sábado, 12 de septiembre de 2015

Ámate

Ámate. El amarse a sí mismo no es pecado, sino virtud.
Pecado no es amarse o amarse sólo a sí mismo y no a los demás.
Pecado es siempre no amar.

Ámate comprensiva y compasivamente, como Dios te ama.
Ámate respetuosa y exigentemente,
queriendo para ti lo mejor que estás llamado a ser.
Ámate gratuitamente, no porque lo merezcas,
sino porque prolongas en ti todo el amor infinito de Dios.

Amándote así, te será fácil amar al otro  y amarlo todo.
Puedes amar al otro como a ti mismo,
porque el otro es una continuación de ti,
y aún puedes amarlo más que a tí mismo,
porque el otro es una prolongación de Dios...

Y como en el otro estás tú también,
así se cumple esa hermosa paradoja:
el que se pierde se gana y el que se olvida se encuentra.
¡Todo es historia del amor!