sábado, 25 de diciembre de 2021

Navidad: Dios pequeño

Señor Jesús, contemplamos tu nacimiento, llenos de asombro.

Tú eres el Salvador, pero no eres un guerrero, ni un sabio, ni un poderoso. Anuncian tu nacimiento los ángeles, pero no tienes sitio en la posada. Eres “solo” un niño envuelto en pañales, acostado en la cruda pobreza de una comedera para animales. Tú nos desvelas a un Dios distinto: muestras tu grandeza en la pequeñez; has elegido la pobreza, para llegar a nosotros, para tocar nuestro corazón, para salvarnos y devolvernos a lo que de verdad importa.

Tan pequeño, tan pobre, y eres el Hijo de Dios, Dios mismo en persona. Tú que abrazas el universo necesitas ser sostenido en los brazos de María y José. Tú que hiciste el sol, has de ser calentado por el calor de los animales. Tú que eres la ternura en persona necesitas ser cuidado y mimado. Tú que eres el amor infinito tienes un corazón diminuto, que emite latidos de luz. Tú que eres el Verbo, la Palabra, eres infante, incapaz de hablar. Tú que eres el Pan de vida necesitas ser alimentado. Tú que eres el creador del mundo no tienes hogar. Hoy todo está al revés: Tú, Dios grande, vienes al mundo pequeño. Tu grandeza se ofrece en la pequeñez.

Te acercas, te revelas, pero ¡cuánto nos cuesta acogerte y comprenderte! Te haces pequeño a los ojos del mundo y nosotros seguimos buscando la grandeza según el mundo, a veces incluso utilizando tu nombre. Tú te abajas y nosotros queremos subir al pedestal. Tú naciste para servir y nosotros pasamos el tiempo buscando medrar...

Señor, enséñanos a amar la pequeñez, a descubrirte en las pequeñas cosas de nuestra vida. Tú quieres vivir en las realidades cotidianas, en los sencillos gestos que hacemos en casa, en la familia, en la escuela, en el trabajo. En nuestra vida ordinaria quieres lograr cosas extraordinarias.

Es más, Tú naces en nuestra pequeñez. Cuando nos sentimos débiles, frágiles y equivocados, Tú nos dices: “Te amo como eres. Tu pequeñez no me asusta, tus flaquezas no me preocupan. Me hice pequeño para ti. Para ser tu Dios, me convertí en tu hermano. Hermano amado, hermana amada, no me temas, encuentra en mí tu grandeza. Estoy cerca de ti y esto es lo único que te pido: confía en mí y ábreme tu corazón”.

Tú quieres ser abrazado en los pequeños de hoy, quieres ser amado en los últimos y servido en los pobres. Son los más parecidos a Ti, pobre desde Belén al Calvario. En ellos quieres ser honrado. Ellos son los amados de Padre, que un día nos darán la bienvenida al cielo.

¿Realmente Tú puedes ser el Salvador, desde la pobreza y la pequeñez? Sí, Jesús. Sólo un Dios como Tú puede salvarnos del orgullo, del miedo a Dios, del egoísmo, de la rigidez, de la indiferencia, de la crispación, de todo pecado que nos aleja del Padre y de los hermanos. Queremos acogerte y dejarnos salvar por ti, para vivir como verdaderos hijos e hijas, que se sienten amadas por el Padre y se ayudan y se aman como hermanos y hermanas, en una fraternidad universal. Amén.

Oración inspirada en la homilía de ayer del Papa Francisco.

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Posponer, renunciar, cargar

 A primera vista, parece, Jesús que no lo pones fácil.
Es más, parece que pides lo que no te podemos dar.
Sin embargo, si me paro a pensar, me doy cuenta:
conseguir una carrera universitaria conlleva renuncias,
tener hijos supone posponer muchos deseos personales,
trabajar por un mundo más justo, tiene su parte de cruz.
Así es la vida: No se trata de renunciar por renunciar.
Renunciamos a cosas importantes para conseguir un bien mayor.
Y quien no renuncia a nada, no alcanza nada.

Así es también la vida de fe. Renunciamos por amor.
Por amor a ti, Señor; por amor a los hermanos.
Cargamos con la cruz, para construir tu Reino.
Queremos renunciar con alegría y generosidad,
sabiendo que Tú, antes o después nos das el ciento por uno.

Gracias por enseñarnos el camino de la vida auténtica,
gracias por haberme concedido la gracia de conocerla un poquito,
gracias por las personas que me animan a recorrer este camino.
Gracias.

martes, 2 de noviembre de 2021

Fieles Difuntos

Señor, hoy recordamos emocionados a los difuntos.
Te pedimos que gocen plenamente de tu vida resucitada
y que cures el desgarrón que su muerte produjo en nosotros.
Te damos gracias por todo lo que nos ayudaron y nos amaron.
Fortalece nuestra esperanza de volver a reencontrarnos con ellos,
en tu casa familiar, donde Tú nos has preparado un sitio.

Enséñanos a vivir, para que aprendamos a morir.
Que sepamos entregar cada día el tiempo, el amor, la alegría…
y, cuando llegue la muerte, te entreguemos la vida entera;
con la seguridad de que Tú nunca has defraudado nuestra esperanza,
con la confianza de que seguirás siempre fiel, a nuestro lado,
y, cuando la muerte nos alcance, tus manos nos acogerán
y nos conducirán a tu casa. Amén.

domingo, 31 de octubre de 2021

Para dar luz

Señor, he recibido tanto de Ti:
tanto amor, tanta vida, tanta ternura…
Has puesto a mi lado muchas personas luminosas,
por su paciencia, su fidelidad, su compromiso…
Que sepa reconocer y agradecer tanto don.

Recuérdame que lo que no se comparte, se pierde;
que sepa regalar todo lo que he recibido:
Que cada mañana encienda mi luz, para todos,
sobre todo para quienes viven en la tiniebla del dolor.
Que sea generoso con los demás, como Tú y Contigo.

Constancia y Paciencia

Hay personas que han sufrido y sufren mucho,
y necesitan que nos quedemos con ellas, sin prisas,
para que se puedan sentirse acogidas y amadas.

La educación de los niños y jóvenes no es fácil.
Requiere paciencia, perseverancia, aguante…
hasta que sean personas maduras y generosas.

Hay proyectos que precisan años de trabajo,
hasta que se asientan y dan buenos frutos.

Señor, que sepa permanecer en mis compromisos,
que no me deje llevar por el cansancio o el fracaso;
que sea fiel a la misión que Tú me encomiendas;
como Tú y Contigo. Amén.

Escuchar

¡Qué difícil es escuchar, Señor!
Siempre queremos tener razón;
parece que nadie puede enseñarnos nada.
Y cuando escuchamos, atendemos a “los importantes”.
En cambio Tú, Jesús, nos enseñaste, con tu vida,
a escuchar a los inocentes, los pobres, los marginados…
Si no escuchamos a ellos, no te escuchamos a Ti.
Cuando escuchamos a ellos, podemos acoger tu Palabra.

Gracias por todas las personas que saben escuchar
y, por tanto, pueden acoger y anunciar tu Palabra.
Gracias por tantos hombres y mujeres de bien,
en las que resuena tu Palabra y se siente tu Presencia.
Amén.

¿Quién es mi prójimo?

Señor Jesús, normalmente no nos cuesta amar a las personas más cercanas, que nos han dado tanto: los hijos, los padres, los buenos amigos… Aparcamos nuestros planes para ayudarles y, si no podemos o no sabemos, buscamos quien les pueda echar una mano. Tú sabes, Señor, como sufrimos cuando no podemos socorrerles. Gracias, Señor, por el amor que nos dan y por el que les ofrecemos.

Pero Tú también sabes, Señor, lo que nos cuesta amar y atender a las personas desconocidas,   marginadas, o con “mala pinta”. Nos resulta más fácil culparles de su situación y justificarnos, diciendo que hay sitios donde pueden acudir y no lo hacen. Perdona, Señor, nuestra falta de humanidad y ayúdanos a profundizar y a ensanchar nuestro amor, para que alcance a quien más nos necesita.

San Francisco, hermano de toda persona, hermano de los pobres, hermano de todas las criaturas, ruega por nosotros.

Acoger al Espíritu

Dios, Padre Nuestro, somos tan pequeños,
que, a veces no sabemos pedir lo que conviene.
Te pedimos solución a los problemas de cada día,
sin darnos cuenta de que Tú nos ofreces el don más grande:
el don del Espíritu Santo, de tu mismo Espíritu:
luz divina, amor generoso, origen de todo don,
maestro de oración, fuente del mayor consuelo,
dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego.
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Señor, que sepamos estar abiertos para recibir al Espíritu
y todo lo demás se nos dará por añadidura. Amén.

Humildes, responsables y confiados

A veces pretendemos grandezas que superan nuestra capacidad. A menudo, no somos conscientes del poder que Tú has puesto en nuestras manos. En tantas ocasiones, no confiamos en que Tú haces posible lo imposible.
 
Padre bueno, danos sabiduría para reconocer y agradecerte las capacidades que nos has dado, para nuestro bien y el de tantas personas que nos rodean. Danos fuerza, para hacer todo lo que está en nuestras manos, con paz, generosidad, inteligencia y gratitud. Haznos humildes y confiados, para dejar en tus manos lo que nos supera, lo que nos parece imposible.
 
Que no olvidemos nunca que Tú eres nuestro Dios, un Padre todopoderoso y todoamoroso, que nos acompañas, nos cuidas y nos das vida. Ayúdanos a confiar menos en el dinero, a buscar sobre todo tu Reino de fraternidad y justicia, a abandonarnos en tus manos amorosas y providentes, con la seguridad de que, pase lo que pase, nunca quedan defraudados quienes lo esperan todo de ti.

Hambrientos de esperanza

Señor Jesús, tanto ayer como hoy, estamos hambrientos de esperanza;
necesitamos razones para vivir, que vayan más allá de comer, vestir, trabajar y disfrutar de la familia y los amigos; esta vida se nos queda demasiado pequeña y necesitamos transcendencia.
Por eso, tienen tanto éxito los “influencer” de todos los tiempos,
tanto los que ayudan como los que se aprovechan de las personas.
 
Tú, Jesús, eres un “influencer” muy distinto a los habituales:
no haces promesas imposibles, no vendes productos-milagro, no ocultas las dificultades.
Simplemente amas, amas siempre, amas a todos, amas hasta el extremo.
Y nos invitas a hacer lo mismo, con humildad y confianza.
Señor, quiero seguirte, quiero seguir tu camino, ahora, hoy, siempre.
Que mi existencia anuncie el Amor de Dios y la alegría de vivir en fraternidad.
Como Tú y Contigo. Amén.

Sinodalidad

Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de vida, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro.

Ven en medio nuestro, para que en la experiencia sinodal no nos dejemos abrumar por el desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles.

Ven, Espíritu Santo de amor, dispón nuestros corazones a la escucha.

Ven, Espíritu de santidad, renueva al santo Pueblo fiel de Dios.

Ven, Espíritu creador, renueva la faz de la tierra. Amén.

(Papa Francisco)

Interpretar el tiempo presente. Signos de los tiempos

Señor, a veces me encierro en mi mundo cómodo, en el que nadie me echa en cara mis errores, en el que nada critica mi forma de pensar y de vivir. Me alejo de las actividades e intereses de los más jóvenes, no comparto las series de las que hablan, los podcasts que les interesan, las canciones y juegos de los más pequeños…

Gracias por el Papa Francisco y por todas las personas que sí están pendientes de lo que sucede, que nos ayudan a entender, a situarnos y a comprometernos eficazmente en la sociedad actual.

Danos pies para acercarnos, ojos para ver, corazón para conmovernos, cabeza para comprender y manos para trabajar. Como Tú y Contigo. Amén.

Anunciar el Reino

Te damos gracias, Jesús, porque, a través de las parábolas, nos has mostrado el corazón compasivo de Dios, un Dios Padre con corazón de madre; que siempre nos mira con un amor inmenso, nos acoge con una sonrisa emocionada y un abrazo generoso; un Dios sembrador que esparce en nuestro corazón las mejores semillas y nos regala a cada uno abundantes talentos y capacidades; un Dios que prepara una gran fiesta, donde se celebra la vida, el perdón y la liberación definitiva de todo lo que esclaviza y degrada al ser humano; un Dios que garantiza un futuro feliz a todos los pobres Lázaros del mundo; un señor generoso que premia mucho más según el amor que siente hacia los trabajadores que por el fruto que éstos hayan conseguido…

Danos luz para encontrar palabras, parábolas y comparaciones, tomadas de la cultura y de la vida de hoy; que sepan tocar el corazón de los niños y de los jóvenes; de quienes se han separado de Ti o de tu Iglesia; de los que dudan y necesitan razones para creer y esperar; de las personas que necesitan alimentar su trabajo y su compromiso solidario en tu amor. Danos luz, Señor, y fuerza para acompañar las palabras con una vida que derroche generosidad y ternura, como Tú y Contigo. Amén.

Salvación gratuita

Señor Jesús, ayúdame a entender que la salvación que Tú me ofreces comienza en esta vida, en esta tierra; cuando abro mi corazón a Ti y a los hermanos, y no tanto a las cosas que me prometen una felicidad que nunca llega; cuando elijo la puerta del Evangelio: la puerta del amor, el servicio y la entrega, dejando de lado otras puertas más cómodas, más anchas, más egoístas... menos humanas. Este es el camino de la felicidad más grande, aquí en la tierra y por toda la eternidad.

Ayúdame a entender que la salvación es un regalo tuyo, enteramente gratuito; que no tengo que “ganar puntos”, con angustia y con miedo, para disfrutar de la vida feliz que tú preparas para todos tus hijos e hijas; que Tú sólo me pides un corazón abierto, para recibir tu amor, para amarte, para amar como Tú y Contigo a las personas más cercanas y a aquellas más necesitadas.

¡Gracias, Jesús, por compartir con nosotros tu vida divina!

El regalo de la oración

¡Qué poca importancia doy a veces a la oración!
Dedico mucho más tiempo al trabajo, a mis aficiones,
al encuentro con las personas, al estudio, a viajar…
No valoro suficientemente el regalo de poder rezar.
Parece que estar contigo es una obligación pesada.
Dejo la oración por pereza y me cuesta mucho retomarla.

Señor, gracias de corazón por estar siempre a mi lado,
dispuesto a escucharme, calmarme, animarme, guiarme…
Gracias por esas personas orantes, que se dejan transformar por Ti,
que transparentan tu ternura, tu paz, tu compasión, tu alegría,
tu amor a cada persona y tu defensa de las más frágiles.

Quien reza no pierde su tiempo. Lo sé, pero a veces no lo vivo.
La oración me permite trabajar con más gratuidad y eficacia.
Concédeme fuerza para superar el activismo y la pereza,
para rechazar las llamadas que me apartan de ti y de tu amor;
para vivir mi relación contigo con más responsabilidad y alegría.

Humildad

¡Qué difícil es vivir y tratarnos como hermanos, Señor!

A veces, nos consideramos mucho mejores que los demás,
miramos por encima del hombro, buscamos los primeros puestos,
nos sentimos mal cuando percibimos que otros son más considerados.

Otras veces, nos miramos al espejo y vemos una piltrafa,
Nos encerramos en nosotros mismos, por complejos absurdos,
por miedo a que otros descubran nuestras carencias y fallos.

Señor, dame humildad, para aceptarme y presentarme tal y como soy,
con mis luces y sombras, con mis capacidades y limitaciones.
Dame humildad para reconocer también la bondad de los demás,
para tratar a todos como hermanos, nunca como competidores.
Como Tú y Contigo. Amén.

Tomas y comed

Tomad y comed, porque esto es mi Cuerpo,
amasado en las entrañas amorosas del Padre,
enriquecido con celestial alimento,
regado con el aroma del Espíritu Santo.

Tomad y comed todos de él,
porque en la despensa de Dios sobran provisiones,
y los servidores del Reino trabajan  las 24 horas
para atender a los invitados con deliciosos víveres.

Tomad y  comed todos de él,
porque es un Banquete de puertas abiertas,
de inmensas mesas repletas,
donde los hambrientos sacien su anhelo de amor.

Venid y comed todos de él,
porque es Pan Bendito impregnado de Vida,
que diviniza a los que lo comen,
y da fortaleza en la fatiga.

Venid, comed y bebed
para recuperar pronto las fuerzas,
recoged a los descartados del mundo,
porque son los predilectos de mi herencia.

Somos hoy “Cuerpo del Cristo”,
restaurante gratuito y fecundo,
donde aliñamos los alimentos con fervor,
para compartir invitaciones del Reino.

Tomad y comed, tendréis vida eterna.
llenaos de abrazos y amor,
para inaugurar la Fiesta
y disfrutar de la felicidad  completa.

 (Pedro Jesús Mohedano Santibáñez)

sábado, 29 de mayo de 2021

Te quedas, Señor

 TE QUEDAS, SEÑOR
En el pan, para calmar nuestra hambre espiritual
Y, cuando te vemos partir y repartir así la hogaza,
 vemos que nos amas
 hasta el extremo que tu Cuerpo,
 se desangra y se derrama en sangre,
 para que, nosotros tus amigos,
 tengamos asegurado alimento en nuestro caminar.

TE QUEDAS, SEÑOR
Y, al quedarte entre nosotros,
lo haces como el que siempre sirve y se da.
Como el que, arrodillándose o inclinándose
nos indica que el camino de la humildad
es el secreto para llegarnos hasta Dios
y para mitigar penas y sufrimientos.

TE QUEDAS, SEÑOR
Con un amor tremendamente asombroso
nos enseñas el valor de la fraternidad
la clave para vivir contigo y por Ti.
La llave para, abriendo la puerta de tu casa
contemplar que, el interior de tu morada,
está adornado con el color del amor
y con la entrega de tu Sacerdocio
o con el sacrificio de tu vida donada.

TE QUEDAS, SEÑOR
Para que, sin verte,
te adoremos en tu Cuerpo en tu Sangre.
Para que, al llevar el pan hasta tu altar,
nos acordemos que es signo de tu presencia.
Para que, al repartirlo entre los necesitados,
comprendamos que es sacramento de tu presencia.

TE QUEDAS, SEÑOR
Y nos dejas un mandamiento: ¡Amaos!
Y nos sugieres un camino: ¡El servicio!
Y te quedas para siempre: ¡La Eucaristía!
Y eres, sacerdote que ofrece
Y eres, sacerdote que se ofrece
por toda la humanidad.

Gracias, Señor

P. Javier Leoz

lunes, 24 de mayo de 2021

Donde menos lo esperas

Donde menos lo imaginas,
cuando menos lo esperas,
donde todo es gris de tristeza,
cuando la pesadumbre pesa,
donde nadie imagina ni sueña,
cuando el horizonte se nubla...
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!

En la tierra callada,
en el surco abierto,
en el bosque perdido,
en el barro del camino,
en las montañas áridas,
en los valles secretos...
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!

En los ojos que miran,
en las manos que aprietan,
en las palabras no dichas,
en las entrañas que gimen,
en los regazos que acunan,
en tu corazón cambiante...
¡es posible la vida
con la fuerza del Espíritu!

Florentino Ulibarri

Oración universal

Señor Jesús,
en tu oración, como en tu corazón, cabemos todos.
Tú rezaste por tus primeros discípulos
y sigues hablando al Padre de nosotros,
de nuestras alegrías, problemas, ilusiones...
Gracias por interceder por cada uno de nosotros.
Gracias por todas las personas que rezan por mí.

Tú ensanchas nuestro corazón y nuestra oración,
para que no ore sólo desde mis deseos y preocupaciones,
para que en mi relación contigo y con el Padre resuenen
los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias
de los hombres y mujeres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y de cuantos sufren.
Que no haya nada verdaderamente humano
que no encuentre eco en mi corazón y mi oración.
Como tú y contigo.
Amén.

domingo, 23 de mayo de 2021

Ascensión

Señor Jesús, en tu Ascensión,
nos recuerdas que somos ciudadanos del cielo.
Tú nos abres el camino hacia la casa de Dios Padre,
una casa familiar, abierta a todos sus hijas e hijos.
Allí no habrá tristeza, enfermedad, desencuentros, soledad...
Allí disfrutaremos la belleza, la vida, el amor de Dios y de todos los hermanos.

Señor Jesús, en tu Ascensión,
nos recuerdas que tenemos una misión preciosa:
hacerte presente con nuestros gestos y palabras,
ser transparencia de tu amor a cada persona,
anunciar el Evangelio de la esperanza y de la vida,
compartir la alegría de la fe y la fraternidad.

Señor Jesús, en tu Ascensión,
nos recuerdas que Tú estarás siempre a nuestro lado,
que tu Espíritu será fuerza y luz en nuestra misión,
que tenemos hermanos en los que apoyarnos,
que María seguirá sosteniéndonos en la dificultad
y nos acompañará en el camino hacia el cielo.
Amén.

La gloria de dar la vida

Señor Jesús,
tu gloria en esta tierra fue dar vida,
aliviar los sufrimientos de las personas,
especialmente a los pequeños y a los enfermos,
y a quienes eran descartados por la sociedad.

Para darnos vida, te hiciste humano,
predicaste, curaste, rezaste…
amaste, serviste y diste tu vida,
hasta el final, sin reservarte nada.

Por eso, tu cruz fue tu gloria más plena.
Que nuestra gloria también sea dar vida,
compartiendo y desgastando la vida por amor,
como tú y contigo. Amen.

Espíritu de fraternidad

Ven Espíritu de fraternidad,
porque el Padre Dios quiere a sus hijos unidos como hermanos.

Ven Espíritu de unidad,
porque detestas la división y la enemistad.

Ven Espíritu de hermandad,
porque fácilmente nos dejamos llevar por los rencores,
las envidias, el egoísmo.

Ven Espíritu de caridad,
porque tu amor nos motiva a construir puentes, a tender lazos,
a estrechar las manos.

Ven Espíritu de amor sincero,
para que no se mueran mis sueños de un mundo de hermanos,
de una civilización del amor, de una tierra unida.

Ven Espíritu Santo.
Amén

Diamante en bruto

Ven Espíritu Santo.
Me han dicho que soy como un diamante en bruto, una piedra preciosa que está llamada a resplandecer con toda su belleza.
Pero para ofrecer todo mi brillo, necesito ser tallado, pulido, trabajado.

Ven Espíritu Santo. Ven a tallar este diamante que tú has creado, ven a sacar de mí todo lo bello que tú mismo me has regalado. De mi corazón pequeño saca los mejores actos de amor; de mis labios saca las mejores sonrisas y las mejores palabras; de mis ojos saca las miradas más buenas, comprensivas y pacientes; de mis manos saca las mejores acciones, las mejores caricias, los gestos más bellos.

Ven Espíritu Santo, a realizar tu obra en mi vida.
Amén.

Que todos sean uno

 Te pido Padre, por todos los que siguen creyendo hoy,
tantos siglos después,
gracias al testimonio que ha ido pasando
de generación en generación.

Que todos sean uno.
Que, siendo distintos, sepan estar unidos.
Que, siendo muchos, sepan trabajar juntos por el Reino.
Los habrá más convencidos y otros con más dudas.
Habrá hombres, mujeres, jóvenes ancianos.

Unos tendrán más inquietud
y ganas de que se renueven dinámicas
y formas como modo de ser fieles al espíritu.
Otros buscarán la continuidad
y valorarán la historia, la tradición, la sabiduría acumulada.
Los habrá callados y locuaces,
con distintas maneras de trabajar por el Reino.

Pero que todos sean uno, como nosotros lo somos.
Que sean uno cuando todos ellos se dejan abrazar por mis brazos abiertos en la cruz,
y se dejan guiar por el Espíritu que les da a conocer tu nombre.
Que sean uno porque yo estoy con todos.

jueves, 13 de mayo de 2021

Permanecer para dar fruto

Padre bueno,
que miras a todos tus hijos e hijas con amor y ternura,
concédenos la gracia de sabernos apreciados y amados por Ti.
Que sepamos estar unidos a ti siempre,
como los sarmientos a la vid,
para dar buenos frutos al servicio del prójimo.

Padre bueno, que tu amor nos impulse...
a vivir como hermanos,
a defender los derechos de los más pequeños,
a compartir dinero, ternura, esperanza...
a valorar más lo que nos une que lo que nos separa,
a ser comprensivos y a perdonarnos unos a otros,
a corregirnos mutuamente, para ayudarnos a mejorar,
a cuidar el planeta en el que vivirán nuestros hijos y nietos,
a construir una sociedad más fraterna,
a colaborar en la edificación de una Iglesia más evangélica,
a ser humildes para pedir ayuda y generosos para ayudar...

Tu te alegras cuando actuamos de acuerdo a lo que somos.
Tu gloria es nuestra vida, nuestra felicidad, nuestro amor, nuestra fraternidad.
Que sepamos darte gloria, Padre,
con nuestra oración perseverante y nuestra vida entregada. Amén.

Como el Padre

Señor, Jesús, como Dios Padre te ama,
así Tú nos has amado, nos amas
y nos amarás siempre,
incondicionalmente,
hagamos lo que hagamos,
seamos como seamos,
para que gocemos la alegría de sentirnos amados.

Así quisiera amarte yo,
así quisiera compartir tanto amor recibido
con los más cercanos
y con los que no han recibido tanto cariño:
niños separados de sus familias,
mujeres maltratadas, ancianos solos…
Y así pueda sentir la alegría de amar,
como Tú y contigo.

Rechazados como tú y contigo

Señor, Jesús,
a veces somos criticados y rechazados…
por ser interesados y egoístas,
por nuestra sed de poder y tener,
por nuestros errores y torpezas,
por nuestros excesos y defectos
en lo que decimos y hacemos,
en el modo de tratar a las personas.

Pero en otros momentos somos criticados y rechazados…
por decir verdades incómodas,
por denunciar injusticias y mentiras,
por no reír comentarios ofensivos,
por defender a las personas más pisoteadas…

Señor Jesús, ayúdanos a afrontar las contradicciones;
a reconocer los errores por los que somos criticados;
a seguir haciendo el bien, aun cuando seamos rechazados por ello,
como Tú y contigo.

Usar el nombre de Dios en vano

Señor Jesús, cuando la avaricia, la lujuria o el rencor invaden nuestro corazón, podemos hacer cualquier cosa o utilizar cualquier medio, para tener más dinero o más poder, para poseer a la persona deseada, para hacer daño a quienes nos han perjudicado.

A veces, incluso utilizamos lo más sagrado: tu nombre, para cumplir nuestros peores deseos. Así ha sucedido en la historia y así sucede en la actualidad. Todavía hoy hay personas que declaran guerras santas o matan en tu nombre; ven el sufrimiento de pueblos enteros y dicen “Dios lo ha querido”.

También yo a veces confundo lo que quiero y deseo con tu voluntad. También yo he utilizado el Evangelio para criticar, para condenar y para hacer daño. He tomado tu nombre en vano. Te pido perdón.

Señor Jesús, que jamás use tu nombre para hacer daño, que no confunda nunca mi voluntad con la tuya, que no olvide nunca que tu deseo es dar vida, vida nueva, vida plena, incluso a los que te hacen daño. Amén.

Abiertos a la verdad

Señor Jesús, a veces no me doy cuenta de que mi verdad es muy pequeña y la Verdad muy grande. Parece que no existe más de lo que yo veo, pienso y siento.

Dame un corazón sensible a la luz de tu Palabra y a las inspiraciones de tu Espíritu, que me ayudan a ver más allá, a ensanchar los límites de mi pensamiento, a multiplicar mi sensibilidad.

Que sepa mantener los oídos y los ojos bien abiertos, para aprender cada día, a través de todas las personas: ricas y pobres, analfabetas o universitarias, creyentes o ateas, más santas o más pecadoras, de cualquier credo o ideología. Amén.

Nuestra tristeza se convertirá en alegría

Señor, a veces me toca llorar, por el sufrimiento o la ausencia de las personas que amo, mientras alrededor me parece que el mundo se divierte. Y tus lágrimas se mezclan con las mías, aunque no me dé cuenta.

A veces estoy triste, me gana la desesperanza, me pesan tus palabras, no siento tu amor, parece que te has olvidado de nosotros, de las personas que más sufren. Y tú me acompañas en mi tristeza, aunque no me dé cuenta.

A veces estoy triste, pero en el momento más inesperado, te siento a mi lado y me llenas de una alegría que nadie me puede quitar. Señor, aumenta mi fe, para que no dude nunca de tu promesa: nuestra tristeza se convertirá en alegría. Amén.

Oración por la tierra

Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.

Inúndanos de paz,
para que vivamos como hermanos y hermanas,
sin dañar a nadie.

Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra,
que tanto valen a tus ojos.

Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.

Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.

Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas,
en nuestro camino hacia tu luz infinita.

Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz.

María, salud de los enfermos

Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.

A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que, al pie de la cruz,
fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.

Papa Francisco

viernes, 30 de abril de 2021

¿Cómo podemos saber el camino?

Señor Jesús, hay momentos en los que veo claro el camino a seguir. Tu llamada resuena con fuerza en mi corazón. Te doy gracias por esa luz tuya, que me ayuda a ver más claro y ensancha los horizontes de mi libertad.

En otros momentos, la oscuridad me rodea y no sé qué camino tomar. No obstante, aunque no vea el camino, la fe me ayuda, al menos, a saber hacia donde orientar el próximo paso. Y, paso a paso, la oscuridad se despeja y el camino aparece.

Ayúdame a fijarme en Ti, Jesús, Camino, Verdad y Vida. Quisiera dejarme guiar por tu forma de vivir, de rezar, de tratar a las personas y amarlas, hasta el extremo. Quisiera preguntarte, con la sencillez y la confianza de un niño: ¿Qué harías Tú en esta situación? Quisiera escuchar tu palabra en la voz de los que me quieren y de quienes me necesitan.

Gracias, Jesús, por ser mi Camino, mi Verdad y mi Vida.

Estar contigo

Estar contigo
más allá de mis caretas
de mis ídolos
y mis caprichos.

Estar contigo
en lo austero del silencio
en lo fecundo de la espera
en lo apasionante de buscarte.

Estar contigo
aunque la vida entera se sacuda
aunque no vea el camino
aunque parezcas ya no estar.

Estar contigo
apoyado en ti
sostenido por tu gracia
dejándome conducir
a la insondable profundidad
de tu Misterio.

(Matu Hardoy)

lunes, 26 de abril de 2021

Jesús, transparencia del Padre

Señor Jesús, cuando leo el Evangelio, te imagino dedicando todo tu tiempo y todas tus fuerzas al Padre y a las personas, te veo acercándote, amando, defendiendo, curando, levantando a los más pequeños y vulnerables. Y me digo: Así es el corazón de Dios, cercano a todos y especialmente a los que más sufren.

Señor Jesús, cuando veo personas enamoradas de ti y del Evangelio, que dedican su vida a los demás, contentas, sin aparente esfuerzo, siento tu presencia amorosa, también en esos días tristes y difíciles, en los que me siento perdido.

Señor Jesús, convierte mi corazón y cambia mi vida, para transparentar el amor del Padre a las personas que sufren o están tristes, enfadadas, abandonadas… Y dame más fe, para verte también en ellas. Amén.

Las obras, espejo del alma

Señor Jesús,
Tu corazón es ternura y tus manos expresan ternura.
Tu corazón está abierto a todos y tus pies se acercan a los últimos.
Tu corazón es comunión y tus obras buscan la fraternidad de todos.
Tu corazón es misericordia y regalas tu perdón a quienes te lo pedimos.
Tu corazón es Amor y amas siempre, con todo tu ser.
Tu eres el Salvador y continuamente nos ofreces una vida nueva.

Señor Jesús,
que sepa creer más en las obras que en las palabras de las personas.
Gracias por los hombres y mujeres que dan testimonio de tu amor con su vida,
dedicándose a los demás, denunciando injusticias, levantando la confianza...

Señor Jesús,
que mis obras y mis palabras sean expresión de mis mejores deseos;
que no busque mi interés egoísta ni provoque enfrentamientos;
que sea constructor de fraternidad y de esperanza,
como Tú y contigo.
Amén.

Paz a vosotros

Cuando estamos avergonzados por haberte abandonado y negado,
Tú nos miras con misericordia
y nos dices: PAZ A VOSOTROS.

Cuando estamos encerrados por miedo,
Tú nos das valentía y fuerza
y nos dices: PAZ A VOSOTROS.

Cuando hemos perdido la fe en ti, en nosotros, en la humanidad,
Tú vuelves a confiar en nosotros
y nos dices: PAZ A VOSOTROS.

Cuando vivimos de espalda a quienes sufren en su cuerpo y en su alma,
Tú nos nuestras tus manos llagadas
y nos dices: PAZ A VOSOTROS.

Cuando nos cuesta creer que la cruz es fuente de vida nueva,
Tú abres nuestro entendimiento
y nos dices: PAZ A VOSOTROS.

Cuando nos cuesta salir de nuestra zona de confort,
para compartir tu vida y tu esperanza,
Tú nos contagias tu amor y tu pasión
y nos dices: PAZ A VOSOTROS.

Encarnarse es bajar y acercarse

Señor, por amor, tú bajaste de tu cielo al seno de María
y plantaste tu tienda entre nuestras casas y campamentos.
Que yo también baje de mi prepotencia y egoísmo
y me acerque de corazón a mis prójimos, por amor,
como Tú y contigo.

Naciste en un establo y fuiste refugiado, por amor.
Que sienta en el alma el dolor de los que más sufren,
como Tú y contigo.

Acogiste a mujeres, niños, pecadores… por amor.
Que yo tenga un corazón abierto a quien me necesite,
como Tú y contigo.

No te importó ser criticado ni rechazado, por amor.
Que yo sepa asumir las dificultades de mi misión,
como Tú y contigo.

Sentiste miedo y buscaste el apoyo de tus amigos adormilados.
Que sepa reconocer mi debilidad y pedir ayuda,
como Tú y contigo.

Tú cargaste una cruz no merecida ni apetecida, por amor.
Que yo también cargue con cruces ajenas y alivie sufrimientos,
como Tú y contigo.

Te acercaste a los tuyos a compartir tu vida resucitada.
Que también yo regale mi esperanza, mi alegría, mi fe,
como Tú y contigo.
Amén.

¿Dios aguafiestas?

¿Por qué nos empeñamos en verte
como antagonista en nuestra vida,
amenaza a nuestra libertad,
juez de nuestros amores,
aguafiestas de nuestras alegrías,
tropiezo de nuestros andares?

¿Por qué estás grabado tan fuerte
como poderoso e invisible vigilante,
ley que nos exige y se impone,
conciencia que nos persigue y roe,
castigo siempre amenazante,
miedo de muerte en nuestros placeres?

¿Por qué jugamos tantas veces
a ponerte a prueba con nuestras tonterías,
a ensuciarte el rostro con el que te nos revelas,
a convertirte en títere de nuestras preguntas,
a atraparte con nuestros torpes saberes,
a hacerte cómplice de nuestras decisiones?

Oh Dios, Tú que eres Dios de vida
y no de muerte ni de suerte,
renuévanos y ponnos en sintonía
con tu Espíritu de siempre
y los signos que te preceden.
Borra nuestras falsas imágenes.
Que tu Espíritu grabe la suya para siempre.

Florentino Ulibarri

Quisiera verte

Yo también quisiera verte, Señor:
En los momentos de incertidumbre y angustia.
En los momentos de desconcierto y miedo.
En los momentos de noche y tempestad.
En los momentos de luz y alegría.

Quisiera verte:
En el rostro de los que me persiguen y critican.
En el rostro de quien me mira mal y no me quiere.
En el rostro de los últimos y despojados.
En el rostro de los que comparto mi vida diariamente.

Quisiera verte:
Al servir, al amar, al perdonar, al abrazar.
Al caer, al quedarme sin fuerzas, al desesperar.

Quisiera verte
en todos los momentos,
en todos los rostros,
en todas las circunstancias.
Y poder decir: en todo amar y servir.

Fermín Negre

Dios actúa

Tú, Padre, que amas y recreas la vida
y cuidas de los pequeños brotes con ternura,
que siempre permaneces en vela,
para acogernos, regarnos y abrirnos,
mira los espacios muertos de mi corazón
que todavía rehúsan darte refugio y entrada.
Empieza a levantar las capas de resistencia,
con las que me cubro y aíslo, cuando te acercas.

Abre una a una esas zonas de mi vida
donde rechazo tu mirada;
esos ámbitos de mi ser
cerrados a toda novedad y encuentro;
esos parajes de mis entrañas
estériles a todo crecimiento;
esos rincones de mi persona
temerosos de la luz y los gritos;
esos aspectos de mi espíritu
donde mi seguridad pelea con tu verdad.

No hagas caso de mis quejas.
Trabájame a tu estilo,
con tu tierno pero firme amor,
para que pueda construir tu Reino de Fraternidad,
con el ejemplo de tu Hijo y la fuerza del Espíritu.
Amén.

Levántate y echa a andar

Señor, resuenan en mi corazón tus palabras:
"Levántate y echa a andar".

Tu brazo es más fuerte que todas mis cadenas.
Estrecharé tu mano y echaré a andar,
con otros hermanos liberados de sus ataduras.

Con tu consuelo afronto sufrimientos y dolores.
Me dejaré acariciar y abrazar por Ti y echaré a andar,
para que los que se sienten aplastados puedan levantarse.

Tu palabra me saca del pozo del pesimismo.
Escucharé tu voz y echaré a andar.
Compartiré mi esperanza y seguiremos adelante.

Tu Reino de fraternidad me fascina y me atrae.
Me dejaré ayudar por otros peregrinos y echaré a andar.
Ofreceré mi hombro a otras personas y caminaremos juntas.

Tu Amor es más poderoso que la muerte.
Me dejaré resucitar y echaré a andar
para abrazarte y abrazar a quienes ya viven en tu Casa.

Señor, que sigan resonando en mi corazón tus palabras:
"Levántate y echa a andar".

Dios cercano

Señor, Dios Padre nuestro, en ti vivimos, nos movemos y existimos.  Somos islas rodeadas del mar de tu compasión. Somos pequeñas criaturas que anhelamos y buscamos, más o menos conscientemente, el abrazo, la caricia, el calor y la palabra de nuestro Creador. Deseamos -más que nada en este mundo- el Amor incondicional que sólo Tú puedes darnos.

Sin embargo, a veces estamos cerrados, muy cerrados, para percibirte, para acogerte, para dejarte crecer en nuestra vida, para disfrutar de tu amistad gratuita. Estamos cerrados a causa del dolor, los prejuicios, nuestros intereses egoístas, apegos y dependencias, porque no te conocemos tal como eres.

Abre nuestro corazón clausurado. Cura nuestra ceguera, para percibirte en la belleza de cada ser y en el amor de cada corazón verdaderamente humano. Sana nuestra sordera, para escuchar tu Palabra, que nos invita a estar contigo y a gozar de tu cercanía: “He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, Yo entraré y cenaré con él y él conmigo”.

¡Quiero acogerte, Señor! ¡Abre todos mis sentidos para percibirte, para acogerte, para amarte, para amar contigo y como tú! Amén.

Palabra de Dios

A veces, Jesús, tu Palabra me molesta.
No me gusta que nadie me gobierne.
No quiero perder mi personalidad,
como una marioneta sin alma.
Temo que me reproches mis errores
y que me alejes de lo que más quiero.
¡Ay, Señor, qué equivocado estoy!

Cuando me dejo conducir por Tu palabra,
mi libertad crece y se multiplica;
descubro que Tú solo quieres mi felicidad
y que tu voluntad coincide con mis mejores deseos.
Tu Palabra me recuerda quién soy
y que tu amor me envuelve en toda circunstancia.
Tu Palabra solo me aleja de lo que no me deja crecer
 y me da fuerzas para amar más y mejor.

¡Gracias, Señor, por tu Palabra!
¡Que sepa acogerla, valorarla, agradecerla y trasmitirla!

Cada decisión cuenta

¡Cuántas veces, Señor, actúo con frivolidad!
Como si las decisiones de cada día no fueran importantes.
Sin embargo, cada pequeña acción deja su huella:
en el corazón, en los hermanos, en la sociedad…

Mis palabras pueden alentar la esperanza o el pesimismo.
Mi comportamiento puede abrir heridas o ayudar a curarlas.
Mi mirada puede construir puentes o murallas.
Con mi dinero puedo contribuir a la fraternidad o a la injusticia.
Cada día puedo cavar infiernos o pintar arcoíris.
Con mi oración, puedo encerrarme en mí o abrirme a Dios
y, con Dios, amar y servir a los más pequeños y pobres.

Y así, palabra a palabra, gesto a gesto, moneda a moneda,
voy construyendo mi personalidad, más oscura o más luminosa;
voy aportando calor o frialdad a mi familia, a mi mundo…
voy apostando por los Lázaros o por la injusticia de los Epulones.

Señor, ¡qué encamine bien mis pasos!
¡Que no sea demasiado tarde para reaccionar!
¡Qué ame, rece y viva como Tú y contigo!

Dar con abundancia

Dame, Señor, un corazón samaritano como el tuyo
para no pasar de largo ante las necesidades de los hermanos,
para saber llorar con quien sufre,
para calmar las dolencias que me encuentre a mi paso.

Cambia, Señor, mi corazón de piedra en uno de carne
que sepa empatizar con el dolor del mundo,
con la pobreza de los pueblos, con el llanto de los descartados.

Enséñame a devolver bien por mal,
a rechazar convertirme en juez y verdugo,
a perdonar, si es preciso, setenta veces siete,
a excusar en vez de juzgar,
a salvar en lugar de condenar.

Enséñame, Señor, a dar con abundancia,
con las manos siempre extendidas y abiertas,
con medida generosa, colmada, rebosante…
porque dando es como se recibe.

Fermín Negre

Transfiguración

Señor Jesús,
en el camino oscuro de la cruz, tu luz ilumina todo por un momento.
A veces la vida parece un desierto y, de pronto, surge un oasis.
Creía que Tú me habías quitado todo y, sin esperarlo, siento tu cercanía.
Me siento un desastre y alguien me recuerda que me admira.
No entiendo nada y, en un momento, veo que las piezas encajan.
Me creo inútil y un amigo me recuerda: “Tú hiciste mucho por mí”.

La vida sigue, con sus desiertos, cruces, desastres y preguntas sin respuesta…
pero el corazón se ha llenado de consuelo, de esperanza y de fuerza
y puedo afrontar las dificultades como Tú y contigo, Jesús.

Gracias por tantas experiencias de transfiguración, de luz;
que me mueven a compartir la esperanza con todos
y a esperar la vida plena, la alegría más honda, la fraternidad perfecta.
Amén.

Ser cuidadosos

Padre bueno, que estás entre nosotros.
Sentimos tu presencia cuando nos cuidas,
por medio de nuestros hermanos y hermanas,
a través de la oración y los sacramentos…

Padre misericordioso, nos invitas a ser cuidadosos
con los más cercanos, con los que más sufren;
con cada palabra, con cada gesto, con cada sonrisa.
Así damos testimonio de tu amor y tu ternura.

Danos fuerza para desvivirnos por los demás,
para dar gratis lo que tú nos das gratis,
para cuidar a los demás como tú nos cuidas:
acariciando al triste, levantando al caído,
curando al apaleado, luchando por los más débiles…

Gracias por todas las personas que se comprometen,
que viven a tu mensaje de fraternidad, de dignidad y de justicia.
No permitas que nos acomodemos, que nos enfriemos;
que no apaguemos la llama que arde en nuestro interior,
que avivemos la chispa que brotó del fuego de tu amor
y que ha de llegar a toda la humanidad. Amén.

Rezar, aunque conoces nuestros deseos

Aunque conoces nuestros deseos antes de contártelos,
aunque no precisas nuestra oración para socorrernos,
aunque estás deseando bendecir continuamente nuestra vida,
aunque tu amor desborda todos nuestros deseos,
aunque tus oídos siempre escuchan nuestras plegarias,
nos invitas a pedir para recibir, a buscar para encontrar…

Tú no necesitas que recemos para ayudarnos.
Somos nosotros los que necesitamos rezar,
para abrir el corazón a tu amor y a todos tus dones
para sentir tu cercanía, tu ternura, tu perdón, tu fuerza,
para disfrutar de tu mirada, de tu palabra, de tu amistad.
para que nos contagies la pasión de amar y servir a todos,
especialmente a los  más pequeños y necesitados.
Amén.

Señor, que vea

Señor, que vea…
…que vea tu rostro en cada esquina.
Que vea reír al desheredado,
con risa alegre y renacida.
Que vea encenderse la ilusión
en los ojos apagados
de quien un día olvidó soñar y creer.
Que vea los brazos que,
ocultos, pero infatigables,
construyen milagros
de amor, de paz, de futuro.
Que vea oportunidad y llamada
donde a veces sólo hay bruma.
Que vea cómo la dignidad recuperada
cierra los infiernos del mundo.
Que en otro vea a mi hermano,
en el espejo, un apóstol
y en mi interior te vislumbre.
 
Porque no quiero andar ciego,
perdido de tu presencia,
distraído por la nada…
equivocando mis pasos
hacia lugares sin ti.
 
Señor, que vea…
…que vea tu rostro en cada esquina.

José María Rodríguez Olaizola, SJ

Me gusta escribir tu nombre

Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre,
escribir a mis seres queridos muertos
y contarles que te llamas así.

Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima más que tu nombre.

Gloria Fuertes

Tú eres Pedro

Señor, no has querido salvarnos aisladamente. Nos has dado una gran familia, una gran comunidad de hermanas y hermanos, todos pequeños y pecadores, todos con valores y carismas. Unos destacan por su capacidad de escucha, otros por su talento para organizar. Algunos se juegan su vida en países y en ambientes difíciles, otros tienen más desarrollado el don de la oración. Unos aportan su esperanza y su buen humor, otros destacan por su inteligencia o su compromiso para cambiar la sociedad…

Gracias por la Iglesia, por mi parroquia y mi comunidad. Aunque haya cosas que no me gusten, debo reconocer y quiero agradecer que, gracias a la Iglesia, te he conocido a ti, Jesús, y he podido disfrutar de tu amistad, de tu fuerza y de tantas personas buenas, cuya vida me inspira y me anima a seguirte y a amarte.

Gracias por el Sucesor de Pedro. Gracias por Francisco. Gracias, porque su fe sostiene nuestra fe; su palabra nos guía y nos ayuda a vivir el Evangelio en las circunstancias actuales. Gracias por su testimonio de amor a Ti. Gracias por sus gestos de ternura a los pequeños, a los descartados, a los enfermos, a los inmigrantes, a los marginados por cualquier causa.

Que también yo sea un miembro activo de la Iglesia, colaborando generosamente con mis capacidades y talentos. Amén.

Tentaciones groseras y refinadas

Señor, Tú también fuiste tentado, como nosotros.

Cuando estoy débil, siento tentaciones groseras, en las que el diablo me anima directamente a hacer daño, a satisfacer todos mis caprichos y pasiones, a hablar mal de otras personas, a utilizar a los más débiles, a mentir sin remordimiento, a dejar de rezar y olvidarte…

Cuando estoy más cerca de ti, siento otras tentaciones más refinadas, en las que el diablo me presenta el mal con apariencia de bien. Me anima a halagar en vez de amar y servir, a cuidar las apariencias más que el interior, a creer más en la propaganda que en la verdad, a poner más confianza en el poder y el dinero que en la fe y el compromiso con los pobres, a utilizarte para cumplir mi voluntad en vez de abrirme a tus llamadas…

Señor, que el silencio y la oración me ayuden a descubrir los engaños del tentador, a reconocer mi pobreza y debilidad, a abrirme a la fuerza de tu Espíritu, más poderosa que todas las tentaciones, para poder resistirlas y vencerlas.

Amigo de publicanos y pecadores

Señor, Tú fuiste criticado por ser amigo de hombres y mujeres de mala fama.
En tu corazón cabemos todos: ricos y pobres, justos e injustos,
marginados: enfermos, niños, mujeres, pobres, publicanos y pecadores…

Señor, que también tus discípulos tengamos un corazón abierto, como Tú.
Que nunca nos tengas que reprochar que no te servimos en los que sufren:
“Tuve hambre y sed y no me distéis de comer y beber;
Me quedé sin casa y sin nada y no me hospedasteis;
estuve en el hospital o en la cárcel y no me visitasteis;
perdí la esperanza y no compartiste conmigo tu fe;
me equivoque y te alejaste enojado, en vez de corregirme;
caí en desgracia y te dio vergüenza que te vieran junto a mí…”

Gracias por ser mi amigo siempre, también cuando te niego o hago daño a alguien.
Gracias por ensanchar mi corazón estrecho, para que ame como Tú y contigo.

Ayunar

 Señor Jesús, enséñanos la necesidad y el sentido del ayuno.

Que sentir hambre un día, voluntariamente, me haga acercarme a quienes sufren hambre todos los días, obligatoriamente; a quienes no tienen lo necesario para vivir con dignidad. Que sepa compartir con estas personas tiempo, cariño, dinero, angustias, esperanzas y esfuerzos para salir de su dolorosa situación.

Que el ayuno de comida, que depura el cuerpo de tantas toxinas, me ayude a sentir la necesitad de purificar el corazón; ayunando de malos pensamientos, resentimientos, indiferencia, deseos inútiles de tener más, de ser más reconocido y poderoso; de todo lo que me separe del amor a Ti y a los hermanos.

Que sentir hambre de comida me permita darme cuenta de otras hambres más hondas, que a veces tanto descuido: el hambre de esperanza, de justicia, de amor… Enséñame a alimentar estas hambres en la oración, en el encuentro con los hermanos y hermanas que comparten fe y compromiso, en la lectura de textos que calienten el corazón, en la contemplación de la creación…

Que sepamos ayunar, Jesús, como Tú y contigo.

Mochila de Cuaresma

Señor, retomamos el camino. Contigo.
Preparamos la mochila. Como tú.

Quito pasatiempos y añado encuentros.
Quito tecnología y añado oración.
Quito caprichos y añado solidaridad.
Quito comida y añado buenas lecturas.
Quito ruido y añado contemplación.
Quito preocupación y añado confianza.
Quito indiferencia y añado compasión.
Quito engaños y añado búsqueda de la verdad.
Quito prepotencia y añado humildad.
Quito estrategias y añado amor.

¿Qué más tengo que quitar, Señor? ¡Dime!
¿Qué debería añadir aún? ¡Te escucho!

Señor, retomamos el camino. Contigo.
Preparamos la mochila. Como tú.
¡Adelante! La Pascua nos espera.

Fraternidad frente a la pandemia

Señor Jesús, la pandemia nos separa físicamente,
incluso nos lleva a mirar con sospecha a los demás,
a acusarnos y a culpabilizarnos unos a otros.
Nos aislamos y la soledad nos deprime.

Señor, que tu ejemplo nos guíe, también en este momento,
Tú, que dedicaste tantas horas de tu vida a los enfermos
y los curabas con la fuerza de tu amor y de su fe.

Ya que no podemos tocarnos y abrazarnos,
inspíranos las palabras y los gestos más oportunos,
para acompañar tanto dolor y tanta soledad,
para hacer llegar nuestra cercanía a los enfermos,
a las familias que han perdido seres queridos;
para afrontar y superar esta pandemia juntos,
como hermanas y hermanos de una gran familia.
Fratelli Tutti. Amén.

Denunciar caprichos e injusticias

Ayer, Herodes quiso tener como mujer a la esposa de su hermano, y mató a Juan Bautista, por decirle la verdad. Y el cónsul Quintiliano se encaprichó de una joven llamada Águeda, a la que acabó torturando y asesinando, cuando se negó a entregarse a él.

Hoy muchos poderosos controlan las noticias que pueden ser contadas, pretenden aumentar sus ingresos, aunque tengan que exprimir a personas humildes; aunque causen pobreza y muerte en pueblos enteros. Todavía hoy, hay mujeres y hombres, niños y adultos, que son comprados, explotados y prostituidos…

También yo he sentido el abuso de algunos, que se creían por encima de mí, y en otras ocasiones, he tratado mal a quienes estaban por debajo de mi posición. Así de pequeño y pecador soy. Perdóname.

Señor, dame la fuerza de Juan Bautista, para no esconder verdades molestas, y la de Águeda, para decir no a los caprichos de los poderosos. Dame fuerza para no perder la dignidad frente a los grandes que hacen daño; para cuidar la pureza, la verdad, la justicia, la fe y el amor. Amén.

Profetas

Envíanos, Espíritu poderoso, el rocío de tu suavidad.
Tú que haces oír a los sordos,
abre nuestro corazón cerrado y ablanda nuestra mente rígida;
para que no despreciemos la voz de los profetas,
podamos acoger la Palabra con confianza y alegría
y sepamos descubrir tu mensaje de amor y fraternidad,
en la voz dulce del amigo y en el grito del que sufre,
en la belleza de un atardecer y en el ruido de la tormenta.

Tú que inspiras a los apóstoles y a los profetas
e instruyes a mujeres y hombres, niños y ancianos sabios,
concédenos la gracia de hablar con certeza
del Amor que crea y sostiene nuestra existencia,
del camino del servicio que conduce a la alegría,
mostrando con nuestra vida ese sendero a otras personas.

A la hora de intentar comunicar tu Palabra,
que tu sabiduría nos acompañe,
para que sepamos decir lo que es útil y oportuno,
aunque podamos ser despreciados y rechazados.

A ti gloria, con el Padre de bondad,
con el Hijo, hermano nuestro,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Abrirse a la luz

Señor, Jesús, Tú eres la luz que nos permite ver claro. Tú luz nos ayuda a ver la belleza de cada persona, de cada amanecer, de cada ser. Tú luz nos refleja el verdadero rostro de Dios, del Dios todo Amor, del Dios cercano que camina siempre a nuestro lado. Con tu luz, podemos descubrir en cada persona a un hermano o a una hermana. Dejándonos iluminar por Ti, nos damos cuenta de que estamos creados a imagen y semejanza tuya; que nuestra luz es más grande y poderosa que nuestra oscuridad. Gracias, Jesús, por esta luz que ilumina sin deslumbrar.

Gracias también porque Tú luz deja al descubierto lo que no queremos ver: nuestros sentimientos torcidos, nuestro deseo de poseer y aparentar… Tu luz evidencia, además, la injusticia de la sociedad, el dolor de muchas personas que sufren, las mentiras con las que justificamos lo injustificable. No nos gusta ver esta realidad oscura de nuestro corazón y de nuestro mundo. Perdona nuestro deseo de apagarte, para disfrutar una vida más tranquila, pero menos verdadera, menos humana, menos fraterna.

Gracias, por regalarnos tu luz, por ser nuestra luz. Que sepamos acogerla, disfrutarla y compartirla. Amén.

Amar con la billetera

Señor, Tú conoces bien mis mejores sentimientos;
sabes que deseo el bien de mi familia, de mis amigos, de todas las personas;
sabes que a veces comparto tiempo y doy limosnas;
sabes incluso que me gusta que el gobierno se ocupe de los pobres.
No soy una persona cerrada, insensible y egoísta.

Pero también sabes que, normalmente, mi amor es muy corto:
dejo de “ser bueno”, cuando amar me duele y complica la vida;
comparto mi dinero, mientras no afecte a mi nivel de vida;
quiero que se atienda a los pobres, pero sin que afecte mucho a la economía del país.
Como los gerasenos, a veces prefiero la vida de los cerdos a la salud de un hombre que llevaba muchos años sufriendo.
No soy una persona tan abierta, compasiva y generosa como querría.

Perdóname, Señor, y rompe las barreras del egoísmo y el miedo;
para que sepa amar y compartir, aunque me toque el corazón y la billetera,
y aporte mi compromiso para construir un mundo más justo y fraterno. Amén.

domingo, 25 de abril de 2021

Espíritus inmundos

Señor Jesús, también nosotros estamos poseídos, por tantos espíritus inmundos: el miedo a contagiarnos, la indiferencia, la avaricia, las drogas, la pornografía, la pasividad frente a la injusticia, la falta de respeto a la vida de los más pequeños y los más ancianos…

Frente a esta realidad, escuchamos y leemos muchos mensajes políticos, periodísticos, religiosos… Muchos pretenden tener la razón y utilizan el mal ajeno para hacer propaganda. La mayoría pretenden dominarnos, para nada liberarnos del mal.

Tú, en cambio, hablas con autoridad. Hablas de un Dios liberador y liberas. Hablas de un Dios todo-perdón y perdonas hasta a los que te están matando. Hablas del Dios de la paz y Tú eres paz. Hablas del Dios de la vida y cuidas de la vida de todos y nos anticipas la vida eterna. Hablas del Dios Amor y amas a todos, comenzando por los más excluidos.

Enséñanos, Jesús, a hablar con tu misma autoridad. Danos fuerza para hacer lo que decimos, como Tú y contigo. Amén.

Gestionar el miedo

Señor, Tú sabes que tengo miedo, aunque a veces no lo demuestre. Tengo miedo a las enfermedades, a la muerte de personas queridas, al desamor, al sufrimiento de los míos, a perder la confianza de los amigos, a depender de los demás, a la posibilidad de que pueda hacer daño a otros, a no tener lo necesario para vivir…

Y muchas veces, cuando tengo miedo, me encierro con mi propia angustia, veo enemigos hasta en las personas que más me han ayudado, culpo a los políticos, a los inmigrantes, a los jefes, a los sacerdotes… Incluso desconfío de Ti y de tu bondad.

Señor, que el miedo me ayude a ser más prudente; a compartir mi pequeñez con los hermanos que me pueden sostener; a abrirme con humildad y confianza a Ti. Ayúdame, Señor, porque, cerca de Ti, todo tiene arreglo, hasta la muerte. Amén.

La medida que uséis

 En muchas ocasiones, nos cansamos de hacer el bien,
nos parece que no merece la pena ser generosos,
creemos que a los sinvergüenzas les va mejor en la vida,
que trabajar por la verdad y la justicia crea muchos problemas.
Así nos sucede en muchas ocasiones, Señor.

Por eso, te pedimos:
ayúdanos a ver más allá de las apariencias;
danos luz para aprender la lección del Evangelio:
la medida que usemos la usarán con nosotros;
quien tiene el corazón abierto para dar, lo tiene abierto para recibir;
quien trata mal a los demás, acaba quedándose solo;
quien siembra generosamente, generosamente recogerá;
quien siembra tacañamente, tacañamente recogerá;
quien procura perdonar, es capaz de acoger y sentir el perdón;
quien procura ser transparente, tiene como premio la verdad;
quien no se sacrifica por nadie, pierde la alegría de vivir;
quien comparte, tarde o temprano, recibe el ciento por uno.
quien es capaz de morir por amor, recibe la vida eterna.

Sembrar

 Ya lo ves, Jesús: el campo de mi corazón es un mosaico muy diverso: zonas duras e impenetrables en las que no germina nada; piedras hechas a base de prisa y comodidad, que no dejan crecer y dar fruto a los brotes que van apareciendo; retajos en los se crían muchas plantas que no producen nada; franjas de tierra buena, en la que tu Palabra germina, crece y da buenos frutos.

Gracias, Jesús sembrador, por “perder tu tiempo” conmigo; por sembrar en mi la mejor semilla, por darme la oportunidad de acoger tu Palabra. Gracias por invitarme a sembrar contigo los valores de tu Reino; porque puedo ser feliz, dando fruto abundante. Siempre contigo y como Tú.

Familia... universal

Señor, ¡Qué importante y decisiva es la familia para cada persona!
Aunque toda familia tiene sus problemas, ¡cuántas cosas buenas podemos recibir de ellas! ¡Cuánto amor gratuito, cuántos desvelos, cuántos sacrificios por el bien de los hijos o los nietos… Gracias por…

Pero también es cierto que quien nos puede dar lo mejor también nos puede dar lo peor: maltrato, luchas por herencias que llegan a matar, abusos… Ayúdame a curar las heridas provocadas por los míos y dame fuerza para estar cerca y apoyar a quienes sufren en su propio hogar.

Gracias por esa familia alargada, formada por las personas que comparten la vida, la fe, las angustias y las alegrías; por las que me apoyan y ayudan cuando tengo problemas,  me consuelan cuando sufro,  me acompañan en la soledad, aman más a los que más lo necesitan. Gracias por tantos hombres y mujeres que cumplen tu voluntad, aunque no te conozcan. Amén.

Con Él, como Él, en su Iglesia

Señor Jesús, ¡qué a gusto estoy contigo, cuando logro superar la pereza y soy capaz de dejar para luego otras actividades más divertidas o más atrayentes; cuando siento tu cercanía y tu amor, aunque haya sido un desastre o no me hayan ido bien las cosas! Pero, soy tan poco constante y, sin querer, acabo alejándome de Ti. ¡Llámame de nuevo, Jesús, y ven a buscarme para estar contigo!

Señor Jesús, ¡qué feliz soy, cuando comienzo la jornada con el deseo y la voluntad firme de hablar como Tú, de servir como Tú, de entregar la vida como Tú,  de poner mi granito de arena para que en mi familia y mi mundo se respire un poco más de respeto y de fraternidad! Entonces, crece mi libertad, mi capacidad de amar, mi esperanza… Pero, a veces me dejo arrastrar por la rutina, por lo que me apetece, por el cansancio... ¡Llámame de nuevo, Jesús, y dame fuerza, para vivir y anunciar contigo el Reino!

Señor Jesús, ¡mi fe se apoya en la confianza y el amor de tantos hermanos y hermanas, que me aprecian, me animan, me corrigen, me acompañan… Gracias por poner en mi camino tantos hombres y mujeres, niños y personas adultas, que te siguen, te sienten, te reflejan, ellas me ayudan a conocerte y a amar como Tú. 

Pero a veces me desaniman los escándalos de la Iglesia; quiero ser aceptado en la comunidad tal y como soy, pero yo no acepto a todos y exijo una comunidad de personas perfectas. ¡Llámame de nuevo, Jesús, y dame fuerza, para ser humilde trabajador de tu Iglesia!

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Pero a veces me desaniman los fallos de mi parroquia, de mi grupo, de la Iglesia; quiero ser aceptado en la comunidad tal y como soy, pero yo no acepto a todos y exijo una comunidad de personas perfectas.
¡Llámame de nuevo, Jesús, y dame fuerza, para ser humilde trabajador de tu Iglesia!

Locos como Jesús

 Señor, Jesús, también a Ti te tomaron por loco:
loco por dedicarte a cepillar maderos hasta los 30 años,
loco por hablar de Dios como un papá, con corazón de madre,
loco por ser libre ante los poderosos y ante los pobres
loco por ser amigo de pecadores y prostitutas,
loco por dedicar tu tiempo y tu vida a los demás,
loco por preferir la cruz a la mentira y al egoísmo,
loco por amor al Padre y a nosotros, tus hermanas y hermanos.

Líbrame, Jesús, de las locuras de este mundo:
la locura de encerrarme en mí y no abrirme a los demás,
la locura de no disfrutar de cada rayo de sol y de cada gesto de cariño,
la locura de vivir atado al rencor y al deseo de venganza,
la locura de dedicar más tiempo a las cosas y a las tareas que a las personas,
la locura de creerme demasiado bueno o demasiado malo,
la locura de no arriesgarme ni sacrificarme por nadie,
la locura de cerrarme a tu amor, a tu perdón y a tu fuerza.

Líbrame, Jesús, y ayúdame a ser loco como Tú y contigo.

Cuentas conmigo

A veces, me parece increíble que te hayas fijado en mí,
que, siendo Tú tan grande, te fijes en mi pequeñez,
y siendo Todopoderoso, pidas mi pobre colaboración.

En otros momentos, me creo tan inteligente y capaz,
que llego a creer que Tú cuentas conmigo por mis méritos
y me llamas por ser más santo que otras personas.

Señor Jesús, ayúdame a sentir tu mirada y tu llamada amorosa;
a darme cuenta de que Tú me llamas porque me amas, no por mis méritos;
a responderte con gratitud y generosidad, con humildad y alegría,
por el bien de tus preferidos: los más pequeños y desafortunados.
Amén.

La ley y el amor

Perdóname, Señor Jesús,
por poner la ley por encima del bien de las personas,
por anteponer mis caprichos al bien de las personas,
por preferir mi comodidad al bien de las personas,
por elegir “el que dirán” antes que el bien de las personas,
por mi dureza de corazón,
por criticar a los que hacen el bien que yo no hago,
por condenar a quienes ponen en evidencia mi egoísmo.

Gracias, Señor Jesús,
porque para ti no hay nada más importante que el bien de las personas,
por dedicar tu tiempo a procurar el bien de las personas
por jugarte y dar la vida por el bien de las personas
por los hombres y mujeres que dedican su vida a ayudar a las personas,
porque me das fuerza para buscar, sobre todo, el bien de las personas.  

Perdón y gracias, Señor Jesús.

A vino nuevo, odres nuevos

Señor, Tu sabes que me dejo llevar por las rutinas de siempre.
A veces confundo la fidelidad con el inmovilismo.
Suceda lo que suceda a mi lado, yo no cambio el paso, yo “a lo mío”.
Unos se quedaron en los años 60, otros en los 80, otros en el 2000.
¿En qué momento, Señor, mis pasos se detuvieron?
¿Cuándo deje de aprender cosas nuevas y de recorrer caminos desconocidos?

Sin embargo, la vida cambia continuamente, en todos los ámbitos.
Y Tú me recuerdas: “A vino nuevo, odres nuevos”.
No tengo que cambiarlo todo, pero seguro que debo cambiar algo.

Señor, que abra los ojos a lo que sucede en mi familia, entre mis vecinos, en la comunidad cristiana, en la política, entre la gente que más sufre…
Que abra los ojos y sepa dar una respuesta adecuada y generosa, que lleve alivio y esperanza a quienes me rodean y a las personas que más me necesitan.

Que abra también los ojos a lo que sucede en mi vida, a lo que Tú construyes en mi corazón, a los proyectos que me inspiras…
Que abra los ojos y sepa colaborar contigo, para que mi vida se renueve y crezca en confianza, alegría, amor, entrega y esperanza. Amén.

¿Qué buscáis?

Te agradezco tu pregunta, Jesús: ¿Qué busco? ¿Qué deseo, más que nada, en este mundo? ¿Triunfar? ¿Ser famoso? ¿Ser querido? ¿Tener el aplauso de los demás? ¿Construir un mundo más justo y fraterno? ¿Estar más cerca de ti? ¿Ser más virtuoso? ¿Tener un cuerpo 10? ¿Ser una persona culta? ¿El bien de las personas a las que quiero? ¿Divertirme, sin pensar en nada? ¿Tener lo suficiente para vivir serenamente? Ayúdame a aclararme y a responder sinceramente, Señor. ¿Qué busco? ¿Qué deseo, más que nada, en este mundo?

Ayúdame a profundizar: ¿Soy consciente de que, a veces, deseo cosas contradictorias? ¿Me doy cuenta de que para alcanzar un deseo tengo que descuidar o renunciar a otros?

Ayúdame a profundizar un poco más: ¿hacia dónde me lleva lo que hice ayer, lo que acabo de hacer y lo que haré hoy? ¿Me separa o me acerca a mi deseo más hondo y profundo?

En medio de mis preguntas, tu palabra resuena en mi corazón: Ven y verás. Sí, Jesús. Aquí estoy. Disponible. Quiero vivir, luchar, sufrir y gozar como Tú y contigo. Quiero rezar y amar como Tú y contigo. Quiero ser parte de tu comunidad, de la gran familia de mujeres y hombres que comparten tu sueño de fraternidad. Amén, amén.

Todos débiles, todos importantes, todos hermanos

Señor Jesús, me has llamado, llamas a todas las personas para que vivamos como hermanas y hermanos, cada uno con sus enfermedades del cuerpo y dolores del alma, con sus capacidades y virtudes.

Cuando me sienta mal y todo se tuerza en mi camino, dame humildad para pedirte ayuda, para apoyarme en  las personas que me quieren, aunque a veces no sepan qué decirme o qué hacer, aunque me hayan defraudado alguna vez. No permitas que me encierre en mi dolor y en mi angustia.

Dame un corazón generoso, para ofrecer lo que sé y lo que tengo a quienes reciben una bofetada tras otra en la vida, a quienes no quieren despertarse por la mañana, a quienes se sienten más juzgados que amados, a quienes no tienen fuerza para sonreír, a quienes luchan por llegar a fin de mes, a quienes no tienen nada.

Que siempre tenga el corazón de hermano, siempre abierto para pedir ayuda y para ofrecer mi tiempo, lo que tengo y lo que soy. Amén.

Pecado y perdón

Señor Jesús, parece que seguimos igual que hace 2.000 años. No nos conmueve que Tú perdones nuestros pecados. Nos impresiona que Tú hagas caminar a un paralítico o devuelvas la vista a un ciego.

Y es que no nos damos cuenta de que pecados como el egoísmo o el orgullo nos paralizan y nos ciegan mucho más que cualquier otra enfermedad del cuerpo.

No somos conscientes de que un paralítico puede amar y ser feliz; mientras que una persona egoísta y orgullosa, si no lucha contra esa tendencia, puede arruinar su vida.

Señor Jesús, yo también justifico con demasiada facilidad mis errores y pecados. Me digo: “No pasa nada. Todos somos pecadores. No puedo exigirme demasiado. Todos lo hacen. Dios nos perdona siempre”.

Sin embargo, la realidad es que, cuando miro para otro lado y justifico mis pecados, poco a poco me van quitando la libertad, me roban las fuerzas para amar, me separan de ti y arrugan mi alegría.

Señor Jesús, ayúdame a ver claro, a reconocer mis pecados, a no justificarlos, a pedirte perdón y fuerza, con humildad y confianza, para luchar contra ellos.

Gracias porque me amas tal y como soy, con todos mis errores. Gracias por darme tu perdón, mucho más grande que todas mis miserias juntas. Gracias, porque cuando te miro, tu mirada amorosa me serena y mi corazón se llena de esperanza. Amén.

Rezar y curar

Señor Jesús, todos queremos curarnos de las enfermedades y echar a los demonios que nos paralizan: la angustia, el miedo, la tristeza… Es lo que más deseamos: estar bien, en paz contigo, con nosotros mismos, con nuestros prójimos. Quiero acercarme a ti y sentir la fuerza de tu mirada y de tu amor, que nos sana y serena.

Pero, a veces nos olvidamos de las personas que más sufren: las que están solas, las que viven en las calles, muertas de frío, las que no tienen alegría de vivir… Por eso, te pido que me cures otras enfermedades, más escondidas, pero igualmente peligrosas: la indiferencia, la vanidad, el egoísmo… Cúrame, Jesús, y dame un ánimo bien dispuesto para servir, para facilitar la vida de quienes me rodean.

Finalmente, Señor, te pido que me ayudes a ser fiel a los momentos de encuentro contigo, para sentir tu amor, para amar más y mejor, para hacer en cada momento lo que convenga. Como Tú, Señor. Siempre como Tú y contigo.

Enredados

Señor, a veces confundo la libertad con hacer lo que me apetece. Me siento libre cuando nadie me controla, cuando hago y digo lo que me viene en gana.

Pero, si lo pienso mejor, me doy cuenta de que, cuando me dejo llevar por lo que me apetece, acabo siendo esclavo de la comida, de las diversiones, del tabaco, de la televisión, del ordenador, de la opinión de los demás, de la pereza…

Señor, ayúdame a descubrir las redes que enmarañan mi libertad, esas que no me dejan amar más y mejor, me separan de mis sueños más bellos y no me dejan seguirte inmediatamente cada vez que me llamas, para construir tu Reino de justicia, fraternidad y paz.

Gracias por acercarme a personas que tienen el oído pronto y la voluntad decidida para seguirte enseguida, sin dejarse atar por nada o por nadie, sin mirar atrás. Gracias por su ejemplo, por su cariño y por el empujón que me dan. Gracias.

Seguir a Jesús en la vida cotidiana

Señor Jesús, al retomar las actividades habituales, me pregunto:  ¿cómo harías tú las labores que hoy me esperan?, ¿cómo tratarías a las personas con las que me voy a encontrar? ¿qué mensaje les transmitirías? Hago silencio, para poder escucharte...

El Evangelio de hoy da respuesta a mis interrogantes: Tu anunciabas el evangelio del reino y curabas toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Hago silencio, para contemplarte, hablando del amor de Dios, acercándote a las personas, abrazando, mirando con ternura, curando...

Que mi corazón esté pendiente de mis prójimos, y mis palabras y obras de hoy transmitan ternura y esperanza. Como tú y contigo, Jesús.

Gracias por hacerme ver dónde estás, por empujarme a ocuparme de mis hermanas y hermanos, a pesar de mi pereza, de mis excusas. Gracias por tantas personas que sí están allí, contigo, donde más se precisa tu consuelo. Gracias, de corazón. Amén.

Buscar a Dios

Señor Jesús, a veces te busco solo en los libros, en mis razonamientos, en la comodidad de mi sillón. Y tú me invitas a levantarme y a descubrirte en la vida: Venid y veréis. Tú te muestras en el amor de los enamorados, en el tesón de los que trabajan por la justicia y la paz; en las comunidades donde se comparten dudas, sueños, alegrías y sufrimientos; en los momentos de oración, cuando siento que tu mirada amorosa me envuelve; en el empeño de seguir tu modo de vida…

Qué yo también sepa transmitir la fe así: no tanto desde teorías, sino, sobre todo, desde la experiencia de vivir con el corazón abierto a Ti, a tantos hermanos y hermanas de comunidad, en los que me apoyo; a tantas personas que me ayudan y a las que puedo ayudar. Amén.

Encarnación

Tus padres no encontraron sitio en la posada… y eras Dios.
Tu madre, María, te dio a luz en un establo… y eras Dios.
Te envolvieron en pañales y te colocaron en un pesebre… y eras Dios.
Llorabas, sentías frío y hambre… y eras Dios.
Sonreías y hacías carantoñas, cuando te acariciaban… y eras Dios.
Fuiste presentado en el templo como uno de tantos… y eras Dios.
Fuiste perseguido en tu tierra y tu familia emigró a Egipto… y eras Dios.

Sólo así pudiste desmontar nuestras ideas de Dios, fabricadas a nuestra imagen y semejanza: dioses vengativos, caprichosos, dictadorzuelos, que solo aman a los hijos que les sirven.

Sólo así pudiste mostrarnos que Dios es Amor y Ternura para todos; que Dios está cerca de cada persona y, especialmente, de las que sufren; que Dios se pone a la altura de los pequeños; que Dios cuenta con María, con José, conmigo… que Dios respeta nuestra libertad y nos pide que le cuidemos en los menos favorecidos; que no podemos ser divinos si antes no somos humanos…

Gracias, Jesús, por hacerte humano, por mostrarnos el auténtico rostro de Dios, por enseñarnos en camino de la felicidad más grande.

Ana

Señor Jesús, ¡cómo envidio a mujeres como Ana, una enamorada del Padre, dedicada a su servicio! Cuando te conoció, te reconoció y no paró de hablar de Ti. No pudo guardarse para ella el tesoro que ha descubierto!

Yo, en cambio, pierdo el tiempo en tantas cosas sin importancia… Mi relación contigo es muchas veces fría… Me cuesta sentir que Tú me liberas de tantas ataduras… No percibo la necesidad y la alegría de anunciarte, de hablar de Ti, como hablamos de nuestros hijos o nietos, de las personas que han marcado nuestra vida a mejor.

Gracias por enseñarme que siempre estás presente, siempre disponible; que sólo tengo que abrir mi corazón para recibirte y sentir tu fuerza liberadora. Gracias por las personas que te comunican y te proclaman desde el amor profundo que sienten por Ti. Amén.

Inocentes

Padre bueno, Tú nos has dado un corazón bueno y limpio a cada persona, pero se ha ido manchando por el egoísmo y la indiferencia. El miedo a perder poder o riqueza de unos provoca sufrimiento, pobreza y muerte en otros.

Señor, dame un corazón sensible y solidario con los santos inocentes de ayer y hoy, con los pequeños que son aplastados por los grandes, con los niños que -en pleno siglo XXI- sufren esclavitud, con los pueblos que sufren guerras que no han provocado…

Dame fuerza para colaborar con tantas personas que están ayudando a los más desfavorecidos, con quienes trabajan Caritas, en las Misiones y en tantas organizaciones que luchan para que este mundo sea más justo y fraterno. Amén.

Ternura rechazada

Señor Jesús, ¡qué feliz soy cuando tengo el corazón abierto, para recibir tu amor y el cariño de las personas que me quieren, para compartir las bendiciones que Tú me regalas!

Pero, a veces -demasiadas veces- me alejo de todos, me aíslo y me cierro; por miedo a fallar o por el temor a sentirme defraudado, porque no me siento digno o porque me considero superior a los demás.

Yo me cierro y no me dejo ayudar y, sin embargo, me cuesta aceptar que otras personas no se dejen cuidar por mí.

Señor, ayúdame a ser más humilde y más abierto. Ayúdame a salir de la cárcel en la que me encierro.

Que sepa afrontar con serenidad el rechazo que sufro cuando vivo tu Evangelio, cuando te anuncio, cuando procuro ayudar a determinadas personas, cuando trabajo por construir un mundo más justo y más fraterno.

Qué el fracaso no me detenga y sea fiel, como San Esteban, a la misión de transmitir el amor y la ternura que Tú nos regalas en cada Navidad. Amén.

Nos libra de los enemigos

Señor Jesús, al contemplarte en el pesebre de Belén,
me libras de tantos enemigos que roban mi alegría y mi amor.

Líbrame del deseo ser el más famoso, grande, rico y poderoso;
Tú, que elegiste como padres a dos personas desconocidas;
Tú, que nos mostraste la grandeza de hacernos pequeños;
Tú, que siendo rico, te hiciste pobre, para enriquecernos;
Tú, que solamente utilizas el poder del amor y la ternura.

Líbrame de la indiferencia ante tantas personas que sufren;
que dan a luz a sus hijos en establos, en las calles o al aire libre;
que tienen que emigrar a otros países para salvar la vida;
que malviven a nuestro lado, en campos de refugiados o en suburbios.

Líbrame del orgullo, el egoísmo y la desesperanza;
Tú, que siendo Dios, te hiciste un bebé, necesitado de cuidados;
Tú, que por amor te acercas y compartes con nosotros tu vida,
Tú que, al nacer en este mundo, empujas nuestra historia hacia la paz.
Amén.

El sueño de Dios para cada persona

Tu mano, Señor, nos acompaña en todo momento.
en la alegría o en la enfermedad, en la prosperidad o en la pobreza.
Tu mano acompaña a cada persona, a todas las personas.
Tu has soñado un futuro hermoso para todos tus hijos e hijas:
para Juan Bautista, para María, para Isabel, para José, para mí.

Tu mano nos protege, nos acaricia, nos levanta, nos empuja...
a fin de que nuestra vida se convierta en un regalo hermoso para los demás,
junto a los que más sufren o al lado de familiares y amigos,
en una oficina importante o en la cocina de una casa humilde,
cuando puedo hacer muchas cosas y cuando solo puedo rezar.

Señor, Tú sabes que a veces me canso y me conformo con sobrevivir.
Que las dificultades no me hagan olvidar cuántas bendiciones he recibido,
Que sepa inspirarme en tantas personas que alivian penas y soledades
y aproveche esta Navidad, para disfrutar y compartir tu inmenso amor.

Anunciación. Delicadeza de Dios

Virgen María,
Dios te propuso ser la madre de su Hijo
y  se quedó aguardando tu respuesta,
como si tuviera que esperar tu permiso,
para avanzar en su proyecto de salvar al mundo.
El Creador, pendiente de los labios de su criatura,
mientras la entera creación contenía el aliento.

Tú no te hiciste esperar y respondiste:
“Hágase en mí según tu Palabra”
Cristo comenzó a crecer en tus entrañas,
la Ternura de Dios floreció, como nunca, en la tierra.

Virgen María, mujer del Si total y eterno,
enséñanos a escuchar a Dios en el corazón,
a sorprendernos ante su amor desbordante,
a estar agradecidos por fijarse en nosotros,
a responder con un Sí generoso, como el tuyo.
Amén.

Cambiar de planes

Señor, ¡Cuántas veces me quejo de mi vida rutinaria!
Y Tú me sugieres cada día nuevos caminos:
con la sonrisa de un niño o la mirada de un anciano,
cuando se me encoge el corazón ante una injusticia,
ante un imprevisto, agradable o desagradable,
a través de un sueño, una intuición o un enamoramiento,
en el silencio de la oración y en la escucha de tu Palabra,
en una palabra de ánimo o en una experiencia de fracaso,
en esos deseos que superan la criba del tiempo…

Me quejo de mi vida rutinaria y con pocos alicientes,
pero también me quejo cuando me sacas de la rutina.

Dame un corazón sabio y prudente, como a San José.
que no se paralice cuando irrumpe el dolor y la duda,
que se dé tiempo para ver claro e intuir tus caminos,
que se entregue decididamente a la misión que me confías.
Amén.

Jesús Salvador

Señor Jesús, creemos que Tú eres el Mesías, el Salvador del mundo;
pero, a veces parece que creer en Ti no sirve de nada:
parece que, en nuestra vida personal, no somos capaces de superarnos;
parece que no se acaban de arreglan los problemas con los demás;
parece que en el mundo la injusticia y el sufrimiento crecen;
parece que nuestra relación contigo no acaba de arrancar;
parece que los justos y los inocentes pierden siempre la partida.
Cuando tenemos estas sensaciones, nos desanimamos,
y nos preguntamos: ¿realmente vale la pena intentar seguirte?
¿realmente eres Tú eres el Salvador o tenemos que esperar a otro?

Señor, ayúdanos a no dejarnos llevar por las apariencias;
a creer que sólo el amor puede cambiar de verdad a las personas;
a reconocer que la fe multiplica mi serenidad, mi solidaridad y mi esperanza;
a experimentar que tu Evangelio es el camino más eficaz para convertir el mundo en una casa fraterna;
a darme cuenta que conocerte y seguirte es lo mejor que me ha pasado.

Dios al alcance de todos

Señor, Tú te manifiestas como quieres y donde quieres, pero, sobre todo, has querido revelarte a través del amor. Eres Amor y la fuente de todos los gestos de amor, que cada día recibimos y compartimos.

Gracias por estar al alcance de todos, de sabios e ignorantes, pobres y ricos… Sólo nos pides un corazón abierto, para recibir y compartir tu amor.

Que el encuentro contigo, en el silencio de la oración, destruya las excusas que me apartan del amor y la justicia, y abra mi corazón de par en par, para que pueda ser tus manos, tus oídos, tus ojos, tu voz… en la familia, entre los amigos y al lado de las personas que sufren. Amén.

Abiertos a la Verdad

Señor, lo sabes bien, me cuesta aceptar ideas nuevas; esas ideas que cambian mi modo de ver el mundo y que deberían cuestionar mi forma de pensar y actuar.

Cuando escucho estos mensajes, desconcertantes o exigentes, me defiendo y pienso: ¿Quién es este que pretende enseñarme? ¿Qué autoridad tiene? ¿Acaso él es perfecto? ¿Cuál es su título?

Ayúdame a darme cuenta que mi verdad es mi pequeña y la Verdad muy grande; y a tener el corazón, los oídos y los ojos bien abiertos para recibir tus mensajes a través de todas las personas: ricas y pobres, analfabetas o universitarias, creyentes o ateas, más santas o más pecadoras, de cualquier credo o ideología.

Gracias por aprender tantas cosas de Ti, a través de hermanas y hermanos que comparten conmigo su oración, su vida, sus búsquedas, sus certezas , sus dudas, su deseo de Ti, desde la generosidad y el amor más profundo. Amén.

Ábreme al bien de los hermanos

Señor, a veces vivo centrado en mis problemas, mi trabajo, mis aspiraciones, mi imagen, mis derechos, mi crecimiento espiritual, mi salud terrena y mi salvación eterna.

No vibro con el gozo y el dolor de quienes están a mi lado. Miro con la misma desgana a quien sufre que a quien canta. Es más, a veces me alegra el mal ajeno y me fastidia el éxito del prójimo.

Señor, líbrame de esta epidemia de insensibilidad e indiferencia, ábreme al bien de los hermanos; despierta mi fe dormida, para que, en este Adviento, sepa acogerte en las personas que me contagian su alegría y en las que comparten conmigo su dolor. Amén.

Todo es gracia

Padre bueno, a veces mi fe se queda en la predicación de Juan.
Me agobio con lo que debo hacer y olvido lo mucho que me das.
No acabo de pasar del Antiguo Testamento a la novedad del Nuevo.

Ayúdame a comprender y a vivir con mayor plenitud...
que la oración no es una obligación, sino un derecho que me has dado;
que no se trata de que me convierta, sino de dejar que Tú me modeles;
que la salvación es un regalo, no es un spa, que debo comprar con sacrificios y buenas obras;
que hacer el bien a los demás no debe ser motivo de orgullo, sino de acción de gracias;
que la confesión no es el precio de tu perdón, sino un abrazo que me da tu paz;
que Tú me amas siempre: cuando estoy en casa, cuando me escapo y cuando vuelvo;
que no debo ir a Misa y ser solidario para comprar tu bondad, sino para agradecerla.

Señor, gracias por el amor, la esperanza y la fe que me has dado gratis, siempre gratis.
Qué tenga siempre el corazón abierto para recibir tus bendiciones y para compartirlas.

Encontraréis descanso

 Señor Jesús, ¡Cuánto anhelamos el descanso, la serenidad, la paz! En algunas ocasiones suceden cosas tan tristes, tan injustas, tan inhumanas, que siento rabia., mucha rabia. Acompáñame en esos momentos, para que esa rabia se transforme en fuerza, para luchar contra el mal a fuerza de bien. Siempre como Tú y contigo.

Pero en otras ocasiones, yo mismo no me dejo descansar y vivir en paz. Pienso que no me dan lo que merezco. Hago tragedia ante cualquier contratiempo. No acepto mis limitaciones físicas y mentales. Me castigo cuando cometo errores. Quiero ser reconocido por los demás. Pretendo tener razón y defiendo argumentos absurdos. Me paso el día criticando a la familia, a los compañeros, a los políticos. Soy capaz, incluso, de echarte en cara lo mal que conduces el mundo.

Señor, ayúdame a avanzar por el camino de la mansedumbre y la humildad, para encontrar el descanso y la paz. Siempre como Tú y contigo.

sábado, 24 de abril de 2021

Convertir mi vida en pan

Tomar mi vida para que la conviertas en pan.
Tomar mi vida para poder dártela.
Tomar mi vida para repetir aquel gesto tuyo
y ponerme a los pies de la humanidad.
Tomar mi vida para devolverte lo que en mí sembraste.

Partirme para no quedar encerrado y aislado.
Partirme vaciándome y así poder ser.
Partirme celebrando en memoria tuya.
Partirme para que no se haga mi voluntad.
Partirme para desplegarme en tu abundancia.

Repartirme en nuevos sentidos que nunca vi.
Repartirme en los demás y descubrirme cada vez más encendido.
Repartirme sin retener ni especular.
Repartirme hasta esa tierra donde mana leche y miel.
Camino a Jerusalén y cerca de la otra orilla.