martes, 6 de octubre de 2015

David y Goliat

Padre, estamos cansados de ver injusticias:
el pez grande se come al chico,
los pueblos poderosos someten a los pequeños,
los mentirosos truinfan más que los sinceros,
los que hacen trampas consiguen lo que se proponen,
los que están arriba abusan de los que están abajo.
En nuestro mundo, Padre, Goliat vence a David.

¿Qué me estoy perdiendo, Padre?
¿Te has cansado de nuestros problemas?
¿Te has olvidado de los que sufren?
¿Has abandonado a tus hijos más pobres?
¿Merece la pena ser sincero y honrado?

No puede ser, Padre. No puede ser.
Nos dijiste que, aunque nuestra madre nos olvidase,
Tú jamas nos olvidarás y estarás siempre con nosotros,
Danos unos ojos de fe, unos ojos contemplativos,
para verte al lado de los que sufren, a nuestro lado.

Ayúdanos a no tener envidia del que triunfa,
apoyado en la mentira y en la violencia;
no permitas que sigamos su mal ejemplo.
Su alegría es como paja que se lleva el viento;
su victoria, como una neblina que desaparece al salir el sol.

En ti nos apoyamos, Señor, como David.
En ti ponemos nuestra esperanza, como María.
Los que ponen en Ti su confianza no quedan defraudados.
Aunque los malvados ganen muchas batallas,
al final vencerá la justicia, la verdad, el amor, la paz.

Padre, levanta nuestra débil esperanza.
Danos fuerza para luchar junto a Ti, como David,
para combatir el mal y buscar el bien las personas;
para dar mi tiempo y mi vida, como tu Hijo Jesús,
y construir así, contigo, un mundo de hermanos.