Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
como eran en el principio ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.