Gracias, Señor, por tu Palabra
que cae como la lluvia y pone sentido y destino en nuestro camino.
Gracias por el amor, poderoso como un torrente, invencible hasta más allá de la
muerte, que nos eleva y nos llena el corazón de nombres y motivos.
Gracias por tu justicia, que se alza como un grito, como una exigencia, como
una llamada y como el último atisbo de esperanza para quienes sufren lo
injusto.
Gracias por hacernos tan de barro, y al tiempo poner tu luz en nuestras grietas.
Gracias por la libertad de quien aprende a caminar sin cadenas ni más ataduras
que la pasión por tu Reino.
Gracias por el pan de cada día, y por poner en nuestra entraña la convicción de
que no podemos estar tranquilos hasta que ese pan llegue a todas las mesas.
Gracias, en fin, por Jesús, camino, verdad y vida.