Señor,
Tú que me has hecho peregrino de ilusiones
no dejes yermo mi horizonte.
Pon signos,
brotes,
flores,
hojas y colores,
hombres y mujeres
que me hablen de Ti
y de tus amores
y alimenten mis necesidades.
Pero no me des oasis permanentes,
llenos de descanso y paz,
que invitan a quedarse.
Sólo anhelo
quitarme el polvo del camino,
curar las heridas,
refrescarme,
limpiar estos ojos cegados,
reparar un poco las fuerzas,
compartir con otros caminantes,
cargar con lo imprescindible...
y salir, nuevamente,
para no perder la identidad que me diste.
¡Para seguir siendo peregrino de ilusiones
allá donde me pongas o dejes!
Florentino Ulibarri