Señor, te doy gracias por los Misioneros,
por todos los religiosos, sacerdotes y laicos
que, escuchando tu llamada en la voz de los pobres,
dejan sus costumbres, su tierra, su familia y sus amigos,
y dedican su vida al servicio de los más necesitados,
con la alegría del que no se reserva nada para sí
y comparte todo lo que ha recibido de Ti.
Gracias porque viven su entrega como el mejor regalo
que Tú has podido concederles.
Abre mis ojos, mis oídos y mi corazón,
para que también yo sepa escuchar tu llamada
en la generosidad y la alegría de los misioneros
y en la pobreza de las personas a las que sirven.
Dame la generosidad y la voluntad que no tengo
para responder a tu llamada con confianza,
para saber contagiar la alegría...
de la fraternidad y la solidaridad,
de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
de la esperanza que brota del Evangelio,
de la experiencia de sentirnos amados por Ti.
Amén.