Felices quienes se reúnen en torno al viento del Espíritu para dejarse transformar cada día por él.
Felices quienes se dejan conducir por la luz del Espíritu y no le ponen trabas, obstáculos, impedimentos, inconvenientes.
Felices quienes reconocen sus debilidades y se dejan fortalecer por el Espíritu de Dios. Felices quienes viven la novedad radical del Espíritu, para no quedarse nunca anclados en el pasado, vivir la realidad del presente y estar abiertos a la sorpresa del futuro.
Felices quienes se dejan rejuvenecer por el Espíritu y dejan colgados en el perchero del olvido los viejos vestidos llenos de remiendos.
Felices quienes se dejan fascinar y refrescar por la brisa del Espíritu, quienes reconocen en ella la presencia vivificante de Dios en sus vidas.
Felices quienen viven con un espíritu de solidaridad, empeño, ternura, cuidado y consuelo.
Felices quienes no dejan que el Espíritu quede aprisionado, quienes recrean cada día las palabras e intuiciones del Espíritu, quienes se dejan habitar por la libertad radical del Espíritu.
(Por Miguel Ángel Mesa Bouzas)