lunes, 25 de julio de 2022

Peregrinos

Todos somos peregrinos
a veces sin saberlo.
Estamos de paso
en la historia,
en las vidas que se cruzan,
y en lugares que habitamos.
No los poseemos.
No los dominamos.
No los retenemos.
Solo podemos agradecer
el tiempo que se nos da,
los nombres amados,
la misión recibida.
Peregrinos, nunca solos,
rodeados del Misterio
y abiertos a lo eterno.
Nuestra huella, si acaso,
ha de dejar sembradas
semillas de fe y justicia.
En nuestro viaje
toma cuerpo
una encarnación distinta
que culminará, ya resucitados,
en el último abrazo,
con todos los caminantes
que ya han llegado a la meta.

(José María R. Olaizola, sj)

Zebedeos

Como la madre de los Zebedeos, tampoco nosotros te conocemos. A veces nos dirigimos a Ti como si fueras un emperador o el genio de los tres deseos. Nos olvidamos de que Tú no tuviste donde reposar la cabeza y moriste sin nada en una cruz. Pedimos honores en vez de pedir capacidad para amar y servir, como Tú y Contigo. Decimos ser tus discípulos, pero no queremos vivir a tu estilo y cargar con tu cruz.

Como la madre de los Zebedeos, también a veces creemos que Dios tiene hijos de primera y de segunda: los que están a su lado, por sus propios méritos, y los que están en las periferias del cielo, por misericordia. Cura nuestra mundanidad, Señor, y ayúdanos a crecer en fraternidad, en una fraternidad de mujeres y hombres, todos distintos y todos iguales en dignidad.

Tienes razón. No sabemos lo que pedimos, porque andamos desorientados: te conocemos escasamente, ansiamos lo que no nos conviene y no sabemos cuál es el Camino de la Vida, de la vida feliz en esta tierra y de la eterna bienaventuranza en el cielo.

¡Conviértenos, Señor, como a Santiago y a Juan! ¡Y que nosotros nos dejemos convertir, como ellos!

Trigo y cizaña

Señor Jesús, gracias porque no te cansas de sembrar;
porque llamas a tantos hombres y mujeres, ciudadanos del Reino,
que siembran su trabajo y su amor en el surco del mundo.
Gracias por invitarme a ser sembrador y buena semilla.

Ayúdanos a descubrir las semillas de cizaña, de discordia,
sembradas en los corazones, las familias, la Iglesia y la sociedad;
para no acogerlas, ni abonarlas, ni difundirlas ni sembrarlas.
Perdóname, porque yo también he sembrado cizaña.

Gracias por asegurarnos que al final brillará el bien y la bondad.
Ayúdanos a mantener y a comunicar esta esperanza al mundo.

sábado, 23 de julio de 2022

Ver a Jesús

Señor Jesús, Tú conoces mi pequeñez y mi pecado;
pero, aun así, me siento muy afortunado:
Yo también te he visto, he sentido tu cercanía…
en muchas personas que lo dan todo con alegría,
en la fuerza que me has dado en tantos momentos,
en la humildad de quienes saben apoyarse en ti y en los hermanos.
en la ternura de los niños y los ancianos,
en la tenacidad de quienes trabajan por la justicia,
en la Palabra que me descubre caminos nuevos,
en el pan de la mesa y en el pan del altar,
en la misericordia de tu perdón gratuito,
en la belleza y grandeza de la creación,
en el amor que busca el bien del otro…
 
Por eso, más allá de mis limitaciones y torpezas,
quiero darte gracias por dejarte ver tantas veces
y anunciaré que Tú eres la razón de mi alegría,
la fuente de mi esperanza y de mi amor. Amén.

No hacerse esperar

Señor Jesús, Tú siempre tienes el corazón abierto y la voluntad dispuesta para acercarte a quien te necesita. Aunque no siempre nos das lo que te pedimos, nunca te haces esperar, para acompañarnos, darnos la mano y levantarnos, como a la suegra de Simón. Señor, ¡que sepamos llamarte cuando estamos en peligro, con la confianza en que Tú jamás defraudas! Dame fuerzas para superar la barrera de la pereza y de la indiferencia, de modo que sepa acercarme, acompañar y servir con amor al prójimo; como Tú y Contigo.
 
Señor Jesús, Tú también tuviste el corazón siempre abierto al Padre. Rezabas por la noche, de madrugada, en los momentos más felices y en los más dolorosos. Dame fuerza para vencer el orgullo y la desesperanza, de modo que sepa rezar al Padre en todo momento, en toda circunstancia; como Tú y Contigo. Amén.

No tienen vino

No tienen vino,
no tienen pan.
Haced lo que Él os diga.
Mi Hijo se encargará.

Danos tu mirada,
Madre de la humanidad,
para que estemos atentos
a toda necesidad.

No tienen vino,
no tienen pan.
¡Quién ofrece su vida
se convierte en vino y pan!
¡Quién ofrece su vida
se convierte en vino y pan!

Ixcis


Odres nuevos

Nos gusta ser libres, que nadie nos condicione;
pero aceptamos poco a las personas que rompen moldes.
Preferimos que la gente no se salga del carril de la costumbre.
Confundimos fidelidad con hacer siempre lo mismo.

Señor, ayúdanos a no hacer las cosas por rutina,
a pensar el sentido y las consecuencias de lo que hacemos,
a plantearnos nuevos modos de convivir, de trabajar, de rezar.
Enséñanos la sabiduría de “a vino nuevo, odres nuevos”.

Que el Espíritu nos ayude a descubrir qué hemos de cambiar
en la Iglesia, en las parroquias y en nuestros grupos.
Muéstranos cómo ser fieles a Ti en una realidad que cambia,
para que podamos transmitir mejor a todos tu palabra y tu amor.
Amén.

Dureza de corazón

Te duele, Jesús, nuestra dureza de corazón
para tratar con humanidad a los que sufren,
para acoger a quienes vienen de lejos sin nada,
para reconocer el bien que hacen otros,
para ayudar y para pedir ayuda,
para luchar contra la injusticia,
para defender la verdad con respeto,
para tratar a las personas como hermanas,
para abrir nuestro corazón a tu amor y tu perdón,
para trabajar decididamente por tu Reino.
 
Transforma, Señor, mi corazón de piedra
Cura mis parálisis y perdona mis pecados.
Dame un corazón de carne, que sepa amar,
Como Tú y Contigo. Amén.

Contra el Espíritu Santo

Señor Jesús,
Tú buscas a los pecadores y les abrazas,
Tú eres la misericordia en persona,
Tú diste la vida para salvar a todos.
Nos ofreces tu perdón setenta veces siete.
Pero a veces el orgullo o la desesperación nos aíslan,
despreciamos la mano que nos puede salvar,
y caemos en un hoyo, cada vez más profundo.
 
¡Que nunca nos encerremos en nuestros errores!
¡Que sepamos pedir ayuda y dejarnos ayudar!
¡Que nunca demos un portazo a tu Espíritu de vida!
¡Que no demos la espalda al nos quiere de verdad!
¡Que siempre estemos abiertos a tu amor,
y dispuestos a pedir y a acoger tu perdón!
Amén.

Mujer y extranjera

¡Me impresiona el amor de esta mujer!
Siendo mujer y extranjera se atreve a acudir a Ti.
No le importan tus palabras desconcertantes.
Pide una y otra vez la salud de su hija.
Es constante y humilde en su petición.
Ama a su hija y tiene fe en Ti. Eso le basta.
¡Qué grande es su fe! Le dijiste.
Y su hija se vio liberada del demonio.
 
Señor, aumenta mi amor por los que sufren:
por los más cercanos y por los que vienen de lejos.
Que busque soluciones con valentía y arrojo,
y no me rinda ante los problemas que surjan.
Que sepa pedirte y pedir ayuda con humildad.
Que no deje de confiar plenamente en Ti,
también cuando me sienta olvidado o maltratado.
Y, si Tú no me concedes lo que te pido,
que sepa estar abierto a tu providencia sorprendente,
que nunca defrauda. Amén.

Rezar con los ojos

Señor, Jesús, enséñame a rezar con los ojos,
a decírtelo todo con una mirada al cielo.

Que, como Tú, levante los ojos al cielo,
al comenzar un trabajo importante,
antes de decir una palabra decisiva,
cuando no sé qué hacer o qué decir,
en medio de mis dificultades y agobios.

Que levante los ojos al cielo,
cuando no comprendo nada, para recibir luz;
cuando no puedo más, para obtener fuerza;
cuando me siento encadenado, para liberarme;
cuando me muerde la soledad, para sentir tu cercanía;
cuando todo va bien, para darte gracias.
Amén.

Obreros a la mies

Señor, Dios nuestro,
envía mujeres y hombres laicos,
que trabajen por la fraternidad en el mundo;
envía sacerdotes entregados,
que sirvan a las comunidades cristianas;
envía religiosos y religiosas,
que nos recuerden la absoluta grandeza de Dios;
envíame, Señor, en mi pobreza,
a construir tu Reino, como Tú y Contigo.
Amén.

¿Quién decís que soy yo?

Señor Jesús,
mucha gente no sabía quién eras.
Te confundían con Juan Bautista, con Elías, con un profeta.
No sabían exactamente quien eras,
pero todos descubrieron en Ti algo especial.
 
Me pregunto qué pensarán de mí mis amigos,
qué pensarán de los cristianos quienes no lo son.
¿Descubrirán en nosotros una pizca de tu libertad?,
¿percibirán tu amor por los más pequeños?
¿verán alguno de tus gestos de servicio?
Al vernos, ¿se sentirán animados a confiar en Dios Padre?,
¿notarán la alegría de sentirnos amados por Ti?
¿podrán aprender que merece la pena dar la vida?
 
Señor, cambia nuestros pensamientos, sentimientos y acciones;
para que cada día seamos una transparencia más clara de tu amor.

Negarse a sí mismo

Señor Jesús, enséñame a negarme a mí mismo,
a no dejarme llevar por mis deseos caprichosos,
para amar sin medida, como Tú y Contigo;
como esa madre que se deja la vida cuidando a su hijo enfermo, alcohólico o toxicómano;
como los misioneros y misioneras que lo dan todo –incluso la vida– por los más pobres;
como esas personas que arriesgan su fama, sus bienes y su vida, por construir un mundo más justo y fraterno;
como tantos hombres y mujeres que buscan primero la justicia y después sus intereses.
 
Padre, dame fuerza para negarme todo lo que me separa de ti y de los hermanos,
para que pueda disfrutar de la alegría de la fraternidad y el gozo de sentirme tu hijo querido. Amén.

¡Qué bien se está aquí!

Señor, cuánto disfrutamos en muchos momentos:
cuando estamos a gusto con un amigo querido
o con esa persona que sabe contagiarme confianza,
cuando nos desahogamos con nuestras amigas,
cuando disfrutamos caminando por el monte,
mirando al mar, al horizonte o a las estrellas;
cuando me siento en paz en tu presencia..
¡Querría que el tiempo se detuviese para siempre!
 
Gracias por tantos momentos de felicidad y paz,
que nos llenan el corazón de energía y esperanza,
para afrontar el trabajo, las dificultades, la cruz;
para esperar la luz después de cada oscuridad.

Que también yo sepa ofrecer amor y ánimo
a quienes se sienten solos y sin fuerzas.
Amén.

Amad a vuestros enemigos

Señor Jesús, me impresiona tu misericordia desde la cruz: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”.
Me conmueven las personas que no se dejan invadir por el rencor y tratan de ayudar a quienes han hecho daño a sus seres queridos.
Me anima el testimonio de los que no pueden perdonar y piden a Dios fuerza para poder hacerlo en el futuro.
Me sobrecoge caer en la cuenta de que también yo he sido amado y perdonado por Ti y por otras personas, cuando menos lo merecía.
 
Gracias por tu palabra, Jesús: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian”;
porque, aunque a veces me resulte imposible cumplir esta palabra, has puesto en mi corazón el deseo de vivirla, como el único camino que puede superar la tristeza y el dolor, que provocan el rencor y la violencia. Amén.

Ayuno y oración

¿Por qué no podemos vencer a tantas fuerzas,
que nos hacen infelices y nos enfrentan unos a otros?
¿Por qué nos resulta tan difícil cambiar nuestra vida?
¿Por qué nos cuesta tanto construir un mundo nuevo?
 
Nos sobra frivolidad, nos falta oración.
Nos sobra vanidad, nos falta fe.
Nos sobra orgullo, nos falta humildad.
Nos sobran personalismos, nos falta comunión.
Nos sobra miedo, nos falta valentía.
Nos sobra consumismo, nos falta austeridad.
Nos sobra superficialidad, nos falta profundidad.
Nos sobra desesperanza, nos falta confianza.
Nos sobra egoísmo, nos falta amor.
 
Señor, somos tus discípulos, Tú eres el Maestro.
Queremos trabajar, luchar y vivir como Tú y Contigo.
Amén.

Coherencia

Señor, concédenos crecer en coherencia.
para no escandalizar a los pequeños y sencillos.
 
Que no hablemos de amor con ira.
Que no hablemos de igualdad desde la superioridad.
Que no hablemos de bien común y busquemos sólo nuestros intereses.
Que no hablemos de solidaridad sin compartir con los pobres.
Que no hablemos de justicia sin trabajar por ella.
Que no hablemos de vida sin proteger la de los más vulnerables.
Que no hablemos de pluralidad sin acoger al diferente.
Que no hablemos de humildad sin reconocer errores.
Que no hablemos de alegría sin estar cerca de los que sufren.
Que no hablemos de valentía sin arriesgarnos por nadie.
 
Señor, perdona nuestras incoherencias.
Danos fuerza para no escandalizar a los pequeños;
para contagiarles esperanza, amor y confianza. Amén.

Como niños

Señor, delante de ti, yo quiero ser sólo un niño.
Quiero despojarme, Señor, de mis pretensiones y vanidades;
quiero ver las cosas como son, con simplicidad,
sin las complicaciones que traen los años.

Quiero correr hacia Ti con absoluta confianza
y acurrucarme en tu corazón, como una niña,
que busca a su madre tras darse un susto
Quiero mirarte a los ojos amorosos
y descansar en paz.

Señor, deseo apoyarme sólo en tu amor
y llenarme de la alegría de haber hallado tu amor.
Tu amor es la casa que me tienes preparada;
y entro en ella sin que me avergüence mi pecado;
sólo deseo habitar en tu casa todos los días de mi vida.

Tú nunca me vas a echar,
sólo me pides que crea en tu amor,
que me atreva a vivir en tu amor,
Que nunca me falten la humildad y la confianza de los niños;
para que el orgullo y los desengaños nunca me separen de ti.
Que pueda amarte con todo el corazón
y compartir tu amor con los más pequeños. Amén.

Discípulos

Señor, dame alma de discípulo, humilde y abierta,
para aprender de Ti y de tantas personas sabias y santas.

Sólo así podré ser un árbol sano que da frutos sanos,
sólo así podré ayudar eficazmente a los demás,
sólo así crecerá el amor y la paz en el corazón
y de lo que rebosa del corazón, hablará mi boca.
Amén.

Salvarse

Señor, deseamos disfrutar la felicidad más grande.
Queremos construir la salvación con nuestro esfuerzo
o merecerla a base de largos rezos y buenas obras.

Pero la salvación es un regalo gratuito tuyo.
Nos salva tu cercanía, que nunca nos abandona.
Nos salva tu amor, más fuerte que la muerte.
Nos salva tu perdón, siempre dispuesto a abrazarnos.

Sólo tenemos que acercarnos a Ti, como la cananea;
sólo tenemos que abrirte el corazón, como la samaritana;
sólo tenemos que pedir tu misericordia, como el buen ladrón;
sólo tenemos que acoger tu perdón, como la prostituta;
sólo tenemos que compartir generosamente, como Zaqueo.

No permitas que el orgullo y el dinero nos separe de Ti;
para que no nos alejemos tristes, como el joven rico.
Tú lo puedes todo, Señor.

Echar en cara

Señor Jesús,
cuando nos sentimos poco atendidos por personas queridas,
recordamos los sacrificios realizados por ellas.
A veces incluso les echamos en cara nuestros desvelos.
También recordamos a Dios lo que hemos hecho por Él.
Nos cuesta amar gratuitamente.
 
Cuando nos sintamos así, recuérdanos cuánto nos amas;
susúrranos que Tú no te dejas ganar nunca en generosidad,
haznos ver que nos amas antes de que lo podamos merecer,
recuérdanos que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por Ti y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna.
Amén.

Tentaciones

Yo te pido:
convierte en pan las piedras
para acabar con el hambre de tantos.
Y tú me contestas:
Te he dado el mundo
para sembrar mi justicia.

Yo te tiento:
Quiero que pruebes tu presencia,
para vencer a los escépticos.
Y tú me respondes:
Que hable de mí
tu amor.

Yo te planteo:
Quiero atesorar riquezas
para construir tu Reino.
Y tú me dices:
Estoy
en tus manos desnudas.

Semillas de justicia,
amor en las obras
y manos vacías.
He ahí tu camino.

No me dejes caer
en la tentación de los atajos.

(José María R. Olaizola, sj)

No hacer

Señor, ¡cuántas veces nos conformamos con no hacer el mal!
No robamos, no matamos, no hacemos la guerra…
Pero pasamos de largo ante quien tiene hambre,
no tenemos tiempo para los enfermos o los encarcelados,
no acogemos al forastero que busca pan y paz para los suyos.

Perdona mi “no hacer”, por pereza, comodidad o indiferencia.
Dame luz y fuerza para “hacer lo posible”, aunque parezca inútil;
para aportar mi granito de arena, junto con tantas personas buenas,
que no pasan de largo y dedican tiempo y cariño a los que sufren.
Amén.

Rezad así

Señor Jesús, Tú que nos revelas el amor del Padre,
danos fuerza para vivir como hermanos y hermanas,
mujeres y hombres iguales en dignidad y en derechos,
llamados a compartir talentos, saberes y riquezas,
a colaborar y a servirnos unos a otros, por amor.

Que cada vez que recemos “Padre” sintamos tu cercanía
y cuando digamos “Nuestro” se ensanche nuestro corazón,
para amar a todas las personas como Tú y Contigo;
para defender los derechos de quienes sufren discriminación,
por su sexo, su pobreza, su nacionalidad, su edad, su enfermedad…

Que a fuerza de rezar el Padre Nuestro,
crezca la fraternidad y la mutua colaboración
entre todos los hombres y mujeres del mundo. Amén

Dar fruto

Señor, a veces creo que mi vida no tiene sentido;
parece que no aporto nada, que no doy fruto…
Entonces me invade la angustia y la desesperanza.
Me encierro en mi tristeza y no me dejo ayudar.
 
Señor, ayúdame a reconocer mis capacidades;
a darme cuenta del amor y el cariño que he dado;
las lágrimas que he compartido con los que lloran,
las sonrisas, los abrazos y el tiempo que he regalado.
 
Sigue regando mi vida con tu amor y tu perdón;
abóname con la generosidad de tanta gente buena;
ábreme al bien de mis hermanos que sufren
y hazme sentir el gozo de amar, compartir y servir,
como Tú y Contigo, Señor. Amén.

Consagración de a humanidad al Corazón de María

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.

Discordias y discordias

Señor Jesús,
tu forma de ser y vivir provocó discordias.
unos a favor, otros en contra.
 
Gracias por las personas que crean discordia,
por su trabajo en favor de la igualdad y la justicia;
por querer construir un mundo de hermanos y hermanas:
Gandhi, Mandela, Malala Yousafzai, Teresa de Calcuta…

Perdona tantas discordias y luchas
provocadas por buscar únicamente mi provecho,
por los intereses egoístas de tantos pueblos y personas.

Que busque la paz siempre, como Tú, Señor,
y que si, en algún momento, provoco discordias,
no sea por otra razón que por trabajar por tu Reino.
Amén.

Asombro y apertura

¡Qué poca capacidad de asombro tenemos, Señor!
Desechamos lo que no cabe en nuestra cabeza.
Criticamos a las personas que no siguen la costumbre o la moda.
En el fondo, creemos ser la medida del mundo.
Así limitamos a los demás y nos reducimos a nosotros mismos.

Danos un corazón y una mente abiertos,
para acoger la grandeza de tu amor, siempre más grande,
para recibir la sabiduría sorprendente de tu palabra,
para aprender de cada persona que camina a nuestro lado,
para disfrutar de la belleza inconmensurable de tu creación.

Señor, a pesar de mi pequeñez, tengo hambre de infinito.
Que sepa crecer cada día en humildad y en apertura. Amén.

Compartir lágrimas

Señor Jesús, conoces bien nuestro dolor,
la pena que provocan las ausencias, la soledad, el miedo,
la impotencia de no saber cómo echar una mano,
la inquietud ante el futuro que nos espera…

Conoces el sufrimiento de todos tus hijos e hijas.
Para muchos, el Viernes Santo no ha terminado.
Tu cruz sigue siendo una realidad actual, muy presente…
en los pueblos castigados por la guerra, el hambre, las injusticias..
en tantas personas, más acostumbradas a sufrir que a gozar.

Señor, Jesús, sabemos que Tú estás siempre a nuestro lado.
Ayúdanos a descubrirte y a recibir tu consuelo y tu paz.
Que no nos encerremos en el dolor o en el bienestar,
que nuestro corazón esté abierto a los menos afortunados
y sepamos compartir las lágrimas de los que lloran.

Sufrimos y lloramos, pero nuestras lágrimas son pasajeras.
Sabemos que Tú has resucitado de entre los muertos
y que la resurrección es una fuerza imparable,
que convierte el mal en bien, la muerte en vida,
y nos va transformando en mujeres y hombres nuevos.

Reconocemos la presencia del Espíritu en muchas personas,
creyentes y no creyentes; niños, jóvenes, adultos y ancianos,
que trabajan y dan su vida por el bien de todos,
que inventan nuevas formas de cercanía y amor,
que defienden, con palabras y obras, a los últimos.

También sabemos que esta vida, tan bonita y, a la vez, tan injusta,
desembocará en el mar de la vida auténtica, plenamente feliz;
donde nadie estará triste, ni tendrá que llorar,
gozaremos continuamente de tu amor de padre y de madre,
y disfrutaremos de la alegría de la perfecta fraternidad.

Por compartir nuestras lágrimas, gracias, Jesús.
Por alentar nuestra esperanza, gracias Jesús.

Al mundo entero

Señor, me impresiona la valentía y la humildad de los primeros cristianos. Contaban tus palabras y tus acciones, comunicaban cómo tu amor les había cambiado la vida. Y lo hacían con valentía, sin temer a nadie, y con humildad, sin creerse mejor que nadie.
 
Que también mis palabras suenen a buena noticia y mis gestos tengan sabor a evangelio, a buena noticia, sobre todo para las personas que sufren, para quienes ya no pueden más, para los hombres y mujeres que buscan una razón o un motivo para seguir creyendo y amando. Amén.

Impulsados por el Espíritu

Señor Jesús, Tú nos has regalado tu Espíritu.

Que estemos atentos a sus inspiraciones.
Que nos dejemos mover por su fuerza.
Que sepamos aprender de su sabiduría.
Que Él vuelva nuestros pasos hacia Dios.
Que lo acojamos como el mejor huésped.
 
¡Ven Espíritu de Dios sobre tu pueblo!
Aunque a veces seamos débiles y torpes,
queremos ponernos a tu disposición.
Toma nuestra voz para animar y consolar.
Toma nuestras manos para acariciar y levantar.
Toma nuestro cuerpo para trabajar y amar.
 
Gracias por poder colaborar contigo,
para bendecir a tantas personas necesitadas.
Amén.

Cansados y agobiados

¡Cuántas personas cansadas y agobiadas, a nuestro alrededor!

Mujeres que están pendientes y cuidan 24 horas a sus familias.
Hombres que no tienen empleo o que trabajan demasiado.
Jóvenes que no saben qué hacer con sus fuerzas y su futuro.
Personas ancianas desgastadas por tantas luchas y desengaños.
¡Cuántas veces, Señor, a mí también me vencen los agobios!
 
Y cuántas personas, Señor, aliviando fatigas, como Tú y contigo.
No tienen una vida fácil, pero no pasan de largo del que sufre.
Regalan su sonrisa, su tiempo, su amistad, su esperanza, su fe…
Gracias por esos millones de mujeres y hombres samaritanos.
Gracias por ese amigo y esa hermana que me cuidan tan bien.
Gracias porque puedo hacer más llevadera la vida de mis prójimos.
Amén.

Echad la red

Señor Jesús, Cristo resucitado,
Tú te hiciste presente en el trabajo de tus discípulos,
en aquella noche de tanto esfuerzo y de escaso resultado.
Ellos trabajaban en sus barcas y con sus redes.
Tú trabajabas en sus corazones.
 
Abre nuestros ojos, para que descubramos tu presencia
en la vida cotidiana, en las labores de cada día;
en el esfuerzo de las personas que trabajan a nuestro lado;
en los compañeros y compañeras que están pendientes unos de otros;
en el dolor de quienes no pueden trabajar;
en la rabia de las personas explotadas y maltratadas;
en el compromiso de quienes pretenden trabajo digno para todos;
en los empresarios que luchan para mantener empleos decentes;
en los economistas que ponen a las personas en el centro del proceso productivo…
 
Sigue trabajando en mi corazón y en mi vida, Señor.
Muéstrame caminos nuevos en el trabajo y la convivencia cotidiana.
Recuérdame que Tú cuentas conmigo, a pesar de mis negaciones y torpezas;
para cuidar a tu rebaño, a tu gente, a las personas más débiles;
para encender y avivar esperanza en quienes se sienten fracasados;
para compartir el amor y la misericordia que Tú has derrochado conmigo.
Amén.

Interesados o egoístas

Señor, a veces me muevo buscando solo mi interés egoísta.
Me acerco a quien me puede ayudar.
Rezo pidiendo solo por mis intenciones.
Me alejo de quien puede criticarme.
Trabajo en lo que es rentable económicamente.
Hablo buscando aplauso y reconocimiento.
Callo la verdad, si me puede causar problemas.
 
Señor, que el motor de mi vida sea el amor:
el amor que tú me regalas a manos llenas,
el amor que tantas personas me ofrecen,
el amor que, agradecido, quiero darte y dar a otros.
 
Señor, que no me olvide nunca de todo lo que recibo,
para que sepa decirte ¡gracias! con la oración y la vida.
Amén.

Yo soy el Pan de Vida

Señor, gracias por las personas buenas como el pan,
que contagian vida y alegría allá por donde pasan,
a pesar de sus limitaciones, enfermedades y problemas.

Señor, gracias por ser nuestro pan en la Eucaristía.
por regalarnos tu cercanía y tu Palabra de vida,
por saciar nuestra hambre de amor y de esperanza.

Señor, danos un corazón compasivo y generoso,
para ser pan que alimenta y agua que refresca,
para compartir la vida que Tú nos regalas a manos llenas.
Amén.

Alimentarse bien

Es verdad, Señor, tenemos que alimentarnos bien,
es bueno cuidar el cuerpo con comida saludable.
hemos de alimentar la inteligencia con buenos libros.
 
Aun es más importante cuidar nuestro corazón,
con el mejor alimento: tu Palabra, tu Cuerpo, tu Amor.
Así tendremos vida, vida nueva, vida abundante.
Así comenzaremos a saborear aquí la vida eterna.
 
Tú has querido hacerte nuestro mejor alimento;
un alimento, que nos transforma, desde dentro,
para que permanezcamos unidos al Padre
y para cuidar con detalle a todos los hermanos,
como Tú y Contigo. Amén.

Transparencia de Dios

Señor Jesús,
Tu corazón es ternura y tus manos expresan ternura.
Tu corazón está abierto a todos y tus pies se acercan a los últimos.
Tu corazón es comunión y tus obras buscan la fraternidad de todos.
Tu corazón es misericordia y regalas tu perdón a quienes te lo pedimos.
Tu corazón es Amor y amas siempre, con todo tu ser.
Tu eres el Salvador y continuamente nos ofreces una vida nueva.
 
Señor Jesús,
que sepa creer más en las obras que en las palabras de las personas.
Gracias por los hombres y mujeres que dan testimonio de tu amor con su vida,
dedicándose a los demás, denunciando injusticias, levantando la confianza...
 
Señor Jesús,
que mis obras y mis palabras sean expresión de mis mejores deseos;
que no busque mi interés egoísta ni provoque enfrentamientos;
que sea constructor de fraternidad y de esperanza,
como Tú y contigo.
Amén.

Recibir a Jesús

Señor, estas palabras tuyas me recuerdan a esa niña que esperaba tu visita y, para poder acogerte, despedía a las personas que se acercaban a ella, diciéndoles: “Lo siento, no puedo atenderte, estoy esperando a alguien muy importante”. Pasaron las horas y los días y la niña comenzó a entristecerse, porque Tú no llamabas a su puerta. Poco a poco comprendió que Tú te haces presente en cada persona, más o menos simpática; en cada acontecimiento, más o menos agradable. Poco a poco entendió que Tú también habitabas en su corazón.
 
Señor, gracias por visitarme continuamente, gracias por hacer morada en mi corazón. Gracias por darme siempre tu luz, sobre todo a través de la vida, de las buenas obras de tantas personas que, aún sin pretenderlo, mi animan a seguir tu camino, a acercarme a quien me necesita, a hallar fuerza y esperanza en el encuentro contigo. Amén.

No se turbe vuestro corazón

¿Por qué se me turba el corazón, Señor?

Por la incertidumbre, el miedo, el sentimiento de culpa, el fracaso;
se turba porque quiero tener el control sobre las personas y las cosas;
llego a creer que puedo garantizar mi futuro, mi salud, el bienestar de mis seres queridos...
 
Perdona y cura mi ansia de controlar, de creerme Dios y no criatura.
Aumenta mi fe, Señor, en Ti, en tu amor, que nunca falla.
Aumenta mi fe en el amor que recibido y en el que puedo dar.
Que el amor que recibo serene mi espíritu agitado
y que al amor que ofrezco alivie a quienes están agobiados.
Amén.

viernes, 22 de julio de 2022

Magdalena

Gracias, Jesús, por comunicar tu resurrección, en primer lugar, a una mujer sencilla. Gracias por poner el valor en la persona que agradece y ama, que se conmueve y llora, que se la juega por serte fiel siempre, también en el calvario y junto al sepulcro.

Que sepamos aprender, mujeres y hombres, de María Magdalena y de tantas mujeres que lloran por amor, vencen el miedo por amor y luchan por la justicia y la paz por amor.

Que sepamos mirar, valorar y confiar en las mujeres, Jesús, como Tú y Contigo. Que luchemos, con tu fuerza, contra cualquier clase de discriminación y desigualdad contra las mujeres y contra cualquier ser humano. Amén.

Amar

Señor Jesús, el amor es el camino de la felicidad,
el amor es el camino que nos conduce al Padre.
Tú nos lo has enseñado con palabras y con la vida:
amarse unos a otros, amarse mutuamente.
 
Que no pongamos excusas al amor.
Que no antepongamos nada al amor.
Aunque nos sintamos pequeños o indignos,
que abramos el corazón para recibir amor,
de ti y de tantas personas que nos quieren bien.

Aunque nuestro amor sea pequeño y frágil,
que abramos el corazón de par en par,
para amarte y para amar a las personas,
especialmente a las que sufren desamor,
a las que no se atreven a dejarse amar.

Señor Jesús, que sepamos amarnos unos a otros;
como Tú y Contigo.

Si os amáis

Si hacemos celebraciones preciosas, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.

Si organizamos perfectamente las parroquias, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.

Si tenemos iglesias bien cuidadas, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.

Si acompañamos a los que sufren, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.

Si repartimos bienes con los pobres, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.

Si anunciamos el Evangelio con entusiasmo, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.

Si nos comprometemos por el pueblo o el barrio, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.

Si renovamos la catequesis, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.

Señor Jesús, cura mi individualismo y mi frialdad.
Que descubra y agradezca los dones de los hermanos y hermanas.
Que sepa amarlos, como Tú y Contigo. Amén

Espíritu maestro

Espíritu de Dios…

Enséñame la humildad y la gratitud
de vivir contento con lo que tengo,
de agradecer cada encuentro.

Enséñame que solo se vive en cristiano
cuando se tiende la mano al que sufre,
se busca sin fin al perdido y se abre la casa al de fuera.

Enséñame esa ley misteriosa de la vida
de que abrazar lo nuevo exige soltar lo gastado.

Recuérdame que Dios me quiere
sin límite, sin medida, sin fecha de caducidad.

Recuérdame, una y otra vez, que todos somos hermanos,
que no hay nadie que quede fuera de la fraternidad.

Recuérdame, en fin, que el paso del tiempo
no gasta las cosas ni mata los sueños
que tienen aroma de eternidad.

Severino Lázaro, sj (adaptación)

Sin mí no podéis

Señor Jesús, cura nuestra fiebre de orgullo,
que nos lleva a creernos personas todopoderosas,
a no reconocer que hemos recibido todo lo que tenemos,
a actuar por nuestra cuenta, sin pedirte luz y fuerza,
a cerrarnos a la ayuda de tantas personas buenas y sabias.

Señor, danos un corazón sabio, un corazón humilde;
para que sepamos reconocer nuestra pequeñez
y nos abramos al gozo de crecer y trabajar contigo.
Que sepamos acoger tu gracia en la buena gente que nos rodea;
en el silencio de la oración y en la celebración de los sacramentos;
en los deseos más hondos y limpios de nuestros corazones;
en la comunidad de los que queremos amarte y seguirte.
Amén.

Amar es darse

Señor Jesús, Tú eres amigo de verdad.
Te acercaste a nosotros y llamaste a nuestra puerta.
A pesar de nuestros fallos, nos elegiste para formar parte de tu comunidad.
Compartiste tus secretos, tu proyecto, tu Palabra.
Nos invitaste a transmitir contigo el amor entrañable del Padre,
a construir un mundo más fraterno para todas las personas.
Nunca nos obligaste a nada. Respetas nuestra libertad más que nadie.

Nos mostraste en qué consiste la amistad verdadera.
Te arrodillaste ante nosotros y lavaste nuestros pies y nuestras almas.
Elegiste el camino del amor, aunque te acarreara problemas.
Cargaste con nuestras vidas heridas, como el buen samaritano.
No te apartaste de la cruz, para mostrarnos el amor más grande:
el amor que da la vida por los amigos, sin reservarse nada;
el único amor que nos salva de la soledad, la desesperanza, el miedo…

Señor, gracias por tantos hombres y mujeres que aman como Tú,
que están pendientes e todo lo que ocurre a su alrededor,
que aparecen con una muleta cuando hay alguien que cojea,
con el hombro y un pañuelo cuando alguno está triste,
con una oración cuando la vecina tiene problemas,
que regalan la vida, el amor y la alegría que han recibido de Ti.
¡Ayúdame a vivir así la amistad! Como Tú y Contigo.

Pacíficos y pacificadores

Dios Padre nuestro, Padre de la humanidad,
que has creado a las personas,
para que podamos convivir en armonía,
para que disfrutemos de tu Paz,
una paz construida sobre la verdad y la justicia,
una paz asentada sobre la comprensión y el perdón.
 
Te damos gracias,
por todos los hombres y mujeres pacíficos y pacificadores
que no ahogan sus deseos de paz,
que se dejan mover por tu Espíritu de paz,
para sustituir el odio por el amor,
la desconfianza por la comprensión,
la indiferencia por la solidaridad.
 
Acuérdate, Padre de misericordia,
de todos aquellos que padecen, sufren y mueren
en el parto de un mundo más fraterno.
 
Y abre todavía más nuestro corazón,
a las necesidades concretas de todas las personas
a fin de que podamos ser
constructores de la verdadera paz. Amén.

Hacer daño

Señor Jesús, cuando la avaricia, la lujuria o el rencor invaden nuestro corazón, podemos hacer cualquier cosa o utilizar cualquier medio, para tener más dinero o más poder, para poseer a la persona deseada, para hacer daño a quienes nos han perjudicado.

A veces, incluso utilizamos lo más sagrado: tu nombre, para cumplir nuestros peores deseos. Así ha sucedido en la historia y así sucede en la actualidad. Todavía hoy hay personas que declaran guerras santas o matan en tu nombre; ven el sufrimiento de pueblos enteros y dicen “Dios lo ha querido”.

También yo a veces confundo lo que quiero y deseo con tu voluntad. También yo he utilizado el Evangelio para criticar, para condenar y para hacer daño. He tomado tu nombre en vano. Te pido perdón.

Señor Jesús, que jamás use tu nombre para hacer daño, que no confunda nunca mi voluntad con la tuya, que no olvide nunca que tu deseo es dar vida, vida nueva, vida plena, incluso a los que te hacen daño. Amén.

María Madre

María, fuiste madre de Jesús.
Te imagino, mirando y cuidando a tu hijo, recién nacido;
sorprendiéndote ante sus primeras palabras y sus primeros pasos;
enseñándole a rezar y a captar tanto la belleza como las injusticias del mundo;
conservando en tu corazón tantos gestos de cariño;
aceptando con confianza la personalidad misteriosa de ese niño;
siguiendo las noticias de su predicación, a veces con alegría, en otros momentos con preocupación.

Te imagino al pie de la cruz de tu Hijo, desafiando habladurías y peligros,
acompañándolo en la hora del sufrimiento y la muerte;
aceptando la nueva misión que Jesús te confiaba:
ser madre de Juan, de los discípulos, de la Iglesia naciente, de la humanidad.

Te imagino, acompañando con ternura a esos primeros discípulos, tristes y miedosos,
alentando en ellos la esperanza de la resurrección,
abriendo sus corazones para recibir al Espíritu de Jesús,
empujándoles con ternura a la misión encomendada.

María, sigues siendo Madre,
mi madre, Madre de la Iglesia, Madre de la gran familia humana.
Sigues al pie de tantas cruces: tristezas, maltratos, guerras, hambre, desesperanza…
Sigues acercándonos a Jesús, cuando no encontramos el camino.
Sigues ayudándonos a ser madres pacientes, delicadas, fieles… de quienes más sufren.

Gracias por ser Madre. Gracias por tantas madres que me han cuidado y ayudado a crecer en alegría, amor y esperanza. Amén.

Sal y luz

Enséñame a ser sal de la tierra y luz del mundo.
Ayúdame a regalar una sonrisa a quien nunca la ha tenido.
a hacer volar un rayo de sol hasta allí donde reina la noche.
a descubrir una fuente y hacer que se bañe en ella quien vive en el fango.
a tomar una lágrima y ponerla en el rostro de quien nunca ha llorado.
a tomar el valor y ponerlo en el ánimo de quien no sabe luchar.
a descubrir la vida y contársela a quien no sabe captarla.
a tomar la esperanza y compartirla con quien se siente fracasado
a tomar la bondad y dásela a quien no sabe dar.
a acoger el Amor y dárselo a conocer al mundo. Amén.

Equipaje ligero

Mi equipaje será ligero,
para poder avanzar rápido.
Tendré que dejar tras de mí la carga inútil:
las dudas que paralizan
y no me dejan moverme.
Los temores que me impiden
saltar al vacío contigo.
Las cosas que me encadenan y me aseguran.
Tendré que dejar tras de mí
el espejo de mí mismo,
el “yo” como únicas gafas,
mi palabra ruidosa.
 
Y llevaré
todo aquello que no pesa:
Muchos nombres con su historia,
mil rostros en el recuerdo,
la vida en el horizonte,
proyectos para el camino.
Valor, si tú me lo das,
amor, que cura y no exige.
Tú, como guía y maestro,
y una oración que te haga presente:
 
“A ti, Señor, levanto mi alma, en ti confío,
no me dejes. Enséñame tu camino,
Mira mi esfuerzo. Perdona mis faltas.
Ilumina mi vida, porque espero en ti".
 
José M. R. Olaizola

Por qué nos has tratado así

Padre, me impresiona la escena de Jesús perdido y hallado en el templo.

Me impresiona la fuerza de la vocación de Jesús, a los 12 años, que se sabe tu Hijo querido, que te ama con todo el corazón y se ocupa “de tus cosas”; que se queda entre los maestros para preguntarles y escucharles, y así entender lo que por primera vez ha visto y oído en el gran templo de Jerusalén, tan distinto de la sinagoga de Nazaret. ¡Padre bueno, ayúdame a vivir mi vocación con decisión, con alegría, con generosidad, con pasión, como Jesús y con Jesús!

Me impresiona la actitud responsable, sincera y orante de María. Responsable, porque se dedica a buscar al niño Jesús; sincera, porque no le oculta su disgusto y le pregunta “por qué nos has tratado así”; orante, porque conserva en su corazón todo lo sucedido, malentendido incluido, para que Tú, poco a poco, le ayudes a ver claro. ¡Padre bueno, ayúdame a vivir los conflictos y malentendidos, como María y con María!

En tu corazón de madre nos refugiamos, Santa María. Contigo encontraremos respuestas a nuestras preguntas y fuerza para vivir enamoradamente nuestra vocación.

Mirar atrás

Siento el deseo de ser misionera, pero primero debo acabar la carrera.
Me gustaría rezar todos los días, pero otras tareas urgentes me ocupan.
Quisiera compartir una parte de mi dinero, pero antes tengo que pagar la casa.
Desearía dedicar tiempo a mis padres, pero tengo tanto que hacer.
Me gustaría tener un empleo más enriquecedor, pero no quiero perder la seguridad del que tengo.
Siento la llamada a trabajar por los demás, pero sin renunciar a ninguna de mis aficiones.
 
Gracias por las personas que optan decididamente por Ti, por tu Reino, por las personas más necesitadas.
Gracias porque nunca he quedado defraudado cuando he renunciado a mis planes para seguir los tuyos.
Sigue calentando mi corazón, ensanchando mi mente y moviendo mis pies, para seguir tus llamadas y construir tu Reino, como Tú y Contigo.

Caminantes ligeros

Jesús,
has puesto el pie en el polvo del camino.
y unos hombres y mujeres te han seguido.
No llevas nada.
La alforja la has dejado en casa. Ya no tienes casa.
No llevas nada, los dineros no pesan en tu bolso.
Una túnica para el viento y para la lluvia,
Vas sin cosas, peregrino,
y vas llamando a seguirte.
Seguirte, seguirte solo.
Sin llevarse apenas nada.

Caminante de corazón pobre y libre,
¿por qué llevas sólo amor?
Para disfrutar de la providencia del Padre.
Para que nada ni nadie nos aparte de la misión.
Para que podamos amar gratuitamente,
sobre todo a quienes más lo necesitan.
Amén.

Sálvanos

Señor Jesús,
a veces parece que nos hundimos,
nuestra fe se tambalea
nuestro amor se enfría,
nos cuesta salir de casa y sentirnos pueblo,
no nos duelen las injusticias,
vemos menos personas en las iglesias,
parece que tu Evangelio no interesa.

Pero nosotros hemos sentido tu cercanía,
y hemos experimentado tu amor.
Nos has salvado de la tristeza,
has pacificado nuestros corazones
y nos has abierto al bien de quienes sufren.
Nos has dado hermanas y hermanos,
para que nos apoyemos mutuamente,
para disfrutar en comunidad la alegría de la fe.

¡Sálvanos, Señor!
Enséñanos a comunicar tu buena noticia.
con una sonrisa en los labios
y mucho amor en las manos.
Amén.

Poder de aliviar

Gracias, Señor, porque has compartido con nosotros tu poder de aliviar los sufrimientos y mejorar la vida de las personas.
 
Gracias por las mujeres y los hombres, niños, jóvenes y adultos, que utilizan habitualmente este poder, en la familia, en el trabajo, en su trabajo de voluntariado, en su compromiso social y político. Gracias por las personas que se dedican a cuidar, curar, enseñar, acompañar, escuchar, abrazar, amar… a quienes más sufren, aunque sean criticadas, juzgadas y castigadas por ello.
 
Dame la gracia de reconocer que yo también tengo ese poder y de ejercitarlo sin descanso, para bien de las personas y gloria tuya. Amén.

Por costumbre o por una razón

Señor, hacemos muchas cosas por costumbre o porque nos gustan; sin pensar, sin saber su sentido, sin darnos cuenta de sus consecuencias para nosotros mismos y para los demás.
¿Por qué comemos determinados alimentos? ¿Cómo y para qué cuidamos nuestro cuerpo? 
 
¿Por qué vemos televisión? ¿Por qué trabajamos tanto o tan poco? ¿Por qué descuidamos con tanta facilidad nuestra vida espiritual? ¿Por qué tenemos un estilo de vida tan individualista? ¿Cómo y para qué utilizamos el dinero? ¿Qué espacio tienen en mi vida las personas que más sufren?
 
Ayúdame a responder estas y otras preguntas, Jesús. Ayúdame a saber prescindir de tantas costumbres absurdas que hay en mi vida. Ayúdame a adaptar mis hábitos y rutinas, para ir creciendo en humanidad y solidaridad, en salud y alegría, en una relación más profunda contigo y con las personas que me rodean. Amén.

Tu fe te ha curado

Señor, gracias por el regalo de la fe,
que abre mi vida a tu presencia.

Tu cercanía me salva de la soledad.
Tu ternura cura mi dureza de corazón.
Tu humildad sana mis aires de grandeza.
Tu perdón me libera de la severidad.
Tu verdad me rescata de tanta mentira.
Tu mirada me libra de mis miedos.
Tu palabra aleja de mí la desesperanza.
Tu fuerza rompe mis ataduras.
Tu llamada me saca de la comodidad.
Tu oración me libra del orgullo.
Tu amor me cura de la indiferencia
Tu vida me salvará de la muerte.

Gracias, Señor, por el regalo de la fe.
Que sepa acogerlo, cuidarlo y agradecerlo.
Amén.¡Buenos días! TU FE TE HA CURADO.

Cuidado con la gente

Jesús, Tú nos adviertes: “¡Cuidado con la gente!”.
La gente es capaz de cosas injustas, incluso crueles.
La gente puede denunciar a personas buenas que resultan incómodas.
La gente puede criticar a quienes más trabajan por los demás.
La gente prefiere que nadie destaque sobre la mediocridad.
La gente se deja engañar con facilidad, sobre todo cuando le interesa.
La gente busca su interés, olvidando el bien de todos.
 
Pero, ¿quién es la gente, Señor?
La gente son los demás y la gente soy yo.
Cuando pienso sólo en mí, puedo hacer mucho daño.
Perdona mi falta de atención en lo que hago y digo;
perdona mis excesos y defectos en el trato con las personas.
Dame sabiduría para no dejarme llevar por la superficialidad imperante.
Te pido tu fuerza para seguir humanizando este mundo, para construir tu Reino, aunque pueda sufrir críticas, traiciones y perjuicios.
Como Tú y Contigo, Jesús.

Buen samaritano

Señor Jesús, Tu nos lo has enseñado:

la vida eterna se hace presente en esta vida temporal.
La vida eterna crece cuando me dejo curar y cuidar,
cuando rompo mis planes para cuidar y curar a otros.
 
La vida eterna crece con el sacrificio de tantas personas
que dedican su vida al cuidado de padres, vecinos,
hijos enfermos o desorientados, personas marginadas…
 
Gracias por tantos hombres y mujeres que aman de verdad,
aunque les duelan los huesos, las piernas y la propia vida.
Ellas convierten esta tierra en un pedacito de cielo.
 
Dame fuerza para ser como ellas, para ser buen samaritano;
como Tú y Contigo. Amén.

Convertirse

¡Cuánto nos cuesta convertirnos, Jesús!
No nos dejamos transformar
por la belleza de la creación,
por la ternura de un bebé,
por la bondad de tantas personas,
por la sabiduría de tu palabra,
por la grandeza de tu amor,
por el regalo de tu perdón,
por la paz que me da tu cercanía,
por el dolor de quienes sufren,
por la fidelidad de los amigos,
por la alegría de la fe compartida,
por el gozo de la solidaridad,
por esas conversaciones que tocan el corazón
por tantas experiencias inolvidables,
por tantos milagros cotidianos.

Que no nos pierda el miedo a cambiar,
ni las voces que nos aseguran que no podemos,
ni el temor a entrar en nuestro interior,
ni la fascinación de las riquezas y el poder,
ni el deseo de una vida fácil y cómoda,
ni tantas cosas pequeñas que nos alejan de una vida grande.

¡Danos un corazón abierto, que pueda convertirse!

Así te ha parecido bien

Padre bueno, sabemos que Tú eres muy grande; que Tú sabes más que nosotros, que tú ves más y mejor a cada persona y a la humanidad en su conjunto; que amas mucho más que nosotros, que buscas nuestro bien mucho más que nosotros, que gobiernas el mundo, respetando nuestra libertad, mucho mejor de lo que podríamos hacer nosotros…
 
Lo sabemos, pero aun así, nos revelamos, no entendemos cómo permites ciertas cosas, incluso nos enfadamos contigo, enfados que tú encajas con comprensión y ternura, como una madre o un padre soportan con paciencia los enfados de un hijo, al sentirse menos querido o menos favorecido que el resto de sus hermanos…
 
Perdona nuestra arrogancia y orgullo. Danos un corazón humilde, como el de tantas personas sencillas que se emocionan ante tu presencia, que sienten tu fuerza para vencer el pecado, que se conmueven con el dolor ajeno, que lloran por la guerra de Ucrania o de Siria, aunque no sepan dónde está en el mapa. Danos un corazón humilde, Señor.

Familia de Jesús

Señor Jesús, a pesar de todos mis errores y vacilaciones, quiero estar cerca de ti, quiero formar parte de esa gran familia de mujeres y hombres que cada día tratan de cumplir la voluntad del Padre; que buscan el bien de sus prójimos y de las personas que sufren; que, aunque no te conozcan, siguen los dictados de su conciencia.
 
Gracias por abrirme la puerta de tu amistad, de tu familia, de tu comunidad. Ensancha mi corazón reducido, para poder acoger, abrazar y alentar los esfuerzos de tantas personas que en mi pueblo o ciudad, o en el último rincón del mundo, construyen tu Reino de fraternidad, de justicia y verdad, de amor gratuito y de paz. Amén.

Siembra

Siembra,
lo importante es sembrar
-poco, mucho, todo -
el grano de la esperanza.

Siembra tu alegría,
para que resplandezca
a tu alrededor.

Siembra tu energía,
para enfrentar con fortaleza
las batallas de la vida.

Siembra tu coraje,
para alentar el coraje
de los otros.

Siembra tu entusiasmo,
tu fe o tu amor.

Siembra las cosas mínimas,
aquello que parece no contar.

Siembra y ten confianza:
cada grano enriquecerá
un rinconcito de la tierra.

Acusar

 ¡Cuánto nos gusta acusar, Señor!
Digo: “No respetan las normas”, pero ¿yo las cumplo siempre?
Digo: “Contaminan la naturaleza”, pero ¿acaso yo no la contamino?
Digo: “No respetan la vida”, pero ¿yo cuido a las personas más vulnerables?
Digo: “No tienen formación”, pero ¿cuánto tiempo dedico a leer?
Digo: "Son individualistas", pero, ¿comparto con otros mis proyectos, mis alegrías y dificultades?
Digo: “Son insolidarios”, pero ¿no podría yo compartir más?
Digo: “Rezan poco”, pero ¿yo procuro momentos de encuentro contigo?
Digo: “Son corruptos”, pero ¿acaso yo no utilizo trampas?
Digo: “Son incoherentes”, pero ¿yo siempre hago lo que digo?
Digo y critico tantas cosas en los demás…

Perdóname y dame fuerza para no criticar con frivolidad.
Que mis palabras y mis obras busquen siempre el bien del hermano.
Que tu amor me vaya purificando de la amargura y la severidad.
Que todo en mi vida sea para gloria tuya, Señor. Amén.

Ver, oír y entender

Oímos y vemos lo que queremos, Señor. A veces no creemos ni lo que vemos, cuando nos remueve, cuando exige un cambio en nuestra forma de actuar. No veo mis errores ni los problemas de mi familia, de mis amigos o de la sociedad, cuando requieren un compromiso por mi parte.

En cambio, creemos y difundimos noticias inventadas, cuando coinciden con nuestras opiniones y prejuicios, cuando tranquilizan nuestra conciencia. En fin, Señor, nos defendemos de todo lo que nos inquieta y exige convertirnos.

Ayúdanos a aceptar la realidad tal y como es, aunque nos incomode. Enséñanos a ver y a escuchar la vida con el corazón. Danos tu luz para intuir lo que tú nos quieres decir a través de los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de quienes más sufren. Amén.