sábado, 5 de marzo de 2016

Me amas, me conoces y me llamas

Señor, tú llamaste a Abraham, a Moisés, a Samuel, a Jeremías...
a cada uno lo llamaste por su nombre.

Jesús, tú también llamaste a tus apóstoles por su nombre.

Y a mí también me llamas por mi nombre.
(dejo que resuene la voz de Dios en mi corazón, llamándome por mi nombre).

Me llamas por mi nombre, porque me conoces, me conoces mejor que yo mismo.

Conoces mi capacidad de amar, de trabajar, de entregarme, de escuchar y compartir; esas capacidades que tú me diste y me ayudas a desarrollar, esas virtudes que alegran tu corazón.

Conoces también mis miserias, mis egoísmos, mi individualismo, el orgullo que me aparta de ti y los hermanos. Conoces mi pobreza ¿y me sigues llamando?

Sí. Me amas tal como soy y cuentas conmigo. Y me repites lo mismo que dijiste a San Pablo: tu fuerza se muestra perfecta en mi debilidad. A través de mi pobreza se hace presente la grandeza de tu amor.

Señor, ayúdame conocerme y amarme. Dame fuerza para responder a tu llamada. Amén.