenace la locura,
cuando en mi moneda salga cruz,
cuando el diablo pase la factura
o si alguna vez me faltas tú,
danos fuerza para seguir amando.

Cuando los vientos de la vida soplen fuerte,
cuando los sueños se me rompan en pedazos,
danos fuerza para seguir amando.
Que seamos como el junco, que se dobla,
pero siempre sigue en pie.


Oración inspirada en la letra de la canción “Resisitiré”

Gratitud

Gracias, Señor, por la paz, la alegría
y por la unión que tantos me han brindado.
Por los ojos que con ternura y comprensión me miraron.
Por las manos que me levantan en mis caídas.

Gracias, Señor, por los labios cuyas palabras y sonrisas me alientan.
Por los oídos que me escuchan.

Por el corazón de amistad que me da cariño y amor.

Gracias, Señor, por la fe que me has dado en Ti y en la humanidad;
por la fe que a veces se tambalea pero que Tú nunca dejas de fortalecer.

Gracias, Señor, por el perdón que recibo y regalo, pero que, otras veces he callado.

Gracias, Señor, por perdonar mis descuidos y olvidos, mis caprichos y silencios cuando debería haber hablado.

Gracias, Señor, por disculpar mis labios que no sonrieron, la palabra que callé, la mano que no tendí y el corazón con el que no amé.

Gracias, Señor, por estar en todo momento cuidando de nosotros.

(Reflejos de luz)

Coronavirus. Oración ante el Santísimo

Te adoramos, Señor
Nuestro Salvador, Dios con nosotros, fiel y rico en misericordia.
Rey y Señor de la creación y la historia.
Vencedor del pecado y muerte.
Amigo del hombre, resucitado y vivo a la diestra del Padre.
Te adoramos, Señor

Creemos en ti, Señor
Hijo unigénito del Padre, bajado del cielo para nuestra salvación
Médico celestial, que te inclinas sobre nuestra miseria
Cordero inmolado, que ofreces para redimirnos del mal
Buen Pastor, que das tu vida por el rebaño que amas
Pan vivo y medicina de inmortalidad, que nos das vida eterna
Creemos en ti, Señor

Libéranos, Señor
Del orgullo y la presunción de poder prescindir de ti
De los engaños del miedo y la angustia.
De incredulidad y desesperación
De la dureza del corazón y de la incapacidad para amar
Libéranos, Señor

Sálvanos, Señor
De todos los males que afligen a la humanidad
Del hambre, el hambre y el egoísmo
De las enfermedades, las epidemias y del miedo al hermano
De locura devastadora, de los intereses despiadados y de la violencia
Del engaño, de la mala información y de la manipulación de las conciencias
Sálvanos, Señor

Consuélanos, Señor
Mira tu iglesia, que atraviesa el desierto
Mira a la humanidad, atemorizada por el miedo y la angustia
Mira a los enfermos y moribundos, oprimidos por la soledad
Mira a los médicos y profesionales de la salud, agotados por el esfuerzo
Mire a los políticos y administradores, que llevan el peso de las decisiones
Consuélanos, Señor

Danos tu Espíritu, Señor
En la hora de la prueba y la desorientación
En la tentación y en la fragilidad
En la lucha contra el mal y el pecado
En la búsqueda del verdadero bien y la verdadera alegría
En la decisión de permanecer en ti y en tu amistad
Danos tu Espíritu, Señor

Ábrenos a la esperanza, Señor
Si el pecado nos oprime
Si el odio cierra nuestros corazones
Si el dolor nos visita
Si la indiferencia nos angustia
Si la muerte nos amenaza
Danos tu Espíritu, Señor

Coronavirus. Oración ante la cruz

En medio de la tempestad y el dolor,
- tenemos un ancla:
en tu Cruz hemos sido salvados de la soledad
pues sabemos que Tú estás siempre a nuestro lado;
- tenemos un timón:
en tu Cruz hemos sido rescatados del miedo,
por tu Amor, más fuerte que nuestro peor enemigo;
- tenemos una esperanza:
tu Cruz es fuente de vida,
de vida fraterna y solidaria, de vida plena y eterna.

En medio del aislamiento,
sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros,
experimentando la carencia de tantas cosas,
Tú nos invitas a contemplar tus llagas gloriosas,
a mirar más allá del sufrimiento y el cruz,
a descubrirte resucitado, vivo y dando vida,
espabilando la llama vacilante de nuestro amor,
guiando nuestra mirada hacia quienes nos necesitan,
mostrándonos nuevas formas de hospitalidad y fraternidad,
suscitando el deseo de cuidarnos mutuamente, sin exclusiones,
liberando del miedo a quienes se juegan la salud y la vida,
descubriéndonos tu presencia en nuestro corazón,
abriéndonos a una esperanza más allá del dolor y la muerte,
despertando el deseo de una vida plena, de una vida eterna.

Amén.

Plegaria inspirada en la homilía de Papa Francisco, 27 de marzo.

Coronavirus. Aprederemos algo

Señor, esta epidemia no es un castigo tuyo. Tú eres el Bien, sin mezcla de mal, y la fuente de todo bien. Tú te dedicas a perdonar, a salvar, a resucitar… Tú haces salir tu sol sobre malos y buenos y haces caer tu lluvia sobre justos e injustos. Sabes que no podemos entender cómo permites tanto sufrimiento y te pedimos que nos ayudes a aprender de esta dolorosa situación.

Nos creíamos fuertes, capaces de todo,  y ahora descubrimos que hemos perdido la capacidad de nuestros mayores para hacer frente a las adversidades; ahora sabemos que somos frágiles y, al mismo tiempo, importantes y necesarios. Creíamos que podríamos ser felices sin depender de nadie y ahora nos damos cuenta de que estamos en la misma barca, todos llamados a remar juntos y a confortarnos mutuamente.

Creíamos que el dinero, la prisa, la fama, la apariencia, los discursos, los títulos, los entretenimientos y los caprichos podrían calmar o anestesiar nuestro deseo de felicidad plena…  y ahora nos damos cuenta de que sólo vive de verdad el que ama, el que da espacio al silencio, el que cuida sus sentimientos y deseos, el que sirve y se pone en riesgo por el bien del prójimo.

Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material. No nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta, gravemente enfermo. Hemos continuado la vida, imperturbables, como si todo fuese normal, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. En definitiva, no nos hemos detenido ante tus llamadas.

Con la tempestad hemos comprobado que la oración no es un gran paraguas que nos protege de las desgracias, que nuestras plegarias no son fórmulas mágicas para ahuyentar la peste. En esta situación, aprendemos que la oración nos permite sentir que nos acompañas siempre, que Tú disipas nuestros miedos, que Tú nos sostienes y guías, como las estrellas a los antiguos marineros, y nos ayudas a separar lo que es necesario de lo que no lo es. La oración nos permite experimentar que Tú conviertes en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso la muerte de nuestros seres queridos; que Tú das la serenidad, a los que somos sacudidos por las tormentas, y la vida eterna, a quienes han llegado a la otra orilla.

Entra, Señor, en nuestra pequeña barca, zarandeada. Sólo Tú puedes darnos paz en la tormenta. Amén.

Plegaria inspirada en la homilía de Papa Francisco, 27 de marzo

Coronavirus. Personas luminosas

Señor, desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Están vacías nuestras plazas, calles y jardines. La preocupación se deja sentir en palabras, gestos y miradas.

Pero nos animan tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas.

Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show; pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas...  y tantos hombres y mujeres, que han comprendido que nadie se salva solo.

Cuánta gente, cada día, demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico, sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar esta crisis, readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.

Gracias, Padre, por tantas personas que llenan de luz este momento de oscuridad.

Ayúdame, ayúdanos a todos a seguir su ejemplo; a despertar y a activar esta solidaridad y esta esperanza capaz de dar fuerza, consuelo y sentido en estas horas difíciles.

Plegaria inspirada en la homilía de ayer del Papa Francisco.

Orgullos y vanidades

Ven Espíritu Santo, entra en mi pequeño corazón para que pueda reconocer la grandeza del Padre Dios, y no le dé tanta importancia a mi imagen. Regálame una gran sencillez, para que reconozca claramente que yo no soy, ni puedo ser, el centro del universo. Entonces, los demás no tienen la obligación de estar pendientes de mí, girando a mi alrededor.

Prefiero girar alrededor del Padre Dios, para adorarlo, y alrededor de los demás, para servirlos. Dame la gracia de ser más sencillo para vivir feliz cada momento sin estar pendiente de mí mismo y de la mirada ajena.

Toma, Espíritu Santo, todos mis orgullos y vanidades, y quema todo eso con tu fuego divino. Dame la sencillez de los santos, la alegría humilde de Francisco de Asís, la generosidad desinteresada de Teresa de Calcuta.

Ven Espíritu Santo, y regálame esa profunda sabiduría de la sencillez interior. Amén.

Por la Encarnación

Por la Encarnación, Dios se hace pequeño y humilde.
Señor, no nos dejes caer en la soberbia y la prepotencia,
que nos hacen despreciar a los demás y rechazar tu salvación.

Por la Encarnación, Dios pide nuestra ayuda, nuestra acogida.
Señor, ayúdanos a pedir ayuda, a darla cuando nos la pidan,
a acoger a todos, a acogerte.

Por la Encarnación, Dios se hace niño para mostrarnos su amor y su ternura.
Señor, transforma nuestro corazón de piedra, para que en nuestra vida,
en nuestra tarea, en nuestras relaciones haya más amor y más ternura.

Por la Encarnación, Dios se acerca y se hace pobre para enriquecernos.
Señor, haznos prójimos próximos de cuantos nos rodean,
de las personas que no tienen trabajo, cariño, alegría, esperanza…

Por la Encarnación, Dios nos pide nuestra compañía.
Señor, queremos estar a tu lado, dedicar tiempo a escucharte,
a sentir tu presencia en la oración de cada día y en la Eucaristía,

Por la Encarnación, Dios nos invita a contemplarle en Belén y en la vida.
Señor, vivimos en un mundo de prisas, que no nos deja ver lo que sucede,
no tenemos tiempo para pensar en lo que hacemos y lo que dejamos de hacer.
Cambia nuestra superficialidad y danos una mirada profunda,
para descubrirte en la vida.

Por la Encarnación, Dios trae la paz a la humanidad.
Señor, perdona y cura nuestros rencores,
críticas injustas, malos pensamientos, revanchas…
Danos un corazón nuevo, para ser pacíficos y pacificadores.

Por la Encarnación, Dios nos trae la posibilidad de vivir como hijos suyos.
Señor, a veces vivimos la vida "a medio gas", sin fuerza…
renuévanos, para que vivamos como buenos hijos tuyos,
como verdaderos hermanos.

Ciegos

Señor, a veces estamos tan ciegos para ver…
la fragilidad y la grandeza de la vida humana,
la necesidad de parar el tren de la prisa y los quehaceres
y de dedicar tiempo a escucharse y a pensar;
a comunicar deseos, miedos, esperanzas, historias…

Señor, a veces estamos tan ciegos para ver…
que la felicidad no es un derecho, sino un reto;
que no hay situación de la que no podamos aprender;
que las personas valen infinitamente más que las cosas
y que compartir produce más gozo que consumir.

Señor, a veces estamos tan ciegos para ver…
que todos podemos necesitar ayuda
y todos podemos mejorar la vida de los demás;
que sólo cuando trabajamos por el bien común
podemos vivir con alegría y esperanza.

Señor, a veces estamos tan ciegos para ver…
la importancia de los trabajos poco valorados:
el de un barrendero, un reponedor, una policía, 
un panadero, una investigadora, una enfermera,
una cuidadora, una repartidora, un camionero,
una maestra, un mecánico, un agricultor…

Señor, a veces estamos tan ciegos para ver…
que Tú no te dedicas a castigar, sino a salvar;
que nos acompañas y nos cuidas siempre,
también cuando sufrimos y tenemos miedo;
que la oración tiene el poder de hermanarnos
y de experimentar tu fuerza en nuestra fragilidad.

Señor, a veces estamos tan ciegos…
Cúranos, devuélvenos la vista.

Sed de tanto

Tengo sed, sed de esperanza, sed de fraternidad, sed de vida, sed de amor del bueno...

Pero, tantas veces bebo aguas contaminadas. Casi sin darme cuenta, dejo el camino de la confianza, de la solidaridad, del servicio y la entrega. Te dejo a Ti, Señor, Manantial de aguas vivas.

Pero mi sed despierta una y otra vez. Como busca la cierva corrientes de agua, como busca pan el niño hambriento, así mi alma te busca a Ti, Dios mío. Mi alma tiene sed de Ti, Dios de la vida. Me hiciste el corazón a tu medida y sólo llenarlo puede tu presencia.

Cuando me sienta cansado, cuando me invada la duda, cuando me duelan las ausencias, cuando me falte la esperanza, cuando me paralice el miedo, entonces me volveré a ti: ¡Dios mío!

Envíame tu luz y tu verdad; ellas me guiarán, me llevarán por el camino de la vida y me darán la alegría más profunda, la esperanza más firme, la luz más clara.

Madre de la Esperanza

Oh María,
tu resplandeces siempre en nuestro camino
como signo de salvación y de esperanza
Confiamos en ti, Salud de los enfermos,
que junto a la cruz
te asociaste al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe
Tú, sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que proveerás
para que, como en Caná de Galilea
pueda volver la alegría y la fiesta
después de este momento de prueba
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que nos diga Jesús
que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos
y se ha cargado con nuestros dolores
para llevarnos, a través de la cruz
a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
¡Amén!

Papa Francisco

Ante la impotencia

Señor, estamos preocupados
y a veces creemos que no podemos hacer nada.
Nos paraliza la impotencia y el miedo.

Siempre podemos estar cerca de los que sufren,
de los familiares y profesionales que cuidan a los enfermos,
estar atentos para echar una mano a quien lo necesite,
enviar un mensaje de ánimo a los abatidos,
abrir los ojos a realidades mucho más duras que la nuestra,
apoyar económicamente a instituciones de confianza,
ser cuidadosos para que los problemas no se multipliquen...
Que nuestra caridad sea más creativa, Señor,
cuando parece que no aportar hacer nada.

Siempre podremos, rezar, Jesús,
para sentir tu cercanía y sentirnos más unidos a los hermanos,
en la salud y en la enfermedad, en la tristeza y en la alegría;
para reconocer y agradecer lo mucho que tenemos,
bienes materiales y espirituales que hemos de compartir;
para poner en tus manos el dolor de quienes sufren,
y el trabajo de los que se gastan y arriesgan por el bien común;
para que Tú alientes nuestra pequeña esperanza
y descubramos contigo nuevos caminos de solidaridad.

Amén.

Deseo de vida plena

Señor, has puesto en mí un inmenso deseo de felicidad, de vida plena; pero a veces me cuesta entender cuál es el camino hacia esa plenitud.

Te pido, Señor, que hagas brillar tu luz en mi corazón. Que tu luz me guíe, me sosiegue, me dé la certeza de que, más allá de cualquier fracaso, la vida florecerá y será hermosa.

Llévame contigo y condúceme a la cima. No me permitas que renuncie a la vida que Tú me ofreces, por miedo al esfuerzo o al dolor. Ayúdame a afrontar las cuestas arriba; enséñame a confiar en ti.

Señor, desearía tener el coraje que tuviste cuando decidiste caminar decididamente a Jerusalén, para dar tu vida de una vez por todas. Convénceme, Señor, de que el camino de la vida plena es entregar la vida del todo por amor. Amén.

Espítiu de gratitud

Espíritu Santo, que eres la fuente inagotable de todo lo que existe, hoy quiero darte gracias.

Gracias ante todo por la vida, por el fascinante misterio de existir. Porque respiro, me muevo, corre sangre por mi cuerpo, mi corazón late. Hay vida en mí.

Gracias. Gracias porque a través de mi piel y mis sentidos puedo tomar contacto con el mundo, porque puedo percibir los seres que has creado a mi alrededor.

Porque el aire roza mi piel, siento el calor y el frío, percibo el contacto con las cosas que toco. Gracias porque mi pequeño mundo está repleto de pequeñas maravillas que no alcanzo a descubrir.

Me rodeas y me envuelves con tu luz.
Gracias, Espíritu Santo. Amén.

Condúceme a lo secreto

Condúceme a lo secreto, Señor,
allí donde habitaremos juntos.

Al lugar de la desnudez y el despojo,
a la intemperie de mis miedos y ansiedades,
a la tristeza de mis noches frías
a la soledad del corazón herido
a la incertidumbre de mis frustraciones,
al silencio de mis palabras censuradas.

Condúceme a lo secreto,
allí donde habitaremos juntos.

Al desierto de mil manantiales escondidos,
al cobijo del sol que me alienta,
a la raíz de la vida escondida,
al fuego de los hondos deseos,
a la ternura del afecto que cura
al silencio de la oración confiada.

Condúceme a lo secreto,
allí desde donde resucitaremos juntos.

(Matías Hardoy, sj)

Cuaresma renovadora

Tú, Jesús, nos ofreces un tiempo para renovarnos.
Tu voz nos llama a morir y a resucitar contigo.
Nos llamas a salir de nuestros escondrijos oscuros,
para disfrutar de una vida nueva, llena de luz.

Tu muerte y resurrección no es un hecho del pasado.
Es una fuerza que nos envuelve y nos transforma,
Gracias, Jesús, por permitirnos morir y resucitar contigo:
morir a nuestras divisiones, tristezas y desesperanzas,
para resucitar a una vida más fraterna, alegre y confiada.

No volvemos a repetir lo mismo que el año pasado.
Morimos, un poco más, a nuestra vida apagada,
para resucitar, un poco más, a una vida nueva.

Te contemplamos, Jesús, en la cruz, con tus brazos abiertos.
Gracias, Jesús, porque nos amaste más que tu propia vida.
Gracias, Padre, por el don de tu amor, fuente de vida.
Gracias , Espíritu de amor, fuerza que purifica y resucita.

Te contemplamos, te miramos a los ojos, Jesús.
Que tu mirada penetre dentro de nosotros,
hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón,
para convertirlo en un corazón de carne,
que sepa amarte con gratitud y generosidad,
que sepa sentir compasión de tantas personas que sufren:
las víctimas inocentes de las guerras,
de los abusos contra la vida, tanto del no nacido como del anciano,
de las múltiples formas de violencia,
de los desastres medioambientales,
de la distribución injusta de los bienes de la tierra,
de la trata de personas en todas sus formas
y de la sed desenfrenada de ganancias.

Qué María, tu Madre y nuestra madre,
nos acompañe en este tiempo de renovación. Amén


Oración inspirada en el Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2020

Tengo fe, pero dudo

Creo que tu amor es más grande que la maldad del mundo.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor está presente en cada persona.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor no se cansa nunca de perdonarme.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor me acompaña hasta en los momentos oscuros.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor me impulsa amarme como soy y a superar mis errores.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor me hace capaz de amar también  al que me hace daño.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor me permite reconocerte en mi madre, mi hermano, mi amigo, en ese desconocido.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor me impulsa a dar la cara, a dar mi tiempo a los más pequeños y pobres.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor está presente en mi comunidad, en la Iglesia...
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Creo que tu amor es más fuerte que la muerte.
Tengo fe, pero dudo. ¡Ayúdame!

Fuerza para avanzar

Espíritu Santo, yo no quiero desperdiciar tus dones, no quiero desaprovechar los impulsos de tu gracia.
Tengo a mi disposición la vida nueva de la Resurrección y el poder de tus impulsos.
No quisiera desgastarme en lamentos y quejas.
Tú me sostienes, tú me das vida, contigo puedo correr sin fatigarme.

Pero a veces me desgastan mi desconfianza, mi tristeza, mi melancolía, mis miedos, mis fracasos, las contradicciones que encuentro, mis insatisfacciones.
Ayúdame a renunciar a todo eso, Espíritu de vida, para que despliegues en mí toda tu gloria.

Late conmigo, Señor, vive conmigo, respira conmigo, lléname de fervor y de entusiasmo.
Coloca en mi corazón el anhelo de ser fecundo para ti, de ser útil.
Dame el sueño de producir algo bueno para este mundo, el deseo de dejarlo mejor que como lo he encontrado.
Sana toda pereza, toda indiferencia, todo desánimo, para que no te ofenda con pecados de omisión.

Que pueda levantarme cada mañana con intensos deseos de hacer el bien a los demás.
Ayúdame a descubrir mejor mis talentos, para gastar bien mis energías.
Dios, potente y fuerte, que todo lo sostienes, mira mi debilidad y penetra todo mi ser con ese poder que no tiene límites.
Ven Espíritu Santo, fortalece cada fibra de mi cuerpo y de mi interior.
Así yo sé que nada podrá derribarme, porque ningún poder humano, ninguna enfermedad y ninguna dificultad pueden ser más fuertes que tu amor.

Ven Espíritu Santo, infunde tu dinamismo en mis acciones, inunda de vitalidad todo mi ser.
Tómame Señor, una vez más, para derramar tu poder y tu luz en el mundo.
Ven Espíritu Santo. Amén.

Escultores de nosotros mismos

Te doy gracias, Señor, por el regalo precioso de la libertad.
por darnos la oportunidad de construir nuestro propio futuro.

Aunque a veces no somos conscientes, somos libres:
libres para elegir entre el bien y el mal, entre el bien y lo mejor;
libres para afrontar de una manera u otra tantas situaciones impuestas;
libres para embellecer o estropear nuestra personalidad;
libres para mejorar, dañar o destruir la vida de los demás;
libres para construir una sociedad más fraterna o más injusta;
libres para tantas cosas...

Sin embargo, a veces, actúo como un autómata, sin pensar ni decidir;
me dejo llevar por lo que me apetece, sin darme cuenta de las consecuencias;
sigo la corriente de la mayoría, aunque no me aporte nada.
Y así, poco a poco, mi libertad se reduce al mínimo,
porque los caprichos y las modas recortan las alas de la libertad.
Perdóname, Señor, y ayúdame a recuperar espacios de libertad.

Ayúdame a utilizar la herramienta de la libertad
con la destreza y el tesón del escultor o del pintor,
quienes, golpe a golpe, trazo a trazo, crean obras maestras.
Que sepa elegir cada día las palabras y las acciones más adecuadas,
que me alimente de las lecturas y las experiencias más oportunas,
para esculpirme una personalidad abierta, solidaria, madura…
para construir un mundo más bello para todos.

Discernir deseos

Señor, siento en mi corazón tantos deseos:
deseos pasajeros y deseos que permanecen,
deseos grandes y deseos sin importancia,
deseos teóricos y deseos que mueven mi vida,
deseos egoístas y deseos que construyen fraternidad.

Ayúdame, Espíritu de Dios, a descubrir
y a desenmascarar mis deseos más mezquinos.
También yo tengo deseos de poder y reconocimiento,
siento deseos de poseer cosas y personas,
pretendo controlarlo todo, controlar a todos...

Ayúdame, Espíritu de Dios, a descubrir
y cultivar mis deseos más bellos:
el deseo de encontrarte, como Simeón;
el deseo de servirte, como Ana;
el deseo de agradecerte lo que haces por mí, como Magdalena;
el deseo de contagiar tu amor, como Pablo;
el deseo de compartir con los más pequeños, como Teresa de Calcuta;
el deseo de construir un mundo más justo y en paz, como Óscar Romero;
el deseo de transmitir alegría, como Juan Bosco;
el deseo de armonía con toda la creación, como Francisco;
el deseo de renovar la Iglesia, como Clara de Asís;
el deseo de buscar la verdad más honda, como Edith Stein;
el deseo de conocer el corazón humano y el corazón de Dios; como Ignacio;
el deseo de cumplir tu voluntad, como María y José;
el deseo de darlo todo y de darme del todo, como Tú, Jesús;
esos deseos que me mantienen vivo, despierto, abierto, libre, ilusionado, feliz..
que el Padre ha puesto en mi corazón
y en el de todas las personas de buena voluntad,
deseos que, cuando los pongo en práctica,
me hacen sentir más hijo del Padre
y más hermano de todas las personas.

Mi futuro

Ven Espíritu Santo. Hoy quiero entregarte mi futuro, hasta el último día de mi vida. Quiero caminar iluminado por tu divina luz, para saber adonde voy, para no desgastar energías en cosas que no valen la pena.

No quiero obsesionarme por el futuro. Y por eso, prefiero entregarlo en tu presencia y dejarme llevar por tu impulso. Espíritu Santo, sana mi ansiedad, para que acepte que cada cosa llegue a su tiempo y en su momento.

Y sana mis miedos, para que pueda confiar en tu auxilio y me deje guiar siempre.
Tú que sabes lo que más me conviene, oriéntame y condúceme cada día, y protégeme de todo mal.

Ven, Espíritu Santo, y toma mi futuro.  Amén.

Ser últimos

Sí, Señor, a veces así soy también yo.
No me conformo con ser amado,
quiero ser más el más querido.
Me fastidia no ser el más inteligente,
el más trabajador, el más servicial,
el más valorado, el más tenido en cuenta...

No me gusta ocupar segundos puestos.
Y cuando no soy el primero, no soy feliz
no disfruto siendo segundo, quinto ó décimo.
Porque no valoro el amor que recibo,
la inteligencia que me ha sido dada,
la capacidad de crear de mis manos y mi cerebro,
las cosas buenas que hago a los demás,
lo mucho que Tú y tanta gente me valora,
las personas que cuentan conmigo,
las cosas que tengo, aunque no sea rico.

Señor, dame una mirada limpia para ver
y un corazón grande para agradecer...
todo lo que soy, todo lo que sé, todo lo que tengo.
Amén.

Al nacer este nuevo día

Al nacer este nuevo día
Tú me llamas, Jesús
y te saludo con el corazón agradecido.
Nunca me olvides.
Déjame sentirte cerca.

Muéstrame tu amor inmenso
y la belleza de vivir en tu compañía
sirviendo a todos, como Tú y contigo.
Dame un corazón humilde y purificado,
para que mi vida sea útil a quienes me rodean.
Vence en mí el orgullo y la codicia.
Soy humano, te necesito.
¡Fortalece mi fe, Señor!

Te ofrezco mis mejores intenciones...
haz que mi jornada transcurra
en tu presencia, que tanto me consuela;
que sepa callar y escuchar;
que pueda hablar con sensatez y humildad;
que mis pensamientos y acciones
construyan un mundo más justo y en paz. Amén.

Corderos

Señor Jesús, te identificaste con un cordero,
manso, humilde, tierno, inocente...

Yo, Señor, prefiero identificarme con otros animales:
con el león o el águila, fuertes y poderosos;
con el mono, tan divertido y activo;
con el tigre o el caballo, ¡bellísimos!;
con el zorro o el cuervo, tan inteligentes;
con el delfín, tan atlético y simpático;
con el guepardo o el colibrí, ¡rapidísimos!

A veces quisiera dar miedo, como un tiburón;
o defender a los míos, como los elefantes;
o tumbarme en un diván, como un koala.

En fin, Señor, el cordero me parece poco adecuado,
poco atrayente, poco inteligente, para vivir feliz,
incluso, poco eficaz para construir tu Reino,
para luchar por un mundo más justo, limpio y fraterno.

Señor, convierte mis pensamientos y deseos.
Aunque esté muy lejos de Ti, Tú me atraes.
Hazme cordero. Humilde, manso, tierno.
Hazme cordero.

Abraza todo mi cuerpo

Ven Espíritu Santo, y abraza todo mi cuerpo.

Te doy gracias por el don de la vida, por cada uno de los órganos de mi cuerpo, que es una obra del amor divino.

Mi cuerpo me permite trabajar, disfrutar, comunicar, amar, moverme... Gracias, Señor.

Acaricia con tu cariño este cuerpo cansado y derrama en él la calma y la paz.

Cura con tu soplo cada parte débil o enferma. Restaura, sana, libera cada uno de mis órganos. Pasa por mi sangre, por mi piel, por mis huesos.

Ven, Espíritu Santo, y aplaca toda tensión con tu amor. Sáname, Señor. Amén.

¿Por qué no ahora?

Algún día,
cuando pueda,
cuando sepa,
cuando lo vea claro,
cuando tenga tiempo,
cuando salga el sol,
cuando esté preparado,
cuando pierda el miedo…

O sea, nunca.

¿Por qué no hoy?
¿Por qué no ahora?
Deshazte
del evangelio etéreo
que nunca se hace pan,
de la falsa promesa
que jamás abre puertas.
Deja de traicionar canciones.

Y vuélvete
al evangelio de carne,
al pan partido –que puedes ser tú–
a la palabra cierta.

¿Por qué no hoy?
¿Por qué no ahora?

Hoy se cumple este día.

(José María R. Olaizola, sj)

Venid y lo veréis

Tú nos invitas a ponernos en camino,
a salir de nuestras casas (situaciones, miserias, enfermedades, dolencias)
y a recorrer un itinerario de fe,
un camino en el que los que te sigan
irán descubriendo y respondiendo
a la pregunta por tu identidad.

La gente pregunta quién eres
y tú respondes “venid y lo veréis”,
“llamad y se os abrirá”,
“amad por encima de todo”,
“perdonad hasta setenta veces siete”,
“construid vuestra casa sobre la roca”,
“sembrad con perseverancia y sed pacientes”…
…porque tú nos quieres en camino, en movimiento, en acción
y en este no parar te nos descubres tal cuál eres.

Dame la oportunidad de acercarme a ti,
de preguntarte quién eres
y de conocer la respuesta
en el seguimiento fiel a tu persona y a tu proyecto,
a tu evangelio y a la misión. Así sea.

Ante Dios encarnado

Ven Espíritu Santo, llena mi corazón y mi boca de alabanzas, para adorar con el coro de los ángeles a Jesús recién nacido. Enséñame a contemplarlo con los ojos sencillos de los pastores, a regalarle ofrendas de amor como los magos.

Toca mi mente y mi corazón para que pueda admirarme feliz ante Dios encarnado, el que me amó tanto hasta hacerse niño, para salvarme desde la pequeñez humana.

¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz! Enséñame a orar, Espíritu Santo, para que pueda adorar a mi Salvador y cantarle a su sencillez divina.

Y obra dentro de mí, Espíritu Santo, para que Jesús pueda nacer también en mi vida, para que pueda nacer en mi casa, para que ilumine todo con su presencia.

Que en esta Navidad puedan renacer muchas cosas buenas en mí. Renuévalo todo con tu gracia, Espíritu de santidad. Toma toda mi existencia. Amén.

Siempre podemos aprender... o cerrarnos

Señor, también yo me río y me burlo, por miedo, por envidia, para defenderme...
Golpeo con la lengua a quien no piensa igual e me incomoda.
Busco excusas para no tomarme en serio a quienes critican mi forma de actuar y de ser.
Me resulta más fácil burlarme que tomarme en serio lo que no quiero oír.
Es más fácil pensar o decir: "es un comunista radical", "es un fascista ultra", "es un ateo", "es un fundamentalista religioso", "es un demagogo", "es un buenista", "es un ecologista exagerado", "es un borracho y un comilón", "tiene un demonio"...

Es más difícil escuchar a cada persona, tratando de descubrir su parte de verdad. Es más difícil mantener la actitud de quien quiere aprender de todos, también de los pequeños, de los que se equivocan, de los que me han hecho daño. Es más difícil reconocer que tengo muchas cosas que corregir y mejorar.

Señor, ayúdame a evitar la burla, en las conversaciones de cada día y en las redes sociales. Enséñame a tomar en serio, a respetar y a valorar a cada persona; a comprender y seguir el mensaje que tú me ofreces a través de cada ser humano. Amén.

María Guadalupana

Gracias, Señor, por la cercanía de y la ternura de María.
Ella nos repite las mismas palabras que pronunció a Juan Diego, en la Colina del Tepeyac:
No temas, ¿no estoy yo aquí, que soy tu Madre?

Junto a ella es más fácil acercarme a Ti.
Junto a ella es más fácil bendecir y sentir tu bendición.
Junto a ella es más fácil que mi rostro se ilumine con tu mirada.
Junto a ella es más fácil sentirme acompañado y querido por Ti.
Junto a ella es más fácil vivir en paz contigo, con los hermanos, con amigos y enemigos.
Junto a ella es más fácil ser instrumento de justicia y paz.
Junto a ella es más fácil esperar la victoria del Amor sobre toda la injusticia, el dolor y la muerte.

Gracias, Señor, por la cercanía de y la ternura de María Guadalupana.

Quiero, Señor, darte mi sí más auténtico

Quiero, Señor, darte mi sí más auténtico.

Quiero seguirte, aunque me distraiga.

Quiero elegir tu estilo, aunque una y mil veces me deje tentar por otros diferentes.

Quiero vivir a tu manera, luchando contra otras ofertas de vida fácil.

Quiero amar, aunque mis necesidades griten más que las de otros.

Quiero ser manso, aunque yo mismo me sorprenda de mis arrebatos.

Quiero escuchar, aunque mis ruidos interiores no callen.

Quiero ser pobre, aunque mis deseos sean infinitos.

Quiero ser grande, aunque por dentro apenas crea en mí.

Quiero ser niño, aunque, a veces, presuma de adulto.

Quiero ser misericordioso, aunque me cueste.

Quiero ser tolerante, y aceptar a cada ser humano en su totalidad.

Quiero ser austero, y dar todo lo que me sobre, poco a poco.

Quiero trabajar por la justicia, y no descansar hasta que todos vivan.

Quiero luchar por la paz, y no poner la más mínima tensión alrededor.

Quiero llorar con los otros, y dar poca importancia a todo lo mío.

Quiero ser profundo, y tener cada día mi rato de charla contigo.

Quiero ser auténtico, y no dejarme engañar y distraer por otros dioses.

Quiero estar en el mundo, y hacerme amigo de los diferentes.

Quiero vivir atento a todas las necesidades del hermano.

Quiero vivir amando, y acercarme a todos los humanos.

Quiero vivir una vida plena, que ese es el sueño que tienes para mí.

Quiero imitar a María, la madre, la Inmaculada, la llena de gracia, la oyente de la Palabra.

Mari Patxi Ayerra

Espíritu de contradición

Ven Espíritu Santo, porque cuando llueve añoro el sol; cuando hace calor, deseo el aire fresco; cuando estoy solo extraño a los amigos; cuando estoy con ellos desearía la calma de la soledad. Nunca estoy del todo conforme con la vida.
Ven a sanar a esta pobre creatura insatisfecha, que no sabe adaptarse, que no sabe valorar lo bueno de cada cosa, la belleza de cada momento.

Ven a darme un corazón abierto y optimista, capaz de recibir lo que tú le regalas, cuando tú lo regalas y como tú quieras regalarlo.

Hoy mismo, Espíritu Santo, enséñame a valorar el bien de este día así como es, sin exigir otra cosa. Enséñame a entregarme en estas circunstancias que me toca vivir, y muéstrame que también de esto que me está sucediendo puedo aprender algo, puedo sacar algo bueno.
Ven Espíritu Santo.
Amén.

Espíritu de esperanza

Ven Espíritu Santo, Espíritu de esperanza.
Cuando me parezca que todo está perdido.

Ven, Espíritu de esperanza.
Cuando crea que todos son egoístas e interesados.

Ven, Espíritu de esperanza.
Cuando sienta que no vale la pena empezar algo nuevo.

Ven, Espíritu de esperanza.
Cuando piense que ya no podré cambiar.

Ven, Espíritu de esperanza.
Cuando crea que ya nada bello se puede esperar de la vida.

Ven, Espíritu de esperanza.
Cuando me parezca que la civilización del amor no es más que una utopía.

Ven, Espíritu de esperanza.
Cuando sienta que yo ya no puedo hacer nada por la paz y la justicia.

Ven, Espíritu de esperanza.
Cuando me canse de luchar.

Ven Espíritu de esperanza.

Corazón libre

Señor mío, dame un corazón humilde y libre, que no esté pegado a la vanidad, a los reconocimientos, a los aplausos. Dame un corazón sencillo, que sea capaz de dar todo, pero dejando a ti la gloria y el honor.

Infunde en mí tu gracia, para que en mi trabajo busque sobre todo tu gloria y el bien de los hermanos, sin obsesionarme en conseguir determinados resultados.

Dame esta libertad, Señor; líbrame del orgullo, para que pueda trabajar intensamente, pero con la santa paz y la inmensa felicidad de un corazón libre.

Te confío todos mis deseos, todos mis sueños, todas mis necesidades. Llena mi insatisfacción interior como tú quieras. No quiero seguir buscando la felicidad a mi manera. Prefiero confiar en tu amor, que me dará lo que necesito de la manera más conveniente.

Te encomiendo, Señor, todo lo que tengo, lo que no tengo y todo lo que estoy viviendo. Te doy las gracias por lo que me estás dando. Dame tu luz cuando no entienda tus designios y cuando no sepa interpretar las cosas que suceden.

Confío en tu Amor, que va más allá de mis límites humanos y que se haga tu voluntad. Amén.

Disponibilidad

Ven Espíritu Santo,
sácame del encierro donde me he clausurado
y abre mi vida a los demás.
Derriba las paredes de mi pequeño yo.

Regálame, Espíritu Santo, el don de la disponibilidad.
Hazme disponible para servir.
Hazme disponible para escuchar.
Hazme disponible para compartir.
Hazme disponible para ayudar.
Hazme disponible para acompañar.
Hazme disponible para consolar.
Hazme disponible para alentar.
Hazme disponible para celebrar.

Ven Espíritu Santo, abre mi corazón cerrado,
para que no esté siempre pensando sólo en mis necesidades y proyectos,
para que aprenda a caminar con los demás, como un verdadero hermano de todos.
Ven Espíritu Santo.
Amén.

Ven Espíritu de Dios Creador

Ven Espíritu de Dios Creador
y visita el hogar de tus fieles.
Haz de su pecho un templo de gracia
con el don de tu presencia santa.

Tú, el amor que consuela a los hijos
como eterno regalo del Padre,
Caridad, fuente viva de gracia,
llama eterna de amor verdadero.

Que tu luz ilumine los ojos
y tu amor se derrame en el alma.
Sé mano vencedora en nuestras luchas,
y sendero que nos guíe los pasos.

Que tus hijos triunfen al mal
y que reine la paz en sus vidas.
Fortalece la fe del creyente
que ha nacido a la vida divina.

Demos gloria por siempre a Dios Padre
y a Jesús triunfador de la muerte,
y al Espíritu, vida del alma,
alabanza y honor para siempre.
Amén.

San Rabano Mauro (siglo IX)

Quédate, Señor

¿Quién sino Tú, que calmaste hasta los mares
Podrá calmar de mi alma, la tempestad?
¿Quién sino Tú, que llenaste soledades,
Podrá dar a mi esperanza, un nuevo hogar?
¿Quién sino Tú, que después de tantos años,
Y a pesar de mis rechazos, sigues dándome tu luz?
¿Quién sino Tú, que a pesar de mis pecados
No te cruzaste de brazos y en tu abrazo descubrí
Que me amaste desde siempre y para siempre?

QUÉDATE, SEÑOR, Y HABITA DE NUEVO EN MI ALMA
QUE SOLA QUEDÓ TRAS MI MARCHA
Y HERIDA POR FALTA DE AMOR.
QUÉDATE, SEÑOR, INÚNDAME CON TU PALABRA
SERENAME, VEN, TRAEME CALMA
QUE QUIERO ENTREGARME A TU AMOR.
QUÉDATE, SEÑOR...

¿Quién sino Tú, que saciaste a multitudes
Podrá alimentar mi alma, que hambrienta está?
¿Quién sino Tú, que curaste uno y mil males,
Podrá sanar mis heridas? ¿Quién sino Tú?
¿Quién sino Tú, que a pesar de estar tan lejos
Caminaste hasta mi encuentro para hacerme descubrir
Que solo Tú eras lo que yo anhelaba?
Y de nuevo intensamente, en tu abrazo descubrí
Que me amaste desde siempre y para siempre....

Fray Nacho

 

ADAPTACIÓN

¿Quién sino Tú, que calmaste hasta los mares,
podrá calmar la tempestad de mi alma?
¿Quién sino Tú, que llenaste soledades,
podrá dar a mi esperanza un nuevo hogar?
¿Quién sino Tú, que después de tantos años
y a pesar de mis rechazos, sigues dándome tu luz?
¿Quién sino Tú, que a pesar de mis pecados,
me amas desde siempre y me amarás para siempre?

Quédate, Señor, conmigo y que yo me quede contigo.

¿Quién sino Tú, que saciaste a multitudes,
podrá alimentar mi alma, hambrienta de amor?
¿Quién sino Tú, que curaste uno y mil males,
podrá sanar mis heridas? ¿Quién sino Tú?
¿Quién sino Tú, que venciste al egoísmo y a la muerte,
me ayudará a afrontar el riesgo y a superar el miedo?
¿Quién sino Tú, que caminaste hasta mi encuentro
para regalarme la Vida nueva que yo anhelaba?

Quédate, Señor, conmigo y que yo me quede contigo,
Tú, mi paz, mi luz, mi fuerza, mi amor, mi Todo.

Adaptación de una canción de Fray Nacho

La sed nos conduce a la fuente

La sed nos conduce a la fuente, Jesús.

La sed de cariño nos conduce a Ti.
Tú eres el amor que se queda cuando todos se van.

La sed de justicia nos conduce a Ti.
Tú eres la fuerza de quienes defienden a los maltratados.

La sed de verdad nos condice a Ti.
Tú nos enseñas que somos hijos de Dios y hermanos.

La sed de bondad nos conduce a Ti.
Tú eres santo y fuente de toda santidad.

La sed de libertad nos condice a Ti.
Tú rompes las cadenas que nos esclavizan.

La sed de paz, nos conduce a Ti.
Tú apaciguas nuestras ansias y temores.

La sed de belleza nos conduce a Ti.
Tú eres el pintor de cada amanecer
y el escultor de los corazones que aman.

La sed de felicidad nos conduce a Ti.
Tú nos regalas una vida nueva ya en esta tierra
y nos prometes una vida plena en el cielo.

Que cada día, Jesús, la sed me conduzca a Ti.

Mi alma tiene sed de Ti

Como busca la cierva corrientes de agua,
como busca pan una niña hambrienta,
como busca calor de hogar un sin-techo,
así mi alma te busca a Ti, Dios mío.
Mi alma tiene sed de Ti, Dios vivo,
Me hiciste el corazón a tu medida
y llenarlo sólo puede tu presencia.

Pero, de vez en cuando, Señor,
tu agua me parece insípida y aburrida.
Me alejo de Ti, fuente de agua viva,
y busco calmar mi sed en cisternas agrietadas:
el consumo, el orgullo, el egoísmo, el placer...
Cisternas que escasamente retienen agua,
aguas estancadas que se contaminan,
y dejan el corazón vacío, solo, amargo.

Y una vez más,
cuando logro superar el orgullo herido,
levanto los ojos hacia Ti, fuente de agua viva.
y encuentro tu mirada amorosa y tus brazos abiertos.
Me ofreces el agua de tu amor y tu perdón,
el agua de la solidaridad, el servicio y la entrega.
Bebo y vuelvo a sonreír agradecido.

Como busca la cierva corrientes de agua,
como busca pan el niño hambriento,
como busca calor de hogar el sin-techo,
así mi alma te busca a Ti, Dios mío.
Mi alma tiene sed de Ti, Dios vivo,
Me hiciste el corazón a tu medida
y llenarlo sólo puede tu presencia.

Espíritu de luz

Ven Espíritu Santo. Tu mirada luminosa todo lo penetra, con paciencia e inmensa compasión. Mis infidelidades no destruyen tu amor, que siempre vuelve a buscarme, para que mi vida espiritual pueda crecer feliz en tu presencia.

Quisiera que todas mis acciones te agraden, que mi vida ya no se aparte de tu santo proyecto para mí, que todo lo que haga refleje tu luz, tu alegría y tu amor.

Pero tú conoces mi debilidad. Por eso te ruego una vez más que me toques con tu poder divino. Sin tu auxilio nada puedo. Ven Espíritu Santo.

No dejes que me dominen las malas inclinaciones. Triunfa en mí, Espíritu Santo. Triunfa con la generosidad, con la alegría, con la pureza, con el perdón. Triunfa con la bondad, con la paz, con el servicio. Triunfa con la esperanza, el fervor, los buenos deseos.

Ven Espíritu Santo, para que no me vuelvan a arrastrar las viejas costumbres, para que no me dominen otra vez las malas inclinaciones, los rencores, la melancolía.

Ven Espíritu Santo, para que todo en mí sea luminoso. Amén.

Corazón de niño

Señor, en mi corazón hay ambición y altanería,
deseos de grandezas y sueños de ser algo que no soy.
¡Con qué facilidad me dejo llevar por todo ello!

Pero también hay humildad, discreción, realismo y agradecimiento.
Señor, ayúdame a buscar serenidad en tus brazos,
la humildad en tu mirada,
la sencillez en tu vida.

Haz que sea tu Espíritu quien sosiegue todas esas voces que me alejan de Ti,
para que así logre abandonarme en Ti ahora y por siempre.

Amas a todos los seres

Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza,
como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra.
Te compadeces de todos, porque todo lo puedes,
cierras los ojos a los pecados de los hombres,
para que se arrepientan.

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho;
si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.
Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido?
¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado?

Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.
En todas las cosas está tu soplo incorruptible.
Por eso corriges poco a poco a los que caen;
a los que pecan les recuerdas su pecado,
para que se conviertan y crean en ti, Señor.

Encajar la muerte

¡Ayúdanos, Señor,
a encajar, poco a poco,
la muerte de las personas que amamos!

Podemos llorar porque se han ido
y podemos sonreír porque han vivido.

Podemos cerrar los ojos y rezar para que vuelvan
y podemos abrirlos y ver todo lo que han dejado.

Nuestro corazón puede estar vacío porque no las podemos ver
y podemos estar llenos del amor que compartimos.

Podemos lamentarnos de nuestra soledad
y podemos estar pendientes de quienes están más solos.

Podemos llorar, cerrar la mente, sentir el vacío, dar la espalda
y podemos hacer lo que les gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir...
esperando el día en que podamos abrazarnos en tu casa del cielo.

¡Ayúdanos, Señor, ayúdanos!

Oración compuesta en base a un poema escocés

Santos y santas de la puerta de al lado

Santas y santos que, mientras están entre nosotros, no saben que lo son. Y cuando dejan este mundo, normalmente, no forman parte del Santoral.

Santas y Santos desconocidos, mínimos, ocultos, sencillos; que se saben pequeños, pero dan amor y misericordia a todos; están por ahí como la levadura en el pan, regalando esperanza en tiempos duros.

Son madres y padres de familia, que trabajan duro, fuera y dentro de casa, y buscan tiempo para jugar con sus hijos. Familias que acogen a quien lo necesita, aunque vivan en cuarenta metros cuadrados, tengan tres hijos y un padre con demencia. Abuelos que abren la puerta a sus hijos, que llegan en paro con los suyos de la mano, poniendo a disposición su pensión de jubilación… ¡A ver si llegamos a fin de mes!

Santos y Santas anónimos que arriesgan sus vidas en la defensa de los que no tienen voz, viéndose atrapados en una maraña de leyes, que los toma por delincuentes en vez de por samaritanos. Santos y Santas que saben compartir y repartir, para que nadie se quede fuera o se sienta extranjero; empeñados en que la justicia llegue a todos, especialmente a quienes son discriminados por su color de piel, su lengua, su cultura, su religión, su sexo, su nivel económico…

Algunos recorren la ciudad de punta a punta, para pasar una hora escuchando a una anciana que vive en soledad absoluta y no habla con nadie. Después van a clase a la universidad.

Hay otros que intentan poner paz en su propia familia dividida y enemistada, viendo que todos pierden, y los niños los que más. Santos y Santas de un lado para otro, clamando por una paz que no llega; pacificando también sus ambientes de trabajo y sus barrios.

Los hay que recorren siete, ocho… diez pueblos, para celebrar misa cada fin de semana, cuando ya suman más de cincuenta años de sacerdocio. Otras dedican sus vidas a la oración y a acoger a quienes tienen sed de infinito.

Hay Santos y Santas que no se dejan corromper por el dinero ni el poder. Eso trae problemas, quedan señalados…

¿Cuántos son?... “Una muchedumbre inmensa, incontable, que procede de toda nación, raza, pueblo y lengua”, mujeres y hombres, niños, adultos y jóvenes...
Gracias por todos ellos, Señor.

Oración compuesta a partir de un texto de Mari Paz López Santos.

Espíritu de amor

Ven Espíritu Santo, ven Dios de amor.
Porque el amor es lo que más necesito.
Porque sin amor soy como una planta seca, sin raíces.
Porque el amor es vida, es fuerza y es calor.
Porque sin amor el corazón se muere de frío.

Ven Espíritu de amor.
Porque el amor del mundo siempre es imperfecto.
Porque es tu amor lo que más necesito.
Porque tu amor es real, es verdadero, es sincero.

Ven Espíritu de amor.
Porque todo mi ser está hecho para el amor.
Porque el amor le da un sentido a todo lo demás.
Porque sin amor, nada podrá hacerme feliz.

Ven Amor infinito.
Porque todos los demás amores son imperfectos,
y me dejan sed del tuyo.
Ven Espíritu Santo.
Amén.

Sembrar con esperanza

Señor Jesús,
nos llamas a sembrar,
a sembrar con esperanza,
aunque el terreno
no sea el mejor
y tenga piedras,
zarzas,
lugares yermos,
pisados caminos
y aves en el cielo al acecho.

Nos llamas a
sembrar,
a sembrar con esperanza,
aunque no podamos controlar
el tiempo,
las lluvias,
las heladas,
los vientos,
las sequías,
ni de los calores
que secan el terreno.

Nos llamas a sembrar,
a sembrar con esperanza,
aunque no entendamos
los procesos de germinación,
ni los milagros encerrados
en la simiente
que lanzamos a la tierra.

Nos llamas a
sembrar,
a sembrar con esperanza,
aunque solo esparza
en los corazones
semillas pequeñas,
semillas sin prestancia,
semillas de mostaza;
pues sabemos que Tú eres
el Señor del campo y de la semilla,
y haces fecunda nuestra tarea.

Nos llamas a
sembrar,
a sembrar con esperanza,
aunque la experiencia nos dice
que hay cosechas que fracasan
a pesar de los cuidados,
aunque, a veces, las preocupaciones
nos hacen pasar las noches en claro,
y nada se soluciona
hasta que descansamos en tu regazo.

Nos llamas a
sembrar,
a sembrar con esperanza.
Cuanta conmigo.
Juntos llenaremos el mundo de flores y frutos,
más bello y fraterno.

Sobre un texto de Florentino Ulibarri

Decidir bien

Aquí estoy otra vez delante de ti, Jesús
buscando respuestas.

Tengo que tomar una decisión importante
y deseo, con todo mi corazón,
hacer tu voluntad, Jesús, y no la mía.

Tú que rezaste al Padre en la noche,
antes de elegir a los apóstoles, ¡guíame!
enséñame a hacer silencio y a escuchar.

Lejos de los ruidos que están fuera y dentro de mí,
en este espacio de silencio, háblame.

Háblame, Señor, con tu infinita dulzura,
incluso si no puedo escuchar tus palabras.
No te rindas y sigue hablándome,
hasta que se abran mis oídos y mi corazón.

Enséñame a escucharte,
en cada estremecimiento del corazón,
en un pensamiento repentino.
a través de la voz de un amigo, un hermano, un extraño..
Aunque ellos no lo sepan,
se convierten en luz, faro, ayuda y guía.

Te doy gracias, Jesús,
porque cada acontecimiento y cada persona
son un instrumento que me permite conocer tu voluntad,
que me indica el camino de la felicidad más grande.
y me hace consciente de cuán grande es tu amor por mí.

Desde mi pequeñez

Ven Espíritu Santo. Sin ti no hay vida que valga la pena. Por eso, desde mis dudas, temores, cansancios y debilidades quiero invocarte.

Ven, Espíritu Santo, a regar lo que está seco, ven a fortalecer lo que está débil, ven a sanar lo que está enfermo.
Transfórmame, restáurame, renuévame con tu acción íntima y fecunda.

Desde mi pequeñez me convierto en mendigo confiado de tu auxilio. Te suplico que vengas a sanarme del egoísmo, de la comodidad, del individualismo.

Libérame de las esclavitudes que enfrían el entusiasmo misionero, para que pueda evangelizar con alegría y coraje inagotable. Amén.

Deseo de crecer

Ven Espíritu Santo, porque todavía llevo algunos sueños dentro de mí, algunos proyectos escondidos, algunos deseos interiores. Son esas inquietudes que me mantienen vivo y despierto.

Ven Señor, para que no se apaguen esos sueños, y para que nazcan otros proyectos nuevos, más bellos todavía.

Porque dentro de mí está siempre clamando ese llamado a crecer que tú has colocado en mi corazón. Y yo sé que si no crezco me debilito, que el agua estancada se echa a perder.

Por eso, ven Espíritu Santo, no permitas que me detenga, que me encierre, que me limite. Estoy llamado a más, y quiero ir por más.

Inúndame con ese empuje divino de tu gracia, para que avance decidido hacia nuevos horizontes. Con serenidad, con mucha paz, sin obsesiones, pero también con un incontenible entusiasmo.

Ven Señor de la vida, ven. Amén.

Responder al mal con bien

Señor, cuando me gritan, me apetece gritar.
Ayúdame a hablar con serenidad y con argumentos.

Cuando me siento atacado, quiero atacar.
Ayúdame a defenderme pacíficamente.

Cuando no me entienden, quiero condenar.
Ayúdame a ver lo positivo de quien no me comprende.

Cuando todos abandonan, quiero desaparecer
Ayúdame a no dejarme llevar por la mayoría.

Cuando muchos roban, también quiero aprovecharme.
Ayúdame a crecer en honestidad y solidaridad.

Cuando cada uno va a lo suyo, tiendo a aislarme.
Ayúdame a luchar por los que más lo necesitan.

En fin, Señor, ayúdame a hacer lo que debo, lo que construye;
aunque no me apetezca, aunque no esté de moda.

Purificar la memoria

Ven Espíritu Santo, y pasa por mi memoria. Mi memoria es un regalo tuyo, que me sirve para recordar tu amor y tus beneficios.

Toma esa memoria para que no me inquieten los malos recuerdos. Quema con tu fuego toda angustia que venga de los recuerdos de mi pasado. Purifica todos mis recuerdos para que no me lastimen ni me torturen.

Ven Espíritu Santo, e ilumina todo mi pasado. Quita de mi interior todo recuerdo que alimente mi tristeza o mis desánimos, y alimenta los recuerdos buenos, esos que me impulsan a seguir adelante y me devuelven la alegría.

Ven Espíritu Santo. Amén.

Poner los medios

Señor, cambiar es difícil, a veces parece imposible.
Los huesos se van endureciendo y pierdo flexibilidad.
Padre bueno, contágiame la fe que tú tienes en mí,
en mis posibilidades de cambiar, de amar más y mejor.

Señor Jesús, ayúdame a encontrar medios concretos,
para que pueda ir cambiar sentimientos, pensamientos, acciones...

Que sepa escuchar tu Palabra, que toca el corazón y la vida,
acercarme a los que sufren y a dejarme afectar por su dolor,
escuchar a quienes me recuerdan lo que no quiero oír,
dejarme contagiar por personas valientes, generosas, sinceras...
frecuentar grupos que no me dejen anquilosarme,
compartir parte de mi tiempo y mi dinero con generosidad,
buscar lecturas y películas que estimulen mis mejores deseos,
pedir ayuda a amigos y, si es necesario, a expertos,
dedicar tiempo al silencio, a la reflexión y a la oración,
para que tu ejemplo de vida me arrastre a hacer lo mismo,
siempre con tu ayuda, pues mis fuerzas son pocas.

Señor, gracias por contagiarme el deseo de amar más y mejor.

Espíritu de paz

Espíritu Santo,
fuente de la paz verdadera, ven.

Pacifica mis miedos.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica mis ansiedades.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica mis obsesiones.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica mis remordimientos.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica mis malos recuerdos.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica mis insatisfacciones.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica mis rencores.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica mis tristezas.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica mis nerviosismos.
Ven Espíritu Santo.

Pacifica toda mi vida.
Ven Espíritu Santo.
Amén.

Espíritu de sabiduría

Ven Espíritu Santo, para que pueda encontrar sabiduría en medio de mis límites, molestias y cansancios. Porque el sol que se pone es tan bello cuando yo estoy sano como cuando yo estoy enfermo.

Ayúdame a valorar la hermosura de las cosas más allá de mis estados de ánimo, ayúdame a disfrutar de lo que me regalas en medio de mis problemas. Porque mi vida no son sólo las dificultades, mi vida es todo lo que pueda experimentar, y cada día tiene su secreta hermosura.

Ven Espíritu Santo, y enséñame a vivir, porque muchas veces sólo puedo mirar lo que me preocupa, lo que me falta, lo que me desagrada, como si no existiera nada más que eso.
¡Y el mundo sigue siendo tan bello, y la vida sigue siendo ese milagro tan precioso

Ven Espíritu Santo, para que ningún día se pierda inútilmente en la negatividad y los lamentos. Ven a cambiar mi forma de vivir, para que pueda reconocer la parte buena de cada día.
Amén.

La música de la vida

Ven Espíritu Santo, y enséñame a escuchar la música de la vida. Toca mis oídos espirituales para que aprenda a gozar esa canción que tú vas creando con cada cosa que me toca vivir.

Ayúdame a apreciar todos los sonidos, y también los silencios, porque también lo que me parece desagradable, puede convertirse en parte de esa bella canción.

Ven Espíritu Santo, ilumina mi vida, para que no me encierre a llorar lo que me falta y lo que he perdido. No dejes que cierre mi corazón a las cosas nuevas que quieres hacer nacer en mí, ven para que me atreva a tomar ese nuevo camino que me propones, cuando los demás caminos se han perdido.

Enséñame a escuchar con el corazón, para que reconozca que, cuando una nota se apaga, comienza a sonar una nota distinta, comienza a vibrar otra cuerda, y la vida continúa.

Ven Espíritu Santo. Amén.

Víctor Manuel Fernández

Espíritu Santo, devuélveme la sonrisa

Ven Espíritu Santo, devuélveme la sonrisa.

Los años me han ido quitando la alegría interior, el gusto de encontrarme con la gente, el entusiasmo ante las cosas nuevas. Necesito que vuelva a brotar espontáneamente la sonrisa. Esa sonrisa sincera, no fingida, que expresa el gusto de vivir y de convivir. Esa sonrisa que manifiesta la esperanza interior, verdadera, real.

Ven Espíritu Santo, para que vuelva a nacer mi sonrisa. Esa sonrisa de los que creen en la vida y en el amor. La sonrisa de los que se dejan querer por Dios, porque saben que ese amor es sano, es bueno, es auténtico y feliz; porque saben que ese amor nunca nos falta, nunca nos abandona.

Ven Espíritu Santo, y en este preciso momento aplaca mi negatividad, sana mi tristeza, ayúdame a relativizar todo lo que me inquieta. Muéstrame que la vida vale la pena, que es posible comenzar algo bello. Para que en este preciso momento, pueda regalarte una sonrisa. Amén.

Víctor Manuel Fernández

Confiar

Señor, auméntanos la fe en la vida,
en esta vida tan injusta y tan fascinante.

Señor, auméntanos la fe en las personas,
en nuestra capacidad de superar el mal y hacer el bien,

Señor, auméntanos la fe en el futuro,
aunque el horizonte se cubra de nubarrones.

Señor, auméntame la fe en mí,
en las capacidades y el amor que me regalas.

Y sobre todo, Señor, auméntanos la fe en Ti,
en tu promesa de acompañarnos siempre
y de asegurarnos un futuro plenamente feliz.

Auméntanos la fe en Ti, Señor,
para que no nos preocupe tanto el dinero y compartamos,
para que nos arriesguemos en la lucha por un mundo mejor,
para que sepamos ver más allá del dolor y la injusticia.

Auméntanos la fe en Ti, Señor,
porque sólo Tú puedes saciar nuestra hambre de amor, de vida plena.

Reaccionar bien

Ven Espíritu Santo, ven a sanar mi manera de reaccionar.
Para que frente a las agresiones reaccione con amor.
Para que frente a las burlas reaccione con comprensión.
Para que frente a las preocupaciones reaccione con la súplica.
Para que frente a los imprevistos reaccione con creatividad.
Para que frente a los fracasos reaccione con la esperanza.
Para que frente a los errores reaccione con constancia.
Para que frente a las desilusiones reaccione con confianza.
Para que frente a los problemas reaccione con paz.
Para que frente a los desafíos reaccione con coraje.
Para que frente a tu amor reaccione con alegría.
Ven Espíritu Santo.
Amén.

Hazme pequeño

Hazme pequeño, Señor, y en tus manos redescubriré la conciencia del amor que tienes por mí.

Recuérdame lo precioso que soy, porque soy tu hijo, recuérdamelo en esos momentos agobiantes en los que no entiendo nada y siento que tu mirada se aleja de mí.

Me gustaría actuar siempre como Tú y contigo, pero el ego, el resentimiento y el orgullo no me dejan amarte y amar como Tú me amas.

Ayúdame a vivir este día con la conciencia de quien sabe que ninguna subida será demasiado pesada y ningún camino demasiado empinado, si tu mano me conduce.

Hazme pequeño y humilde señor. Hazme capaz de estar siempre activo en hacer el bien, nunca el mal; incansable en este trabajo diario.

Ayúdame a confiar y nada ni nadie podrá mantenerme lejos de ti y privarme de la alegría de cada momento de la vida.

Amén.

Espíritu renovador

Ven Espíritu Santo, caricia liberadora, ven.
Ven a pasar por todo mi ser, ven.
Ven Espíritu Santo, ven a tocarlo todo
con ese roce divino que cura.

Ven Espíritu, para que toda mi vida
tome contacto con tu brillo,
con tu cálido rocío, con tu aire fresco.

Ven Espíritu Santo, entra, penetra.
Te doy permiso para invadirlo todo,
para escurrirte como agua feliz
por todos los resquicios de mi interior.

Ven, para que este día,
sea un pedazo de cielo
en la aridez de mi desierto.
Ven, no me abandones, ven.
Amén.

Indiferentes

Señor, ¿cuál es el objetivo principal de mi vida?
¿estoy demasiado concentrado en preservar mi bienestar?
¿soy capaz de ver al hermano y a la hermana en dificultad?
¿soy indiferente ante el drama de quienes no son de mi familia, de mi grupo, de mi país?
¿soy consciente de las injusticias y de las guerras provocadas por los intereses de unos pocos y sufridas por los más pobres y vulnerables?

Enséñanos a no separar el amor a Dios y el amor al prójimo.

Danos entrañas de misericordia para sentir compasión por el sufrimiento de los hermanos y las hermanas, para acercarnos, tocar sus llagas, compartir sus historias, para manifestarles concretamente la ternura que Dios les tiene.

Ayúdanos a hacernos prójimo de todos los viandantes apaleados y abandonados en los caminos del mundo, para aliviar sus heridas y llevarlos al lugar de acogida más cercano, donde se les pueda atender en sus necesidades.

Concédenos tu Espíritu para trabajar seriamente en la construcción de un mundo más justo, donde todos puedan acceder a los bienes de la tierra, donde todos tengan la posibilidad de realizarse como personas y como familias, donde los derechos fundamentales y la dignidad estén garantizados para todos.

Danos fuerza, en fin, para comprometernos en la edificación de la familia humana, según tu plan original, revelado en Jesucristo: todos hijos tuyos, todos hermanas y hermanos.

Actuando así, restauraremos su humanidad… ¡y la nuestra!

Inspirada en la homilía de Francisco en ela JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2020

Reconocer las miserias

Ven Espíritu Santo, a limpiar mis miserias.

No quiero que mis debilidades y pecados me quiten la alegría, la fuerza, la energía, el empuje de mi entrega. No quiero que mis errores me detengan y me debiliten. Porque tú tampoco lo quieres. Pero necesitas que reconozca mis pecados y no te los oculte, para así poder sanarme. Esperas que mire con claridad mis errores, sin excusas. No te agrada que me paralicen los escrúpulos y la culpa, pero esperas que reconozca ante ti mis caídas, para poder liberarme.

Ven Espíritu Santo, no puedo ocultarte nada. Todo está claro y patente ante tu mirada que todo lo ve, que me penetra por completo. Todo lo sabes, y no tiene sentido que intente escapar avergonzado. Tu amor me espera con infinita ternura para quemarlo todo en ese fuego abrasador. Límpiame una vez más Espíritu Santo, porque quiero hacer de mi vida una ofrenda cada día más bella. Amén.

Saber esperar

Ven, Espíritu Santo, y enséñame a esperar.

Porque las cosas que deseo no llegan rápidamente, enséñame a esperar.

Porque no puedo pretender que los demás cambien de un día para el otro, enséñame a esperar.

Porque yo mismo voy cambiando muy lentamente, enséñame a esperar.

Porque la vida tiene sus estaciones y todo llega a su tiempo, enséñame a esperar.

Para que acepte que no estoy en el cielo sino en la tierra, enséñame a esperar.

Para que no le exija a este día lo que no me pueda dar, enséñame a esperar.

Para que reconozca que el mundo no puede estar a mi servicio, enséñame a esperar.

Ven Espíritu Santo, y enséñame a aceptar que muchas cosas se postergan, para que valore lo que la vida me propone ahora, aunque sea pequeño, aunque parezca poco, ven Espíritu Santo, enséñame a esperar. Amén!

Víctor Manuel Fernández

Respirar y rezar

En medio de mis trabajos y agobios,
miro al cielo y respiro.

Cuando no comprendo nada,
rezo, te siento cerca y respiro.

Cuando no puedo más,
tú me das amigos y respiro.

Cuando me siento encadenado,
me ayudas a liberarme y respiro.

Que mis palabras den esperanza
y den respiro al desilusionado.

Que mis obras  y gestos alivien
y den respiro al sobrecargado
y construyan una sociedad más respirable.

Y cuando no haya nada que hacer o decir,
que mi amor y mi cercanía den respiro
a los más cercanos y a cuantos más lo necesitan.

Al que no tiene...

Señor, Jesús,
hoy tu palabra me sabe amarga;
no me sabe a buena noticia:
AL QUE TIENE SE LE DARÁ
Y AL QUE NO TIENE SE LE QUITARÁ HASTA LO POCO QUE TIENE.

Ayúdame a comprender esta advertencia:
Si no muevo las piernas, acabaré paralítico.
Si no hago nada por aprender, olvidaré hasta lo poco que sé.
Si no me comunico con nadie, antes o después me quedaré solo.
Si cada día rezo menos, no te sentiré a mi lado.
Si no hago nada por mejorar la sociedad, todos saldremos perdiendo.

Señor, ahora descubro la buena noticia:
He recibido mucho de ti: muchas capacidades, muchos talentos, mucho amor, mucha fuerza...
Qué sepa valorar, trabajar y multiplicar tus dones
y ponerlos al servicio de los que más sufren, al servicio de tu Reino.

Amarte más que a nada, más que a nadie

Señor, ¿cómo voy a amarte más que a mis padres, si ellos se han sacrificado tanto por mí y me lo han dado todo?
¿Cómo voy a amarte más que a mi pareja, si nos queremos con locura, si parece imposible amar con más fuerza?
¿Cómo voy a amarte más que a mis hijos, si cada día les doy lo mejor de mí y daría mi vida por ellos, sin pensarlo dos veces?
¿Cómo voy a amarte más que a mis hermanos y amigos, si yo no sería nada sin ellos?

Señor, ayúdame a darme cuenta de que mis padres, mi pareja, mis hijos, hermanos y amigos son un regalo tuyo;
que su amor es sólo un pequeño reflejo del gran amor que Tú sientes por mí.
Señor, ayúdame a experimentar que cuando me dejo amar por ti y cuando te amo sobre todas las cosas, mi corazón se ensancha y pacífica, y, así, puedo amar sin exigir a los demás lo que sólo Tú me puedes dar, puedo amar más y mejor a mis padres, a mi pareja, a mis hijos, hermanos y amigos.

Señor, ayúdame a fiarme de tu palabra y a disfrutar la vida nueva que sólo Tú me ofreces.

Llegas de día, llegas de noche

Llegas de día, llegas de noche.
Se te espera por la puerta, llegas por la ventana.
Te buscamos con alegría, llegas con tu cruz.
Estamos de guardia, nos llamas desde dentro.
Rastreamos huellas, llegas por senderos nuevos.

Llegas en la abundancia
y más todavía en la pobreza.
Llegas cuando triunfamos
y nos acompañas en los fracasos.
Llegas cuando eres deseado
y te presentas cuando no se te espera.

Llegas en el silencio
y en el áspero y abrasador viento.
Llegas también en la multitud y el ruido.
Llegas para dormirnos y para despertarnos.
Llegas a través de todas las caras que encontramos
a lo largo del día en nuestro camino.

Llegas en el desierto de manantiales inciertos,
en las estepas de desconocidos pozos,
en los bosques frondosos en que nos perdemos,
en las altas cumbres que hollamos,
y en los valles que nos dan vértigo.

Llegas a cada instante.
Llegas en cada lugar.
Allí donde estamos, estás.

Fiel a tu palabra
ya estás esperándonos.


Florentino Ulibarri