A Ti nos dirigimos, Madre de la Iglesia. A Ti que con tu "fiat" abriste la puerta a la presencia de Cristo en el mundo, en la Historia y en las almas, acogiendo con humilde silencio y total diponibilidad del Altísimo.
Haz que muchos hombres y mujeres escuchen, también hoy, la voz apremiante de tu Hijo: "Sigueme". Haz que tengan el valor de dejar sus familias, sus ocupaciones, sus esperanzas terrenas y sigan a Cristo por el camino que El les señale.
Extiende tu maternal solicitud sobre los misioneros esparcidos por el mundo entero; sobre los religiosos y religiosas que asisten a los ancianos, enfermos, impedidos y huérfanos; sobre los mismos Institutos seculares, fermento de buenas obras; sobre aquellos que, en la clausura, viven de fe y amor, y oran por la salvación del mundo. Amén.