Después de la institución de la Eucaristía y de lavatorio de los pies, me gusta imaginar a los discípulos a Jesús:
Se hizo un largo silencio. Jesús no mira a los suyos y ellos casi no se atreven a mirarle, ni a mirarse los unos a los otros.
Tienen miedo, quizá terror, por lo que se avecina, pero a la vez son felices, porque se sienten muy unidos a Jesús. Saben que le han conocido y que, al conocerle, han conocido a Dios.
Levantan ahora sus ojos y, en la sala mal iluminada por lámparas que ya se extinguen, contemplan los ojos de ese Dios. Y en ellos sólo ven amor.
Contempla también tú, por un momento, los ojos de Jesús....