sábado, 9 de mayo de 2020

Indiferentes

Señor, ¿cuál es el objetivo principal de mi vida?
¿estoy demasiado concentrado en preservar mi bienestar?
¿soy capaz de ver al hermano y a la hermana en dificultad?
¿soy indiferente ante el drama de quienes no son de mi familia, de mi grupo, de mi país?
¿soy consciente de las injusticias y de las guerras provocadas por los intereses de unos pocos y sufridas por los más pobres y vulnerables?

Enséñanos a no separar el amor a Dios y el amor al prójimo.

Danos entrañas de misericordia para sentir compasión por el sufrimiento de los hermanos y las hermanas, para acercarnos, tocar sus llagas, compartir sus historias, para manifestarles concretamente la ternura que Dios les tiene.

Ayúdanos a hacernos prójimo de todos los viandantes apaleados y abandonados en los caminos del mundo, para aliviar sus heridas y llevarlos al lugar de acogida más cercano, donde se les pueda atender en sus necesidades.

Concédenos tu Espíritu para trabajar seriamente en la construcción de un mundo más justo, donde todos puedan acceder a los bienes de la tierra, donde todos tengan la posibilidad de realizarse como personas y como familias, donde los derechos fundamentales y la dignidad estén garantizados para todos.

Danos fuerza, en fin, para comprometernos en la edificación de la familia humana, según tu plan original, revelado en Jesucristo: todos hijos tuyos, todos hermanas y hermanos.

Actuando así, restauraremos su humanidad… ¡y la nuestra!

Inspirada en la homilía de Francisco en ela JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2020