sábado, 30 de abril de 2016

Viñadores homicidas

Señor, Tú nos regalas a cada uno de nosotros una viña preciosa: la vida, un cuerpo con el que relacionarnos con los demás, un espíritu que nos permite soñar. Nos ofreces amigos y familia, una inteligencia para conocernos y para conocer el mundo que nos rodea. Nos das fuerza para trabajar, un corazón para amar, un futuro por conquistar… Nos regalas el don de la fe, que nos permite saber, y a veces incluso sentir, que Tú nos amas con locura, una fe en la que apoyarnos para superar las dificultades con esperanza. Tú nos das una tierra en la que poder vivir; el calor y calor del sol, la luz misteriosa y mágica de la luna y las estrellas.

Sin embargo, no siempre damos buenos frutos, Señor. Comenzamos por despreciar la viña que Tú nos has dado: no nos gusta nuestro cuerpo, rechazamos a la gente que nos rodea, maldecimos la tierra, despreciamos la fuerza de la fe. Despreciamos lo que tenemos y envidiamos lo que tienen otros. No dejamos que nuestro corazón reciba y ofrezca amor. Ante las dificultades, nos encerramos y no acogemos la ayuda que Tú y mucha gente buena nos ofrece. Perdónanos y ayúdanos, Señor.

Gracias, Señor, porque, cuando nos apoyamos en Ti, agradecemos la vida y las oportunidades que Tú nos vas ofreciendo, para crecer como personas, como familias, como pueblo, como comunidad cristiana; unimos fuerzas para conquistar nuestros sueños, acompañarnos en las momentos difíciles y celebrar juntos las cosas bellas y buenas que nos has dado. Éste es el camino que nos hace felices, que hace progresar a los pueblos. Gracias por todas las personas que han tomado este camino de vida, junto a nosotros y en el mundo entero.