Aquí estoy otra vez delante de ti, Jesús
buscando respuestas.
Tengo que tomar una decisión importante
y deseo, con todo mi corazón,
hacer tu voluntad, Jesús, y no la mía.
Tú que rezaste al Padre en la noche,
antes de elegir a los apóstoles, ¡guíame!
enséñame a hacer silencio y a escuchar.
Lejos de los ruidos que están fuera y dentro de mí,
en este espacio de silencio, háblame.
Háblame, Señor, con tu infinita dulzura,
incluso si no puedo escuchar tus palabras.
No te rindas y sigue hablándome,
hasta que se abran mis oídos y mi corazón.
Enséñame a escucharte,
en cada estremecimiento del corazón,
en un pensamiento repentino.
a través de la voz de un amigo, un hermano, un extraño..
Aunque ellos no lo sepan,
se convierten en luz, faro, ayuda y guía.
Te doy gracias, Jesús,
porque cada acontecimiento y cada persona
son un instrumento que me permite conocer tu voluntad,
que me indica el camino de la felicidad más grande.
y me hace consciente de cuán grande es tu amor por mí.