sábado, 30 de abril de 2016

Soy bueno y malo; soy tu hijo

Señor, tú ya lo sabes,
mas déjame decírtelo otra vez:
soy una persona que llama y suplica,
llora, sufre y duda;
pero soy también alguien que se entusiasma,
canta, ensalza y disfruta de la vida.

Soy una persona herida, caída, fracasada;
y soy también alguien que revive,
se alza e ilusiona cada día de un modo nuevo.

Soy aspiraciones sublimes y debilidades infantiles,
gritos de fe y llantos desesperados,
pregonero de libertad necesitado de leyes,
ráfagas de claridad y tinieblas permanentes,
coleccionista de impermeables que busca empaparse,
impulsos de generosidad y mezquindad,
campo lleno de contradicciones...

Soy tu hijo,
y necesito el contacto de tus manos,
el calor de tu aliento,
la sonrisa de tu rostro,
la seguridad de tu regazo...
¡y sentirme libre más que el viento y mis sueños!