Desde el vientre materno,
desde antes de mi tiempo y mi conciencia
crees en mí. Mucho más que yo mismo.
Crees que puedo. Que valgo.
Cuentas con mis manos y mis pasos,
con mis flaquezas y mis talentos.
Cuentas con mi amor, que es tu reflejo.
Con mi fe, que es tu regalo.
Y me haces imprescindible
para construir tu Reino.
Eso me asusta y me ilusiona,
me provoca y me invita.
Tú sabrás lo que haces, Señor,
al confiar en alguien tan frágil.
Pero por intentarlo no va a quedar.
Aquí estoy.
(José María R. Olaizola, sj)