domingo, 6 de diciembre de 2015

Oración por la paz

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.

Elevamos al cielo la alabanza y la gloria y te damos gracias, Padre, por el deseo de paz que has sembrado en en corazón de cada hombre y mujer, creyente o no creyente, que vigila en la noche, que espera un mundo mejor, que se preocupa de los otros, intentado hacer humildemente su propio deber.



Te alabamos, Señor, porque eres bueno, fiel, misericordioso. Y te entrego mi vida, para que todos puedan conocer tu verdadero rostro, tu rostro de Padre que nos has dado a Jesús; para que todos puedan sentirte cerca, sentirse en tu presencia; para que todos encuentren la alegría más grande amándote, adorándote.

Señor, queremos colaborar contigo, para construir la verdadera paz, esa paz que no es un equilibrio de fuerzas opuestas, ni una «fachada», que esconde luchas y divisiones.
Acogemos, con gratitud y responsabilidad, el don de tu paz, que nos has dado en Jesucristo. Queremos, Señor, hacer de la paz nuestro compromiso cotidiano; queremos ser artesanos de la paz.

Te pedimos que el amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria. Señor, concede tu paz a Siria y al mundo entero.

Concede la paz, Niño, a la República Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero tú, Señor, no te olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en aquella tierra, atormentada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir. Que se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones actuales ya han provocado demasiadas víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado.

Tú, Príncipe de la paz, convierte el corazón de los violentos, allá donde se encuentren, para que depongan las armas y emprendan el camino del diálogo. Vela por Nigeria, lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los inocentes e indefensos. Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y haz que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos. Sana las llagas de la querida tierra de Iraq, azotada todavía por frecuentes atentados.

Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo. Haz que los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa.

Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre los niños secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.

Señor, del cielo y de la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente. Asiste y protege a cuantos son víctimas de los desastres naturales, sobre todo al querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón.

Ayúdanos a no pasar de largo ante tu Hijo, el Niño de Belén; transfórmanos con su ternura y su bondad. Tú, que eres nuestra paz, ayúdanos a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero.

Inspirada en el MENSAJE URBI ET ORBI DEL PAPA FRANCISCO, pronunciado el 25 de diciembre de 2013