miércoles, 26 de abril de 2023

Pruebas

Ayer como hoy, Señor Jesús, te cansas de nuestra incredulidad. Hace 2000 años, curabas ciegos, cojos, mudos; alimentaste a miles de personas con unos pocos panes; tus palabras y tus gestos cambiaban la vida de tanta gente... Sin embargo, los fariseos te pedían un signo del cielo.
 
También nosotros exigimos continuamente pruebas para creer en ti, en vez de abrir los ojos para ver las maravillas que suceden a nuestro alrededor: pobres que ayudan a otros pobres, personas que están cerca de quienes más sufren, niñas que rompen la hucha para compartir, misioneros que lo dejan todo para servir en países del tercer mundo, hombres y mujeres que se desviven por sus familias, por sus vecinos…
 
Danos unos ojos nuevos para ver los milagros de la vida cotidiana, para verte en los mejores momentos y en los más duros.

Jesús se dio

Tú, Padre bueno, amas y te das sin medida,
como el padre del pródigo dio toda su fortuna a sus hijos,
como Jesús compartió su tiempo, sus fuerzas, su amor, hasta el extremo;
Gracias, Padre, por darnos tu Espíritu sin medida.
 
Gracias por las personas que se dejan contagiar por tu generosidad;
por tantos misioneros y misioneras que se dejan la piel en su tarea,
por esos padres y madres que se entregan a sus hijos y a los abuelos,
por los hombres y mujeres que contagian la alegría de dar la vida.
 
Contágianos, Señor, el deseo de compartir, de darnos sin medida,
como Tú y Contigo. Amén.

Soluciones rápidas

Buscamos soluciones rápidas para nuestros problemas.
Queremos una pastilla que cure nuestras enfermedades.
Nos acercamos a Dios para que nos dé pan y alegría.
Cultivamos la amistad con personas que pueden ayudarnos.
 
Señor, ayúdanos a entrar por el camino de la conversión,
enséñanos a aceptar con paz nuestra fragilidad,
que te busquemos más a Ti que a las cosas que nos das,
y no descuidemos la cercanía con quienes más sufren. Amén.

Poder multiplicador

Nosotros sembramos, pero Tú haces crecer la planta.
Compartimos unos pocos panes y Tú los multiplicas.
Damos un abrazo y Tú derramas tu consuelo.
Decimos una palabra y Tú bendices con tu sabiduría.
Acariciamos con respeto y Tú extiendes tu ternura.
Compartimos el vil dinero y Tú haces presente tu amor.
Regalamos nuestro tiempo y Tú alegras los corazones.
 
Gracias por valorar mi semilla y mis pocos panes,
mis abrazos, mi palabra, mi caricia, mi dinero y mi tiempo.
Gracias por multiplicar mi pobreza por tu grandeza;
por esa alegría de sentirme instrumento en tus manos.
por haberme elegido para colaborar contigo cada día.
¡Gracias, Señor!

miércoles, 5 de abril de 2023

Poco a poco vamos entendiendo

Poco a poco vamos entendiendo lo que nos quieres decir, Señor.
Lo más importante no son las palabras.
Las palabras a veces nos enredan:
utilizamos la misma palabra para referirnos a cosas bien distintas.
Las palabras a menudo nos enfrentan:
aunque fueron pensadas para comunicarnos, las utilizamos como un arma.
Es más importante la vida.
Si queremos hablar de amor, ¡amemos!
Si queremos hablar de reconciliación, ¡pidamos perdón y perdonemos!
Si queremos hablar de justicia, ¡hagámosla realidad cada día!
Si queremos hablar de salvación, ¡ayudemos a quienes están a punto de hundirse!
Enséñanos a hablar primero con la vida, los gestos y el testimonio;
para que las palabras que vengan después sean luminosas.

Amén. 


Si lo único que busco es protegerme...

Señor, tus palabras son duras, pero son camino de una vida superior. 
 
Si quiero ir contigo, no puedo vivir pensando solo en mis sentimientos, mis deseos, mis problemas, mis aspiraciones. Cuando te pongo en el centro, cuando me preocupo de las personas que me necesitan, encuentro mi lugar. 
 
Dame fuerza para cargar con la cruz, como Tú y Contigo. La cruz que nace de tomar en serio tu buena noticia. La cruz que conlleva la construcción de tu Reino de amor, verdad, justicia y paz. La cruz que a veces intento rechazar o esquivar. 
 
¡Que no lo olvide nunca, Señor! Si lo único que busco es protegerme, cuidarme, resguardarme de la vida, no viviré. En cambio, si amo de verdad, aunque me duela o me critiquen, comenzaré a disfrutar la alegría del cielo aquí en la tierra. Amén.

Acojo tu llamada en mi corazón

Acojo tu llamada en mi corazón: “vuelve a mí”.
Tu añoras mi cercanía, mi amor, mi confianza;
y yo añoro tu ternura, tu palabra, tu alegría, tu paz.
Después de tantos tumbos, ¡déjame abrazarte de nuevo!
Que ni el pecado ni el orgullo me separen de Ti.
 
Pongo mi vida en tus manos, cúrala y recréala.
 

Huimos del compromiso y la cruz

Señor, a poco que nos descuidemos
pensamos sobre todo en nosotros mismos,
vivimos la relación contigo como una obligación.
huimos del compromiso y la cruz,
no vemos en cada dificultad una oportunidad,
buscamos desesperadamente el dinero y el placer…
 
Señor, tira de nosotros hacia arriba,
ayúdanos a pensar en quienes más sufren,
a experimentar el gozo del encuentro contigo,
a comprometernos y a abrazar la cruz como Tú,
a aprovechar toda circunstancia para crecer,
a sentir el gozo de amar y dar la vida.
 
Perdona nuestros pensamientos y comportamientos mundanos,
Danos tu gracia para pensar, sentir y vivir como Tú y Contigo.

Contigo soy el que soy sencillamente

Señor, cuando estoy contigo,
me siento reconocido y valorado,
me siento querido y amado;
no tengo necesidad de glorificarme,
ni siquiera de defenderme.
Contigo soy el que soy sencillamente,
sin caretas ni maquillajes.

Señor, gracias por las personas
que saben acoger y amar a otras,
creando entornos de confianza,
en los que podemos ser como somos
y sacar lo mejor de nosotros mismos.

Ayúdame a seguir este ejemplo.
a reconocer el bien de cada persona,
a buscar únicamente el bien del otro,
a amar incondicional y gratuitamente,
como Tú y Contigo.
Amén.

Tú actúas a través de mi pobreza

Padre bueno, en ocasiones me parece que hago yo las cosas: me compadezco, escucho, animo y ayudo a personas. No me doy cuenta de que no soy yo solo. Tú actúas a través de mi pobreza.
 
tomas cada día nuestros dos panes y nuestros dos peces y con ellos alimentas a una multitud. Tú haces crecer las pequeñas semillas que nosotros sembramos y cuidamos, hasta que llenan el mundo de flores y frutos. Tu grandeza se muestra en nuestra debilidad.
 
Aquí me tienes, Señor. Soy feliz cuando me siento un instrumento en tus manos. Estoy disponible. Sigue contando conmigo para hacer presente tu ternura en el mundo, para ir construyendo cada día tu Reino de fraternidad. Amén.

Señor, no asumo ser débil

Señor, no asumo ser débil. No acepto tener una salud quebradiza. No me gusta equivocarme. No quiero depender de nada, de nadie, ni siquiera de ti. Lo reconozco. Pienso que todo habría sido mejor sin los defectos y faltas que me avergüenzan.
 
Tú, sin embargo, amas mi debilidad y me pides que te la ofrezca. Me llamas a mí, con mi amor propio, mi orgullo, mi ímpetu dominador, mi corazón dividido, mi ansiedad, mis apegos, mi sensibilidad que me produce tantos rompimientos de cabeza, mi cansancio, mi perfeccionismo, mi coraje... Me quieres como soy.
 
Ayúdame a comprender que en mi herida está mi don; en mi pecado, tu misericordia; en mi pobreza, tu riqueza; en mi tentación, tu Espíritu; en mi sufrimiento, la fuente de la sabiduría; en mi dolor, la capacidad de comprender a los demás.
 
Señor, aunque me cueste, quiero ser más humilde y apoyar mi vida no en mi fuerza, sino en la tuya; y te ofrezco mi debilidad, como mediación amorosa, para que puedas hacer presente tu ternura en las personas que me rodean y en las que más puedan necesitarme.
 
Oración inspirada en un texto de Ángel Moreno de Buenafuente.