Acoge, Señor,
mi vida entre tus manos
y, en el atardecer de cada día,
amásala
y hazla tierna hogaza repartida.
Acoge, Señor,
mi mano entre tus manos
cuando la oscuridad venga a mi encuentro,
y guíame
por las sendas y vericuetos que llevan a tu Reino.
Acoge, Señor,
mi sonrisa en tus labios
cuando mi corazón su ritmo acorte,
y bésame
para que acepte mi suerte y madure.
Acoge, Señor,
mi mirada en tus ojos
cuando la luz del sol se haga suave,
y lávala
para que vea sólo lo que Tú quieres.
Acoge, Señor,
mis sueños en tu regazo,
ahora que sé lo que es estar roto,
y acúname
para que descanse y despierte
como Tú me sueñas y quieres.
Florentino Ulibarri