sábado, 9 de mayo de 2020

Santos y santas de la puerta de al lado

Santas y santos que, mientras están entre nosotros, no saben que lo son. Y cuando dejan este mundo, normalmente, no forman parte del Santoral.

Santas y Santos desconocidos, mínimos, ocultos, sencillos; que se saben pequeños, pero dan amor y misericordia a todos; están por ahí como la levadura en el pan, regalando esperanza en tiempos duros.

Son madres y padres de familia, que trabajan duro, fuera y dentro de casa, y buscan tiempo para jugar con sus hijos. Familias que acogen a quien lo necesita, aunque vivan en cuarenta metros cuadrados, tengan tres hijos y un padre con demencia. Abuelos que abren la puerta a sus hijos, que llegan en paro con los suyos de la mano, poniendo a disposición su pensión de jubilación… ¡A ver si llegamos a fin de mes!

Santos y Santas anónimos que arriesgan sus vidas en la defensa de los que no tienen voz, viéndose atrapados en una maraña de leyes, que los toma por delincuentes en vez de por samaritanos. Santos y Santas que saben compartir y repartir, para que nadie se quede fuera o se sienta extranjero; empeñados en que la justicia llegue a todos, especialmente a quienes son discriminados por su color de piel, su lengua, su cultura, su religión, su sexo, su nivel económico…

Algunos recorren la ciudad de punta a punta, para pasar una hora escuchando a una anciana que vive en soledad absoluta y no habla con nadie. Después van a clase a la universidad.

Hay otros que intentan poner paz en su propia familia dividida y enemistada, viendo que todos pierden, y los niños los que más. Santos y Santas de un lado para otro, clamando por una paz que no llega; pacificando también sus ambientes de trabajo y sus barrios.

Los hay que recorren siete, ocho… diez pueblos, para celebrar misa cada fin de semana, cuando ya suman más de cincuenta años de sacerdocio. Otras dedican sus vidas a la oración y a acoger a quienes tienen sed de infinito.

Hay Santos y Santas que no se dejan corromper por el dinero ni el poder. Eso trae problemas, quedan señalados…

¿Cuántos son?... “Una muchedumbre inmensa, incontable, que procede de toda nación, raza, pueblo y lengua”, mujeres y hombres, niños, adultos y jóvenes...
Gracias por todos ellos, Señor.

Oración compuesta a partir de un texto de Mari Paz López Santos.