Todos somos peregrinos
a veces sin saberlo.
Estamos de paso
en la historia,
en las vidas que se cruzan,
y en lugares que habitamos.
No los poseemos.
No los dominamos.
No los retenemos.
Solo podemos agradecer
el tiempo que se nos da,
los nombres amados,
la misión recibida.
Peregrinos, nunca solos,
rodeados del Misterio
y abiertos a lo eterno.
Nuestra huella, si acaso,
ha de dejar sembradas
semillas de fe y justicia.
En nuestro viaje
toma cuerpo
una encarnación distinta
que culminará, ya resucitados,
en el último abrazo,
con todos los caminantes
que ya han llegado a la meta.
(José María R. Olaizola, sj)
lunes, 25 de julio de 2022
Peregrinos
Zebedeos
Como la madre de los Zebedeos, tampoco nosotros te conocemos. A veces nos dirigimos a Ti como si fueras un emperador o el genio de los tres deseos. Nos olvidamos de que Tú no tuviste donde reposar la cabeza y moriste sin nada en una cruz. Pedimos honores en vez de pedir capacidad para amar y servir, como Tú y Contigo. Decimos ser tus discípulos, pero no queremos vivir a tu estilo y cargar con tu cruz.
Como la madre de los Zebedeos, también a veces creemos que Dios tiene hijos de primera y de segunda: los que están a su lado, por sus propios méritos, y los que están en las periferias del cielo, por misericordia. Cura nuestra mundanidad, Señor, y ayúdanos a crecer en fraternidad, en una fraternidad de mujeres y hombres, todos distintos y todos iguales en dignidad.
Tienes razón. No sabemos lo que pedimos, porque andamos desorientados: te conocemos escasamente, ansiamos lo que no nos conviene y no sabemos cuál es el Camino de la Vida, de la vida feliz en esta tierra y de la eterna bienaventuranza en el cielo.
¡Conviértenos, Señor, como a Santiago y a Juan! ¡Y que nosotros nos dejemos convertir, como ellos!
Trigo y cizaña
Señor Jesús, gracias porque no te cansas de sembrar;
porque llamas a tantos hombres y mujeres, ciudadanos del Reino,
que siembran su trabajo y su amor en el surco del mundo.
Gracias por invitarme a ser sembrador y buena semilla.
Ayúdanos a descubrir las semillas de cizaña, de discordia,
sembradas en los corazones, las familias, la Iglesia y la sociedad;
para no acogerlas, ni abonarlas, ni difundirlas ni sembrarlas.
Perdóname, porque yo también he sembrado cizaña.
Gracias por asegurarnos que al final brillará el bien y la bondad.
Ayúdanos a mantener y a comunicar esta esperanza al mundo.
sábado, 23 de julio de 2022
Ver a Jesús
No hacerse esperar
No tienen vino
No tienen vino,
no tienen pan.
Haced lo que Él os diga.
Mi Hijo se encargará.
Danos tu mirada,
Madre de la humanidad,
para que estemos atentos
a toda necesidad.
No tienen vino,
no tienen pan.
¡Quién ofrece su vida
se convierte en vino y pan!
¡Quién ofrece su vida
se convierte en vino y pan!
Ixcis
Odres nuevos
Nos gusta ser libres, que nadie nos condicione;
pero aceptamos poco a las personas que rompen moldes.
Preferimos que la gente no se salga del carril de la costumbre.
Confundimos fidelidad con hacer siempre lo mismo.
Señor, ayúdanos a no hacer las cosas por rutina,
a pensar el sentido y las consecuencias de lo que hacemos,
a plantearnos nuevos modos de convivir, de trabajar, de rezar.
Enséñanos la sabiduría de “a vino nuevo, odres nuevos”.
Que el Espíritu nos ayude a descubrir qué hemos de cambiar
en la Iglesia, en las parroquias y en nuestros grupos.
Muéstranos cómo ser fieles a Ti en una realidad que cambia,
para que podamos transmitir mejor a todos tu palabra y tu amor.
Amén.
Dureza de corazón
Contra el Espíritu Santo
Mujer y extranjera
Rezar con los ojos
Señor, Jesús, enséñame a rezar con los ojos,
a decírtelo todo con una mirada al cielo.
Que, como Tú, levante los ojos al cielo,
al comenzar un trabajo importante,
antes de decir una palabra decisiva,
cuando no sé qué hacer o qué decir,
en medio de mis dificultades y agobios.
Que levante los ojos al cielo,
cuando no comprendo nada, para recibir luz;
cuando no puedo más, para obtener fuerza;
cuando me siento encadenado, para liberarme;
cuando me muerde la soledad, para sentir tu cercanía;
cuando todo va bien, para darte gracias.
Amén.
Obreros a la mies
¿Quién decís que soy yo?
Negarse a sí mismo
¡Qué bien se está aquí!
Que también yo sepa ofrecer amor y ánimo
Amad a vuestros enemigos
Ayuno y oración
Coherencia
Como niños
Señor, delante de ti, yo quiero ser sólo un niño.
Quiero despojarme, Señor, de mis pretensiones y vanidades;
quiero ver las cosas como son, con simplicidad,
sin las complicaciones que traen los años.
Quiero correr hacia Ti con absoluta confianza
y acurrucarme en tu corazón, como una niña,
que busca a su madre tras darse un susto
Quiero mirarte a los ojos amorosos
y descansar en paz.
Señor, deseo apoyarme sólo en tu amor
y llenarme de la alegría de haber hallado tu amor.
Tu amor es la casa que me tienes preparada;
y entro en ella sin que me avergüence mi pecado;
sólo deseo habitar en tu casa todos los días de mi vida.
Tú nunca me vas a echar,
sólo me pides que crea en tu amor,
que me atreva a vivir en tu amor,
Que nunca me falten la humildad y la confianza de los niños;
para que el orgullo y los desengaños nunca me separen de ti.
Que pueda amarte con todo el corazón
y compartir tu amor con los más pequeños. Amén.
Discípulos
Sólo así podré ser un árbol sano que da frutos sanos,
Salvarse
Señor, deseamos disfrutar la felicidad más grande.
Queremos construir la salvación con nuestro esfuerzo
o merecerla a base de largos rezos y buenas obras.
Pero la salvación es un regalo gratuito tuyo.
Nos salva tu cercanía, que nunca nos abandona.
Nos salva tu amor, más fuerte que la muerte.
Nos salva tu perdón, siempre dispuesto a abrazarnos.
Sólo tenemos que acercarnos a Ti, como la cananea;
sólo tenemos que abrirte el corazón, como la samaritana;
sólo tenemos que pedir tu misericordia, como el buen ladrón;
sólo tenemos que acoger tu perdón, como la prostituta;
sólo tenemos que compartir generosamente, como Zaqueo.
No permitas que el orgullo y el dinero nos separe de Ti;
para que no nos alejemos tristes, como el joven rico.
Tú lo puedes todo, Señor.
Echar en cara
Tentaciones
Yo te pido:
convierte en pan las piedras
para acabar con el hambre de tantos.
Y tú me contestas:
Te he dado el mundo
para sembrar mi justicia.
Yo te tiento:
Quiero que pruebes tu presencia,
para vencer a los escépticos.
Y tú me respondes:
Que hable de mí
tu amor.
Yo te planteo:
Quiero atesorar riquezas
para construir tu Reino.
Y tú me dices:
Estoy
en tus manos desnudas.
Semillas de justicia,
amor en las obras
y manos vacías.
He ahí tu camino.
No me dejes caer
en la tentación de los atajos.
(José María R. Olaizola, sj)
No hacer
Señor, ¡cuántas veces nos conformamos con no hacer el mal!
No robamos, no matamos, no hacemos la guerra…
Pero pasamos de largo ante quien tiene hambre,
no tenemos tiempo para los enfermos o los encarcelados,
no acogemos al forastero que busca pan y paz para los suyos.
Perdona mi “no hacer”, por pereza, comodidad o indiferencia.
Dame luz y fuerza para “hacer lo posible”, aunque parezca inútil;
para aportar mi granito de arena, junto con tantas personas buenas,
que no pasan de largo y dedican tiempo y cariño a los que sufren.
Amén.
Rezad así
Señor Jesús, Tú que nos revelas el amor del Padre,
danos fuerza para vivir como hermanos y hermanas,
mujeres y hombres iguales en dignidad y en derechos,
llamados a compartir talentos, saberes y riquezas,
a colaborar y a servirnos unos a otros, por amor.
Que cada vez que recemos “Padre” sintamos tu cercanía
y cuando digamos “Nuestro” se ensanche nuestro corazón,
para amar a todas las personas como Tú y Contigo;
para defender los derechos de quienes sufren discriminación,
por su sexo, su pobreza, su nacionalidad, su edad, su enfermedad…
Que a fuerza de rezar el Padre Nuestro,
crezca la fraternidad y la mutua colaboración
entre todos los hombres y mujeres del mundo. Amén
Dar fruto
Consagración de a humanidad al Corazón de María
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.
Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.
Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.
Discordias y discordias
Perdona tantas discordias y luchas
Que busque la paz siempre, como Tú, Señor,
Asombro y apertura
¡Qué poca capacidad de asombro tenemos, Señor!
Desechamos lo que no cabe en nuestra cabeza.
Criticamos a las personas que no siguen la costumbre o la moda.
En el fondo, creemos ser la medida del mundo.
Así limitamos a los demás y nos reducimos a nosotros mismos.
Danos un corazón y una mente abiertos,
para acoger la grandeza de tu amor, siempre más grande,
para recibir la sabiduría sorprendente de tu palabra,
para aprender de cada persona que camina a nuestro lado,
para disfrutar de la belleza inconmensurable de tu creación.
Señor, a pesar de mi pequeñez, tengo hambre de infinito.
Que sepa crecer cada día en humildad y en apertura. Amén.
Compartir lágrimas
Señor Jesús, conoces bien nuestro dolor,
la pena que provocan las ausencias, la soledad, el miedo,
la impotencia de no saber cómo echar una mano,
la inquietud ante el futuro que nos espera…
Conoces el sufrimiento de todos tus hijos e hijas.
Para muchos, el Viernes Santo no ha terminado.
Tu cruz sigue siendo una realidad actual, muy presente…
en los pueblos castigados por la guerra, el hambre, las injusticias..
en tantas personas, más acostumbradas a sufrir que a gozar.
Señor, Jesús, sabemos que Tú estás siempre a nuestro lado.
Ayúdanos a descubrirte y a recibir tu consuelo y tu paz.
Que no nos encerremos en el dolor o en el bienestar,
que nuestro corazón esté abierto a los menos afortunados
y sepamos compartir las lágrimas de los que lloran.
Sufrimos y lloramos, pero nuestras lágrimas son pasajeras.
Sabemos que Tú has resucitado de entre los muertos
y que la resurrección es una fuerza imparable,
que convierte el mal en bien, la muerte en vida,
y nos va transformando en mujeres y hombres nuevos.
Reconocemos la presencia del Espíritu en muchas personas,
creyentes y no creyentes; niños, jóvenes, adultos y ancianos,
que trabajan y dan su vida por el bien de todos,
que inventan nuevas formas de cercanía y amor,
que defienden, con palabras y obras, a los últimos.
También sabemos que esta vida, tan bonita y, a la vez, tan injusta,
desembocará en el mar de la vida auténtica, plenamente feliz;
donde nadie estará triste, ni tendrá que llorar,
gozaremos continuamente de tu amor de padre y de madre,
y disfrutaremos de la alegría de la perfecta fraternidad.
Por compartir nuestras lágrimas, gracias, Jesús.
Por alentar nuestra esperanza, gracias Jesús.
Al mundo entero
Impulsados por el Espíritu
Señor Jesús, Tú nos has regalado tu Espíritu.
Cansados y agobiados
¡Cuántas personas cansadas y agobiadas, a nuestro alrededor!
Echad la red
Interesados o egoístas
Yo soy el Pan de Vida
Señor, gracias por las personas buenas como el pan,
que contagian vida y alegría allá por donde pasan,
a pesar de sus limitaciones, enfermedades y problemas.
Señor, gracias por ser nuestro pan en la Eucaristía.
por regalarnos tu cercanía y tu Palabra de vida,
por saciar nuestra hambre de amor y de esperanza.
Señor, danos un corazón compasivo y generoso,
para ser pan que alimenta y agua que refresca,
para compartir la vida que Tú nos regalas a manos llenas.
Amén.
Alimentarse bien
Transparencia de Dios
Recibir a Jesús
No se turbe vuestro corazón
¿Por qué se me turba el corazón, Señor?
viernes, 22 de julio de 2022
Magdalena
Gracias, Jesús, por comunicar tu resurrección, en primer lugar, a una mujer sencilla. Gracias por poner el valor en la persona que agradece y ama, que se conmueve y llora, que se la juega por serte fiel siempre, también en el calvario y junto al sepulcro.
Que sepamos aprender, mujeres y hombres, de María Magdalena y de tantas mujeres que lloran por amor, vencen el miedo por amor y luchan por la justicia y la paz por amor.
Que sepamos mirar, valorar y confiar en las mujeres, Jesús, como Tú y Contigo. Que luchemos, con tu fuerza, contra cualquier clase de discriminación y desigualdad contra las mujeres y contra cualquier ser humano. Amén.
Amar
Aunque nuestro amor sea pequeño y frágil,
Señor Jesús, que sepamos amarnos unos a otros;
Si os amáis
Si hacemos celebraciones preciosas, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.
Si organizamos perfectamente las parroquias, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.
Si tenemos iglesias bien cuidadas, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.
Si acompañamos a los que sufren, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.
Si repartimos bienes con los pobres, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.
Si anunciamos el Evangelio con entusiasmo, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.
Si nos comprometemos por el pueblo o el barrio, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.
Si renovamos la catequesis, pero no nos amamos,
no nos reconocerán como discípulos tuyos, Jesús.
Señor Jesús, cura mi individualismo y mi frialdad.
Que descubra y agradezca los dones de los hermanos y hermanas.
Que sepa amarlos, como Tú y Contigo. Amén
Espíritu maestro
Espíritu de Dios…
Enséñame la humildad y la gratitud
de vivir contento con lo que tengo,
de agradecer cada encuentro.
Enséñame que solo se vive en cristiano
cuando se tiende la mano al que sufre,
se busca sin fin al perdido y se abre la casa al de fuera.
Enséñame esa ley misteriosa de la vida
de que abrazar lo nuevo exige soltar lo gastado.
Recuérdame que Dios me quiere
sin límite, sin medida, sin fecha de caducidad.
Recuérdame, una y otra vez, que todos somos hermanos,
que no hay nadie que quede fuera de la fraternidad.
Recuérdame, en fin, que el paso del tiempo
no gasta las cosas ni mata los sueños
que tienen aroma de eternidad.
Severino Lázaro, sj (adaptación)
Sin mí no podéis
Señor Jesús, cura nuestra fiebre de orgullo,
que nos lleva a creernos personas todopoderosas,
a no reconocer que hemos recibido todo lo que tenemos,
a actuar por nuestra cuenta, sin pedirte luz y fuerza,
a cerrarnos a la ayuda de tantas personas buenas y sabias.
Señor, danos un corazón sabio, un corazón humilde;
para que sepamos reconocer nuestra pequeñez
y nos abramos al gozo de crecer y trabajar contigo.
Que sepamos acoger tu gracia en la buena gente que nos rodea;
en el silencio de la oración y en la celebración de los sacramentos;
en los deseos más hondos y limpios de nuestros corazones;
en la comunidad de los que queremos amarte y seguirte.
Amén.
Amar es darse
Señor Jesús, Tú eres amigo de verdad.
Te acercaste a nosotros y llamaste a nuestra puerta.
A pesar de nuestros fallos, nos elegiste para formar parte de tu comunidad.
Compartiste tus secretos, tu proyecto, tu Palabra.
Nos invitaste a transmitir contigo el amor entrañable del Padre,
a construir un mundo más fraterno para todas las personas.
Nunca nos obligaste a nada. Respetas nuestra libertad más que nadie.
Nos mostraste en qué consiste la amistad verdadera.
Te arrodillaste ante nosotros y lavaste nuestros pies y nuestras almas.
Elegiste el camino del amor, aunque te acarreara problemas.
Cargaste con nuestras vidas heridas, como el buen samaritano.
No te apartaste de la cruz, para mostrarnos el amor más grande:
el amor que da la vida por los amigos, sin reservarse nada;
el único amor que nos salva de la soledad, la desesperanza, el miedo…
Señor, gracias por tantos hombres y mujeres que aman como Tú,
que están pendientes e todo lo que ocurre a su alrededor,
que aparecen con una muleta cuando hay alguien que cojea,
con el hombro y un pañuelo cuando alguno está triste,
con una oración cuando la vecina tiene problemas,
que regalan la vida, el amor y la alegría que han recibido de Ti.
¡Ayúdame a vivir así la amistad! Como Tú y Contigo.
Pacíficos y pacificadores
Hacer daño
A veces, incluso utilizamos lo más sagrado: tu nombre, para cumplir nuestros peores deseos. Así ha sucedido en la historia y así sucede en la actualidad. Todavía hoy hay personas que declaran guerras santas o matan en tu nombre; ven el sufrimiento de pueblos enteros y dicen “Dios lo ha querido”.
También yo a veces confundo lo que quiero y deseo con tu voluntad. También yo he utilizado el Evangelio para criticar, para condenar y para hacer daño. He tomado tu nombre en vano. Te pido perdón.
Señor Jesús, que jamás use tu nombre para hacer daño, que no confunda nunca mi voluntad con la tuya, que no olvide nunca que tu deseo es dar vida, vida nueva, vida plena, incluso a los que te hacen daño. Amén.
María Madre
María, fuiste madre de Jesús.
Te imagino, mirando y cuidando a tu hijo, recién nacido;
sorprendiéndote ante sus primeras palabras y sus primeros pasos;
enseñándole a rezar y a captar tanto la belleza como las injusticias del mundo;
conservando en tu corazón tantos gestos de cariño;
aceptando con confianza la personalidad misteriosa de ese niño;
siguiendo las noticias de su predicación, a veces con alegría, en otros momentos con preocupación.
Te imagino al pie de la cruz de tu Hijo, desafiando habladurías y peligros,
acompañándolo en la hora del sufrimiento y la muerte;
aceptando la nueva misión que Jesús te confiaba:
ser madre de Juan, de los discípulos, de la Iglesia naciente, de la humanidad.
Te imagino, acompañando con ternura a esos primeros discípulos, tristes y miedosos,
alentando en ellos la esperanza de la resurrección,
abriendo sus corazones para recibir al Espíritu de Jesús,
empujándoles con ternura a la misión encomendada.
María, sigues siendo Madre,
mi madre, Madre de la Iglesia, Madre de la gran familia humana.
Sigues al pie de tantas cruces: tristezas, maltratos, guerras, hambre, desesperanza…
Sigues acercándonos a Jesús, cuando no encontramos el camino.
Sigues ayudándonos a ser madres pacientes, delicadas, fieles… de quienes más sufren.
Gracias por ser Madre. Gracias por tantas madres que me han cuidado y ayudado a crecer en alegría, amor y esperanza. Amén.
Sal y luz
Equipaje ligero
Por qué nos has tratado así
Padre, me impresiona la escena de Jesús perdido y hallado en el templo.
Me impresiona la fuerza de la vocación de Jesús, a los 12 años, que se sabe tu Hijo querido, que te ama con todo el corazón y se ocupa “de tus cosas”; que se queda entre los maestros para preguntarles y escucharles, y así entender lo que por primera vez ha visto y oído en el gran templo de Jerusalén, tan distinto de la sinagoga de Nazaret. ¡Padre bueno, ayúdame a vivir mi vocación con decisión, con alegría, con generosidad, con pasión, como Jesús y con Jesús!
Me impresiona la actitud responsable, sincera y orante de María. Responsable, porque se dedica a buscar al niño Jesús; sincera, porque no le oculta su disgusto y le pregunta “por qué nos has tratado así”; orante, porque conserva en su corazón todo lo sucedido, malentendido incluido, para que Tú, poco a poco, le ayudes a ver claro. ¡Padre bueno, ayúdame a vivir los conflictos y malentendidos, como María y con María!
En tu corazón de madre nos refugiamos, Santa María. Contigo encontraremos respuestas a nuestras preguntas y fuerza para vivir enamoradamente nuestra vocación.
Mirar atrás
Caminantes ligeros
Jesús,
has puesto el pie en el polvo del camino.
y unos hombres y mujeres te han seguido.
No llevas nada.
La alforja la has dejado en casa. Ya no tienes casa.
No llevas nada, los dineros no pesan en tu bolso.
Una túnica para el viento y para la lluvia,
Vas sin cosas, peregrino,
y vas llamando a seguirte.
Seguirte, seguirte solo.
Sin llevarse apenas nada.
Caminante de corazón pobre y libre,
¿por qué llevas sólo amor?
Para disfrutar de la providencia del Padre.
Para que nada ni nadie nos aparte de la misión.
Para que podamos amar gratuitamente,
sobre todo a quienes más lo necesitan.
Amén.
Sálvanos
Pero nosotros hemos sentido tu cercanía,
¡Sálvanos, Señor!
Poder de aliviar
Por costumbre o por una razón
Tu fe te ha curado
Señor, gracias por el regalo de la fe,
que abre mi vida a tu presencia.
Tu cercanía me salva de la soledad.
Tu ternura cura mi dureza de corazón.
Tu humildad sana mis aires de grandeza.
Tu perdón me libera de la severidad.
Tu verdad me rescata de tanta mentira.
Tu mirada me libra de mis miedos.
Tu palabra aleja de mí la desesperanza.
Tu fuerza rompe mis ataduras.
Tu llamada me saca de la comodidad.
Tu oración me libra del orgullo.
Tu amor me cura de la indiferencia
Tu vida me salvará de la muerte.
Gracias, Señor, por el regalo de la fe.
Que sepa acogerlo, cuidarlo y agradecerlo.
Amén.¡Buenos días! TU FE TE HA CURADO.
Cuidado con la gente
Buen samaritano
Señor Jesús, Tu nos lo has enseñado:
Convertirse
¡Cuánto nos cuesta convertirnos, Jesús!
No nos dejamos transformar
por la belleza de la creación,
por la ternura de un bebé,
por la bondad de tantas personas,
por la sabiduría de tu palabra,
por la grandeza de tu amor,
por el regalo de tu perdón,
por la paz que me da tu cercanía,
por el dolor de quienes sufren,
por la fidelidad de los amigos,
por la alegría de la fe compartida,
por el gozo de la solidaridad,
por esas conversaciones que tocan el corazón
por tantas experiencias inolvidables,
por tantos milagros cotidianos.
Que no nos pierda el miedo a cambiar,
ni las voces que nos aseguran que no podemos,
ni el temor a entrar en nuestro interior,
ni la fascinación de las riquezas y el poder,
ni el deseo de una vida fácil y cómoda,
ni tantas cosas pequeñas que nos alejan de una vida grande.
¡Danos un corazón abierto, que pueda convertirse!
Así te ha parecido bien
Familia de Jesús
Siembra
Siembra,
lo importante es sembrar
-poco, mucho, todo -
el grano de la esperanza.
Siembra tu alegría,
para que resplandezca
a tu alrededor.
Siembra tu energía,
para enfrentar con fortaleza
las batallas de la vida.
Siembra tu coraje,
para alentar el coraje
de los otros.
Siembra tu entusiasmo,
tu fe o tu amor.
Siembra las cosas mínimas,
aquello que parece no contar.
Siembra y ten confianza:
cada grano enriquecerá
un rinconcito de la tierra.
Acusar
¡Cuánto nos gusta acusar, Señor!
Digo: “No respetan las normas”, pero ¿yo las cumplo siempre?
Digo: “Contaminan la naturaleza”, pero ¿acaso yo no la contamino?
Digo: “No respetan la vida”, pero ¿yo cuido a las personas más vulnerables?
Digo: “No tienen formación”, pero ¿cuánto tiempo dedico a leer?
Digo: "Son individualistas", pero, ¿comparto con otros mis proyectos, mis alegrías y dificultades?
Digo: “Son insolidarios”, pero ¿no podría yo compartir más?
Digo: “Rezan poco”, pero ¿yo procuro momentos de encuentro contigo?
Digo: “Son corruptos”, pero ¿acaso yo no utilizo trampas?
Digo: “Son incoherentes”, pero ¿yo siempre hago lo que digo?
Digo y critico tantas cosas en los demás…
Perdóname y dame fuerza para no criticar con frivolidad.
Que mis palabras y mis obras busquen siempre el bien del hermano.
Que tu amor me vaya purificando de la amargura y la severidad.
Que todo en mi vida sea para gloria tuya, Señor. Amén.
Ver, oír y entender
Oímos y vemos lo que queremos, Señor. A veces no creemos ni lo que vemos, cuando nos remueve, cuando exige un cambio en nuestra forma de actuar. No veo mis errores ni los problemas de mi familia, de mis amigos o de la sociedad, cuando requieren un compromiso por mi parte.
En cambio, creemos y difundimos noticias inventadas, cuando coinciden con nuestras opiniones y prejuicios, cuando tranquilizan nuestra conciencia. En fin, Señor, nos defendemos de todo lo que nos inquieta y exige convertirnos.
Ayúdanos a aceptar la realidad tal y como es, aunque nos incomode. Enséñanos a ver y a escuchar la vida con el corazón. Danos tu luz para intuir lo que tú nos quieres decir a través de los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de quienes más sufren. Amén.