sábado, 30 de abril de 2016

Tú eres mi hijo

Siento, Señor, que estoy
donde Tú quieres que esté;
que nací para estar donde ahora estoy,
que vine al mundo para hacer lo que hago,
siendo lo que soy
y dejándome guiar por tu Espíritu.

De no ser así,
Tú me hubieras hecho diferente:
más sabio o más pobre,
más hábil o más torpe,
más tierno o más firme,
más fuerte o más débil...

Tú,
que has abierto el cielo para siempre,
que me has dado vida y nombre,
que te has mojado para mojarme,
que me has perfumado con tu Espíritu,
que me susurras tus quereres,
que me llamas "hijo, hija" sin avergonzarte,
que me bautizaste para comprometerte
y que te alegras de que esté donde Tú me soñaste,
apacigua mi espíritu
cuando a veces se me ocurre
al pesar mi vida –lo que hago, mis vanidades–
que podría haber hecho algo más grande.

No hay nada más grande y más emocionante
que escuchar tu voz de Padre convencido,
que repite, a veces con ritmo de nana,
a veces con la potencia de un trueno,
"Tú eres mi hijo, a quien yo quiero, mi predilecto".

Florentino Ulibarri